Vivió hasta los 21 años en hogares de menores, viajó a Francia como niñera, se recibió en La Sorbona y en pandemia hace tareas solidarias

Su niñez y adolescencia no fueron fáciles pero la adversidad no le impidió cumplir sus sueños. Hoy vive en Inglaterra, formó una familia y vive del turismo, que es su pasión. “Ayudar me hace muy feliz”, asegura

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Viajó por 1 año a Francia para trabajar de niñera y no volvió más: hoy es historiadora, guía turística y realiza una gran tarea solidaria en Inglaterra
Viajó por 1 año a Francia para trabajar de niñera y no volvió más: hoy es historiadora, guía turística y realiza una gran tarea solidaria en Inglaterra

Andrea Sandi nació en San Isidro y vivió gran parte de su vida en distintos hogares de menores. Es un pasado triste y solitario del que no quiere hablar, así como se niega a revelar su edad. Prefiere explayarse sobre su luminoso presente y de las actividades que promociona en sus redes. A los 21 años -cuando a esa edad recién se alcanzaba la mayoría de edad- decidió que quería estudiar turismo. Así fue como consiguió su objetivo, mientras trabajaba en distintos rubros para poder mantenerse por su cuenta. “Finalmente, conseguí trabajo en la secretaría de Turismo y veía a mucha gente que viajaba para las ferias internacionales y exhibiciones. ¡Soñaba con viajar! Hasta que, en 2009, la pandemia de gripe A (H1N1) me dio la posibilidad de irme a Europa”, le contó a Infobae.

Viajó a Francia por un año para trabajar como niñera, sin imaginar que no volvería más a la Argentina. En París, no solo aprendió a hablar francés, sino que se recibió de historiadora en La Sorbonne, una profesión que hoy conjuga a la perfección para desarrollar en paralelo la pasión que siente en su trabajo como guía de turismo.

Una foto que atesora de cuando vivía en uno de los hogares para menores
Una foto que atesora de cuando vivía en uno de los hogares para menores

“Mientras estudiaba la carrera de historiadora, trabajaba como guía de turismo y también en un restaurante. Así, fui mejorando mi francés, comprendí mejor mis estudios y me di cuenta que lo que realmente me apasionaba era ser guía de turismo, una actividad que desarrollo desde 2009”, explica. “Combina todo lo que soy: muy inquieta y puedo caminar todos los días muchos kilómetros sin cansarme, lo que es perfecto para esa actividad. Además, me gusta hablar de historia, de cultura y de arte; me encanta la gente y me divierto muchísimo con las personas que vienen y me cuentan acerca de sus viajes. A los 10 minutos de empezar un tour, ya somos mejores amigos: nos reímos mucho, me explican las tradiciones de sus países, sus experiencias... Es increíble porque, a muchos de ellos solo los vi tres horas y, luego de más diez años, seguimos en contacto. Me divierto tanto que no lo siento como un trabajo”, afirmó.

Su primera foto después de la salida del hogar de menores: "Me fui al parque", recuerda Andrea
Su primera foto después de la salida del hogar de menores: "Me fui al parque", recuerda Andrea

Instalada con su marido y sus hijos en Inglaterra, la pandemia no la detuvo. A pesar de la merma del turismo, ahora hace tours online sobre historia y cultura, que pueden seguirse desde su grupo de Facebook, Amor por Viajar, y también desde su cuenta de Instagram, amorporviajar360. Pero el COVID-19 hizo que tuviera una gran cantidad de tiempo disponible e hizo que profundizara su gran costado solidario, desarrollando su otra enorme vocación: ayudar a quienes lo necesitan.

“Cuando empezó la pandemia estaba embarazada de mi segundo hijo. Un día, me puse a pensar lo difícil que era para las mujeres en ese estado que estaban en Inglaterra, que no hablan inglés y que, por ejemplo, tenían que arreglar solas una cita con el obstetra, porque no se les permitía que fueran con acompañantes. Por eso, me contacté con una organización que trabaja con familias hispanoparlantes, francófonas y locales para dedicarles varias horas semanales a hacer traducciones. Rápidamente, me empezaron a pedir más tareas solidarias, así que pasé de traducir a disfrazarme de Santa Claus para los niños de bajos recursos -algo que disfruté enormemente a pesar de la baja temperatura- me anoté en una entidad que se ocupa de la nutrición infantil y, como soy muy versátil y siempre estoy abierta para ayudar, hace unos días grabé un video por el Día Internacional de la Mujer, hablando de uno de los monumentos de Londres que rinde homenaje a aquellas que vivieron aquí la Segunda Guerra Mundial. Ellas fueron heroínas, al igual que hoy lo son las mujeres con las que colaboro”, asegura.

Andrea Sandi el día que fue a recibir su título de historiadora en La Sorbonne
Andrea Sandi el día que fue a recibir su título de historiadora en La Sorbonne

“También ayudo en una organización que se ocupa de las personas que se encuentran en sus últimos tiempos de vida, independientemente de su situación económica y con el objetivo de darles un final lo más digno posible. Pero con la pandemia todo cerró y yo quería seguir ayudando a pesar del COVID-19, así que conseguí colaborar en PACT -una organización que trabaja en más de 40 países- donde ayudo a mujeres que sufrieron situaciones de abuso, que no hablan inglés, y que -por ejemplo- están en juicio con sus maridos y puedo traducirles sus papeles y acompañarlas a la Corte. Se sienten mucho más seguras no estando solas, porque siempre vivieron con miedo. Además, puedo cuidar de sus hijos cuando tienen que ocuparse del caso judicial o hablar a solas con su abogado. Les digo que ellas valen muchísimo, que pueden salir y que sus niños merecen una vida tranquila. Ayudar siempre es bueno”, confiesa.

Por la pandemia, Andrea no puede seguir haciendo sus tours de manera presencial pero pueden seguirse online a través de sus cuentas de Instagram y de Facebook, "Amor Por Viajar"
Por la pandemia, Andrea no puede seguir haciendo sus tours de manera presencial pero pueden seguirse online a través de sus cuentas de Instagram y de Facebook, "Amor Por Viajar"

A pesar que la pandemia frenó casi por completo su actividad como guía turística y mientras espera que su rubro repunte para volver a hacer sus tours, Andrea pudo abrazar una nueva vocación solidaria con la que se comprometió profundamente: “Ayudar me hace muy feliz. Es un desafío, porque soy madre de dos niños pequeños, pero mi actividad les hace entender que no estoy siempre disponible para ellos, porque hay otras personas que necesitan a su mamá. Me gusta que vean que todos podemos dar un poco más. Me encanta porque mi hijo de 5 años lo entiende y se da cuenta que no puedo jugar con él, porque -tal como lo explica el pequeño con sus propias palabras- ‘mamá tiene que ir a ayudar a una señora que necesita algo’. Mi hijo lo comprende y eso me hace muy bien”. revela. “Las tareas solidarias me dejan un placer enorme y una gran satisfacción. Me hace muy feliz porque siento que hay un ida y vuelta, y eso es muy gratificante. Puedo colaborar con una madre que no sabe inglés, a quien le traduzco las indicaciones que le dio un médico para comprarle un remedio a su hijo. Al otro día, ese niño va a estar bien y su madre va a estar más tranquila, porque ya no tiene la angustia de no poder comunicarse y no poder ayudar a su hijo. Todos quedamos felices”, dijo.

Andrea Sandi en uno de sus recorridos londinenses, esta vez por Camdem

Muchos de los recuerdos más felices que guardo de cuando estuve institucionalizada son de los voluntarios que hacían, por ejemplo, un taller de teatro o un bizcochuelo y compartían su tiempo con nosotros. Esas pequeñas cosas me han construido y hacen que hoy pueda tener una vida sana, criando a dos niños que van a mejorar el mundo. Siento mucho agradecimiento por todos los voluntarios, aunque no me acuerdo sus nombres. Por eso, sé que haciendo algo pequeño uno puede construir a un mejor ser humano para siempre... y eso es impagable. Hoy, mi vida es más fácil gracias a esos voluntarios. Hoy quiero ser una de esas personas que me ayudaron, con la intención que el día siguiente fuera mejor que el anterior”, destacó.

Andrea le dedica un párrafo aparte a Graciela, la rectora de la escuela a la que asistió en aquellos años donde vivía en un hogar de menores. Hoy recuerda lo importante que fueron los momentos que pudo compartir con ella y su familia: justo lo que busca devolver con sus incesantes voluntariados. “Me iba a buscar al hogar y me llevaba a pasear con su familia, me llevó a conocer La Boca, a tomar un café con torta en la Esquina de Homero Manzi, me llevó a la peluquería, a tomar un helado... Todo eso me hizo ver que yo también valía y que era amada: algo que es imprescindible para una persona que se está construyendo, como un niño o un adolescente”, rememora.

Antes de la pandemia y durante uno de sus tours por París
Antes de la pandemia y durante uno de sus tours por París

“Graciela no estaba trabajando cuando venía a buscarme y no tenía ninguna obligación de hacerlo, pero disfrutaba de pasar tiempo conmigo. Eso me construyó. Otras personas también me ayudaron de ese modo y, poco a poco pude creérmela porque cuando sos chico necesitás sentirte amado, sentir que sos capaz, que valés... Eso hace que más adelante sepas pelear por lo que te merecés. De alguna manera, todo eso fue fluyendo hacia algo mejor: pude llegar a La Sorbona, pude finalizar mis estudios, hago lo que me gusta y tengo una vida normal”, reflexiona.

Andrea con Iván de Pineda, a quien llevó de recorrida
Andrea con Iván de Pineda, a quien llevó de recorrida

Como buena historiadora, brinda una excelente reflexión sobre la pandemia y sus enseñanzas. “Hoy, la tecnología nos permite conectar con nuestros seres queridos, tenemos más acceso a la información para saber de inmediato qué es lo que pasa y muchas comodidades que antes no había. Pero es importante pensar cómo se vive en los países donde no hay agua potable, donde hay hambruna, donde se convive con otras pandemias y donde subsisten muchas otras necesidades insatisfechas. Si hacemos un poco de retrospectiva, vamos a ver que no somos los únicos ni los primeros en pasar por una dificultad global. Aprender de la historia social y personal nos enriquece para mejorar. La pandemia es algo terrible, pero también es una oportunidad que nos golpea la puerta para salir de la zona de confort y nos hace ver más allá de nuestras narices. Hay que darse cuenta que hay personas que padecen necesidades desde mucho antes de la pandemia y que hoy las siguen padeciendo. Tenemos que sentir empatía por ellos”, resaltó.

A pesar de la baja temperatura de la última Navidad y en plena pandemia, se disfrazó de Santa Claus -con un traje que ella misma compró- y disfrutó de ver las sonrisas de los niños que no tenían dinero para tomarse la clásica fotografía
A pesar de la baja temperatura de la última Navidad y en plena pandemia, se disfrazó de Santa Claus -con un traje que ella misma compró- y disfrutó de ver las sonrisas de los niños que no tenían dinero para tomarse la clásica fotografía

“Todos estamos agobiados por la pandemia pero, de alguna manera, es una situación que nos forzó a poner en pausa el ritmo con el que estamos acostumbrados a vivir. Además, cuando esto termine, seguro lo vamos a extrañar porque el hombre, como raza humana, siempre quiere algo diferente a lo que tiene. Por eso, cuando vivíamos en una vorágine total, deseábamos -no con pérdidas humanas- tener un momento de calma y ahora, que tenemos que estar encerrados, esperamos que todo termine. Pero, cuando esto pase, vamos a extrañar este momento de serenidad. Creo que es una buena oportunidad para hacer un poco de retrospectiva y ver qué queremos, qué nos gustaría hacer, cómo podemos ayudar y, sobre todo, usar al menos un poco de nuestro tiempo para quienes nos necesitan”, finalizó.

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