Domingo de Ramos: una puerta dorada, el festejo en Jerusalén por la llegada de Jesús y el porqué de las ramas de olivo

El Domingo de Ramos es una celebraciones más importantes de la liturgia católica, una de las pocas que cada año cambia de fecha y además está emparentada con el Pésaj judío. Se festeja el ingreso de Jesús para llevar a cabo la Última Cena pocos días antes de su crucifixión. Aquí, aspectos poco conocidos sobre el domingo que antecede al de Resurrección

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Un fresco de Giotto, hecho en el siglo IV, que retrata el ingreso de Jesús a Jerusalén. El Domingo de Ramos es una de las más importantes fechas de la Liturgia católica
Un fresco de Giotto, hecho en el siglo IV, que retrata el ingreso de Jesús a Jerusalén. El Domingo de Ramos es una de las más importantes fechas de la Liturgia católica

Se acerca la Semana Santa y sus acontecimientos, culminando en la Pascua, la que cada año varía de fecha y existe un motivo que lo explica. Para los judíos, el Pésaj se celebra cada año el día 15 del mes hebreo de Nisán, que empieza con la primera luna llena de primavera. Como los días y las fechas de las ceremonias religiosas judías están determinadas por las fases de la luna, según los Evangelios fue justamente en un Seder de Pésaj cuando Jesús se reunió con sus discípulos para “La última cena”. Por esta razón que cada año la Semana santa y la Pascua cambian de fecha, porque debe coincidir con la luna llena. De manera que la Pascua cristiana desde el I Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325, debe ser celebrada el primer domingo de luna llena después del equinoccio primaveral. Porque ese día hay 24 horas de luz, tanto del sol como de la luna.

Para la gran mayoría de los cristianos, mañana será “domingo de Ramos”, es decir la conmemoración del momento en que Jesús ingresa a Jerusalén y es vitoreado por la gente.

Jesús entrando a Jerusalén montado en un burro, ante la algarabía de la gente (Archivo)
Jesús entrando a Jerusalén montado en un burro, ante la algarabía de la gente (Archivo)

Antes de hacerlo, Jesús se había detenido en Betania y Betfagé. El Evangelio de Juan agrega que cenó con Lázaro y sus hermanas María y Marta. Ahí, se narra que Jesús envió a dos discípulos a la aldea cercana con órdenes de recuperar un burrito que había sido atado pero nunca montado. Leamos qué nos dice el texto de los evangelios en referencia en Mateo 21:1-11: “Cuando se acercaron a Jerusalén y vinieron a Bertfagé, al Monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: ‘vayan a la aldea que está enfrente de ustedes, y luego verán una asna atada, y otra junto con ella. Desátenla, y tráigalas. Y si alguien les dice algo, respondan: El Señor los necesita, y luego las devolverá. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: “Decid a la Hija de Sión: ‘He aquí, tu rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna, hijo de animal de carga’”.

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Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó. Y trajeron el asno, y pusieron sobre ellos sus mantos y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: “Hosanna al Hijo de David, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: “¿Quién es este?” Y la gente decía: “Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.”

En el Cercano Oriente era tradicional cubrir el camino de alguien que se estimaba digno del honor más alto. Las hojas de palma eran un símbolo judío de triunfo y victoria (Levítico 23:40; Apocalipsis 7:9). En Segunda de Reyes 9:13, Jehú, hijo de Josafat, recibió la acostumbrada proclamación de rey con capas tendidas sobre el suelo. A Jesús, el rey mesiánico, le fue otorgado un honor similar. “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”(Mateo 21:8).

El mural de la última cena, obra de Leonardo Da Vinci que se encuentra en Milán. Tuvo lugar luego de la llegada de Jesús a Jerusalén.
El mural de la última cena, obra de Leonardo Da Vinci que se encuentra en Milán. Tuvo lugar luego de la llegada de Jesús a Jerusalén.

El lugar de esta entrada no está especificado, pero se supone que tuvo lugar en la “puerta dorada”, tapiada por Suleimán El Magnífico en el siglo XVI, desde donde se creía que el mesías entraría a Jerusalén.

Aclaman a Jesús a las voces “Bendito el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” en hebreo, lo cual significa: “¡sálvanos ahora!”, y se ha convertido en una exclamación de triunfo pero también de alegría y de confianza.

Pero, por qué ingresa sobre un asno con una montura modesta, un animal de carga. Porque así se debería cumplir otra de las profecías, es en este caso de Zacarías. En el cual leemos en su libro capítulo 9 versículo 9: “He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, hijo de animal de carga”, como citamos más arriba.

Lo más seguro es que fueran hojas de palmera, más que olivos, los que eran muy preciados por las aceitunas para realizar el aceite. Pero acá también cuadra lo simbólico: la palma es el tradicional símbolo de los mártires representados con una hoja de palma en sus manos como símbolo de su entrega, dado que obtuvieron “la palma del martirio”. Ese martirio que sufrirá Jesús en próximos días. El olivo es símbolo de paz por un dato bélico, cuando un pueblo arrasaba a otro, lo primero que quemaban eran los olivos, porque estos tardan mucho tiempo en crecer; por tanto si un gobernante se presentaba a otro con una rama de olivo con aceitunas, significaba que en su reino, había paz desde hace mucho tiempo. Por tanto era una persona de confiar. De allí que Jesús pudo haber sido recibido con ramos de olivo, por él era el “rey de la paz”, y los mantos en el piso, los podrían advertir como terminaría su túnica en el momento de su crucifixión: en el piso pisada por la guardia y jugada a los dados.

El papa Francisco sosteniendo una rama de palma en la Basílica San Pedro en 2021 (Photo by Giuseppe LAMI / POOL / AFP)
El papa Francisco sosteniendo una rama de palma en la Basílica San Pedro en 2021 (Photo by Giuseppe LAMI / POOL / AFP)

Jesús es consciente a donde va y a qué va. Va a Jerusalén en los días más sagrados, durante la celebración de la Pascua. Sabía que sería vigilado a cada paso y cada cosa que dijera sería utilizada en su contra. Pero debía cumplir con una misión, y esta misión no podría ser cumplida cualquier día, sino en la fiesta de la Pascua judía, es decir la gran solemnidad en la cual se recordaba la liberación del pueblo de Israel de las manos del faraón de Egipto por medio de Moisés.

Las Iglesias cristinas con la celebración del Domingo de Ramos dan origen a la “Semana Santa” y para los cristianos católicos se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas: la de Jerusalén y la de Roma. En la tradición litúrgica de las Iglesias orientales se recuerda el gesto profético de Jesús siendo aclamado al ingresar como el mesías.

Los fieles que participan en la procesión en recordatorio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén -tradición que data del siglo IV-, suelen llevar en las manos ramos de palma u otros árboles, y entonar cantos adecuados. Los sacerdotes y los ministros llevando también ramos, deben marchar delante de los fieles y la eucaristía posterior se basa en el hecho del recibimiento del Señor en Jerusalén. La bendición de los ramos y palmas tiene lugar antes de la procesión. Y es un día de gozo y júbilo. Así lo es para todas las iglesias católicas de rito oriental.

En cambio, la tradición litúrgica Roma es diversa. Si bien se narra el ingreso de Jesús en Jerusalén, y antes de la celebración de la eucaristía se realiza una procesión en recuerdo de dicha entrada. Pero la liturgia de la misa está orientada a que el fiel tome conciencia de lo que ocurrirá, por eso se lee la “pasión según san Mateo” en las misas, y en las lecturas que la preceden habla sobre el “siervo sufriente”.

El Domingo de Ramos es día de fiesta y nos lleva a pensar en un dicho muy actual: “del hosanna al crucifícalo solo pasaron cuatro días”, es decir que la gente que el domingo de ramos vitoreaba a Jesús en su ingreso a Jerusalén como el rey Israel, tan solo cuatro días después esa misma gente le gritaría: “mátenlo”, es decir “crucifícalo” a voz de cuello. Tan veleidoso es el ser humano en sus concepciones y tan fácil de hacer mudar sus convicciones, y mucho más ahora con los medios de la tecnología. Estemos atentos.

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