Rosario González tiene 36 años, es escritora, publicista y asesora en Comunicación en el ámbito legislativo. Firma sus libros como Bleu Minette, el mismo seudónimo que usa en Twitter. Es autora de tres obras: “Ser feliz es darse cuenta” y “Tres deseos” -ambos editados por Hojas del Sur- y de “Animarse y saltar”, de Penguin Random House.
Desde muy pequeña ya tenía sus sueños bien claros, aunque por las dificultades económicas de su familia y la relación con sus padres, parecían inalcanzables. Rosario era hija única, tuvo una madre ausente y un padre alcohólico, hoy recuperado. A los 7 años, veía pasar la vida con pocas esperanzas mientras sus abuelos la cuidaban. Hasta que empezó segundo grado en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, en Eugenio Bustos, Mendoza y la “Señorita Vivi” se convirtió en su fuente de inspiración y fortaleza para que sus deseos se hicieran realidad.
“Casi no veía a mi mamá, porque trabajaba de noche en una fábrica y, en un momento, tuvo tres trabajos. Mi papá era alcohólico y estaba deprimido porque no tenía trabajo. Hoy está recuperado y lidera grupos de autoayuda de Alcohólicos Anónimos. Ahora puedo decir que es una etapa superada, pero mi infancia fue dura. Mi papá tuvo muchas internaciones, mi mamá no estaba, se iba... Soy hija única... no tenía un hogar estable, casi no veía a mis padres y sólo contaba con mis abuelos. Yo soñaba con tantas cosas... pero no había lugar para nada de eso”, recuerda con un dejo de tristeza en su voz mientras dialoga con Infobae.
“La “Señorita Vivi” siempre me decía que era muy lindo todo lo que hacía, que yo iba a poder... que tenía que seguir adelante a pesar de todo. Y yo escribía cada una de sus palabras en mi diario íntimo. Siempre me decía: “Sos muy inteligente, muy capaz, valés mucho... ¡No aflojes nunca!”... Y me lo decía con tanto cariño... No sé si mi maestra sabía todo lo que pasaba en mi casa, pero estaba ahí y confiaba en ella. Fui muy buena alumna, porque para mí eso era el reconocimiento”, asegura.
“Tuve muy malas experiencias en ese colegio, pero ella fue mi luz. Veía que yo leía y escribía mucho. Con apenas 7 años, me hice socia de la Biblioteca del Pueblo, que era la única que había y eso me permitía tener contacto con los libros. “La Señorita Vivi” observaba todo eso y, además, sabía que me gustaba el inglés, pero era consciente -que por la mala situación en mi casa- no podía acceder a eso... ni a nada. Era maestra de mi colegio y, además, tenía un instituto de inglés. En un pueblo tan chiquito, creo que era la única profesora que había de ese idioma”, expresó.
“La Señorita Vivi” se había dado cuenta del empeño y del esfuerzo que Rosario ponía para progresar a pesar de su corta edad, porque no se quería quedar para siempre en el pueblo y buscaba salir a la vida para poder luchar por sus sueños. Por eso, la docente decidió tomar cartas en el asunto y un día citó a la madre.
“Le dijo que yo tenía muchas capacidades: que tenía que estudiar, que necesitaba formarme y que era una pena que me quedara allí, porque muy poca gente salía del pueblo. Mi mamá le decía que nosotros no podíamos pagar mis estudios y mi maestra le decía que no se preocupara, que ella nos iba a ayudar. Después de segundo grado, la seguí viendo porque los cursos eran muy chicos y las maestras se repetían. Ella seguía dando clases en el colegio y en su instituto de inglés. Mi sueño era aprender ese idioma y, finalmente, terminé pudiendo ir a sus clases. A los 13 años, me mudé a la ciudad de Mendoza, porque fnalmente mis padres se separaron, y ahí perdí todo tipo de contacto con ella”, afirma.
Pasaron 29 años desde la última vez que alumna y maestra se vieron las caras, hasta que hace unos días Rosario recibió un mensaje en Facebook que la llenaría de emoción y alegría. “¡Soy la Srita. Vivi! ¿Te acordás de mí? ¡Estoy muy orgullosa de vos y te quiero mucho!”, fueron las palabras que escribió la docente, que aún se sigue desempeñando como tal en la misma escuela y está pronta a jubilarse.
“Me agregó a Facebook y no la reconocí. No me acordaba ni su apellido, porque para mí siempre fue la Señorita Vivi pero, cuando me di cuenta de quién se trataba, sentí una emoción muy grande. Al principio, no me animaba a hablarle. Ella me comentaba las fotos... ¡y yo no me animaba a escribirle! No sabía qué decirle... Era muy fuerte recordar algunas cosas después de tanto tiempo. Ella no sabía lo importante que había sido para mí, incluso, después de tantos años. A los 7 años, no podía dimensionar el papel que mi maestra ocupaba en mi vida y eso es algo que me di cuenta después. Entonces, no podía expresarlo en ese momento, como pude hacerlo ahora. Así que nunca le había podido agradecer todo lo que había hecho por mí”, cuenta.
Hace unos días, Rosario tomó un cuaderno y le escribió una extensa carta de agradecimiento, en donde le hizo saber la importancia que tuvo en su vida y cómo el apoyo que le dio desde chica la ayudo a salir adelante, a pesar de la dura realidad de su infancia.
“Tomé coraje y me animé a escribirle una carta, porque sentía que no podía hablarle. Me había pasado su teléfono pero me hacía la tonta y no la llamaba, porque era muy fuerte para mí y tenía muchos sentimientos encontrados. ¡Agarré un cuaderno y le escribí un montón! Mi papá sigue viviendo en Eugenio Bustos, así que le pedí que le llevara mi carta junto con uno de mis tres libros: se los dediqué especialmente. Quería que supiera que, gracias a todas las palabras de aliento que siempre me dio, había logrado conseguir mi gran sueño de la infancia: convertirme en escritora”, expresa conmovida.
“Cuando recibió mi carta, me mandó un audio en el que se quebró... y a mí me partió el alma. Sentí una felicidad enorme. De alguna manera, fue mi momento de recompensarla por todo lo que hizo por mí. Creo que mi caso no es aislado. Por eso, lo compartí en las redes sociales: porque debe haber un montón de historias de chicos que pudieron salir adelante, o que creyeron que lo que hacían era valioso porque un docente con vocación se los dijo... y estuvo ahí para acompañarlos, aunque no supieran todo lo que pasaba en sus casas. Hay que honrar a los maestros por todo el trabajo que hacen, incluso el emocional. Para ellos, es una recompensa saber que sus alumnos pudieron trascender todo aquello que les pasaba en la infancia”, advierte.
Rosario le escribió a su maestra que fue la única persona que creyó en ella y que recordaba cuando le dijo que nunca escuchara a nadie que le dijera que no valía. Esas palabras la marcaron a fuego hasta el día de hoy. “Se lo dije en la carta, porque no me animaba a decírselo directamente. Se emocionó mucho cuando la leyó, así ahora estamos viendo cuándo puedo viajar a verla. No se cuántas veces le puse en la carta “Gracias porque muchas veces me dijiste que creías en mí” y recién ahora me doy cuenta de lo valioso que fue eso. En mi casa, no recibía el apoyo de mis padres: los perdono porque tenían sus dificultades y hoy tenemos una relación muy diferente y mucho mejor. Pero, en ese momento, estaba muy desamparada”, recordó.
Desde que su maestra la contactó por Facebook, Rosario tacha los días esperando el ansiado reencuentro, que lamentablemente se hace esperar por la pandemia. Ambas viven en Mendoza, a 150 kilómetros de distancia y la pequeña alumna aplicada de 1992 -que logró cumplir su sueño de convertirse en escritora- quiere concretarlo cuanto antes. “Le voy a dar un gran abrazo y le voy a agradecer personalmente todo lo que hizo por mí. Va a ser un momento muy emotivo. Quiero que otras personas puedan ver lo valioso que es el trabajo que hacen los docentes -más allá del ámbito académico- porque me parece que lo valoramos muy poco”, destaca.
Rosario se mostró apenada por la situación de la educación en nuestro país, como consecuencia de la pandemia. “Es preocupante lo que se vive, porque los chicos no pueden volver del todo a las aulas y perdieron mucho tiempo sin tener clases. Miro mi pasado y me doy cuenta que los docentes son los primeros en detectar carencias o problemas que escapan al ámbito escolar. Quedarse sin la escuela no es solo quedarse sin los conocimientos: implica quedarse sin un contacto humano, que para algunos niños puede ser el apego más seguro”, reflexiona.
Su cuenta de Twitter @BleuMinette cuenta con más de 367 mil seguidores, quienes a diario siguen sus reflexiones y le agradecen, ya que aseguran que ahora se sienten menos solos. Esas palabras la hicieron, una vez más, volver a su pasado y recordar su largos momentos de soledad. Allí, se dio cuenta que la “Señorita Vivi” también la había inspirado y ella estaba dispuesta de darle a sus seguidores algo de toda aquella contención que recibió en los momentos más duros de su vida.
“Estuve sola mucho tiempo. Después, mi mamá se fue a vivir a Chile y me quedé sin familia. Buscaba cosas que me hicieran sentir bien, pero no las encontraba. Cuando empecé a escribir en blogs y redes sociales, me pregunté qué pasaría si yo le decía a la gente lo que a mí me hubiera gustado escuchar... o lo que yo hubiera necesitado en esos momento tan bravos. Lo empecé a hacer con mi seudónimo y muchos seguidores me empezaron a decir que los ayudaba muchísimo. Hubo gente que me agradeció, simplemente porque les deseaba que tuvieran un buen día o un buen descanso, y me escribían: “¿Sabés el tiempo que hace que alguien no me decía eso?”. Entonces, siempre me acordaba de mi maestra y pensaba que, de alguna manera, eso también lo había aprendido de ella”, afirma.
“Tal vez no lo sepas, pero algunas palabras que digas pueden tener un valor muy importante para una persona. Suena pretencioso, pero nunca sabes quién esta del otro lado, como en el caso de las redes sociales. No sé si mi maestra sabía todo lo que me pasaba cuando era chica, pero sus palabras tuvieron un gran valor y me ayudaron muchísimo. Si ella no hubiera estado, no se qué hubiera sido de mí”, finalizó Rosario González.
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