Se cumplen en estos días cincuenta años de los acontecimientos ocurridos en Córdoba, que pasaron a la historia con el nombre de “Viborazo”, sucesos que profundizaron el descontento popular hacia la llamada Revolución Argentina -gobierno de facto-, agudizaron las tensiones en las cúpulas militares y asestaron un golpe letal al gobierno de facto.
A comienzos de 1971, nuestro país atravesaba el segundo capítulo del régimen militar autoproclamado Revolución Argentina, que reemplazó al gobierno constitucional de Arturo Illia por un golpe de Estado (28 de junio de 1966).
Era por entonces presidente de la Nación el general Roberto Marcelo Levingston, un perfecto desconocido para la opinión pública y la sociedad en general, que se encontraba en Estados Unidos como agregado militar y representante ante la Junta Interamericana de Defensa, cuando el 18 de junio de 1970 fue elegido por la Junta de Comandantes en Jefe para hacerse cargo del gobierno, tras la destitución del teniente general Juan Carlos Onganía, primer presidente del régimen (1966-1970).
Levingston no gozaba del total respaldo de las Fuerzas Armadas, lo cual generó tensiones con el general Alejandro Agustín Lanusse, Comandante en Jefe del Ejército y hombre fuerte de la Junta de Comandantes en Jefe, quien, consciente del desgaste e impopularidad de la Revolución Argentina, apoyaba acuerdos con los partidos políticos para lograr una salida a través de la convocatoria a elecciones nacionales.
Durante el gobierno de Levingston, continuó la movilización popular de obreros y estudiantes para repudiar a la Revolución Argentina y a sus medidas sociales y económicas, tal como había sucedido durante el “Rosariazo”, el “Tucumanazo” y especialmente el “Cordobazo” (1969), que contribuyeron a la caída de Onganía. Al convulsionado clima social, se agregaron la violencia política de las organizaciones armadas (Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP) y la intención de Levingston de profundizar la Revolución Argentina, lo que agudizó las difíciles relaciones con Lanusse.
En aquel ambiente de tensión, Córdoba fue una vez más escenario de acontecimientos decisivos. A principios de 1971, aquella provincia todavía se hallaba sensibilizada por las consecuencias del “Cordobazo” (29 y 30 de mayo de 1969).
La situación social y política cordobesa era muy compleja: reclamos salariales, activismo obrero, sindicatos intervenidos, trabajadores en lucha, fábricas ocupadas, huelgas, marchas de estudiantes universitarios e inestabilidad de los gobiernos provinciales, alimentaban la efervescente movilización popular. Para colmo, desde principios de marzo de 1971 era interventor de la provincia el doctor José Camilo Uriburu, designado personalmente por Levingston. El mandatario cordobés era un conservador extremo, ferviente católico, profundo anti comunista y sobrino del ex presidente de facto teniente general José Félix Uriburu.
El 7 de marzo de 1971, durante la XV Fiesta Nacional del Trigo, Uriburu pronunció un discurso incendiario que echó más leña al fuego al inflamable ambiente social y que aumentó su impopularidad entre trabajadores y estudiantes. Convencido de que el marxismo había convertido a Córdoba en epicentro de un importante plan subversivo, expresó que “confundida entre la múltiple masa de valores morales que es Córdoba por definición, se anida una venenosa serpiente cuya cabeza, pido a Dios, me depare el honor histórico de cortar de un solo tajo”.
La alusión a la figura de la serpiente venenosa que Uriburu utilizó para identificar a lo que consideraba subversión marxista obrero-estudiantil provocó los acontecimientos que tuvieron su momento culminante el 15 de marzo de 1971, y que fueron bautizados, conforme al particular humor cordobés, con el nombre de “Viborazo”.
Luego del provocador discurso, la Confederación General del Trabajo (CGT)-Regional Córdoba anunció un paro para el 12 de marzo de 1971. Ese día, trabajadores ocuparon sus lugares de trabajo, fábricas y dependencias públicas; levantaron barricadas en la Capital y alrededores; y se tomó el barrio Nicolás Avellaneda en Ferreyra. Los manifestantes exhibieron serpientes de plástico para burlarse de las declaraciones del impopular gobernador.
El 12 de marzo obreros y estudiantes se enfrentaron con la policía provincial en el barrio Nicolás Avellaneda. La resistencia obrero-estudiantil fue encarnizada, y allí murió el trabajador Adolfo Cepeda. La policía recuperó el barrio en la tarde, aunque las escaramuzas se prolongaron durante la noche. El Comité de Lucha de la CGT-Regional Córdoba convocó paro activo con movilización para el 15 de marzo.
En aquellos convulsionados acontecimientos confluyeron las distintas tendencias del movimiento obrero cordobés: sindicatos independientes marxistas y socialistas liderados por Agustín Tosco (Luz y Fuerza), gremios peronistas (como la Unión Tranviaria Automotor de Atilio López) y sindicatos clasistas de las fábricas de Fiat Concord (SITRAC) y Fiat Materfer (SITRAM). Con cierta coordinación, consenso y dirección respecto a los gremios, también participaron los estudiantes universitarios, atrincherados en su reducto del barrio Clínicas (núcleo de resistencia del “Cordobazo”), y las organizaciones armadas (Montoneros y ERP).
Lanusse recordó que “el 13 y 14 de marzo, sendas esquelas del general (Alcides) López Aufranc (Cmdte del 3er Cuerpo de Ejército) se refieren a los problemas laborales de Córdoba (huelgas) y a la repulsa generalizada contra el gobernador Uriburu. Reitera su opinión de que el problema básico es, por cierto, y de resorte nacional más que provincial”.
El 15 de marzo de 1971 constituyó la auténtica jornada del “Viborazo”. Las columnas obreras se movilizaron para el acto central en plaza Vélez Sarsfield. Los trabajadores y estudiantes universitarios ocuparon distintos barrios (Villa Revol, Crisol, Clínicas) y levantaron barricadas, ayudados por vecinos de diversos orígenes sociales. En una de las columnas, los manifestantes levantaron en un palo una serpiente viva para mantener el recuerdo de las memorables palabras del gobernador interventor Uriburu.
Durante el 15 de marzo, se concretó el acto central en plaza Vélez Sarsfield, y las columnas marcharon por el centro de la Capital cordobesa hacia el barrio Clínicas y sectores tomados por los manifestantes y defendidos por barricadas. Fueron incendiados vehículos y transportes públicos, se construyeron más barricadas, y se destrozaron y saquearon negocios, supermercados y empresas e instituciones de origen extranjero. La dura lucha callejera enfrentó a obreros y estudiantes con fuerzas policiales provinciales y federales. Aquel día, entre 500 y 600 manzanas de la Capital fueron ocupadas, al igual que rutas y accesos a la ciudad. Murió otro trabajador, Pablo Basualdo, y se registraron numerosos heridos y unos 260 detenidos.
La situación se descomprimió el 16 de marzo de 1971, cuando la Junta de Comandantes desplazó al gobernador Uriburu. Los integrantes del Comité de Lucha de la CGT-Regional Córdoba fueron detenidos, y se intervinieron distintos gremios. Córdoba fue declarada “Zona de Emergencia” a cargo del general Alcides López Aufranc, y se designó gobernador al contraalmirante Helvio Guozden.
El corolario del “Viborazo” se produjo el 23 de marzo de 1971, cuando el presidente Levingston, principal sostén del ex gobernador Uriburu, fue depuesto por la Junta de Comandantes. Tres días después, el general Lanusse asumía la Presidencia de la Nación e iniciaba el camino para convocar a elecciones nacionales.
El “Viborazo”, aquella gran pueblada cordobesa que aglutinó los reclamos y el repudio de obreros, estudiantes y sectores sociales descontentos con el gobierno provincial y la Revolución Argentina, profundizó el desgaste del régimen militar, puso en evidencia las tensiones internas en los altos mandos de las Fuerzas Armadas y contribuyó con el progresivo desmantelamiento de gobierno de facto y el retorno al estado de derecho.
El autor es magíster en Defensa Nacional
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