“Este 2021 seguramente sigamos en Don Torcuato”, dice resignada Belén María Macchiavello (28). Hace un año que llegó a Buenos Aires para casarse por iglesia con su marido indio, Hardeep Singh (34) y su hija -Amy- de apenas meses. Desde esa fecha esperan la autorización para volver a su hogar en Nueva Zelanda. “La visa que teníamos ya la perdimos”, confiesa.
“Vine con Amy el 16 de febrero de 2020 para terminar de organizar los detalles del casamiento. Cuando se empezó a hablar de la pandemia, me desesperé y le dije a Deepa que adelante su llegada a la Argentina. Tenía fecha para el 22 de marzo y aterrizó el 15. A los cinco días cerró todo y empezó el caos”, le contó a Infobae en septiembre.
Ese mismo 19 de marzo Nueva Zelanda prohibió la entrada de inmigrantes. Sólo podían volver residentes y ciudadanos. Antes de que expirara la visa de turista de Deepa (dura 90 días) optaron que volara a Chandigarh, India. Cuenta Belén que Migraciones de Argentina no se la extendió. Y quedarse como ilegal complicaría su entrada a Nueva Zelanda. Entonces, viajó el 5 de julio a su país después de sacar un pasaje carísimo y con mil escalas orquestadas por la Embajada de India en nuestro país. “La despedida fue muy triste. Amy buscaba todo el tiempo a su papá. Lo que jamás me imaginé es que estaríamos tanto tiempo separados”, admite. En total fueron casi seis meses.
En medio de la desesperación, y a más de 15.000 kilómetros de distancia, Belén no se quedó quieta. En agosto inició los trámites para que su marido pueda ingresar a la Argentina. “No fue sencillo, nadie nos sabía asesorar. Fui tres veces a Migraciones, me decían que mi pedido de reunificación familiar era imposible. La verdad es que una vez mas nos ayudaron los del consulado argentino en la India, nos facilitaron todo el papeleo para que podamos reencontrarnos”.
Finalmente, después de mucha burocracia, incertidumbre y ausencia en fechas importantes como el cumple de un año de Amy, el 26 de diciembre Deepa pudo volar hasta Buenos Aires. “El reencuentro fue increíble. Desde ese día que Amy no se despega de su papá, está todo el día pidiendo por él”, reconoce con cierto alivio.
Volver a Nueva Zelanda
El panorama, de todas maneras, se hizo poco previsible. “Nosotros teníamos la visa de trabajo, pero no la residencia. Es difícil obtenerla. Te exigen un buen puesto. Ahora lo tenemos, cobramos un buen sueldo y Deepa tiene un posgrado… Teníamos fecha para aplicar a la residencia en septiembre 2020 y eso ya lo perdimos, espero que tengan en cuenta la pandemia nos atravesó “, explica. “Lo contrario sería un dolor de cabeza porque fueron muchos años de esfuerzo y trabajo”.
En Buenos Aires están desempleados, viven los tres en la casa de los padres de Belén. “Nuestro trabajo en Nueva Zelanda es el campo y es 100% presencial. No podemos hacer nada acá de manera virtual, eso me da impotencia. Los días en Buenos Aires se hacen largos y monótonos. Amo este país aunque extraño la tranquilidad y seguridad de vivir en la isla”.
Por otra parte, siguen pagando el alquiler de su casa montada en Mount Maunganui. “Está igual que la dejamos al cuidado de un amigo argentino. Es de gran ayuda. Corta el pasto y lo mantiene. Si no fuera por él, no sé qué sería de mi casa”.
Esta es la tercera visita de Deepa a la Argentina. La primera fue fugaz, allá por 2017. La segunda para el casamiento en marzo de 2020 -que se pospuso- y finalmente, ahora. “Sé que le gusta mucho estar en Buenos Aires y adora a mī familia, pero también extraña escuchar su idioma, sus costumbres y afectos. Él se tuvo que adaptar a todo de una”.
Por fin, la boda
Deepa y Belén se conocieron trabajando en Nueva Zelanda. Ella llegó con visa Work & Travel en diciembre de 2014, donde estuvo recogiendo kiwis en un campo en el norte de la isla. El supervisor era precisamente Deepa, su futuro marido.
“Me invitaba a salir, pero yo tenía muchos prejuicios. Indio… Comía y vestía diferente. Era muy flaquito… Yo más grandota. Lo negaba tanto que mis amigos argentinos me decían: ‘Vas a terminar casada y con hijos de Deepa’. ‘No hay chances’, les contestaba. Llegué a decirle que estaba saliendo con alguien para que deje de insistir”, recuerda entre risas. Hasta que después de cuatro meses de evitarlo hubo un punto de inflexión… ¡Un clásico!
“Cachai que el indio que está allá me pidió mi número de teléfono. Quiere salir conmigo”, le comentó una compañera chilena con la que Belu -confiesa- no se llevaba muy bien, mientras juntaban kiwis. “Me enloquecí. Fui a buscar a Deepa y le dije: ‘Si me pedís el teléfono a mí, ¡me lo pedís solo a mí!’. Y empezamos a salir… Quise darle una chance”, cuenta Belu y agrega que hasta el día de hoy su marido le niega haberle pedido el número a la chilena. Como fuera, compartían el trabajo, el grupo de amigos, las salidas y Belén se enamoró. “Era muy atento a si yo necesitaba algo, muy relajado y muy bueno. Sigue siendo… Me gustó su sencillez. Los chicos argentinos son más histéricos”, señala Belén.
El 22 de julio de 2019 tuvieron a Amy. Hicieron la unión convivencial y después, en febrero, se casaron por civil para luego tener la boda por Iglesia. La fecha original era el 28 de marzo del 2020. Pero llegó la pandemia para cambiar sus planes.
A Belén le costó mucho aceptar que tendría que suspender su casamiento, la vida le dio su revancha. Finalmente se casaron el pasado 20 de febrero con un festejo reducido, pero no por eso menos emotivo. “Fue algo sencillo, chiquito... aunque un sueño cumplido”, relata.
“Nos tomaremos este tiempo de manera distinta porque estamos los tres juntos. Ojalá este mundo loco vuelva a su normalidad para recuperar nuestras vidas”, dice resignada.
SEGUIR LEYENDO: