El 2 de marzo de 2019, Carolina Caro, de 34 años, volvía del supermercado cuando vio que sus sobrinos -G. (12), M. (9), L. (8) y M. (6)- corrían hacia ella. Al principio -dice- creyó que habían ido a visitarla, como hacían habitualmente. Pero a medida que los chicos se iban acercando, Carolina notó que en sus rostros había lágrimas. “¡‘Tía andá a ayudar a mi mamá, que papá la prendió fuego’!, gritaban. ‘¡Andá tía, ayúdala!’, me decían. Yo tiré todo lo que tenía en la mano y salí corriendo”, recuerda Carolina y enseguida se le ponen los ojos vidriosos.
Al llegar a la casa de su hermana, que quedaba a pocas cuadras de la suya, Carolina encontró a Vanesa Evangelina Caro, de 38 años, quemándose viva. A su lado, contemplando la escena, estaba el padre de sus cuatro hijos, de quien Vanesa se había separado hacía casi un año, Leonardo Víctor Zeniquel, de 34 años.
“Cuando me vio entrar ni se movió. Me decía: ‘Caro no pasa nada, quedate tranquila. Vane está bien, no tiene nada’”, cuenta. Del episodio fueron testigos sus sobrinos, que lograron salir del domicilio y corrieron en buscar de auxilio.
Tras el intento de femicidio, Vanesa terminó con el 70% de su cuerpo quemado. Estuvo internada dos meses, le hicieron varios injertos de piel y, en mayo, fue trasladada a la casa de su mamá con la idea de continuar con un tratamiento ambulatorio, que no llegó a completar. Falleció el sábado 14 de septiembre de 2019, luego de sufrir dificultades con la traqueotomía que le habían realizado por la gravedad de su cuadro.
Esta semana se cumplieron dos años de aquel fatídico 2 de marzo. En lo que va de 2021, según las estadísticas de la ONG La Casa del Encuentro, se cometieron un total de 50 femicidios en Argentina. Esta cifra significa que una mujer es asesinada cada 30 horas. Como consecuencia de ello, entre el 1 de enero y el 28 de febrero de este año, 62 niños y adolescentes quedaron sin madre.
¿Qué pasa con las familias de las víctimas después del crimen? ¿Cómo se sobreponen a semejante dolor? Con la idea de responder esas y otras preguntas, Carolina recibe a Infobae en su casa de Ingeniero Budge, en Lomas de Zamora. La acompañan su pareja, Matías Ayala (38), y su perro Odín que permanecerán a su lado en todo momento. Durante los 50 minutos de entrevista, la mujer de 34 años hará un esfuerzo por no quebrarse. Cada vez que sus ojos rebalsen pedirá disculpas y se secará las lágrimas con una servilleta y agitará las manos hacia su rostro, como si fueran abanicos.
La voz cantante
Mientras Vanesa estuvo internada, Carolina fue la que se ocupó de encabezar distintas marchas para pedir justicia y de hablar con distintos medios para difundir el caso. Fue también ella quien la acompañó a la comisaría a denunciar a Zeniquel cuando le desfiguró la cara con una muleta, en marzo de 2018. “Esa fue la primera vez que Vane se animó a denunciarlo. Después se vino a vivir a mi casa con los nenes”, recuerda.
Durante los ocho meses que Vanesa estuvo en lo su hermana, su ex pareja se ocupó de hostigarla a pesar de tener una restricción perimetral. “Todos los fines de semana se paraba en la esquina de casa, tiraba piedras y gritaba. Ella salía y le decía que se vaya, que no la moleste, que la deje vivir en paz. Al final, mi hermana decidió alquilarse algo en otro lado porque se sentía culpable de que él atormentara al resto de la familia”, explica Carolina.
Tres meses después, Zeniquel apareció en el domicilio de Vanesa y, tras una discusión, la roció con alcohol y la prendió fuego delante de sus hijos.
“Cuidame los chicos”
Si cierra los ojos, Carolina todavía puede escuchar los gritos de dolor de su hermana Vanesa mientras le hacían las curaciones en el Hospital Gandulfo, donde estuvo internada al principio. “El cuadro era delicado. Nos habían dicho que no llegaba a pasar la noche. Cuando todavía estaba consciente, pidió que me dejaran entrar a la habitación y me dijo: ‘Carito, yo estoy mal. Me van a intubar. Por favor, cuídame los chicos. Que se queden con vos’”.
Los días posteriores -recuerda Carolina- estuvieron llenos de incertidumbre. “Entre mis otras hermanas, mi novio, mi mamá y gente amiga nos turnábamos para cuidar a los chicos e ir a visitar a Vane al hospital. No sabíamos ni dónde estábamos parados. Hicimos marchas, queríamos que el tipo quedara detenido. Todo era un caos”, resume.
Contra todos los pronósticos, después de dos meses, Vanesa comenzó a mostrar signos de mejoría. Tan es así que, con asistencia de una psicóloga y un kinesiólogo, logró escribir una carta donde relató lo que hizo su ex pareja. La versión coincidía con el relato que habían hecho sus cuatros hijos en cámara gesell.
En mayo de 2019, recibió el alta y se instaló la casa de su mamá, Silvia, que vive junto a Carolina. “Las cosas parecían empezar a acomodarse pero, visto a la distancia, era una bomba de tiempo. Por fuera la veíamos bien y fuerte, pero por dentro había quedado destrozada. Le habían hecho una traqueotomía que, cada dos por tres, se le cerraba y no la dejaba respirar. Varias veces tuvimos que salir corriendo de urgencia al hospital”.
En uno de esos episodios, el 14 septiembre, fue que finalmente Vanesa falleció. En ese momento, la fiscal a cargo de la causa Claudia Postiglione, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 2 de Lomas de Zamora, que el 2 marzo de 2019 había imputado a Zeniquel por “lesiones graves en contexto de violencia de género”, recaratuló el expediente como “femicidio” y el hombre fue trasladado a la Unidad Carcelaria N° 1 de Lisandro Olmos. La familia Caro todavía espera el juicio y una condena ejemplar.
Un antes y un después
“Después de un femicidio queda toda una vida y toda una familia destrozada. Te marca para siempre y más cuando hay chicos de por medio que tenían una mamá y un papá y, de pronto, ven como el padre la mata. Es muy duro”, dice Carolina, que decidió hacerse cargo de sus sobrinos.
“Se lo había prometido a Vane y, además, ella me lo había pedido. En un momento se habló de separarlos y que cada uno se fuera con otro de mis hermanos, pero yo no quería eso. Además, Vane los hubiese querido ver siempre juntos a los cuatro. Hablé con mi novio, en ese momento llevábamos seis años juntos y teníamos otros planes, y él me dijo que me iba a ayudar a criarlos, que lo íbamos a hacer entre los dos. Y bueno, así hasta el día de hoy”.
En la casa de Carolina hay varios portarretratos con fotos de Vanesa. En una abraza un tigre de peluche gigante; en otra viste una remera celeste con dibujos de flores y corazones, mira a cámara y sonríe. “Vanesa era una buena madre”, sintetiza su hermana. “Siempre andaba con sus hijos para todos lados. Ellos la recuerdan bien. Se acuerdan cuando cocinaban con ella o cuando miraban películas. A veces, bueno, intentamos hacer eso mismo para tenerla presente. Es difícil”.
Un sueño por cumplir
Desde julio de 2018, en Argentina entró en vigencia la Ley Brisa (N°27452), que otorga una reparación económica a hijos e hijas víctimas de femicidio hasta los 21 años. Gracias a ese dinero, Carolina (que además trabaja de camarera en una clínica de rehabilitación en el barrio porteño de Congreso) puede mantener a sus sobrinos.
Sin embargo, acceder a dicha asignación no le resultó nada fácil. “Me costó. Me la pasaba yendo de la ANSES al juzgado. ‘Que te falta este papel’, ‘Que tenés que traer este otro documento’. Demasiada burocracia que, en estos casos, se tendría que terminar. Debería ser más simple”, sostiene Carolina y se ilusiona con adoptar a sus sobrinos y que lleven el apellido de su hermana.
“De momento yo tengo la guarda de los chicos. El trámite de adopción lo tiene el Juzgado de Familia Nº 12 de Lomas de Zamora. Estoy esperando que me salgan los papeles hace casi dos años”, dice con cierta resignación.
Termina el reportaje y los sobrinos de Carolina, que estaban en la casa de su abuela, se acercan a abrazarla. Un poco más atrás, apoyados sobre la mesa, los portarretratos con las fotos donde está su mamá, Vanesa.
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