A los 23 años, Turia Pitt era dueña de una descomunal belleza pero también, de una gran inteligencia. Nació en Tahití, una isla de la Polinesia Francesa, aunque luego se mudó a Australia. Su altura y sus medidas casi perfectas hacían que jamás pasara desapercibida, ya que su cuerpo atlético se destacaba aunque estuviera abrigada y con ropa deportiva corriendo una ultramaratón: su verdadera gran pasión.
A pesar de que podría haberse dedicado exclusivamente al modelaje, se recibió de ingeniera en Minas con un excelente promedio universitario. Para coronar la felicidad de sus años de juventud, conoció a Michael Hoskin, un apuesto policía con quien compartía su devoción por el deporte, largas caminatas, paseos en bicicleta y quien muy pronto se ganó su corazón.
Pero de repente la tragedia golpeó sus vidas y, en menos de un abrir y cerrar de ojos, todo cambió para siempre. El 2 de septiembre de 2011, Turia corría una ultramaratón de 100 kilómetros en un monte cuando -junto a otros competidores que lograron escapar- quedó atrapada durante varias horas en un brutal incendio en la zona oeste de Australia y sufrió quemaduras en el 65 % de su cuerpo. Los pronósticos de los médicos eran dramáticos: nadie creía que la joven modelo e ingeniera fuera a sobrevivir.
Michael se convirtió en su gran pilar y en su incondicional sostén. Sin dudarlo, el joven renunció a su trabajo en la Policía, no se despegó de su lado durante los durísimos 5 años de su recuperación, ni en los casi mil días que pasó internada. Mientras Turia estaba en coma, Michael sostuvo su mano permanentemente y no se separó de su cama, al igual que la madre de ella. Cuando despertó, ambos la incentivaban a diario para que pensara en positivo y le daban la fuerza necesaria para que su voluntad no se doblegara debido a su grave estado.
Turia estuvo varios meses debatiéndose entre la vida y la muerte, perdió la capacidad de utilizar siete dedos de sus manos y debieron amputarle el pulgar de la mano derecha, debió usar de manera permanente una máscara para ocultar las enormes marcas de su rostro, tuvo que volver a aprender a comer, hablar, sentarse, caminar... y superó más de 200 cirugías pero nunca perdió las ganas de cumplir su sueño: competir en el Ironman, una serie de carreras organizadas por la World Triathlon Corporation, en la que los atletas deben completar tres distancias: 3,86 kilómetros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 kilómetros de carrera a pie, con un tiempo límite de 17 horas.
En 2016, cinco años después de la tragedia, su enorme determinación a la hora de recuperarse la llevaron hasta Port Macquarie, en Australia, donde finalmente logró concretar su anhelo y completó el Ironman. Después, repitió su hazaña en Hawaii, una competencia aún más exigente que la anterior.
Para poder participar, tuvo que efectuar ciertas adaptaciones debido a sus capacidades diferentes, como el uso de una bicicleta especial que le permitiera frenar y la utilización de un traje de baño distinto al del resto de los participantes, ya que una de las muchas secuelas de la gran quemadura de tercer grado que sufrió es que su cuerpo tiene una gran dificultad biológica para regular la temperatura.
No obstante, unos años antes de que Turia pudiera participar en dos Ironman, los médicos le habían dado un pronóstico devastador: dudaban que pudiera volver a caminar y estaban seguros de que -aunque lo lograra- jamás podría volver a correr.
Michael, el novio de su juventud se convirtió en su marido pero, fundamentalmente, en el gran amor de su vida. Junto a él, Turia es madre de dos hijos y hoy ambos se muestran tan unidos como en los primeros días de noviazgo. Desde entonces, no pasó un solo día sin que Michael -con los ojos inundados de amor- le recordara: “Eres hermosa, aún eres mi chica”.
En ningún momento, el hombre pensó en alejarse de ella para rehacer su vida. Muy por el contrario, mientras Turia se encontraba en Terapia Intensiva, Michael fue hasta una joyería y le compró un anillo de compromiso con diamantes. No tenía ninguna duda y la tragedia no había cambiado en absoluto sus sentimientos: quería casarse con ella cuanto antes y así lo hicieron, apenas la ingeniera comenzó a mejorar. Desde que se conocieron, soñaban con formar su propia familia, un anhelo que finalmente lograron concretar con la llegada de los pequeños, Hakavai y Rahiti.
A punto de cumplirse 10 años de aquel fatídico día que le cambió la vida para siempre, Turia consiguió salir adelante y hoy se convirtió en un indiscutido modelo de superación. Madre de dos niños, atleta e ingeniera, ahora también reparte su tiempo escribiendo libros, dando charlas motivacionales, colaborando con organizaciones que ayudan a las personas que sufrieron quemaduras severas, visitando a victimas de incendios y destacándose como influencer en las redes sociales, ya que lleva -tanto por Australia como por el mundo- su crudo testimonio que, finalmente, no solo tuvo un final feliz, sino que se convirtió en un gran e inspirador ejemplo de vida.
“Cuando me miro al espejo veo a la hermosa chica que ve Michael, porque como él, sé que la belleza viene de adentro, y lo que realmente importa es quiénes somos, no cómo nos vemos”, repite Turia en sus charlas motivando a quienes atraviesan situaciones difíciles para que puedan volver a creer en ellos mismos, apelando a su fuerza de voluntad y a su poder de resiliencia. Después de todo, ella pudo hacerlo y ahora busca inspirarlos con su ejemplo.
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