La ciudad de Buenos Aires tiene un mundo subterráneo aún desconocido, inexplorado. Reliquias de un pasado lejano -pero no tanto como otras grandes ciudades- oculto bajo el asfalto y la capa de sonidos del siglo XXI. De la aldea virreinal no queda nada -casi nada- en pie. Hay que escarbar para hallar gemas como la que encontró el equipo conformado por los arqueólogos Daniel Schavelzon y Flavia Zorzi y el historiador Francisco Girelli en la calle Bolívar 884 y 886, donde un inversionista italiano planea construir un hostel. Según él, entre las cosas que se revelaron tras las excavaciones, apareció el piso de una casa -un rancho- que estaba allí en 1810, cuando a unas ocho cuadras se echó al Virrey Cisneros y se instauró la Primera Junta de Gobierno patrio. Inédito. Y único.
“Hay un tema de patrimonio en Buenos Aires -se enoja Schavelzon-. Si querés ver restos materiales de nuestra historia anterior a 1810 no los hay. El Cabildo es una truchada que hizo (el arquitecto Juan Antonio) Buschiazzo en 1939. La Pirámide de Mayo está reconstruida. De las casas de las personalidades de nuestra libertad e independencia no hay una sola en pie. Por poner un ejemplo, la Jabonería de Vieytes no existe... Pero no es solo acá en la Capital. Ni hablar de la casa de Tucumán, que la demolieron y reconstruyeron. ¿Te das cuenta? Demolimos y destruimos todo lo material que había de cuando declaramos nuestra libertad e independencia. Habla bastante mal de nosotros y permite jugar con la memoria: cualquiera te puede vender cualquier verdura”.
—Está la Manzana de las Luces...
—Eso preexistía desde el siglo XVII. Pero la sala de representantes es nueva. Las iglesias todas restauradas. No hay nada auténtico, original. Por eso, encontrar esta casa es importante para la construcción de nuestra historia y nuestra identidad. Aunque sea un piso con parte de paredes.
Un poco de historia
El primer dueño conocido del solar donde hallaron la casa fue -según indican Schavelzon y Girelli en un informe preliminar- un portugués: “El propietario más antiguo del terreno que pudimos encontrar es Cosme Duarte, quien según un protocolo firmado ante el escribano don Pedro Núñez vendió el terreno al matrimonio de Francisco Goitia y Micaela Duarte en 1787”, señalan. El derrotero del predio continuó cuando Remigia Goitía recibió el predio como herencia de sus padres. La mujer vivió allí hasta su muerte en 1860. Más adelante, y luego de ciertos problemas derivados de la sucesión de Remigia, la propiedad pasó a ser de Pedro José Domínguez, -un teniente coronel del Ejército de los Andes- y de su esposa Candelaria Aloy. Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, Domínguez y uno de sus hijos murió, y Candelaria se convirtió en la única propietaria.
Schavelzon y Girelli señalan, a continuación, que “esta falleció en 1884 y legó la propiedad a su único hijo con vida, Ceferino Domínguez, y a su nieta Valentina Domínguez de Barbosa, quienes en la misma sucesión la vendieron a Lorenzo Cabrera”. Más adelante funcionó, por un corto tiempo, la Escuela Elemental N.° 9, cuya directora era la señora Margarita Ochagavia de Sapereira. Luego habitó el lugar Juana Blaye, que construyó la edificación de dos plantas que se observa actualmente. Ella -viuda de Miguel Ballestero- vivía en la planta baja junto con tres hijos -Miguel, Julia y Ángela- y cuatro personas de servicio, entre las que había una mujer italiana y una cocinera francesa. El primer piso se lo alquilaba el médico y militar Eleodoro Damianovich, a su esposa Josefa Cubas, a sus ocho hijos, que tenían tres sirvientes y -refiere el informe citado- “otras cuatro personas cuya relación no pudo ser establecida”.
El grupo de arqueólogos e historiadores que intervienen en la casa pensaba en un principio que el terreno había sido un baldío hasta 1840. Pero apareció un documento revelador: según refiere Emir Reitano en su tesis para su doctorado en Historia de la Universidad de La Plata, basado en los padrones de extranjeros del período colonial tardío, Duarte ya había construido una casa en el solar. Allí señala: “En otra situación mucho más modesta se encontraba Cosme Duarte, quien, al testar, declaraba como suya la casa en Alto de San Pedro en la calle de San Francisco compuesta de un cuarto de un tirante y una cocina de media agua. A su muerte dejó nada más que unas modestas deudas y algunas herramientas”. Además, Reitano destaca la existencia de un testamento de María Bustamante, “casada con Cosme José Duarte”, fechado el 31 de enero de 1793. Otra referencia a esos primeros moradores es su intervención como padrinos de una niña de dos días de vida llamada María, “hija legítima” (así la nombra el documento) de Pasqual (sic) Galiano y Manuela López. El acto tuvo lugar en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires el 5 de agosto de 1785.
Por eso, Schavelzon ahora sostiene que “el piso hallado es de una casa de 1810 o un poco antes. Decir 1810 suena fuerte, sino es así. No podemos dar con exactitud la fecha, las casas tardaban un año en construirse. Lo que sí sabemos en que en esa fecha había gente ahí”. Aún falta para brindar un informe definitivo, aclara el arqueólogo, pero se puede pensar en una casa “con una viga (el ‘tirante’ referido en el documento esgrimido por Reitano) entre dos paredes. Una casa chica. Pero hay que tener en cuenta los parámetros de la época. Tener una sala y una habitación ya daba una cierta categoría. Aunque hoy eso sería un rancho. Eran casas casi todas con techos de teja y pisos de ladrillo. Por la forma y el tamaño de lo hallado, creo que el piso pertenece a la galería, al exterior de la casa, que sostenían el alero del frente, sobre lo que hoy es Bolívar. El pilarcito encontrado daría constancia de ello. Las casas con galería hacia la calle no eran raras. Antes de 1810 eran comunes. Era la vida más abierta de una Buenos Aires semirrural. Un pueblo de 15 cuadras de largo por 5 de ancho, donde todos se conocían y la gente salía a tomar mate y hablar con el vecino, mirar al que pasaba a caballo”.
—¿Cómo llegaron a dar con esta casa?
—En Defensa 755 está el Zanjón de Granados. Quizás nunca lo oíste nombrar, pero es lo más importante del turismo argentino. Casi no tiene publicidad acá, pero lo visitan muchos extranjeros. Él restauró la casa que había por encima y compró el túnel, que pasa por debajo de las casa. Es un sitio de superlujo, con dos restaurantes.. Entra por la calle Defensa y sale por Chile. Y pasa precisamente por debajo de esta casa de Bolívar.
—¿Qué era el Zanjón de Granados antes de ser una atracción turística?
—Un arroyo natural que recibía el agua que se juntaba en una zona baja, lo que hoy es plaza Constitución. Por eso ahí hay una plaza y no viviendas. Bueno, cuando se inundaba, el agua bajaba por el llamado Zanjón de Granados o Tercero del Sur, porque había tres arroyos similares en la zona. Iba por la calle Bolívar, Defensa y el Pasaje San Lorenzo, y salía al río de la Plata, lo que hoy es el Bajo. Por eso muchos planos de esa época muestran que el fondo de los terrenos son oblicuos: por la posición del arroyo. En 1865 lo entubaron para poder construir, porque había inundaciones, la gente tiraba desperdicios, largaban las cloacas ahí, había un olor espantoso, enfermedades… Lo hicieron con paredes de ladrillos, algo simple, para vender los terrenos encima.
El informe de Schavelzon y Girelli amplía: “El sitio está ubicado sobre el límite sur de la ciudad fundada por Juan de Garay en 1580. Este límite estaba definido por un arroyo conocido como Tercero del Sur, aunque en los documentos históricos aparece con distintos nombres según se lo fue llamando en distintas épocas: Zanja del Hospital, Primero, Zanjón de Goyo Rivero, Zanja de Viera. Hacia el norte, la ciudad llegaba hasta otro arroyo conocido como Zanjón de Matorras. De esta forma la estrategia de Garay había sido asentarse en el punto más alto de la meseta pampeana sobre el Río de la Plata, y desaguar hacia ambos cauces. El Tercero del Sur tenía sus nacientes en la zona de Constitución y discurría en forma diagonal hasta Chile y Bolívar, recibiendo un tributario en Estados Unidos y Bolívar y otro procedente de Bernardo de Irigoyen y Alsina. Las variaciones topográficas marcadas, localizadas al oeste de Bolívar y San Juan, el trazado sinuoso de la calle Chile y su tramo final ancho, antes de llegar a Paseo Colón, evidencian su pasada presencia. El vado principal se ubicaba en la calle Defensa, por la cual salía la principal vía de comunicación con la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. En otros sectores el zanjón se cruzaba con pequeños puentes colgantes para peatones. Hacia el sur de este curso surgió el primer suburbio de Buenos Aires, correspondiente a los Altos de San Pedro, hoy San Telmo, luego totalmente incorporado al núcleo central urbano en el siglo XVIII”.
En la actualidad, la casa es propiedad de un inversor italiano llamado Alberto Carrai. “Vino para hacer un hostel -explica Schavelzon-. Y como buen italiano, dijo que necesitaba conocer la historia de este edificio, no iba a venir y modificar sin saber. Es un tipo culto, que construye en todo el mundo. Y además, ellos respetan más la historia material. Nos pidió investigar. Ahora quedó todo el trabajo por la mitad por la pandemia. Su idea es dejar lo que hallamos bajo un vidrio, para poder usar el edificio, circular y poner en vitrinas lo que encontremos.
—¿Qué hallaron hasta el momento?
—Lo primero que vimos cuando llegamos es lo que te decía antes: el plano es oblicuo. Algo raro ahí. Nadie hace una pared torcida. Entonces, sabíamos que pasaba un arroyo. Ahora hay un patio, hicimos una búsqueda ahí y vimos que estaba hueco. Ese patio lo hicieron porque no pudieron construir encima. Había que ver qué había debajo. Rompimos una especie de piso de vigas de hierro con cemento, como un techo, y apareció el agujero. En algún momento fue usado como depósito, porque había maderas, tablones, basura… Para la arqueología, lo más interesante de esta casa es lo que hizo el arquitecto Carlos Pellegrini en la década de 1860, el piso del zanjón. Para que el agua no se profundizara. Era de piedra irregular. Al hacerlo selló lo previo. Entonces, al levantar ese piso ya tenemos claro que es anterior a 1860, los estratos del suelo. Nunca nadie tocó lo que estaba abajo. Es toda una fuente de información sobre la historia del arroyito que definió el trazado de las calles de la zona sur.
El informe añade: “Actualmente el piso de lo que fue el Tercero es un empedrado irregular de piedras provenientes de la isla de Martín García o el Uruguay, con el mínimo trabajo de canteado para ajustarlas entre sí. Las juntas eran de cal y las paredes son muros de ladrillos de diferentes épocas”.
Por la pandemia, los trabajos se paralizaron. Schavelzon pensaba retomarlos a finales de marzo de este año, pero la situación epidemiológica hará imposible ese deseo. “El lugar, ahora, está inundado y con el pasto crecido. Hasta que no venga el dueño desde Italia no podremos avanzar. Y ayer mismo me informó que cerraron las fronteras en ese país. Deberemos esperar”, concluye resignado.
Después de todo, lo que durmió unos 250 años bajo la tierra bien puede esperar unos meses más para despertar del todo.
SEGUIR LEYENDO: