A 50 años de la asunción presidencial de Lanusse: el fin de la “Revolución Argentina” y los diálogos secretos con Perón en Madrid

Asumió como presidente de facto luego del breve mandato de Levingston. Las intrigas y las internas castrenses. Las cartas de Perón a Balbín, la reunión en Puerta de Hierro de un enviado de Lanusse y la sorprendente respuesta del general sobre la violencia subversiva, la elección del radical Mor Roig como ministro del interior y el plan de “elecciones libres”

Alejandro Agustín Lanusse llegó al sillón de Rivadavia como presidente de facto el 26 de marzo de 1971

El sábado 13 de junio de 1970, el general Roberto Marcelo Levingston –en ese momento Agregado Militar en Washington- fue llamado por teléfono por el teniente general Alejandro Agustín Lanusse. Se encontraba en una reunión social y cuando se le ofreció el sillón de Rivadavia pidió unas horas para pensarlo.

El jueves 18 de junio asumió la Presidencia de la Nación. En una ocasión, el general Rafael Panullo, secretario general de la Presidencia durante la gestión de Lanusse, me relató que durante 1970 lo convocó su superior inmediato y le pidió que analizara quién podía ser el reemplazante de Juan Carlos Onganía.

Trabajó con el coronel Colombo y elaboraron un documento de 3 carillas donde la conclusión “elemental” era que “la única persona que no podía reemplazar a Onganía era Lanusse, para que no se diera la clásica cadena de golpes… y porque además cuando Lanusse asumió la jefatura del Ejército, el 28 de agosto de 1968, a la edad de 50 años, dijo que no quería ser nada más que Comandante en Jefe del Ejército”. Precisamente, a los tres días de asumir como comandante, subió al piso 14 (Jefatura VII), cuyo jefe era el general Viviani Rossi.

En esa ocasión preguntó: -¿Cómo terminara la Revolución Argentina? ¿Qué han pensado?

Viviani respondió: -Mi general, me interesaría conocer sus directivas de CJE.

Lanusse dijo: Tenemos que ir a elecciones libres.

-¿Libres?, se le respondió.

-Sí.

-Puede ganar el PJ.

-No importa, dijo Lanusse.

Cuando lo remueven a Onganía con el argumento de que la Junta de Comandantes no estaba dispuesta a extender un nuevo “cheque en blanco”, se tarda varios días en designar Presidente. “En esas reuniones para analizar la caída de Onganía y el nombre de su sucesor, el almirante Pedro Gnavi –que había trabajado con Levingston en la SIDE—propuso su nombre, y el brigadier Rey aceptó de inmediato para bloquear a Lanusse. Estas reuniones fueron en una dependencia de la Fuerza Aérea en Ezeiza (era la residencia oficial del comandante de la aeronáutica).

Asunción del breve período presidencial de Roberto Marcelo Levingston

El período de Roberto Marcelo Levingston fue corto, plagado de intrigas palaciegas, desinteligencias y la cotidiana violencia subversiva que aparecía siempre por detrás de la crispación ciudadana. Como un signo de esos momentos, el miércoles 11 de noviembre de 1970 se creó en la casa de Manuel Rawson Paz el agrupamiento La Hora del Pueblo. Otras reuniones previas se realizaron en el departamento del peronista Benito Llambí.

En esas semanas, el delegado de Juan Domingo Perón, Jorge Daniel Paladino le va a escribir al ex presidente constitucional su visión de la situación que comenzaba a sentir, aunque tardíamente, en sectores importantes de la sociedad: la importancia de Perón y el peronismo.

Tras el cordobazo, el secuestro de Aramburu y la caída de Onganía, el teniente general Perón volvía a ponerse en el centro de la escena política y se desvanecían los prejuicios del pasado casi de inmediato. Nunca había dejado de ser importante, pero ahora volvía a ser un punto de referencia obligado. El delegado lo expresó así: “Creo asimismo que el episodio Aramburu nos ha ayudado. ¿Por qué? Porque era la primera oportunidad del peronismo para mostrar su legítimo revanchismo, cosa que naturalmente podíamos hacer con todo derecho, NO LO HICIMOS. La declaración que dimos y la táctica de la expectativa previa creada, así como la actitud posterior, me atrevo a asegurar que ha alterado los supuestos y prejuicios psicológicos del panorama argentino. No hemos perdido nada con las masas, que es verdad no son resentidas ni revanchistas, y en cambio hemos impactado a sectores sociales que nos eran adversos”.

El secuestro de Aramburu, la toma de la localidad cordobesa de La Calera por un comando montonero (el 1º de julio de 1970) y la ocupación de la localidad bonaerense de Garín por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el 30 de julio de 1970, marcaron el fin del anonimato y el salto a la superficie de las organizaciones armadas. Así por lo menos lo consideraron las fuentes militares.

Roberto Santucho, jefe del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), estaba preso y a través de un ardid –simula un ataque de hepatitis—logra fugarse del Hospital Padilla donde lo atendían y aparecer días más tarde en las islas Lechiguanas donde se realiza el V Congreso, que instituye al Ejército Revolucionario del Pueblo como brazo armado del PRT (28 al 30 de julio de 1970).

En esos días, un oficial naval en actividad se atrevió a llamar la atención de lo que había salido a la luz. El 27 de agosto de 1970, en La Nación, el entonces capitán de fragata Luis Segade, escribió un largo artículo bajo el título Hannibal ad portas en el que intentó reparar la frágil de memoria de los argentinos sobre hechos mayores que se dieron, primero, en América latina y finalmente en la Argentina: “La crisis de memoria que nos hace olvidar que hace diez años el extremismo (castrista) se halla en nuestro continente. La prevención que creemos necesaria sea hecha propia por cada argentino: La subversión a nuestras puertas... ¡Aníbal en nuestras puertas!”.

La detención de varios miembros de Montoneros, tras la ocupación de la localidad cordobesa de La Calera, logra desentrañar el asesinato de Aramburu y encontrar su cadáver –jueves 16 de julio- en la estancia La Celma, localidad de Timote, provincia de Buenos Aires. El sábado 18, el féretro de Aramburu sale de la Iglesia Las Esclavas, frente a la Plaza Vicente López, y es trasladado a la Recoleta con honores del Regimiento de Granaderos a Caballo. Una muchedumbre se agolpa al paso de la caravana y ya en el atrio del cementerio hablaron el almirante Rojas, el general Bernardino Labayru y el teniente general Lanusse.

Alejandro Agustín Lanusse, comandante en jefe del Ejército

En un informe posterior a esas horas, Paladino le informa a Perón que “la situación política general evoluciona rápidamente (…) Ya está el desacuerdo entre Levingston y Lanusse. No se ha llegado todavía al enfrentamiento pero la lucha por el poder ya está planteada. Levingston quiere ‘sacarse de encima’ a la Junta pero, por supuesto, no muestra sus cartas. Su problema lo lleva al seno del Ejército; la batalla se va a librar ahí. El planteo de Levingston es que el gabinete que le han impuesto no lo deja gobernar. Particularmente se encuentra disconforme con el Ministro de Economía Moyano Llerena que, efectivamente, fue elegido más que por él por la Junta de Comandantes. Los amigos de Levingston ya están diciendo que la sustitución de Moyano y algunos otros miembros del gabinete ‘es cuestión de días’.”

En otro informe, fechado el 2 de agosto de 1970, Paladino vuelve a centrar la atención en cómo el peronismo va logrando con el paso de las semanas ubicarse en los diferentes ámbitos, el grado de receptividad que tienen los dirigentes del Comando Superior y, más precisamente, el proceso de revalorización de la figura de Juan Domingo Perón.

Como una suerte de antecedente a la fundación de La Hora del Pueblo, el delegado relató el intercambio de ideas que se produjo en una mesa redonda organizada por el semanario Siete Días. El peronismo en esa oportunidad estuvo representado por Paladino, Ares, Camus y Kelly.

“El trabajo de muchos meses se ha hecho visible ahora -agrega el delegado a Perón- antes informaba que el peronismo se había convertido en una moda. Ahora, es mucho más que eso, es la única esperanza concreta que admite mucha gente no peronista. (…) No estoy delirando, mi General. Si el Movimiento lo hace desdecirse al ‘gorila’ de Rawson Paz cinco días después de su último ataque a Perón, pronunciándose por su retorno, y si Balbín, Leopoldo Suárez y Sandler apoyan también el retorno de Perón ¿quién hace buena letra, nosotros o ellos? Una vez le dije que íbamos a conseguir que todas las corrientes políticas del país pidieran o aceptaran el retorno de Perón a la Patria. Este reconocimiento de toda la Nación hacia su figura, mi General, lo estamos logrando y lo vamos a concretar plenamente mucho más pronto de lo que nadie pudo imaginar.”

En septiembre, Levingston entró en zona de crisis con Lanusse y sus compañeros de la Junta Militar.

El matrimonio Perón con el delegado Jorge Daniel Paladino

Mientras, en reserva, Jorge Daniel Paladino mantuvo una larga conversación con Ricardo Balbín, el titular de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Luego, el Delegado conversó con Perón y le transmitió las angustias del jefe radical: así nació la primera comunicación directa entre Perón y Balbín, luego de muchos años de peleas, discusiones, y enormes diferencias. Dejaron todo de lado. Balbín sus días de cárcel bajo el peronismo. Perón su derrocamiento y largo exilio. Con la carta se terminaban los intermediarios radicales que iban a Madrid con mensajes a Navalmanzano 6 y medraban con la relación. Fue Paladino el que terminó con ese juego.

En esas mismas horas, el 29 de septiembre, Levingston –que seguía sin darse cuenta que el poder residía en la Junta de Comandantes- pronunció un discurso que dio por tierra con todo lo que se había sostenido para terminar con el onganiato. Por Cadena Nacional señaló que “la disolución de los partidos políticos, concretada por la Revolución Argentina, es, para este gobierno una decisión irreversible”. Al mismo tiempo hablaba de “diálogo intenso y fluido con los hombres más representativos”, aunque como corrientes de opinión. Se citó a la Casa Rosada a ex presidentes: Arturo Illia no fue; Perón estaba en Madrid y Onganía se negó. Los únicos fueron Arturo Frondizi, el interino José María Guido y visita en su casa al anciano general Edelmiro J. Farrell.

Introducción de la carta de Perón al radical Ricardo Balbín

Con ese contexto, el 25 de septiembre de 1970, Juan Domingo Perón le escribe a Ricardo Balbín. Encabeza con un “Estimado compatriota” y es natural, no eran amigos todavía. Luego lo notifica que está al tanto de su conversación con el Delegado:

“El señor Secretario General del Movimiento Nacional Justicialista, Don Jorge Daniel Paladino, me ha enterado de la conversación que ha mantenido con Usted y de las ideas por Usted sustentadas con referencia a la situación que vive el país y deseo manifestarle que las comparto totalmente. (...) Tanto la Unión Cívica Radical del Pueblo como el Movimiento Nacional Justicialista son fuerzas Populares en acción política. Sus ideologías y doctrinas son similares y debían haber actuado solidariamente en sus comunes objetivos. Nosotros, los dirigentes somos probablemente los culpables de que no haya sido así. No cometamos el error de hacer persistir un desencuentro injustificado (…) Separados podríamos ser instrumentos, juntos y solidariamente unidos, no habrá fuerza política en el país que pueda con nosotros y, ya que los demás no parecen inclinados a dar soluciones, busquémoslas entre nosotros, ya que ello sería una solución para la Patria y para el Pueblo Argentino. Es nuestro deber de argentinos y, frente a ello, nada puede ser superior a la grandeza que debemos poner en juego para cumplirlo (...) El compañero Paladino podrá ampliarle mis pensamientos al respecto. Le ruego que, con mis saludos de compatriota, quiera aceptar mis mejores deseos.”

El martes 13 de octubre de 1970, el Ministro del Interior, Eduardo Mac Loughlin, abandonó el gabinete de Levingston. “Creo que con esto comienza una crisis que puede desembocar en cualquier cosa”, opina Paladino, porque “Mac Loughlin representa la posición de la Junta de Comandantes en cuanto a la salida política prometida el 8 de junio. Levingston está directamente en la vieja trampa de quedarse él y preparar lo que prepararon todos, el sueño de robarle el peronismo a Perón. En este sentido no nos conviene la ida de Mac Loughlin. Pero esto es un tembladeral y tiene relación directa con la situación militar…”

Junta de comandantes en Jefe que echo a Roberto M. Levingston

El Delegado, entonces, incursiona en el campo militar: “Cada vez son más los militares que sostienen que Levingston está llevando a la institución a un callejón sin salida. Esto por una parte. Por la otra el enfrentamiento Levingston versus Lanusse ha llegado a su punto crítico. Levingston ha maniobrado con cierta habilidad promoviendo una intensa campaña de desprestigio contra Lanusse. A su vez Gnavi, frondizista, juega a profundizar la revolución sin interpretar en esto a su arma. Y Rey, por falta de equipo político, no nos da bola”.

El martes 2 de marzo de 1971, Lanusse asumió la presidencia de la Junta de Comandantes en Jefe, e inmediatamente comenzó a pulsar la opinión de los mandos superiores del Ejército sobre el estado del país. “La sociedad está cansada”, opinó por escrito, Alcides López Aufranc, el jefe del Cuerpo III.

El 12 de marzo de 1971, tras el Viborazo en Córdoba, armado contra el interventor José Camilo Camilo Uriburu, se derrumbó el gobierno de Roberto Marcelo Levingston. Y las Fuerzas Armadas comenzaron a planear entonces una retirada decorosa del poder.

De ahí en más se habían sucedido una serie de hechos que llevaron al aislamiento absoluto de Levingston y el 23 de marzo, a las dos y diez de la madrugada, presentó su renuncia. La Junta de Comandantes reasumió el poder y Alejandro Lanusse ocuparía al despacho presidencial de la Casa Rosada el viernes 26 de marzo. El período de Roberto Marcelo Levingston había sido corto, plagado de intrigas palaciegas, desinteligencias y la cotidiana violencia subversiva que aparecía siempre escudándose en la crispación ciudadana. El general Rafael Panullo me lo contó así: “El final de Roberto Levingston fue cuando le ordenó al general Horacio Rivera que metiera preso a Lanusse con pistola en mano. Luego citó a Jorge Corchito Cáceres Monié (en 1975 asesinado por Montoneros) y lo nombró Comandante en Jefe. El jefe militar designado dijo a sus íntimos: ‘Me voy a hacer cargo para reponer a Lanusse’”.

General Jorge Cáceres Monié

Años más tarde, Lanusse explicará que Levingston cayó “porque perpetuaba la situación que había tumbado a su predecesor. Su caída me ubicó en la Presidencia de la Nación. Pero, cuando llegué a la Revolución Argentina ya había transitado, en la soledad, por dos etapas. Y así llegué debilitado al poder, porque estaba debilitada, confundida, desorientada, la estructura en la que yo me apoyaba”. Como agudamente observó el intelectual Pablo Mariano Ponza “el gran acierto político de Lanusse fue observar con claridad que la mejor manera (sino la única) de descomprimir la situación social, desactivar la guerrilla y la amenaza de divisiones irrecuperables en el seno de la corporación militar, era propiciando una salida democrática.”

El 26 de marzo de 1971 juro Lanusse como último presidente de facto de la Revolución Argentina. En el gabinete del nuevo mandatario se destacaba Arturo Mor Roig (Ministro del Interior).

Ministro Arturo Mor Roig

La designación del radical Mor Roig (en 1974 asesinado por Montoneros) fue la más llamativa y una gran parte de la dirigencia radical no estaba de acuerdo en que aceptara. Perón, vía Paladino, presionó a Balbín para que lo convenciera. Antes de dar el sí, Mor Roig renunció a su afiliación partidaria.

Panullo lo explicó así: “Cuando Lanusse decía quiero elecciones libres estaba pensando en Mor Roig. Antes de ser Ministro del Interior tenía deudas y se abonaron con un cheque que le hizo Luisito Cantilo. Y eso que había sido presidente de la Cámara de Diputados de la Nación más de 3 años. En otra ocasión se me ordena darle a Mor Roig las llaves del departamento de Juan Duarte de la avenida Callao para que mantenga reuniones reservadas. Al mismo tiempo se le asignó una suma que devolvió al terminar su gestión. No había gastado un peso”.

El 13 de abril Paladino llegó a Madrid para mantener conversaciones en la Quinta 17 de Octubre, y la tapa del matutino ABC lo muestra, poco después de haber descendido del Súper DC 9 de Aerolíneas Argentinas, con su elegante sobretodo de piel de camello color tabaco claro, en el aeropuerto de Barajas, siendo recibido por Isabel Perón y José López Rega. Entre tantas idas y venidas hacia la quinta 17 de Octubre, una visita ingresó de manera desapercibida para el periodismo. El jueves 22 de abril entró un enviado de Lanusse, el coronel Francisco Cornicelli. Fueron tres horas de conversación, con la presencia de Paladino y López Rega –grabadas y más tarde reproducidas en la prensa- en donde, primeramente, el dueño de casa se explayó sobre su obra de gobierno y la actualidad nacional e internacional.

Juan Domingo Perón y José López Rega en Puerta de Hierro, Madrid

En un momento, el enviado de Lanusse sacó el tema de la violencia subversiva que se expandía en la Argentina:

Cornicelli: -En este momento hay muchos que masacran vigilantes y asaltan bancos en su nombre.

Perón: -Sí, sí y lo seguirán haciendo, cada día habrá más…

C: -… lo seguirán haciendo hasta tanto usted no defina su posición con respecto a ellos.

P: -No, no, se equivoca usted, aunque yo les diga que no lo hagan…

C: -Lo van a hacer, pero no lo van a hacer en nombre de Perón.

P: -Lo van a seguir haciendo, porque ése es un conflicto que tiene otra raíz que ustedes no conocen.

La última respuesta de Perón sorprendió a Cornicelli. Perón le estaba hablando de la Guerra Fría, la Cuba comunista y el entrismo. Conocía bien el problema pero no estaba decidido a actuar. No lo podía hacer. ¿En nombre de quién y en beneficio de quién? Esta tarea la dejaría para más adelante y con el apoyo mayoritario de la sociedad. Durante el diálogo con Cornicelli, Perón autorizó a Paladino a que concurriera al encuentro con Arturo Mor Roig. La cita con el Ministro del Interior fue el comienzo. Luego, Paladino participaría en un encuentro con Lanusse.

Fuera de toda grabación, en el encuentro, el enviado de Lanusse entregó dos páginas con un Aide Memoire que llevaba como título “TRATATIVAS” y contenía diez puntos. Eran las condiciones y a estos puntos responderá Paladino en la cumbre con Alejandro Agustín Lanusse, el 25 de mayo de 1971.

El Memo textual decía:

1º) Los restos de la señora María Eva Duarte de Perón serán entregados a su esposo, en Madrid. Quedará entendido que toda modificación sobre el particular será previamente conocida por el Gobierno de la República Argentina.

2º) Le será concedido el pasaporte argentino. A tal efecto el nuevo Embajador, con intervención del Consulado Argentino en Madrid acordará las gestiones del caso.

3º) Le será concedida la pensión correspondiente a ex Presidente.

4º) Oportunamente le serán devueltos o reconocidos en su valor actual los bienes que tenían al asumir el 1º de Mayo de 1946 la Presidencia de la Nación.

5º) Los procesos penales incoados quedarán cerrados con la resolución judicial que recaiga sobre los mismos.

6º) La rehabilitación cívica del ex Presidente de la Nación importará el reconocimiento de su carácter de tal.

7º) El Movimiento Nacional Justicialista podrá organizarse como partido político a los fines de las futuras convocatorias electorales a fin de participar libremente en las mismas.

8º) Como orientador del movimiento de opinión que le sigue, desalentará mediante la necesaria estrategia disuasiva y declaración pública, a que sus partidarios se sumen a las actividades subversivas y a la de quienes preconizan la violencia.

9º) Aceptará y alentará que personas de su agrupamiento, cuando se les ofrezca, integren el Gobierno Nacional y/o Provincial.

10º) Conjuntamente con el Movimiento Nacional Justicialista seguirá alentando los propósitos de conciliación nacional y de afirmación de una política de recuperación que armonice con los fines del llamado “Gran Acuerdo Nacional”.

En el plano político interno se tomaron una serie de decisiones que manifestaron el devenir de un tiempo distinto. Se descongeló la actividad partidaria, se comenzó a hablar de elecciones y nuevos padrones. En el aspecto exterior, el gobierno de Lanusse dejó de lado las barreras ideológicas que acordonaban a la Argentina, inauguradas por Juan Carlos Onganía. La manifestación más clara del cambio fue la relación de la dictadura militar con el gobierno socialista chileno de Salvador Allende.

En lo que respecta a la lucha contra la subversión y el terrorismo se creó la Cámara Federal Penal de la Nación que logró derrotar la insurgencia castrista con la ley en la mano. La medida se derrumbo el 25 de mayo de 1973 y todos los terroristas fueron liberados y, en su mayoría, continuaron con su política de sangre y fuego.

En el balance general su gestión política no puede considerarse exitosa porque, a pesar de sus esfuerzos, el peronismo ganó las elecciones de 1973 y Juan Domingo Perón volvió a la Argentina y, meses más tarde, asumiría por tercera vez la Presidencia de la Nación.

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