Lorena Paola Osores tiene 43 años y un dolor en el corazón que apenas la deja hablar. Pero ella desea contarle a Infobae el drama infinito que vive desde el 9 de octubre de 2020. Esa noche, su hija Lucía Aylén Costa Osores, de 18 años, le había pedido que la dejara ir a comer con sus amigos de la iglesia a Zar Burguers, un bar ubicado en ubicado en la calle Paunero 1189, en San Miguel. Lorena le dijo que se quedara, temía que se contagiara COVID-19, una preocupación que era compartida por su hija, pero la chica insistió tanto hasta que finalmente obtuvo el permiso. Fue con una condición: que volviera temprano para hacerle la tintura a su madre. Nunca más volvió.
“Cumplió los 18 años en pandemia y me empezó a pedir que la dejara salir, porque ya tenía la edad suficiente. Habían vuelto a habilitar los locales y empezó a salir con sus amigos de la iglesia. Sólo iban a comer y volvían temprano. Esa noche, la vino a buscar su amiga Dolores y le dije que viniera temprano, porque quería que me hiciera la tintura en el cabello. Se fueron juntas a las 20 y a eso de las 23 me llamaron... Ahí empezó mi calvario”, le dice a Infobae entre lágrimas.
Lucy -como la llamaba su madre- era manicura y peluquera, pero había descubierto que su verdadera vocación era la terapia ocupacional y había empezado a estudiar esa carrera. Disfrutaba ayudando en la Parroquia Nuestra Señora de América, donde era voluntaria y colaboraba con mujeres que sufrían maltrato, hacía apoyo escolar para niños y acompañaba a personas con adicciones. Además, enseñaba catequesis porque “veía el amor en todas las personas: para ella, la maldad no existía”, afirma Lorena.
Lorena se quedó en su casa con sus mellizos, de 11 años, mientras esperaba la llegada de su hija mayor. Mientras, Lucía estaba comiendo con sus amigos cuando la camarera se acercó con un bidón de cinco litros de combustible líquido, que se utilizaba para mantener encendida la llama de una especie de brasero que funcionaba como centro de mesa.
Lo que siguió fue una gran explosión que cubrió de fuego a Lucía, a sus amigos y a otras personas. Un desgarrador video que compartió su madre con Infobae la muestra tirada boca abajo en el piso, con su cuerpo, su ropa y su cabello totalmente quemado y respondiéndole a dos personas cuál era su nombre. “¡Lucía!”, grita desesperada y sollozando por el dolor.
“Salí corriendo al Hospital (Dr. Raúl F. Larcade). Cuando llegué, todos me miraban y nadie me decía nada. Me cansé de preguntar qué era lo que le había pasado a mi hija... Estaba entubada, toda vendada y con más del 40 % del cuerpo quemado. Los amigos me empezaron a mostrar los videos de esa noche y ahí empecé a entender lo que le había pasado. Me dijeron que mi hija se había prendido fuego, que a todos los habían hecho salir del local, que llegaron los Bomberos y la Policía pero que nadie hizo nada. Mi nena estaba en el vidrio de la ventana envuelta en llamas y yo me pregunto cómo nadie le pudo tirar un balde de agua. Los amigos estaban muy lastimados y casi no podían hablar”, recordó.
“Al otro día, me dijeron que la iban a trasladar al Instituto del Quemado, a pesar de que no estaba estable. Cuando llegamos, vi que le aplicaron una inyección en el pecho. Después hizo dos paros cardiorrespiratorios y falleció al mediodía”.
En medio de ese drama, se filtró un audio de 40 segundos que pertenecería al dueño del local, en el que aparentemente se dirige a su círculo íntimo, minimizando lo sucedido: “No pasó nada. O sea, si pasó, pero nada tan grave. Un grupo de chicos empezó a joder con los rociadores de alcohol y jodiendo se prendió fuego uno, se prendió fuego la chica y empezó a los gritos. Pero no pasó nada más que eso. Se quemó la camarera que la quiso apagar y una clienta, pero el negocio no se prendió fuego, ni nada de eso. Así que les agradezco a todos la preocupación pero nada más que eso: un garrón”.
Después de la muerte de Lucía, su madre solo pudo pasar una noche en la casa que compartía con ella y con sus otros dos hijos pequeños, a quienes procuró tenerlos alejados de la televisión. Los tres se encuentran bajo tratamiento psicológico. “Me tuve que mudar porque era imposible estar en esa casa sin ella. Estuve un solo día después de su muerte, y la sentía subir y bajar por la escalera. La escuchaba llamarme... No pude quedarme... Los nenes de la iglesia en la que Lucy ayudaba me ven y lloran. Una señora que pide dinero en la puerta me dijo que mi hija era la única que siempre pasaba y la abrazaba. Y sí, mi Lucy era única”, se lamentó.
“Esa noche, el local siguió abierto como si no hubiera pasado nada. Al otro día, también abrieron. Con todo lo que sucedió, tendrían que haberlo cerrado. Al dueño lo crucé en la comisaría cuando fui a hacer la denuncia, pero pasó caminando por al lado mío como si nada. Recién le cerraron el local cuando lo denuncié: si no era por eso, seguían como sin nada hubiese ocurrido”, contó indignada.
A Lorena le preocupa la carátula del expediente y teme que los responsables no vayan presos: “Tengo que seguir personalmente la causa porque es un desastre. La muerte de mi hija está caratulada como homicidio culposo y me dicen que no la van a cambiar por homicidio doloso. Ese lugar no está habilitado para funcionar y había más de 80 personas. Había menores, gente comiendo adentro cuando solo se podía estar en la vereda, usaban vasos de vidrio cuando solo se podían usar descartables, había una media sombra, los centros de mesa eran fogatas... El dueño, la cajera y la camarera están acusados de homicidio culposo, pero hubo dolo eventual. Si la carátula se cambia nadie va a ir preso. No puede ser que su muerte sea en vano”, sostiene.
“Lucía era la luz de mis ojos. Le puse su nombre por la Virgen. Ahora necesito que se haga justicia. Tengo que moverme yo, porque veo que el tema no avanza. No voy a permitir que esto quede en la nada. Este dolor no va a sanar nunca, solo se va a aliviar si hay justicia. Hasta que no vayan presos no voy a descansar en paz”.
A pesar del dolor, Lorena se encargó de recopilar los videos que muestran el sufrimiento de su hija prendida fuego dentro del local y se lamenta porque asegura que nadie intentó ayudarla.
“Pienso qué inconscientes fueron, tanto la mesera como la gente del lugar... Ir con un bidón de alcohol, ¿qué le pasó por la cabeza? Hay videos donde mi hija se está prendiendo fuego y nadie hace nada: se van todos para afuera y ni siquiera le tiran un balde de agua. El matafuegos que había lo usaron para apagar las mesas, porque esa era la preocupación del dueño: que no se incendiara su local. Mi hija estuvo tirada más de 40 minutos en el piso pidiendo ayuda, hay videos de eso. El dueño estaba afuera tomando cerveza y fumando. Mientras el resto de la gente seguía como si nada, los chicos salían y entraban todos quemados. Tuvieron que apagarse el fuego ellos mismos, apoyándose en las paredes. A mi nena se le prendió fuego la cabeza e iba corriendo, tratando de apagarlo, hasta que se tiró al suelo y la gente pasó por arriba de ella. A nadie le importó. Cayó justo en la salida del único lugar que da a la calle... un pasillito”, explica.
“Hubo chicos que estaban en el bar que la quisieron ayudar, igual que sus amigos, pero no los dejaron. Les decían que salieran a la calle. Una señora que pasaba dijo que la vio pegada al vidrio, prendida fuego y gritando. Los amigos pedían agua para tirarle, en el bar les dieron medio vaso y les exigieron su devolución porque era de vidrio... Les pidieron que lo devuelvan porque lo único que les importaba era lo material: la vida de mi hija no les importó. Con todo lo que hay en el expediente, no puede ser que no pase nada”, afirma indignada.
Uno de los amigos de Lucía también tuvo quemaduras muy graves en su cuerpo, pero pudo salir adelante tras haber recibido varios injertos de piel. “Sus amigos quedaron muy mal psicológicamente y no se pueden recuperar después de lo que vivieron. Cualquiera podría haber sido Lucía. Este lugar no podía estar habilitado. Mi hija fue a comer, la prendieron fuego y no pasa nada. El sufrimiento de mi hija no le importó nada: solo le importó su negocio. Cuando fuimos a buscar al dueño a otro de sus locales para pedirle explicaciones, el encargado me dijo “Bien muerta está”, porque le pedíamos que cerraran el negocio. Esa es la impunidad que se maneja”, asegura.
“Con esa media sombra y el fuego en cada mesa podría haber sido otro Cromañón. Ahora todo está en manos de la Justicia. Quiero saber quién es el responsable y que nunca vuelva a pasar una tragedia así”, finaliza llorando.
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