“Y entro Luis Alberto a la sala de ensayo en la que habíamos convertido el living de su casa paterna, en la calle Arribeños del Bajo Belgrano, con la guitarra del padre y nos dijo:
-Les voy a cantar una canción nueva...
La guitarra del padre era igual a las guitarras que usaban los guitarristas de Gardel, el mismo modelo, con las clavijas de madera. Por la posición del sol y la luz que entraba calculo que fue a eso de las 5 de la tarde...”.
Esto me contaba mi admirado Emilio Del Guercio, bajista de Almendra -quien fue también el bajista en Artaud-, sobre esa bíblica obra de Spinetta, una de las páginas más importantes en el libro de la historia de la música argentina.
Además, Emilio con su talento ha pergeñado Aquelarre que fue un grupo muy respetado acá y después en España donde se recluyeron en el 76 cuando los militares convirtieron el país en una dictadura sangrienta y desangelada. Terminó siendo una de las bandas que fundó el rock en español, justamente en España. Junto a Moris y Tequila donde estaban Ariel Rot y Alejo Stivel también exiliados de la Argentina.
La canción que les quería mostrar Spinetta era Muchacha Ojos de Papel, hoy una de las canciones que más nos identifican en el mundo de la música terráquea, creo que a la altura de cualquier otra, incluyendo Por Una cabeza de Gardel/Lepera o Libertango de Piazzolla.
Los que estaban en el ensayo eran Emilio, Rodolfo Garcia y Edelmiro Molinari, los cuatro eran las cuatro patas de la mesa donde se sirvió el manjar mas refinado y estilizado del comienzo del rock argentino. Ellos eran Almendra.
Hablar de rock a esta altura, cuando el rock pasó de moda, ya no es mas cool ni vanguardista y hasta es discutido por los chicos básicamente por ser la música de sus padres, es entonces como hablar de literatura o del cine de Hitchcok, es hablar de una porción importante de la torta que es la cultura de masas. El gran aporte que tuvo el rock a la cultura de masas fue que en el rock por primera vez el que estaba arriba del escenario era igual que el que estaba abajo.
La música en esos años era la puerta por la que los jóvenes se asomaban al mundo de los mayores de manera mas entendible y agresiva. Por ejemplo el twist, una música muy elemental y carente de mensaje, fue un gran aporte a la cultura de masas. Con el twist por primera vez no necesitabas tocar al otro para bailar. Digamos que los más osados en esos años sesenta, con el twist podían hasta dar vueltas al ritmo de la música solos. Ya nadie “plancharía” en el baile.
Hay tres canciones que desde el incipiente rock argentino de fines de los 60 aportaron a nuestra cultura mas allá del público al que se dirigían. Excedieron los límites y rompieron esquemas rígidos de difusión y consumo musical. Una fue La Balsa de Litto Nebbia, inmensamente popular hablando de la bohemia urbana cuando era habitual, bien entrada la noche, ver pasar hordas de chicos naufragando sin destino fijo por las calles buscando a sus iguales.
Otra fue Blues de Dana, un delirio hippie de Arco Iris grupo donde surge Gustavo Santaolalla, que en 1970 gana el Festival internacional de la canción de Mar del Plata. Cuando las revistas de peluquería van al encuentro de lo que suponían era una banda de rock se encuentran con unos jovencitos que vivían en comunidad en un departamento de Palermo liderados por una modelo mucho mayor llamada Dana, que pregonaba una vida asceta alejada de las drogas y el sexo, netamente espiritual. Terminan yéndose a USA obviamente también corridos por los militares. Allí se separan, Dana deja de estar en pareja espiritual con Santaolalla y se casa con el otro integrante de Arco Iris, que era el flautista egipcio Ara Tokatlian. En fin.
Un día hace un par de años le pregunto a Santaolalla quién cantaba en la versión que se había editado celebrando no sé que aniversario y me dijo: ”No sé, yo la canté pero también hay otra versión cantada por Ara y hay otra más”. Lo importante es que ese blues de Gustavo dedicado a su musa metió en los oídos del pueblo los acordes más extravagantes y la letra más hippie del mundo a la altura de las canciones de Sandro y Palito Ortega gracias a la difusión radial.
La tercera es Muchacha Ojos de papel, la canción que Luis Alberto Spinetta a las 5 de la tarde de una día de una semana de 1968 les mostró a sus compañeros. No llegaba ninguno a los 20 años pero integraban una de las agrupaciones más populares y convocantes de la escena nacional. Almendra fue tan grande como lo más grande que se te ocurra pensar. Sentaron la base junto a Manal y Vox Dei del rock argentino. Manal era blues callejero, lo de Vox Dei ya desde el nombre era mas espiritual. Pero Almendra era todo lo demás, desde el surrealismo hasta Yupanqui.
Luis Alberto esa tarde a las 5 tomo la guitarra del padre y les pasó a sus amigos Muchacha ojos de papel. No era una canción para una banda, era más bien un tema para el tipo y la viola, así que planearon una intro y mientras Luis cantaba los otros tres le arrimaron unos coros celestiales.
Me contaba Emilio que ellos en esa época escuchaban mucho a los Beatles, a los Beach Boys y a The Byrds que fue el germen de Crosby Stills Nash & Young, el cuarteto vocal mas influyente del folk y del rock. Así que tal cual fue en el principio la voz de Spinetta, la guitarra de Spinetta padre y Edelmiro, Rodolfo y Emilio haciendo coros la primera vez que en el Bajo Belgrano se escuchó Muchacha ojos de papel.
Entonces ahí Almendra pasó de compartir giras y escenarios con Perico Gomez, o Pot Zenda en su otro nombre artístico, que era un cantante colombiano integrante del Club del Clan junto a Palito Ortega, Raul Lavié, Violeta Rivas y otros por el estilo a ser cabeza de cartel en los carnavales de Vélez o Comunicaciones o el Deportivo San Andrés junto a Sandro, Osvaldo Pugliese y Jimmy Cliff.
Sería interesante para cualquier sociólogo descifrar como el público argentino pasó de ser tan amplio y divertido en sus gustos a convertirse en esta audiencia prejuiciosa y sectaria que es hoy.
Pero bueno, eso es otro asunto.
Muchacha se la escribió Luis a su novia de entonces Cristina Bustamante, según sus amigos una relación intensa y profunda que movió en Luis resortes que estaban desactivados. Ella era la Muchacha ojos de papel, corazon de tiza, y era también la del Blues de Cris. Podría decirse que Muchacha era el comienzo del romance y el Blues de Cris refleja el triste final del amor.
Podría también afirmarse que los ojos de papel, el corazón de tiza, la piel de rayón, los pechos de miel dotan a la canción de un surrealismo que no se veía mucho en la música todavía. Y aun todavía no se habían inventado esos acordes y esos arreglos de voces en el rock argentino.
Dejo para el final una reflexión de Emilio del Guercio que, casi como en secreto, me dice:
-Cuando Luis Alberto termina de pasarnos la canción, enseguida supimos que eso iba a cambiar todo.
Tener esa convicción, ese anhelo y esa precisión a los 19 años hizo de esa generación la más creativa y luchadora de nuestra historia. Historia que les dio la razón pero les impidió desarrollarse en un ámbito amigable. Este país no fue rock friendly hasta tres lustros después.
Y como bien le dice Luis a Emilio en ese hermoso programa que fue Como Hice, que salió en Encuentro, con idea y producción de Emilio mismo, y que dedica una memorable emisión a justamente Muchacha ojos de papel:
-Es que esta canción fue compuesta en una época en la que creíamos que estas canciones iban a cambiar el mundo...
Qué lástima tantos sueños rotos, pero que hermoso tantas músicas eternas al respecto.
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