Las misiones secretas de un militar y canciller contra Perón en el exilio y el fallido atentado que apuró su salida de Venezuela

El teniente general Carlos Severo Toranzo Montero formó parte del gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu. Furioso antiperonista, le encargaron la embajada de Nicaragua, país vecino a Panamá donde Perón se encontraba asilado. Un bochornoso suceso que casi hizo romper las relaciones entre Venezuela y Argentina selló su suerte como diplomático

Toranzo Montero en la Casa Rosada como comandante en Jefe del Ejército

El teniente general Carlos Severo Toranzo Montero fue uno de los mejores exponentes de aquellos militares apasionadamente antiperonistas que dio el Ejército tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955. Según su curriculum vitae, que él mismo escribió en una oportunidad, nació en Turín, Italia, en 1902, mientras su padre se desempeñaba como agregado militar. Según reseña “se educó en Argentina, Alemania, Italia y Francia, donde hizo su formación escolar primaria y secundaria. Luego, adoptó la ciudadanía argentina e ingresó al Colegio Militar el 1° de marzo de 1919 y egresó como subteniente en 1921. Tras una ordenada carrera en 1943, año del golpe militar contra el presidente constitucional Ramón Castillo, ascendió a teniente coronel. En 1947 era jefe de la IV Brigada de Caballería y debía ascender a coronel pero su promoción fue demorada “por sus arraigadas convicciones republicanas y democráticas… y después de actuar hasta 1950 fue separado del Ejército y encarcelado desde 1951 hasta 1954 por su oposición al peronismo.” Tras dejar la fuerza se exilio en Uruguay, Brasil y Perú. En 1955 tuvo una participación menor en la revolución septembrina pero “el gobierno le reconoció los grados de cuyo ejercicio había sido despojado y lo ascendió a general de Brigada.” Tras la caída del general Eduardo Lonardi—noviembre de 1955- y la asunción del general Pedro Eugenio Aramburu comenzó una azarosa vida que lo llevara con el tiempo al pináculo del Ejército en 1959. Toranzo Montero explicara que Lonardi fue removido porque “se había rodeado de gente cuyo tinte político no era, precisamente, el reclamado en el ideario de la revolución antiperonista”.

Extrañamente, siendo un militar en actividad, es designado en diciembre de 1955 embajador extraordinario y plenipotenciario en Nicaragua, luego en Costa Rica (1956) y finalmente en Venezuela durante 1957. El propio general lo va a explicar así: “Por necesidades del gobierno provisional para su política interamericana, fue transitoriamente adscripto al Servicio Exterior.” Nada más sorprendente la explicación que esconde un gran secreto y que tantos dolores de cabeza les trajeron a los cancilleres argentinos Luis Podestá Costa y Alfonso de Laferrere. Lo cierto, lo real, es un documento escondido por más de 60 años que explicará sus actividades en el exterior.

El memorándum aconsejando un seguimiento a las actividades de Perón

El 22 de diciembre de 1955, Toranzo Montero, redactó un largo memorándum que revela su severa personalidad. Lo inicia así: “La actitud culpable de los ex miembros de la Junta Militar que actuó por delegación del ex presidente Perón para negociar con el Comando Revolucionario Libertador, al permitir a éste refugiarse en la embajada y, después, en la cañonera paraguaya, ha determinado un grave problema para el gobierno provisional. Este problema era previsible, dada la idiosincrasia del ex presidente, su poder económico ilimitado y su falta total de escrúpulos. Perón actúa, con toda libertad de acción y profusión de medios, desde Panamá, donde, en acto manifiestamente inamistoso hacia la nación Argentina, se le da un trato de invitado de honor y se le paga lujoso alojamiento.” Nada más errado. Inicialmente, Perón vivió como invitado, primero en la ciudad de Panamá, luego se costeo una habitación en el Hotel Washington en la ciudad de Colón y, posteriormente, en un modesto departamento en Panamá. Como dijeron los que lo visitaron, el ex mandatario “vive en estado de leprosidad”. Están los documentos que lo prueban en mi libro “Puerta de Hierro”.

Luego hace un relevamiento de la actividad peronista y de “su Estado Mayor político en Centro América, y si bien ahora se encuentra en Panamá, tiene posibilidad y anuencia de otros estados para visitarlos cuando quiera.” Estas actividades son facilitadas “por la actitud confusionista, resentida y antipatriótica de algunos militares que habiendo sido solidarios durante mucho tiempo, conscientemente, con el tirano y su régimen” se plegaron “a última hora, mediante acciones más o menos meritorias, al movimiento revolucionario, fueron protegidos con privilegios y puestos de responsabilidad por el ex Ministro de Ejército, general (León Justo) Bengoa y el ex presidente general Eduardo Lonardi, encontrándose ahora con libertad de acción para conspirar.” Además de los militares “tienen también una participación activa determinados elementos de la industria, el comercio y la banca que se enriquecieron con el peronismo.”

Caricatura de la época, Perón y sus amigos Batista, Pérez Jiménez y Trujillo

Tras otras manifestaciones de similar consideración, Carlos Severo Toranzo Montero propuso: “A base de una política interna y severa limpieza antiperonista desarrollada con todos los sectores del poder estatal y declarando al partido peronista, o sus herederos con otros nombres, fuera de la ley ( el 5 de marzo de 1956 el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu promulgo el Decreto-ley 4161 que prohibiría al partido peronista) iniciar una política externa tendiente a desprestigiar, sofocar y destruir a la organización contra revolucionaria de Perón, pasando de la defensiva a la ofensiva diplomática.” Al mismo tiempo proponía “desarrollar una acción clandestina y secreta, creando un organismo especializado”, con medios humanos y recursos, para obligar a la organización peronista “a abandonar el continente, completamente derrotados.” Como no podía ser de otra manera, el nuevo organismo debía depender de “una sola persona, cuyo cargo diplomático en uno de los países debe servir de pantalla para el desarrollo de su actividad secreta.” Esa persona no era otro que el general Toranzo Montero.

La gestión del nuevo embajador argentino en Managua fue más bien modesta --y se entiende-- porque el ex presidente Perón era un declarado amigo del general Anastasio Somoza. Sin embargo, como gesto de buen voluntad, Somoza y su esposa Salvadorita, concurrieron a la recepción que Toranzo Montero organizo en su residencia el 25 de mayo de 1956.

La gestión más delicada que cumplió el general-embajador se realizó con motivo de la visita de Perón a Nicaragua el 19 de julio de 1956. El ex mandatario la hizo como consecuencia de la Conferencia de Presidentes Americanos que se iba a realizar en Panamá, con la presencia de Pedro Eugenio Aramburu, y por tal razón dejó el país. Luego de una estadía de nueve días, entre la Casa Presidencial en Managua y la hacienda El Tamarindo, propiedad de la familia Somoza, retorno a Panamá.

El matrimonio Somoza entre el embajador Toranzo y su esposa Elvira F. Basualdo.

Hasta hoy es poco de lo que se conoce alrededor de esa visita y el secreto se pierde gracias al acceso del Memorándum “Secreto y Confidencial” N° 129 que Toranzo Montero le envió al canciller interino contralmirante Teodoro Hartung, un fervoroso antiperonista. El documento tiene 20 páginas y revela que Perón llegó el 19 de julio de 1956 en horas de la tarde en un avión de la compañía Panair “acompañado de su guardaespaldas”. En el aeropuerto “Las Mercedes” fue recibido por el coronel Anastasio “Tachito” Somoza Debayle, jefe del Estado Mayor y jefe de la Guardia Nacional; coronel Camilo González, jefe del Estado Mayor presidencial, otros militares y autoridades de la Presidencia.

Somoza y Perón en octubre de 1953 en Buenos Aires

Inmediatamente, el ex mandatario argentino fue llevado al Palacio Presidencial. Para cuidar las apariencias, funcionarios del gobierno prohibieron a los medios gráficos publicar la noticia y “los diarios contrarios habían sido seriamente amenazados si publicaban cualquier comentario desfavorable a Perón o al gobierno que lo recibía como huésped.” Dada la divulgación internacional, horas más tarde se autorizó dar la noticia sin comentarios. Estando Toranzo Montero en la presentación de credenciales de un embajador “Somoza me anunció (17.30 horas) delante de varios otros jefes de Misión y algunos ministros, que Perón se encontraba en Managua y que lo tenía como huésped. Lo hizo en un tono casi festivo como quien quiere dar una sorpresa… me dijo en tono enigmático y un poco vagamente, que el hecho obedecía a un arreglo realizado en Panamá” y que el embajador Toranzo Montero desconocía. Por esta razón demandó información a su canciller pero nunca recibió una respuesta. Así, el 20 de julio se trasladó a Panamá, lo mismo que hizo Somoza para participar en la Reunión de Presidentes. Tras la cumbre presidencial, Toranzo pudo encontrarse el 28 de julio con el canciller nicaragüense Sevilla Sacasa quien le dijo que Perón partiría a Panamá el 27 de julio y que “consideraba que había cumplido con los compromisos contraídos en Panamá con el presidente Aramburu y el Primer Mandatario panameño. Me agregó que con este favor que nos habían hecho para que pudiera concurrir –según él— el presidente Aramburu a la Reunión de Panamá, el gobierno de Nicaragua deseaba dar por terminado el asunto Perón y mantener las mejores relaciones con el gobierno argentino. Me dijo también que el Presidente Somoza se dirigía al Presidente Aramburu en este mismo sentido por medio de una comunicación directa.”

Párrafo del largo memorándum del embajador Toranzo Montero

En la página 12 del informe, Toranzo le cuenta a Hartung que el 21 de julio se encontró en Panamá con el presidente Aramburu y el canciller Podestá Costa: “Les hice presente la gravedad del hecho, de que hubiera elegido a Nicaragua como destino inmediato de Perón”, le hizo notar su sorpresa al ver que el ex mandatario se alojaba en la casa de Somoza, quien “le daba trato de honor y le otorgaba un apoyo completo para su exhibición y actuación pública en contra del gobierno surgido de la Revolución Libertadora que lo derrocó”. Para Toranzo “la permanencia de Perón en Nicaragua con tales privilegios lesionaba el prestigio del gobierno argentino (y) luego supe por boca del embajador de los Estados Unidos que tales gestiones se habían realizado en Washington y Panamá entre él y el embajador de Nicaragua en Estados Unidos, con la autorización del gobierno argentino.” El 23 de julio, con la presencia de Toranzo Montero, Aramburu y Somoza se encontraron en el “Hotel Panamá”. El mandatario nicaragüense no fue solo, lo hizo acompañado por cuatro altos funcionarios de su gobierno. Durante la reunión Somoza “tuvo expresiones de simpatía para el Presidente argentino” y volvió a repetir su “buena voluntad” para satisfacer los pedidos de los gobiernos de Panamá y Argentina, a fin de que el presidente argentino pudiera acudir a la Reunión de Panamá”. El presidente Aramburu respondió que él “en realidad no había impuesto tal condición, pues ya había decidido, con mucha anterioridad, su concurrencia en principio a la reunión, sin interesarle mayormente la presencia de Perón en Panamá.” Sin embargo comentó su extrañeza por el trato de excepción que se le dispenso en Nicaragua al ex presidente. Entre las conclusiones, Toranzo volvió a recordar que el gobierno de Somoza es “totalitario”, que “su mentalidad, como la de Perón, confunde su calidad de gobernante con la de propietario de un país, cuyas instituciones principales y sus fuerzas están en sus manos, directamente o por intermedio de sus hijos y parientes más allegados, que maneja, a semejanza de Perón, una inmensa fortuna personal, confundiéndose su economía privada con la nacional y que carece de escrúpulos políticos.” Perón no volvería a encontrarse con “Tacho” Somoza García, porque el 29 de septiembre de 1956 murió tras un atentado en la ciudad de León. A tantos años de distancia es difícil establecer si Aramburu fue sincero con Somoza. Pero debería recordarse que ese “mecanismo” se impuso con la visita que realizó a Madrid, en febrero de 1973, el teniente general Alejandro Agustín Lanusse. Se acordó que Perón dejara su casa y viajara al interior de España mientras el presidente de facto se encontraba con Francisco Franco Bahamonde. Aún antes, en 1957, el gobierno de facto argentino no enviaría un embajador a Asunción del Paraguay hasta tanto Perón no abandonara el país.

Tras estas gestiones, Toranzo Montero comenzó a despedirse de Centroamérica, no sin antes presidir una cumbre de embajadores argentinos en Costa Rica, en noviembre de 1956.

Mientras tanto, luego de despedirse de sus amigos en el aeropuerto de Tocumen, Juan Perón, Isabel y el argentino Rodolfo Ignacio Martínez subieron a un avión de la Línea Aeropostal Venezolana hasta descender en Maiquetía, Caracas, a las 20.55. Lo primero que observó en el aeropuerto fue un cartel que levantaron algunos seguidores: “Bienvenido, nuestro pueblo argentino te reclama”. Era esperado por un centenar de exiliados argentinos. Entre tantos por el general Raúl Tanco, uno de los jefes de la sublevación de junio de 1956, que logró salvar su vida refugiándose en la Embajada de Haití. Poco antes de partir de Panamá un periodista le preguntó su opinión sobre la Conferencia de Presidentes y Perón respondió que no tiene nada que decir, salvo que “soy el presidente constitucional de la Argentina. Como presidente de mi país estoy en receso.” Unos días antes, su chofer Isaac Gilaberte había partido a Venezuela a borde del trasatlántico Américo Vespucio llevando el automóvil Opel del General.

El presidente Pérez Jiménez y su esposa Flor María Chalbaud Cardona

El general Toranzo Montero no se quedó quieto. Tras viajar a Buenos Aires para recibir instrucciones, el 22 de febrero de 1957, volvió a Costa Rica para hacer sus valijas y viajar a su próximo destino diplomático: Venezuela. Según los diarios costarricenses iba a Caracas para cortar “los hilos que unen la última conspiración subversiva en la Argentina con la residencia en Caracas del ex dictador Juan Perón y convencer al general Marcos Pérez Jiménez “de que en el interés general, Perón debe salir de dicho país y del continente.”

Entre 1956 y enero de 1958 Perón vivió en Caracas. Gobernaba el dictador Marcos Pérez Jiménez, un militar que había accedido al poder en 1948 tras una sucesión de gobiernos inestables. “Nunca tuve la oportunidad de verlo –relato el ex mandatario argentino en “Yo, Juan Domingo Perón”--, aunque muchos funcionarios y aun ministros suyos fueron mis amigos […] A mi juicio, el gobierno de Pérez Jiménez fue bueno desde el punto de vista administrativo y malo desde el punto de vista humano.” Según el argentino, a la política del regordete presidente venezolano le faltaba “proyección social”. Para Perón los venezolanos “eran esclavos de su exuberante producción petrolífera porque tenían que importar de los Estados Unidos los alimentos en lata y un país que no produce su propia comida es siempre tributario de los que la producen. La solución mía era ‘sembrar el petróleo’, es decir, que toda la riqueza que se sacara del petróleo se dedicase a sembrar y criar ganado para hacer carne, maíz, hortalizas.”

Recorte de un diario venezolano informando la partida de Toranzo

El 10 de abril de 1957, a las 16 horas, el nuevo embajador extraordinario y plenipotenciario argentino presentó sus cartas credenciales en el Palacio Miraflores y por la noche presidió una reunión social en el Hotel Tamanaco. No tuvo la misma suerte que en Nicaragua y Costa Rica porque su corta gestión en Venezuela terminó en un gran escándalo, tras un atentado a Juan Domingo Perón. El domingo 7 de julio de 1957 el diario “Últimas Noticias” tituló a toda página: “Rompieron relaciones Argentina y Venezuela”. No se llegó a tanto pero Carlos Severo Toranzo Montero fue declarado “persona non grata” y abandonó Caracas el 7 de julio de 1957, pero esta es otra historia.

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