La de Osvaldo Papaleo es toda una vida dedicada al peronismo, en las buenas y en las malas. Nunca mejor dicho. Integró el gobierno peronista que fue derrocado el 24 de marzo de 1976 y lo pagó con cárcel, secuestro y exilio. Lejos de la militancia rentada, o del funcionariado permanente, tan en boga hoy, Papaleo era un periodista experimentado y un conductor televisivo conocido cuando, con 37 años, asumió el cargo de Secretario de Prensa y Difusión en la última etapa del gobierno de Isabel Perón, el 22 de diciembre de 1975. Antes había sido interventor de algunos canales de televisión. A las órdenes de Romay, en Canal 9, en 1971, tuvo el privilegio de ser el primer periodista en llegar al cementerio italiano donde habían estado ocultos los restos de Evita y, dos días después, reunirse en Puerta de Hierro con un Perón todavía bajo el impacto de la restitución del cuerpo profanado de su segunda esposa.
Retornada la democracia, Papaleo se dedicó a la producción cinematográfica, sin abandonar la militancia en el peronismo.
Fines de 1975 no era el momento más auspicioso para ingresar a una gestión saboteada desde la derecha y desde la izquierda, con una Presidente abandonada por parte de la dirigencia de su propio partido -”muchos sectores de adentro del peronismo fomentaban la renuncia de Isabel”, recuerda Papaleo- e incluso, solapadamente, por integrantes de su gabinete.
En esta entrevista con Infobae, Osvaldo Papaleo cuenta que estuvo entre los pocos que respaldaron la decisión inquebrantable de Isabel Martínez de Perón de no renunciar. Que los militares y sus apoyos civiles se quitaran la careta. “Nosotros buscábamos que, si venía un golpe, no fuera con la complicidad de la renuncia de Isabel y la asunción de Luder”. Evitar una “simulación de democracia” y una “matanza” con la fachada de un peronista”, explica.
“Teníamos que resistir en lo posible, llegar a elecciones”, dice. En esa última etapa del gobierno de Isabel se había tomado la decisión de adelantar las elecciones presidenciales para septiembre de ese año 76.
A la luz de lo acontecido luego, se mide mejor la defección de los políticos y operadores que, convencidos de que los militares darían el golpe para tenerlos de asesores o incluso entregarles el poder a ellos, siguieron echando leña a un fuego que, en algunos casos, quemó a los propios golpistas. El ejemplo más impactante: Jacobo Timerman, a quien Papaleo se lo había advertido. El destino quiso que el dueño de La Opinión tuviera la ocasión de reconocérselo cuando ambos compartieron cautiverio a merced de Juan Ramón Camps.
— Osvaldo, nos gustaría que nos cuente su recuerdo del 24 de marzo del 76. Quién era usted, qué hacía en ese momento. Y qué le pasó personalmente en el momento del golpe.
— Yo en el momento del golpe era Secretario de Prensa y Difusión. Pero yo tenía una trayectoria periodística que había comenzado en La Plata, había seguido en Buenos Aires. En los medios, mi momento culminante fue en los noticieros de Canal 9. Ahí ya formamos agrupaciones de periodistas que estábamos con la nacionalización de los medios de comunicación. En el año 74, Perón ya era un enorme preocupado por esos temas, siempre hablaba de los medios y era muy conocedor, veía el fenómeno desde Europa, con distancia. En agosto del 74, se intervienen los canales porque había vencido la licencia de los privados, que tenía 12 años, era del 60. Yo había estado como interventor en el Canal 9, antes cuando Héctor Cámpora fue presidente, estuve un tiempito de director artístico en Canal 7 y también dirigiendo las radios del Estado. Estábamos ligados a los medios de comunicación, tenemos una militancia en ese ambiente y llegamos en un momento a tener bastante preponderancia en el sector de la comunicación. A mí me toca estar después de la crisis, en el 75 cuando el movimiento obrero se moviliza, expulsa a José López Rega, y ahí nosotros empezamos a ocupar roles importantes.
— Cuando dice nosotros, ¿se refiere a…?
— Yo estaba ligado al sector sindical, concretamente a la CGT, primero de (José Ignacio) Rucci, también a las 62 Organizaciones que era el brazo político de la CGT, de mucha importancia. Me toca estar en el gobierno en los meses cuando ya el golpe estaba… Tenemos que ir al comienzo: ganamos la elección el 11 de marzo del 73 y el 12 de marzo comenzó la preparación del golpe. En el discurso del 12 de junio del 74, veinte días antes de fallecer, Perón habla del ataque al Pacto Social por parte de los sectores empresarios, una conspiración que lleva obviamente al desabastecimiento, y nosotros, con un personaje como ministro de Economía muy enfrentado con los sectores más reaccionarios del país que era José Ber Gelbard. Era la mano derecha de Perón en el tema económico. Contra todas las opiniones del peronismo, Perón mantuvo a Gelbard hasta el último minuto. El 12 de junio él percibe que el Pacto Social que había firmado el peronismo, la CGT con la CGE y organismos sociales, era igualmente saboteado. Entonces ahí Perón lanza la alarma, convoca, esa fue una manifestación espontánea. Ahí entramos nosotros al gobierno, inmediatamente a la función ejecutiva. Yo en ese momento estaba en Canal 13 como interventor.
— El golpe era una evidencia, dice usted. Pero todavía evitable.
— Se veía el desarrollo del golpe que tuvo un enorme impulso en los medios hegemónicos. Y agravado porque diarios que aparentemente representaban un pensamiento más progre, como podía ser La Opinión y otros, estaban muy sumados al golpe. Muy sumados. Yo tuve una reunión con Jacobo Timerman dos meses o tres antes del golpe. Carlos Campolongo, que era jefe de asesores, también asistió. Y Timerman nos anuncia que viene el golpe. Estaba ilusionado con eso. Era el caso de La Opinión, de Timerman. Pero también La Nación, La Razón, Clarín; todos fomentando el golpe abiertamente. Estábamos en una encerrona política. Yo soy platense y tenía bastante conocimiento con la familia de Ricardo Balbín. Habla Balbín en cadena nacional antes que venga el golpe. Oscar Allende también habla en cadena nacional. Y nosotros con un compromiso de convocar a elecciones para septiembre del 76. Cosa que se hace.
— Esa fue una iniciativa para tratar de frenar el golpe.
— Exacto, para frenar el golpe y dar una salida política. Pero el golpe estaba desatado. Es más, acá hay un personaje central que es [el entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry] Kissinger, que recorría la región. Ya había dictadura en Brasil, en Chile, con un genocidio. Y en Uruguay había ocurrido la bordaberrización [N. de la R: se refiere a la disolución del Parlamento por el presidente constitucional, Juan María Bordaberry, que pasó a encabezar un gobierno “cívico militar”]. Y empieza la trama, y esto es importante para entender el golpe: muchos sectores de adentro del peronismo fomentaban la renuncia de Isabel. ¿Cuál fue nuestro rol? Hay que decirlo, sin señalar culpables, nosotros buscábamos que, si venía un golpe, que viniera un golpe, pero que no fuera con la complicidad de la renuncia de Isabel y la asunción de (Ítalo) Luder, que era el vicepresidente en la práctica por presidir el Senado. Eso lo queríamos evitar, por lo de Bordaberry en Uruguay, con una simulación de democracia, un plan político de genocidio, una matanza que igual iba a ocurrir pero con la cara y la imagen de un gobierno, el nuestro, y muchos dentro del peronismo éramos conscientes de que teníamos que resistir en lo posible, llegar a elecciones, evitar el golpe. Pero no fomentar la renuncia de la presidenta de la Nación. Había presiones sobre Isabel pero también sobre su entorno. Por ejemplo, Raúl Lastiri [N.de la R: que había presidido la Cámara de Diputados hasta julio del 75] era uno que venía a convencer a la Señora de que tenía que renunciar. Los senadores nacionales. Muchos diputados creían que lo conveniente era la salida. Y ojo, ofrecían una salida, no honorable pero sí normal, se va a España, se le paga su sueldo de ex presidente, está asegurada en lo económico, se le sigue pagando la pensión del general, y usted deja la Presidencia y sigue el orden constitucional entre comillas. Esa propuesta la encarnaba también (el almirante Emilio) Massera, el peor de los genocidas, el que tenía más aspiración política. Massera quería una transición entre comillas democrática y él ser presidente encabezando eso.
— De nuevo, cuando usted dice “nosotros tratamos de evitar eso”, ¿a quiénes se refiere?
— Al movimiento obrero. La mayoría del movimiento obrero. Menos (Victorio) Calabró que era gobernador de la provincia de Buenos Aires y estaba embarcado en el golpe.
— ¿Casildo Herrera?
— Casildo Herrera tiene una actitud de cobardía, pero no era que estaba a favor del golpe. Tenía miedo por su suerte personal, dijo “yo me borro” y se fue. Distinta fue la situación de Calabró, que se quedó hasta el último día, entregó el gobierno a los militares y se fue tranquilo a su casa. No fue preso, ni nada.
— Mientras Lorenzo Miguel fue al barco.
— Lorenzo Miguel fue al Acta Institucional, una muerte civil [N. de la R. las actas institucionales eran listas de personas privadas de derechos políticos y civiles]. Fuimos todos al barco y algunos de esos dirigentes, (Rogelio) Papagno, Diego Ibáñez, Lorenzo Miguel obviamente, también el doctor (Jorge) Taiana, dirigentes de todos los sectores fueron al Acta Institucional, que se sancionó mientras estábamos en el barco [N de la R: se refiere al buque 33 Orientales, amarrado en el Apostadero Naval, donde fueron detenidos funcionarios y dirigentes peronistas]. Entonces, esa era la tensión: nosotros sostuvimos siempre que la salida era mantener a la presidenta de la Nación.
— Defender el orden constitucional.
— Y además forzarlos a que, si querían romper el orden constitucional, lo hicieran pero de frente. Creíamos que ellos en alguna medida tenían contradicciones internas, como las tuvieron, que por ahí nos dejaban margen para una salida constitucional. Por eso buscamos a Balbín, a Allende, a la Democracia Cristiana, a todos los sectores políticos, para que acompañaran la salida institucional que proponíamos. Todo fue en vano, el golpe estaba en marcha.
— ¿Nunca hubo un intento de hablar con el sector de Montoneros, de hacer entrar en razón a las organizaciones armadas?
— No me consta. Sí recuerdo un hecho, que es a la luz de los tiempos interesantes, se hace una manifestación para sostener el orden constitucional y a Isabel Perón tres días antes del golpe por la calle Florida. Y eso lo operó Chacho Álvarez. Era consciente de lo que venía y dijo “yo no soy isabelista ni nada que se le parezca pero creo que la ruptura del orden constitucional nos va a llevar a una crisis y a un genocidio”. Nosotros éramos conscientes de lo que nos esperaba, eh. No digamos que éramos héroes, que nos esperaba la muerte, pero sí pasarla mal como la pasamos. Sabíamos que venía una represión que nos incluía. Tampoco éramos unos loquitos que decíamos “nos vamos a casa”, como hicieron algunos que vivieron el golpe desde su casa. Muchos otros no. Fuimos presos, estuvimos en campos de concentración.
— Presos fueron los ministros, los dirigentes sindicales...
— Algunos no fueron presos pero sí incluidos en el Acta Institucional. El mayor odio se lo reservaban a Gelbard, que no estaba en el país en el momento del golpe, falleció en el exterior afortunadamente para él. Pero lo colocaron igual en el Acta Institucional igual.
— A Luder no.
— No, no, Luder, y todos esos fueron a las casas. Los diputados tampoco en su mayoría. Había un grupo que pedía la renuncia y juicio político a Isabel. Pasados 45 años, la enseñanza que tenemos que sacar de eso es no echarnos culpas, sino ver el hecho político: cómo la desunión del campo nacional facilitó el genocidio evidentemente. Nos llevó a un desencuentro entre nosotros y a las manos de unos locos. Que ojo, duraron ocho años, no ochenta ni diez años ni veinte afortunadamente. Ellos soñaban. Nosotros estábamos en el barco operados por servicios de informaciones que conversaban con nosotros en ruedas de análisis político. Tenían la expectativa de mantenerse en el poder varios años… En su imaginario Massera era el presidente emergente de esto. El golpe tiene un trasfondo económico. El país estaba equilibrado desde el punto de vista económico, con una crisis grande después de Celestino Rodrigo pero ni hablar de la que vino después. Los economistas que estaban con nosotros, Cafiero y otros, les decían: ustedes van a fracasar, porque el ministro de Economía es un inepto que no ha triunfado ni como empresario privado. A ustedes les han vendido una ilusión, ahí estaba la participación de los civiles en el golpe, no hay que negarla, y estos militares ambiciosos. A ellos los lleva a la catástrofe también la economía. Lo de Malvinas es una jugada desesperada frente a la crisis económica. Ya estaba el movimiento obrero que les había hecho una manifestación en marzo. Ojo, habían pasado siete años. Yo estaba exiliado en ese momento.
— ¿Cuánto tiempo había estado preso?
— Hasta noviembre del 76, estuve preso a disposición del Poder Ejecutivo. Y en abril del 77, por ser cuñado de (el banquero David) Graiver, fui a un campo de concentración. Estuve otros nueve meses, en Puesto Vasco, que estaba en Don Bosco, en Bernal. Lo paradójico es que estuve en un campo donde estaba también Jacobo Timerman, secuestrado, torturado. Yo eso lo denuncié en todos los juicios que hicimos del Circuito Camps, ya muerto Timerman, yo soy el que denuncia con más vehemencia al capellán Christian Von Wernich.
— Estuvo nueve meses en Puesto Vasco.
— Sí, sí, un campo de concentración.
— Después de haber estado en el barco.
— Estuve en el barco tres meses, luego en las cárceles de Devoto y Caseros. Nos pasearon hasta que nos dejaron en libertad. A los que estaban en el Acta, los llevaron a Magdalena y después los confinaron, a Menem por ejemplo lo mandaron a Las Lomitas (Formosa). Al doctor Taiana después de estar en Magdalena lo pasaron a arresto domiciliario. Isabel Perón estuvo presa cinco años. A fines del 82 le dan la libertad y se va del país. Con lo cual le quiero decir…
— Cuando estuvo en Puesto Vasco, ¿su familia conocía su paradero?
— No, no. Tenían sospechas, porque mi hermana, Lidia, que estaba presa en ese momento, había pasado por ese lugar y como a Lidia, después de torturarla, la “blanquean” y la llevan al Tribunal de Guerra, recibía visitas y ella les dice “seguro está en el Puesto Vasco”, porque ahí estuvimos todos, o en el Pozo de Banfield, muy cercano, que dependía de la misma gente. Ese era el circuito Camps, un grupo que hacía del antisemitismo una bandera, por eso el ensañamiento con Timerman. Y le decíamos “¿te acordás cuando conversamos antes del golpe y vos nos vendías la panacea?” Y él me lo reconocía. La Opinión lo escribía, hablaba de Videla un militar probo, decente, honorable, con ganas de transformar la Argentina. Pero La Opinión fue intervenida, y Timerman pagó carísimo, fue muy torturado, después lo expulsaron del país. Aquella vez cuando tuvimos esa reunión, le dijimos: “Ustedes están equivocados, vos sos judío, estos que vienen con el golpe se desayunan con un judío, piensan que ustedes son los que tienen el dinero, son reaccionarios, es la filosofía del Colegio Militar, de la Escuela Naval. Ustedes, qué esperanza tienen.”
— Creían que el golpe los iba a beneficiar, les iba a dar protagonismo.
— Había un grupo, entre ellos estaba (Mariano) Grondona y muchos supuestos periodistas de envergadura, que pensaban “estos militares son unos burros, nosotros somos iluminados, formados, los vamos a manejar”. Nunca manejaron a los burros, los burros cometieron burradas, y ellos fueron víctimas en algunos casos, y otros siguieron con ellos. Nosotros vivimos el 24 de marzo con la angustia de que sabíamos que venían, no éramos inocentes. Nos iban a poner presos como nos pusieron. Nos iban a flagelar lo más que podían. No nos iban a dejar trabajar, a nosotros, a nuestras familias. En el caso mío, Irma Roy que era mi esposa estuvo prohibida como actriz durante todo el Proceso. El que actúa en política y no prevé consecuencias, no tiene que actuar en política, tiene que dedicarse a otra cosa. Ahora bien, civiles que fueron ministros de Videla estaban en la casa. Pero habían sido ministros, no es que habían sido una persona que opinó a favor del golpe, eran ministros del Proceso. El que nos llevó a Malvinas, Nicanor Costa Méndez, porque el canciller tuvo que ver en la Guerra de Malvinas, y era un civil.
— La opinión pública o más bien cierta opinión pública o publicada castiga más a Isabel que fue víctima del golpe. No le reconocen eso que usted dice de que ella se mantuvo firme porque le ofrecieron varias veces salvarse individualmente.
— Tenía una salida. A muchos que la critican les digo “Isabel estaba presa y ustedes en el Proceso veraneaban en Pinamar y en Cariló. No hablen. Hablen con dignidad”. Entonces yo pido: con Isabel, como con todos los compañeros que estuvieron presos, respeto y dignidad. No hablen. Digamos, yo no le exijo a nadie que sea un héroe, no digo vos en el Proceso tendrías que haber salido a nada. Preservaste tu vida, trabajaste cuando pudiste. Todo bien, nadie te critica eso. Además es lo normal. A nadie se le puede pedir que sea héroe. Pero cuidado, decoro cuando te toca hablar de un tercero. Decoro. Fue la mujer de Perón durante 17 años. No los mejores 17 años de Perón, en el exilio. Fue la compañera de Perón. Claro, no era una estadista. Y yo pregunto: ¿Cámpora era un estadista? No, no era un estadista. Era un gran tipo, yo lo reivindico a Cámpora como una gran persona, primero lealtad con Perón a muerte. El día que le pidió la renuncia la llevó. Estuvo cuatro o cinco años encerrado en la Embajada en México, murió de cáncer en el exilio. Entonces a Cámpora hay que respetarlo. A los dos bandos les digo. Respeten a Isabel, respeten a Cámpora, porque entregaron algo más que sus vidas, tuvieron un castigo muy grande por esa actitud. Entonces no comamos esa comida fea que son los traidores, los conversos. Porque, perdón, hay mucha gente también que critica a Isabel y no habla igual de (Fernando) De la Rúa que se fue con 40 muertos en Plaza de Mayo. Fue la Alianza, un hecho siniestro en la sociedad argentina. Económicamente, un caos, socialmente, la gente en la calle, el corralito, el corralón. ¿Vos fuiste ministro de la Alianza y hablás mal de Isabel? No hables. Decoro pido. Respeto. Veo a algunas que han sido ministras de De la Rúa y critican. Patricia Bullrich es una, también Graciela Fernández Meijide que tanto nos critica ahora. Se sienta en la mesa y pontifica. ¿En nombre de quién pontifican todos? Cállense. Un poco de ecuanimidad. Isabel además se fue a España y nunca más habló. Nosotros le dimos oportunidad de hablar: Menem contra Cafiero, la interna, no habló. Alfonsín, no habló. Contribuyó a la democracia, a la unidad del movimiento peronista, y hoy también contribuye a eso. No le echemos culpas. Era la esposa de Perón, eh. Perdón, no era una visita. Hay algunos que no fueron nada y hablan en nombre de Perón. Isabel afortunadamente en eso ha mantenido el respeto con su actitud. Nosotros comprendíamos que no estaba preparada para ser presidente pero no eligió el camino ella, el camino lo eligió Perón.
— ¿Tendrían que poner el busto en la Casa de Gobierno?
— Pero lógico, en la Casa de Gobierno hay cada uno. Hay cada uno que no justifica el busto. Ni el yeso justifica. Cómo no van a ponerlo. Qué mal le hizo al país, estuvo cinco años presa. Pará, loco.
— ¿Por qué en el peronismo de hoy no se habla de eso? De que estuvo cinco años presa, vejada, humillada.
— No, muchos sectores no lo hablan porque queda bien sincerarse con la cultura del sistema. Les gusta quedar bien con un sector que critica. Fabrican héroes de los que no los son, porque muchos de los que hablan de héroes, un año antes estaban en México. Se enteraron del golpe por los diarios. Otros no. Dieron su vida. Yo respeto al Canca Gullo, respeto a (Carlos) Kunkel, a un montón de compañeros que estuvieron ocho años presos, que dieron lo mejor de sus vidas.
— Justamente Gullo manifestó respeto hacia Isabel en su momento.
— Además fue la primera mujer política que pasó esas circunstancias presa. No es cómodo. Mi hermana que estuvo también cinco años presa en duras condiciones, en penales como Ezeiza, Devoto, que sufrió vejaciones, con compañeras de los movimientos armados que estaban presas también, empezaron a levantar esa bandera del mutuo respeto. Yo no respeto a los que han agarrado la actitud cómoda de decir no, lo que pasa es que Isabel... y adjudicarle roles que no tuvo. Además, Isabel no era vicepresidente de la Nación porque la puse yo, la puso Perón en su estrategia. Como puso también a Cámpora. Cuando Cámpora fue candidato a presidente no era el más popular del peronismo, no fue a una interna. Estaba Perón vivo. Yo a Cámpora lo respeto muchísimo. No me atrevo a decir no, lo que pasa es que traicionó… No traiciono a nadie. No empecemos con esa historia.
— También Cámpora mantuvo silencio, y nunca habló mal de Isabel.
— Ni se sintió mal cuando le pidieron la renuncia. El caso de (Vicente) Solano Lima es igual. Solano Lima, que no es del palo nuestro, tuvo una dignidad... y trajo la renuncia al minuto. Porque también estaban los que le decían no, no presentes la renuncia, vos sos vicepresidente. Pero ¿sabés lo que ocurre? Yo te voy a dar una primicia, montones de estos tipos que hablan así con liviandad de Isabel no quieren a Perón. A Perón. ¿Quedó claro? Les cuesta tragarse a Perón porque les han enseñado algunos de enfrente y algunos del costado la supuesta no valorización de Perón. Algunos han tenido que recurrir a Perón al final y empezar a simular que lo aman. Pero no hay un amor y un respeto sincero por Perón. Yo no reivindico sólo a Isabel, también reivindico a Perón y digo era el conductor. Con Evita una historia de amor. El evitismo es una variante del antiperonismo. Es una variante gorila. ¿Por qué? ¿A Perón y a Evita se les ocurrió alguna vez poner en duda a Perón como conductor, a esa figura? Pero ¿qué pasa?: la clase media alta, que odió más a Evita que a Perón, los que escribieron “viva el cáncer”, la clase media alta de Recoleta. Bueno, esos al final dijeron “no era un viejo revolucionario, la revolucionaria era Evita”… Hay un desamor a Perón. Hay algunos que tienen que hacer un curso para entender y amar a Perón. Yo tengo ese concepto. Yo amo a Perón y al peronismo pese a todo lo que me pasó.
— Muchos militantes de los 70 iban a ver a los peronistas históricos de la resistencia para hacer el trasvasamiento, para aprender. Ahora está de moda la militancia, se milita la vacuna, se milita esto y lo otro. A usted, ¿van a verlo los jóvenes para que les cuente estas cosas por ejemplo?
— Si no, voy yo y les cuento. Sí, sí, claro.
— Porque da la impresión de que hay un corte.
— Lo que pasa es que los pibes se creen omnipotentes y bueno, tienen el poder. La militancia como la entendíamos nosotros hoy no está vigente. Yo jamás me aparté del peronismo. Yo digo con orgullo que nunca voté otra fórmula.
— ¿No es hora de que el Partido Justicialista reivindique a toda esta camada de dirigentes? Algunos que ya no están, como Lorenzo Miguel, Deolindo Bittel, Herminio Iglesias, usted, todos los que resistieron la dictadura.
— El Partido Justicialista tiene hoy una misión que cumplir que es defender al gobierno en lo que pueda. Lo que tiene que hacer es agudizar la democracia interna. La Renovación fue democracia interna. Nosotros luchamos por las internas. No inventemos un enemigo mayor para no dar internas.
— ¿Qué mensaje quiere dejar en esta fecha?
— Que pese a esto soy optimista a los 45 años del golpe. Un mensaje positivo. El golpe a los 45 años no es una anécdota, es un recuerdo imborrable de los argentinos. Reivindiquemos las libertades públicas, la democracia. Reivindiquemos la convivencia. Y además tengamos consecuencia con la ideología. Fidelidad a la divisa. A la divisa. Si nosotros el 24 de marzo nos hubiéramos escapado hoy a los peronistas no nos saludarían por la calle. Esto ha sido la contraprestación. El peronista medio nos ama, nos reconoce, sabe que dimos algo. No dimos la vida, aunque muchos sí la dieron.
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