Maximiliano Marangós tiene 44 años, está casado con Carolina y es padre de mellizos, de 14 años. Su nombre se hizo muy conocido en la industria gastronómica argentina a través de sus bares y restaurantes Jackie O, que funcionaron en Las Cañitas, Palermo, Zona Norte y Mendoza. El primer local abrió el 22 de diciembre de 1999. pero, a pesar de que en esta entrevista solo tiene palabras de agradecimiento para la Argentina, asegura que el sistema lo saturó y, luego de tres años viviendo en Málaga, analiza las diferencias sustanciales con las que se encontró.
“Durante 19 años, hice un sacrificio ininterrumpido y me rompí el alma trabajando, pero la Argentina me lo dio todo. Jamás hablaría mal porque es un país que amo y donde tengo a todos mis afectos. De mi boca jamás va a salir una mala palabra al referirme a mi país. Sin embargo, tenía ganas de emprender un nuevo desafío en España: no quería pasar por esta vida sin probar la experiencia del emigrante. Además, quería que mis hijos conocieran otras culturas, otras ideas y otra educación”, le cuenta Marangós a Infobae.
“El 18 de febrero de 2018, llegamos a Málaga con 14 valijas. Era de madrugada y, cuando la empleada de la Aduana nos vio con tanto equipaje, me preguntó muy amablemente qué hacía con tantas valijas. Le respondí: “No sé, me dijeron viniera a vivir a la mejor ciudad del mundo”. Me respondió: “¡No se equivocaron: bienvenido!”. Y la verdad es que la señora no se equivocó: “¡Esto es el paraíso!”.
Seguir leyendo:
Marangós cuenta que llegó a España en busca de nuevos desafíos y que se sorprendió gratamente al ver cómo ese país ayuda a los emprendedores. “A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, este país los ayuda. Hay colaboraciones por toda esta desgracia que estamos viviendo con la pandemia. Tengo siete restaurantes, y el Gobierno nunca nos dejó atrás: paga los sueldos y las cargas sociales. En el caso de los alquileres, muchísimos propietarios condonaron los cuatro primeros meses de la pandemia, y ahora estamos pagando solo el 50%. Fuimos todos muy solidarios”, destacó.
“Siempre digo que cuando uno viene acá a emprender, lo único que tiene que hacer es preocuparse por atender bien, servir buena comida y que la gente se vaya contenta. Lamentablemente, en la Argentina eso es lo último en lo que te tenés que fijar, porque antes hay mil variables de las que ocuparte. Sentía que no podía explotar mi imaginación y creatividad en el negocio, porque tenía que estar pendiente de las inspecciones, de los impuestos, del contador, de los juicios laborales, del abogado... Iba a trabajar a las ocho de la noche y ya llegaba aniquilado, por todo lo que había solucionado -o no- durante el día. Eso acá no pasa: las reglas son claras, los precios son estables, los contratos de alquiler son a 10 años... En España puedo proyectar”, reveló. “Acá, en una semana abrís el local con la habilitación. A mí me saturó el sistema de la Argentina, me acorraló. Eran horas diarias con el abogado, con el contador, resolviendo la infracción, ir acá, ir allá.... Todas las semanas era igual y pensaba que estaba dejando mi vida en eso. Acá, al emprendedor le simplifican todo”, aseguró.
Una charla que tuvo con un amigo español -al abrir su segundo restaurante en Málaga- le dio la pauta de que emigrar había sido la decisión correcta. “Esa conversación me marcó a fuego. Le conté a este amigo, que es un hombre muy fuerte en España en el rubro de los seguros, que estaba muy contento porque me estaba yendo bien. Me miró y me dijo: “No entiendo por qué estás contento. Si acá ponés un negocio, te va a ir bien. No se contempla que te vaya mal si pusiste un local que es hermoso y está en el centro de Málaga, sobre la calle principal... ¡No hay manera de que te vaya mal!”, me dijo sorprendido. Entonces, le respondí que en la Argentina uno puede poner un local en la mejor zona y que sea el mejor restaurante del mundo, pero te puede ir mal porque -por ejemplo- no le gustó a un inspector o porque te cambian de mano la calle o, porque, de repente, te dicen que en esa misma calle ya no pueden entrar autos...”, expresó.
“Cuando le conté que en la Argentina te podés comprar una playa de estacionamiento por 5 millones de dólares y que a los 10 días puede salir un decreto que prohíba el paso de los autos por la entrada, mi amigo español se reía y no podía creerlo. ¡Y claro! Es como si acá te pusieras un restaurante frente al puerto y en la calle principal de Málaga, y a los 10 días te dicen que van a cerrar el puerto... Al contrario, te dicen que lo van a agrandar para que los barcos que no entran en Puerto Banús puedan llegar hasta acá. ¡No se les ocurre decirte que ya no va a haber más puerto y que ahora van a instalar un helipuerto! Las reglas son claras en todo sentido. Acá no hay juicios laborales: cuando hay que echar a un empleado se le paga un mes de sueldo y no hay juicio. Y allá, desfilaban los testigos falsos para ganarme esos juicios”, explicó.
El empresario destaca otro punto muy importante, que se refiere a la igualdad a nivel laboral. “En España, somos todos iguales: el mozo, el cocinero y yo. ¿Sabes por qué? Porque ellos también viven bien. No me tienen bronca porque soy el dueño. Les cuento que fui a comer a un restaurante nuevo para mí, y ellos me dicen: “¿Vio que bien se come?” A lo mejor, yo tengo la suerte de comer ahí tres veces por semana, pero ellos comen dos. Mis mozos vienen caminando a trabajar y en Argentina venían después de viajar dos horas. Y ahora pienso en cuando retaba a alguno de esos empleados porque llegaban tarde y me mostraban el boleto para que viera que el tren se había demorado. ¡Venían de dos horas de viaje! Acá vienen caminando, y cuando salimos de trabajar, me voy con ellos y suben a la casa, que queda a dos o tres cuadras”, afirmó.
Pero aún hay más diferencias. “En Argentina les pedía a mis camareros que algún día se quedaran más tiempo, por ejemplo, cuando había un partido de fútbol, y la gente llegaba más tarde. Les pagaba más, por supuesto, y me decían que sí. Pero acá me dicen que no: les ofrezco 50 euros extra pero me dicen que prefieren ir a ver al nieto que juega al fútbol, y es porque no necesitan más plata: porque tienen todas las necesidades cubiertas: sanidad, colegio, comida, casa, auto... ¿para qué van a trabajar más?”.
Marangós cuenta que la llegada de la pandemia lo llevó a un punto de tener que encarar la situación: o se quedaba de brazos cruzados o salía a aprovechar una oportunidad a la que cataloga como “histórica”. “Con el aburrimiento que trajo la pandemia, surgieron mis ganas de ayudar a los que quieren empezar acá en la gastronomía, porque veía que muchos amigos, y también muchos desconocidos, me preguntaban cada vez más cómo era todo en este país. Con el éxodo de argentinos que están viniendo a España, se me ocurrió crear una cuenta de Instagram “Emprender en la Costa del Sol”. Ahí empecé a contar cómo es Málaga y cómo se vive acá, pero ahora me estoy enloqueciendo con la cantidad de consultas diarias que recibo. Tengo tres videollamadas por día y ahora estoy buscando seis locales para inversores argentinos: cuatro que se vienen a vivir y dos que me piden que les maneje su negocio desde acá. Los armo llave en mano y me amoldo al presupuesto del inversor. Mucha gente me conoce por mis 19 años con Jackie O, y eso me da mucha credibilidad”, analiza.
“Además de los restaurantes, tengo una peluquería, una barbería y un take away. Pero mi experiencia de toda la vida es en la gastronomía y, justamente, en Málaga eso es lo que va. El primer restaurante que abrí se llama Los Marangós, y el segundo, Los balcones de Málaga. Pero me agarró la pandemia y busqué expandirme creando el Grupo Marangós, un emprendimiento propio con el que también voy buscando inversores para agrandar el abanico. Afortunadamente, todos mis locales sobrevivieron a la pandemia y hoy estamos ansiosos por volver a abrirlos. Así que, mientras tanto, sigo expandiéndome y aprovechando las oportunidades de los traspasos”, sostuvo.
“Me reinventé en la pandemia, porque se me ocurrió ponerme a asesorar y ahora tengo más trabajo que nunca. Lo hago con mi esposa, que es la que se encarga de diseñar y decorar todos los locales. Yo soy quien los busca y quien aconseja, por ejemplo, qué tipo de comida conviene ofrecer en determinado sitio. Incluso les ofrezco administrar el local para que la gastronomía no se torne una esclavitud. Así que también me encargo de los pagos, de las compras, de los impuestos, de las licencias, etc. El propietario solo va un rato a la noche, atiende a los comensales, se fija que los platos salgan bien, y la parte aburrida me la dejan a mí. Además, como hacemos un pool de compras, los precios en volumen que conseguimos para todo el grupo -tanto de locales propios como ajenos- son imbatibles”, asegura.
Seguir leyendo:
Pero, ¿con cuánto dinero hay que contar a la hora de emprender en Málaga y cuáles son sus ventajas? “Cuanto mayor es la inversión, más se minimiza el riesgo, porque estás mejor ubicado y eso hace que más gente pase por la puerta. Recomiendo Málaga Capital, en el centro, en el casco histórico, porque es una ciudad turística durante todo el año. Y ni hablar cuando hay cruceros, que por supuesto en pandemia no funcionan. El turista que llega va al centro y se queda un mínimo de cuatro días. Con un presupuesto de entre 70 mil y 120 mil euros, podés tener un restaurante en una ciudad europea, en la Costa del Sol, con una moneda dura como el euro. Con 150 mil, te ponés un superrestaurante. Y lo más importante es que lo que invertís acá esta siempre: mañana lo vendés y vale lo mismo que hoy; pero si lo vendés en tres años, te firmo que lo que compraste en 100 lo vendés en 200. En la Argentina me pasó que algunos locales los pude vender, pero con otros solo terminé vendiendo los aires acondicionados, las sillas y las sartenes. Acá, un local es un cheque al portador, y la inversión siempre vale”, subrayó.
En cuanto a la importancia de tener los papeles en regla, Marangós se pone firme y desmitifica algunas cuestiones: “Hay visas para emprendedores, pero es más tedioso que si llegan con la ciudadanía europea: eso agiliza todo. La llave es el pasaporte comunitario, y todo lo demás lleva mucho tiempo. Y algo muy importante: jamás hay pensar en venir sin documentación, no va más. Se acabó esa época en la que muchos llegaban pensando: ‘Me la juego aunque no tenga papeles’. ¡No, no, no y no! Es imposible darles trabajo, porque el dueño recibe una penalidad de más de 20 mil euros y corre el riesgo de que le cierren el local. Ahora, si venís sin papeles, no te dan trabajo, y la vas a pasar realmente mal”, destacó.
Con la pandemia, Marangós asegura que la cantidad de gente que lo contactó lo desbordó, ya que hay muchos empresarios gastronómicos que lo conocen y lo consultan para saber qué es lo que tienen que hacer para emigrar.
“Soy un convencido de que las crisis son oportunidades, y con la pandemia -al igual que pasó con la del 2001 en la Argentina- encontré locales que antes costaban 350 mil euros y hoy salen 100 mil, 90 mil, 70 mil... Hay un tema cultural, porque los argentinos estamos acostumbrados a las crisis, pero los españoles no. La última que tuvieron fue en 2008 y fue una crisis rara porque fue inmobiliaria, que solo le pegó a los inversores. Pero ahora, se asustaron. Entonces, muchas personas entre 50 y 60 años pusieron en venta sus locales, porque no tienen ganas de aguantar esa debacle y la posterior recuperación de la pandemia, que va a ser paulatina. Ellos se retiran del negocio y yo vi oportunidades porque pensé: o me encierro en mi casa y me deprimo, o salgo a buscar una oportunidad histórica. Un restaurante que costaba 250 mil euros lo terminé pagando 60 mil. Después aproveché otro y otro... hasta que seguí haciéndolo con el grupo inversor que lleva mi apellido, con el que seguimos comprando más locales”, dijo.
La llegada de la vacuna a España hizo que la actividad comercial volviera a tener un repunte y que los españoles se sintieran más esperanzados con la reactivación económica. “La gente está más optimista. Cumplen con todas las recomendaciones y no hay nadie caminando sin barbijo por la calle, porque te frenan y te multan con 100 euros. Los controles son estrepitosos. Todos se saludan de lejos, hay distanciamiento social, todos se sientan a dos metros, etc. La educación y la corrección es impoluta, así que eso nos hace estar más esperanzados en la recuperación. Estamos optimistas: vemos que la gente sale más a la calle y consume. Ahora, los restaurantes pueden abrir hasta a las 18, y a las 23 hay toque de queda. Pudimos poner muchas más mesas en las terrazas. Hace cinco meses que tengo todos los restaurantes cerrados, porque no es redituable abrir solo al mediodía, y encima ahora no hay turismo. Es un momento complicado, pero hay mucha esperanza, y aseguran que se espera una recuperación histórica. Lo primero que quieren es que se abran la gastronomía y el turismo”.
Al respecto y con relación al optimismo de los españoles en cuanto a la recuperación económica, el empresario contó una experiencia personal: “Me devolvieron la seña que dejé por un restaurante: negocié con el propietario, y cuando vio que todo se estaba reactivando, prefirió darme el doble de lo que le había pagado, así que finalmente no me lo quiso vender. Me dijo que el negocio se estaba levantando, que ya iban dos semanas que había hecho muy buenas cajas, así que me devolvió la seña. Entonces sucede que hay algunos que ven las reactivaciones, pero otros las ven y no las pueden aguantar porque hace meses que están pagando el 50% de los alquileres, tienen deudas, se les hace imposible mantener sus locales y los tienen que vender”, destacó.
Ante todo, reglas claras: “Si tienen pasaporte comunitario y ganas de irse, les aconsejo que inviertan en España. Hay reglas claras, algo que siempre reclamamos todos los empresarios que vivimos en la Argentina. Acá los impuestos son terroríficos, pero sabés lo que tenés que pagar y no aparecen impuestos nuevos. Cuando tenía mis locales de Jackie O en la Argentina, llegaba a las 18 y me iba a las 6 de la mañana. Tenía que tener tres matafuegos, pero yo tenía dieciocho y me pasó que el inspector me dijera que me tenía que cerrar el local, aunque no había nada para objetar, sino todo lo contrario. “Si no te lo cierro, no me van a creer que tenés todo en regla”, me dijo. Y como yo, hay miles de empresarios en la Argentina que tienen todo en regla y viven a diario ese tipo de situaciones. Acá, por ejemplo, en uno de mis locales que tiene 200 metros cuadrados, un inspector me dice que la licencia cuesta 1.800 euros, a la semana me la trae y listo. Te lo digo porque inauguré Jackie O en 1999 y recién en 2009 me dieron el libro con la plancheta de la habilitación. Y ¿por qué no me la daban?... Si yo tenía todo en regla...”, se preguntó indignado.
Alquileres excesivos, aumentos, estabilidad, inflación... son algunas de las palabras que el empresario pudo olvidar desde que aterrizó en España. “Te sentás a negociar un alquiler y el plazo es por 10 años, no te hablan de inflación y te dicen que el aumento es una vez al año, según el IPC (Índice de Precios al Consumidor) y que hace tres años da negativo. Entonces, arrancás pagando 4 mil euros el primer año y terminás pagando 4300 euros al décimo año. Y, en esos 10 años, no volvés a hablar con el propietario. En Argentina, todos los meses era hablar con el dueño del local y que me pidiera aumento. Lo mismo con las listas de precios: acá las hacés una vez y listo. El inversor tiene que saber que, si quiere proyectar, acá puede hacerlo”.
“En Buenos aires, me gasté una fortuna cuando exigían las peceras para los fumadores, pero a los 10 días dijeron que tampoco se podía fumar adentro. Y vos decís, “¡Pero yo invertí toda esta plata!” y te responden. “Y bueno.., pero ahora no va más”. ¡Es imposible! Y te repito: a mí la Argentina me dio todo pero... ¿y todo lo que yo le di a la Argentina? Dejé mi vida...”, reflexionó. “Yo extraño muchísimo pero tengo una anestesia: pienso que la nostalgia se soluciona con 12 horas de vuelo. El primer año, volví 7 veces; el segundo, cinco. Y ahora estoy desesperado, porque desde que empezó la pandemia no pude ir a ver a mi madre, ya que me da terror contagiarla de COVID-19”.
Finalmente y a pesar de todo, el empresario reconoció que planea volver a vivir en la Argentina dentro de muchos años, pero que, con seguridad, no volvería a invertir. “Uno sueña con que nuestro país cambie, que sea seguro y que tenga reglas claras. En mi vejez, me gustaría volver para estar con mis afectos y mis queridos amigos del club GEBA, pero no volvería a generar nada en la Argentina... Aunque cada noche, quiero irme a dormir pensando en que algún día voy a volver”, finalizó Maximiliano Marangós.
Seguir leyendo: