Los Rollos del Mar Muerto tienen una historia digna de una película de Indiana Jones, una historia que encontró una secuela esta semana en Israel, con la revelación de nuevos fragmentos de textos hallados en una cueva escabrosa del desierto de Judea.
En esta nueva entrega legendaria de los Rollos del Mar Muerto, no podía faltar un arqueólogo argentino que explicara los alcances de los textos que recogen buena parte de la tradición sagrada del judaísmo y las raíces del cristianismo. Ese experto se llama Adolfo Roitman y habló con Infobae desde Jerusalem, sobre la importancia científica del descubrimiento y su impacto en una época de despersonalización y crisis.
Descubiertos inicialmente por dos beduinos que buscaban una cabra en los acantilados del Mar Muerto, los Rollos escritos en hebreo, arameo y griego sobre cuero y papiro constituyen gran parte de lo que hoy se conoce como Antiguo Testamento o Biblia hebrea.
Escritos entre los siglos III a.C. y I d.C por una secta judía –”Los hijos de la luz”- y colocados en vasijas dentro de cuevas en algún momento del intenso conflicto con los colonizadores romanos, los rollos con textos sagrados hebreos fueron vendidos a un zapatero y anticuario de Belén en la década del 40 del siglo pasado.
Tras un pago de 100 dólares, los rollos de 2.000 años de antigüedad llegaron a manos del obispo Atanasio, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria, quien los guardó celosamente hasta que el arqueólogo Eleazar Lipa Sukenik, de la Universidad Hebrea de Jerusalem, logró negociar a través de un amigo armenio la adquisición de tres de ellos. Es el día previo a la declaración de la independencia del Estado de Israel.
Sin embargo, Atanasio pide demasiado dinero por los otros cuatro rollos y Sukenik no puede comprarlos, por lo que quedan encerrados bajo siete llaves. Cuando estalla la guerra entre árabes y judíos, Atanasio envía los cuatro rollos a Beirut y, luego, a Estados Unidos, donde se pierde su rastro.
La publicación de un aviso en el Wall Street Journal que ofrece la venta de “cuatro Rollos del Mar Muerto” llama en 1954 la atención de un periodista, que se lo comenta al arqueólogo y general retirado del ejército israelí Yigael Yadin. El profesor, que se encontraba en Nueva York y era hijo de Sukenik, rápidamente nota la importancia de la oferta. Por medio de intermediarios, Yadin consigue 250.000 dólares del gobierno israelí y 750.000 de otras fuentes para adquirir los cuatro rollos que le faltaban a Israel. Los Rollos que consiguió Yadin hoy se exhiben, junto a los tres comprados por su padre, en un inconfundible museo, el Santuario del Libro, inaugurado en 1965 en Jerusalem.
Desde el martes pasado, el curador de los Rollos del Mar Muerto en el Santuario del Libro no descansa un minuto. Después de un año de pandemia, la vacunación en Israel le permitió salir a festejar el cumpleaños de su hija en un restaurante por primera vez, pero los medios de comunicación lo tienen virtualmente acorralado. Es que desde hace 60 años no se descubría un nuevo manuscrito de los famosos textos que cambiaron completamente la “Arqueología Bíblica”, una rama de la arqueología que no le teme a las excavaciones clásicas, a los microscopios electrónicos ni a los textos litúrgicos.
El anuncio del hallazgo de 20 fragmentos pequeños en una cueva en el desierto de Judea, a unos 70 kilómetros al sur de su oficina de Jerusalem, lo ha puesto nuevamente en el foco de la atención mundial. Pero Adolfo Roitman no olvida su carrera de Antropología en la UBA, su profesorado de Historia, ni sus estudios junto al recordado rabino Marshall Meyer, quien lo casó en el templo de Bet-El, en el barrio de Belgrano.
El erudito argentino se hace un tiempo para hablar en español sobre el anuncio oficial del Instituto de Antigüedades de Israel. Acostumbrado a presentar los invaluables Rollos del Mar Muerto a visitantes ilustres, como el Príncipe Carlos de Inglaterra, Roitman no tiene mayor inconveniente en hablar a audiencias de todo el mundo que buscan acercarse a los pergaminos encontrados en la zona de cuevas de Qumran. Roitman es extremadamente didáctico y mantiene una distancia profesional ante preguntas repetidas y pergaminos que resultan fakes a la mirada experta. Así y todo, hoy parece extenuado.
La entrevista se realiza por Zoom cuando se cumplen exactamente dos años de la visita de la periodista a Qumran, en medio de una inesperada lluvia torrencial sobre el desierto que rodea al Mar Muerto. La coincidencia le sorprende, pero la descarta como a un moscardón. Hoy se hablará con el Dr. Roitman de prospecciones arqueológicas, de libros y religiones del Oriente Antiguo. No de casualidades como tropezar, durante una exploración rutinaria en una cueva inaccesible, con letras griegas y hebreas trazadas hace 2.200 años en memoria de las enseñanzas de dos profetas menores del judaísmo.
La conversación, que comienza con explicaciones complejas sobre los esenios de Qumran y los judíos de Alejandría, termina con referencias al contrabando de antigüedades y el dólar blue. Es que Roitman creció en La Paternal, uno de los barrios de clase media de Buenos Aires, y no esquiva ninguna pregunta. Es un científico acostumbrado a comparar creencias religiosas y disfruta de dar explicaciones minuciosas, aunque hace horas que no hace otra cosa desde su pequeña oficina plagada de papeles.
-¿Cuál es la importancia de los nuevos fragmentos de textos encontrados en una cueva del desierto de Judea por el Instituto de Arqueología de Israel? ¿Forman parte de los Rollos del Mar Muerto, como los que usted conserva en el Santuario del Libro?
-El término “Rollos del Mar Muerto” se identifica muchas veces con los manuscritos hallados en el área de Qumran. Allí, en 11 cuevas de la costa noroccidental del Mar Muerto, se descubrieron miles de fragmentos que se conocen como la “biblioteca esenia”. Ocho de esos manuscritos se encuentran hoy en el Santuario del Libro. Pero, en verdad, los Rollos del Mar Muerto abarcan otros manuscritos hallados en otras partes del desierto de Judea que no son Qumran, como el área de Masada y Wadi Murabaat.
-¿Dónde se encontraron los nuevos fragmentos?
-En la “Cueva de los Horrores”, en el área de Nahal Hever, al sur del Mar Muerto. Por carretera, Qumran está a unos 40 kilómetros de Jerusalem. En cambio, esta cueva está más al sur, a unos 100 kilómetros, y es una de las que sirvieron de refugio a los rebeldes que lucharon contra los romanos. La llamada “revuelta de Bar Khokhba” ocurrió entre los años 132 y 135 de nuestra era y es en la cueva donde se refugiaron los rebeldes hasta morir (N de la R: el nombre de la cueva se debe al hallazgo de numerosos cadáveres) que se encontraron los fragmentos bíblicos.
-¿Fueron los últimos rebeldes judíos los que escribieron estos textos?
-No. Estamos hablando de materiales que los rebeldes llevaban consigo al huir. Lo que hay que entender es que estos fragmentos contienen un texto bíblico en traducción. Están escritos en griego y son fragmentos del Libro de Zacarías y del Libro de Nahum, que son dos de los 12 profetas menores. Técnicamente, forman una nueva versión del sustrato base, que es la Biblia de los Setenta.
-¿Qué tienen de novedoso los fragmentos que se descubrieron ahora?
-Lo que hallaron ahora los arqueólogos es, de alguna manera, algo que ya conocíamos. En 1961 se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en esa cueva y se habían encontrado fragmentos en griego de este manuscrito. Es decir, los nuevos fragmentos se suman a los encontrados antes, correspondientes a los libros de Zacarías y Nahum, que eran profetas que vivieron hace 2.600 años por lo menos. Estos libros u oráculos se atribuyeron a esos profetas, no los escribieron ellos directamente. Y, en algún momento, esos libritos fueron traducidos al griego. Lo que se encontró, entonces, fueron fragmentos de esa traducción, llevada por algunos de los rebeldes a esa cueva. Eso no significa que los nuevos fragmentos no tengan importancia sino que no son totalmente novedosos.
-¿Quiénes eran estos rebeldes?¿Eran esenios?
-Ya no existía el Templo de Jerusalén, destruido por los romanos en el año 70 de nuestra era. No eran tampoco los que vivían en Qumram. Son simplemente judíos del pueblo que se levantaron en un último intento contra el yugo romano y fueron vencidos por varias legiones romanas en el 135-6.
-¿Cuán contemporáneos eran estos judíos a Jesús?
-Jesús es de unos 100 años antes, aproximadamente. Pero el manuscrito específico del que estamos hablando no fue escrito en la época de la revuelta sino que está adaptado para finales del siglo I antes de nuestra era. Hay que entender que los documentos tienen su propia historia, lo que encontramos siempre es una copia, son documentos que iban siendo preservados hasta que una persona lo lleva a la cueva donde lo encontramos. El manuscrito fue escrito antes de Jesús.
-¿Están escritos sobre cuero los textos?
-Creería que sí, pero la verdad es que recién veré los fragmentos la próxima semana porque todavía están en el laboratorio de la Autoridad Arqueológica, que viene haciendo una prospección sistemática de las cuevas en la región del Mar Muerto, un área con gran actividad sísmica y donde el gobierno israelí tiene que competir con los beduinos, que acostumbran depredar sitios arqueológicos con la esperanza de comerciar en el mercado negro de antigüedades. Lo que sucedió es que el anuncio oficial se hizo hace pocos días, pero el hallazgo se hizo bastante tiempo atrás. Además de mantenerlo en secreto, estuvieron trabajando sobre los materiales, pero todavía no hay una publicación científica sobre los fragmentos y los otros artefactos hallados, entre los cuales se destaca una cesta de fibra vegetal que sería la más antigua de la historia, de unos 10.000 años.
-¿Es esperable encontrar más fragmentos en el Mar Muerto?
-Hacía décadas que no se encontraban textos pero sí se descubrieron cuevas. De hecho, en 2017 se encontró la cueva 53 con restos arqueológicos pero no material escrito. Por eso es comprensible la conmoción mundial.
Repentinamente, la conversación con un científico israelí sobre el impacto de un hallazgo arqueológico puede derivar en una charla con un rabino latinoamericano. La ciencia no está tan lejos de las creencias religiosas y políticas como se suele pensar. Y Roitman parece saberlo mejor que nadie.
-En los últimos tiempos se supo que fragmentos de los Rollos fueron vendidos en forma sospechosa. ¿Cómo es posible el contrabando de materiales tan valiosos y protegidos por leyes de Patrimonio Cultural?
-Hay un mercado negro, por supuesto. Empezaron a aparecer fragmentos a partir del año 2000. Ese año finalizó el gran proyecto de publicación de los miles de fragmentos de los Rollos del Mar Muerto por parte de la Universidad de Oxford y el eminente biblista Emanuel Tov. Se suponía que ya estaba todo el material descifrado. Fue entonces que personas con mucho dinero o instituciones vieron la oportunidad de hacerse con otros fragmentos. Te cuento una anécdota personal: años atrás, estaba dando una conferencia en una universidad evangélica de la costa oeste de Estados Unidos y cuando terminé me llevaron a una bóveda con documentos. Entre cartas firmadas por Abraham Lincoln me muestran pequeños fragmentos que habían comprado. Comparado con los metros de materiales que tengo en mi colección, no podía más que sonreír, pero entendí que, para ellos, un fragmento muy pequeño era muy emocionante. En Estados Unidos, el magnate Steve Green puso mil millones de dólares de su propio bolsillo para adquirir materiales ligados a la Biblia y crear un museo en Washington D.C., imaginate lo que sería al valor del dólar blue…
-¿Cómo se sabe si los fragmentos son reales o falsos?
-Se supone que se asesoran con expertos. Se puede evaluar el material mediante carbono 14. Se puede evaluar la escritura mediante paleografía y el contenido del documento de acuerdo con las tradiciones. Hoy también se pueden analizar las tecnologías de escritura para ver si son modernas o antiguas. Así se descubrió que la tinta de los fragmentos del Museo de la Biblia de Washington era actual y, por lo tanto, no eran fragmentos auténticos de los Rollos.
-¿Hay disputas sobre a quién le pertenecen los fragmentos, si a Jordania o Israel?
-La Cueva de los Horrores se encuentra en territorio israelí. Eso no está en disputa, a diferencia de los materiales que fueron hallados en Qumran, que pertenecen a una zona llamada Cisjordania y que es un tema muy complejo desde el punto de vista de la ley internacional. No soy jurista, pero lo que puedo decir es que Qumran está en la región que debió haber sido parte del Estado Palestino que nunca nació. Y quedó como una tierra de nadie. Queda pendiente la cuestión del estatus de los artefactos arqueológicos de esa región. ¿Quién tiene autoridad para controlarlos? ¿De quién es ese patrimonio cultural? No hay duda de que los materiales encontrados en Qumran le pertenecen a los herederos de quienes vivieron allí, que es el pueblo judío.
-¿Estarán expuestos los nuevos fragmentos en el Santuario del Libro?
-Hemos comenzado las negociaciones para poner en exhibición esos manuscritos para el público general. Por ahora, sólo lo han visto periodistas y otras personas a través de fotos digitales. Lo natural es que se exhiban en el futuro en el Santuario del Libro junto con los Rollos del Mar Muerto.
-En los nuevos textos se puede leer una recomendación de Zacarías respecto de decir la verdad, actuar con justicia, no hacer daño al otro, no inclinarse por el perjurio. ¿Cree que estas palabras nos hablan todavía?¿Por qué tuvo tanta repercusión este hallazgo?
-No hay ninguna duda de que la Arqueología, en general, nos permite reconectarnos con el pasado. Cuanto más antiguo es un material, más nos conmueve y nos llama al asombro. En una época donde prima el mundo virtual y el contacto, debido a la pandemia, es por Zoom, encontrar objetos antiguos es como transportarnos por el túnel de tiempo a los seres humanos que los hicieron miles de años atrás. No sabemos quién fue el escriba, pero alguien lo escribió y eso es un testimonio del espíritu humano, que es el espíritu de la creación. Lo que motiva a la gente es poder recuperar esta dimensión humana que hemos perdido en esta época tan despersonalizada y tecnologizada. En última instancia, la gente quiere encontrarse con gente y liberarse de las restricciones de la pandemia. El otro punto por el que estos fragmentos tienen tanta repercusión tiene que ver con el contenido. Los profetas están identificados con el tema de la justicia y la verdad. Podemos verlos como grandes reformadores sociales que supieron enfrentarse al poder de esos años, incluso a los mismísimos reyes. Todos los pueblos hoy se encuentran sumidos en la desesperanza, frente a políticos corruptos, prima una enorme miseria y falta de trabajo, la crisis va a signar a toda una generación, no sólo en la Argentina sino en todas partes. Por eso, cuando se encuentran textos de este calibre, es como la voz del pasado que nos muestra que formamos parte de una gran cadena, que es la historia del hombre.
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