Ya no es joven. Ya no es aquella muchacha grácil y divertida, febril y volátil que se llevaba los bites y los bytes por delante. Se acerca a la madurez, lozana y creativa, pero a esa madurez que es la antesala de las grandes decisiones. Apple cumple hoy 45 años, todos ellos dedicados a cambiar el mundo, a meterse en nuestras vidas, a allanarnos el camino hacia la comodidad, el conocimiento, el futuro. En todos estos años vio morir a su padre y vio crecer a sus hijos, iPod, iPhone, iPad, ay Apple, cuánto te debemos. Y en su gallardía de futura veterana, luce un blasón irreductible: es la empresa más valiosa del mundo. Cuesta 2 billones de dólares. Eso quiere decir un 2 seguido de doce ceros. Anote y eche cuentas. Es mucho dinero.
La fundaron Steve Jobs y Steve Wozniak, a quien llaman Woz, o “El Mago de Woz” cuando eran unos chiquilines: Jobs tenía 16 años y Woz, 21. Los dos Steve eran agua y aceite. Sólo que no se rechazaron, al contario, se unieron casi con la furia de los conversos, para sacar su proyecto juvenil adelante. Woz era el creativo, Jobs buscaba rédito, que la creatividad está muy bien, pero el dinero está mucho mejor. Creatividad sin dinero, agoniza. Dinero sin creatividad, sirve de nada.
Como toda leyenda precisa de una épica, a Apple la hicieron nacer en el garaje de los Jobs, un retablo bíblico que avalara el milagro. No hubo tal garaje. Reveló Woz alguna vez: “Nunca diseñamos nada en un garaje, ni hicimos prototipos, ni negocios, ni nada parecido. Eso es una historia inventada. Sí fueron unos comienzos humildes; de hecho, Jobs creó su parte del negocio en su habitación. Pero el garaje éramos nosotros”.
Los presentó en 1971 un amigo común, Bill Fernández, con quien Woz había intentado construir su primer ordenador, que no funcionó. Jobs trabajaba entonces en la compañía de computación GT Interactive, que después se conoció en el mundo como Atari, y que volvió loco a medio mundo con sus video juegos simples y adictivos. Wozniak trabajaba entonces en Hewlett-Packard, a quien intentó venderle la idea del primer ordenador personal. Le dijeron que no. Y fabricar uno era, para Woz, demasiado caro. Jobs lo convenció para que trabajaran juntos. Creatividad y ambición. ¿qué puede salir mal? Reunieron capital para invertir: Jobs vendió su Volkswagen y Wozniak su calculadora científica HP: juntaron 1.300 dólares y el 1 de enero de 1976, con líneas de crédito fácil en empresas proveedoras de electrónicos, se lanzaron a la aventura.
Jobs convenció a Woz de que renunciara a Hewlett-Packard, que tal vez aún lamente su negativa, y se convirtiera en el vicepresidente de la compañía (eran dos miembros) para tomar a su cargo la investigación y el desarrollo de la nueva empresa. Algo de garaje hubo, pero poco.
Así nació, el 1 de abril de 1976, el primer ordenador Apple. Era una especie de armatoste, parecido al baúl de la abuela, un maderamen de barco pesquero, fácil de ensamblar a un teclado y a un monitor para acceder a la red Arpanet, los pañales de Internet, y que sólo podía manejar 60 bits de datos por segundo. Sin embargo, tenía un microprocesador que hubiese podido acceder a los cien mil bites por segundo: el drama eran los módems, unas tortugas.
Fue presentada en sociedad en el Homebrew Computer Club, uno de los principales clubes de computadoras fundado en el ya mítico Silicon Valley. Ya quedaba claro que las computadoras, hasta el momento reservadas a la ciencia, la estadística y otras yerbas, podían llegar a manos de todos, a las casas de todos. Hubo una tienda en Mountain View, oh los pioneros, que les compró cincuenta computadoras ensambladas. Era la gloria. Woz pensó, enseguida, que esa nueva herramienta, todavía en embrión, podía ayudar mucho en la educación. Y convenció a Jobs, que era duro de convencer, a que le diera la primera Apple-I a Liza Loop, una visionaria en la tecnología educativa. Steve se la vendió a Woz en 300 dólares, no hay que descuidar el negocio, y Woz la regaló a Liza. Fabricaron a formón y buril unos ciento cincuenta armatostes, que hoy son reliquias de museo y la cuenta bancaria llego a los doce mil dólares. Viento en popa. Superstición o no, Woz le puso precio a la Apple-1 con los números del demonio: 666,66 dólares.
Así fue que nació todo. El 1 de abril de 1976, Jobs y Wozniak firmaron el contrato que fundó Apple Company, con el objetivo de crear computadoras lo suficientemente chicas y accesibles que llegaran a todos los hogares. Es lo que hicieron. El nombre, Apple, tiene sus vueltas y su épica falsa. Jobs le contó a su biógrafo, Walter Isaacson, que tuvo la idea una tarde que regresaba de una granja poblada de manzanos. Y le pareció que era un nombre “divertido vital y nada intimidante”. Además, coincidía con una época de su vida en la que comía sólo frutas y, además, Apple iba a estar en las guías por delante de Atari, que era la empresa donde había trabajado a los 16 años. De alguna forma, se adelantaba a sus competidores. El primer logo de la compañía fue diseñado en 1976 por Ronald Wayne, uno de los socios de Jobs y Woz en la fundación de Apple: se retiró enseguida temeroso de perder los 800 dólares invertidos en el desafío. El logo, a pluma y tinta china, mostraba a Isaac Newton bajo un manzano, se supone que antes de que una manzana le cayera en la cabeza y, en ves de lamentarse, Newton se inclinara por descubrir la Ley de la Gravedad.
Newton duró nada en Apple y enseguida, en 1977, el logo fue sustituido por la hoy famosa manzanita mordida, con una hoja en el cabo, diseño de Rob Janoff. Lo del mordisco se decidió para que la manzana no fuese confundida con una cereza o un tomate. Con la hoja, bastaba. La épica dice que el mordiscón remitía al tonto de Adán, que había perdido el Paraíso por hincar los dientes en el árbol del conocimiento. Teoría bíblica desmentida. También hubo alguna referencia a un homenaje a Alan Turing, padre de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna que, enjuiciado por homosexual en la Inglaterra de los años 50, se suicidó con una manzana envenenada con cianuro. Hipótesis también desmentida por dudosa, como dudosa fue la muerte de Turing.
En 1977 nació la Apple II, el primer ordenador en tener carcasa plástica, adiós al baúl da la abuela, memoria RAM expandible. En 1983 se comercializó Apple Lisa, con interfaz gráfica de usuario y ¡ratón!, eso sí es la gloria. Lo de Lisa le vino a la Apple por el nombre de la primera hija de Jobs, de los tres que tuvo con Laurene Powell. En 1984 nació Mac 128k, el primer ordenador personal de Apple Macintosh y luego llegaron el Macc II, el Mac Portable, el Power Book…
Jobs ya no estaba en la compañía. Se había marchado en 1985 por un conflicto interno que lo había desplazado de la dirección. Eso de que te echen como director de la compañía que fundaste, tiene su miga. Jobs fundó los estudios de animación Pixar que vieron nacer a “Toy Story” y a “Buscando a Nemo” y decidió volver a Apple en 1996 por dos razones: una, porque como decía el poeta, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida; la segunda, porque Apple se moría. La revista “Wired”, una biblia de la informática y la tecnología, tituló en tapa: “Adiós a Apple”.
Pero Jobs la resucitó. En un mundo que avanzaba a la carrera hacia lo digital, Apple pateó el tablero y lanzó el iPod para música. La música digital mereció el desdén de un prócer del rock, Neil Young, que a modo de ironía y desafío le ofreció a Jobs su colección de discos de vinilo. Jobs dijo: “¡Al carajo con Neil Young!”, que no será ni desafiante ni irónico, pero sí es claro y contundente.
En 2007 Apple lanzó su joya más preciada: el iPhone que le permitió a la empresa incursionar en la telefonía. Y en 2010 lanzó la tableta iPad, objeto de deseo de millones de consumidores. De allí, al 2 con doce ceros detrás.
En 2004 a Jobs le diagnosticaron cáncer de páncreas. Esa es otra historia a contar, que ya está contada. Al año siguiente, en la Universidad de Stanford, en la ceremonia de graduación, dio un discurso a los graduados, él, un chico adoptado que apenas pasó por una universidad: “Esto es lo más cerca que estuve nunca de una ceremonia de graduación”, dijo aquella tarde. Centró su mensaje en tres designios. Para resaltar la importancia del pasado en la vida de cualquiera, dijo que en la vida los puntos de conexión están siempre atrás, nunca delante. Después aconsejó a los estudiantes a encontrar a toda costa aquello que aman. Y por último habló de la muerte. Dijo que padecía cáncer y que tener conciencia de la muerte era la mejor forma de evitar la trampa de pensar que hay algo para perder. Por último, dijo a los estudiantes: “Sigan hambrientos, sigan alocados.” Se retiró de Apple poco antes de su muerte, el 5 de octubre de 2011. Tenía 56 años.
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