“Era todo un personaje, amiguero. Siempre estaba para los amigos y buscaba la manera de hacernos reír y lo lograba. ¿Viste esa gente que te da palmadas en la espalda con sinceridad? Así era él, un motero de ley que también disfrutaba de tomarse de visitar el Café Tortoni o La Biela”. El que lo recuerda en diálogo con Infobae es Jorge Monasterio, creador de la primera revista impresa sobre motos en Argentina y quien conoció a José Luis Carlessi Manzanares cuando tenía 12 años y que, al igual que todos los que lo obtuvieron su amistad, no tardó en quererlo y sentirse hipnotizado por sus anécdotas y la especial manera de contarlas.
Es que el hombre, nacido en el otoño de 1928 en el Hospital Rivadavia y que vivió en el barrio de Villa Crespo, simplemente amaba las motos. Eran su mundo, su pasión y su felicidad hallada pronto: apenas era un niño cuando una foto de un tío montado en una Harley Davidson lo impactó. Su fascinación se completó con las carreras de motos y con el ruido de los motores trabajando en un taller. Ese coctel, con los años, le hizo saber que allí estaba lo que quería y decidió que su vida sería arriba de dos ruedas.
Y así lo hizo hasta los 79 años, pocos meses antes de que un cáncer lo venciera y lo hiciera dar su último suspiro el 5 de agosto de 2007. Dejó amigos en cada rincón de Argentina que confirman lo que siempre aseguraba: “Si tendré amigos en...” y se podía referir a cualquier lugar. “Si ibas con él, a donde fuera, siempre alguien lo saludaba”, recuerda Monasterio, director de Infomotor, la revista mediante la cual propuso que desde 2008, el año siguiente a su deceso, cada 5 de marzo se celebre el Día Nacional del Motociclista para rendirle homenaje al natalicio de aquel hombre querible, solitario y que lo único que le anhelaba era volver a viajar en moto.
La historia de “El Conde” de dos ruedas
“Nací en la Ciudad de Buenos Aires, el 5 de marzo de 1928, en el Hospital Rivadavia, en aquel entonces solía llamárselo así. Imagino la alegría de mis padres; dicen que fue inmensa”, contó José Luis Carlessi Manzanares al periodista Marcelo Otonello durante una entrevista que brindó en 2001 para la revista temática Informoto.
Era hijo de Jovina Manzanares, ama de casa, oriunda de Tapalqué, y de Ángel Carlessi, tenedor de libros para una casa de cambio y que murió cuando José Luis tenía apenas 10 años. “Fue un gran dolor, el cual pude superar luego de un tiempo bastante largo”, confió “El Conde” a Otonello.
Fue en los últimos años que disfrutó de la compañía de su padre cuando comenzó su afición por las motos. “Él solía llevarme los fines de semana de paseo por la Costanera, donde paraban algunas (motos) Royal y muchas Norton, que por entonces traía Agar Cross, enseguida llamaron mi atención”, contó Carlessi, sobrino de Cayetano Manzanares, un recordado motociclista de Tapalqué que manejaba una Harley Davidson modelo 1920.
Verlo sobre esa enorme máquina era un pasatiempo para el pequeño José y con el tiempo esas imágenes “hicieron que me fuera transformando en un motorista en potencia”. Cursó el colegio secundario, a principios de la década del ’40, en el Politécnico Norberto Piñeyro y fue compañero de Vicente Formisano, quien más tarde se transformará en una figura importante del deporte motor. En su adolescencia la pasión motera se exacerbó mientras se ganaba la vida como empleado en un almacén de barrio y en talleres mecánicos. Por esos años comenzó a asistir distintas competencias de motos.
En 1947 trabajó como mecánico en el concesionario de Eduardo Martins, acompañante del mítico Juan Gálvez. Comenzaron a recibir motos inglesas para la venta y se asoció al Club Motociclista Porteño casi al tiempo que un grupo de socios preparaba un viaje a Mar del Plata. “Me invitaron, pero como no tenía moto tuve que viajar como pasajero en una Triumph”, recordó en aquella entrevista de 2001 en la que emocionado relató que “recién en 1952, tras años de ahorro, compré mi primera motocicleta” luego de que en una carrera en Mercedes le prestaran una moto Jawa 250 “para que diera una vueltita”. “Y la verdad -explicó- enseguida nomás me gustó. Días más tarde compré una 250 0Km”.
Con su primera moto en marcha cambió de profesión e inició aquella por la que hasta hoy es recordado: viajante de comercio. Vendía piezas de recambio para usinas térmicas para una empresa ubicada en Perú al 1100, en el barrio porteño de San Telmo. Carlessi combinaba su trabajo semanal, que implicaba recorridos en su Jawa, con fines de semana de excursiones organizadas por el club “como miembro motorizado”. Salían en caravana desde una esquina de la Avenida San Martín con destino a Carmen de Areco y San Antonio de Areco. “Era verdaderamente un rito, porque se manejaba en hilera de uno, a una distancia de entre 30 y 50 metros”, contó.
Para aquellos periplos era uno más o lo fue hasta 1954 cuando el inglés Cobin Hampton, dueño de Casa Devis, lo bautizó como Otto von Carlesich, apodo que a Carlessi le gustaba pero que quiso mejorar. “Entonces, se me prendió la lámpara, y recurriendo a mi ocurrente ingenio me autodenominé Otto von Carlesich, Conde de Jawornovich, miembro del alto comando checoslovaco”. Desde entonces, con su gracia habitual se presentaba como “El Conde”, apodo con el que pasó a la posteridad.
Para la década del ’60, las actividades del club habían mermado y el grupo se separó, por lo que “El Conde” decidió “hacer pradera, tanto en solitario (recorriendo Córdoba, la Mesopotamia y la Patagonia) como junto a mi madre, que desde los 60 y hasta los 85 años viajó conmigo hacia lugares hermosos de la provincia: Tapalqué, Tandil, Azul y un inolvidable viaje a Córdoba”, narró el hombre que seguía recurriendo a sus ahorros para cambiar de motocicletas de mejores motores y más cilindradas.
Pese a llevar una vida solitaria, en esa década se casó con Nilda y tuvo dos hijas, Nilda y María Luisa. “Igualmente la moto no quedó de lado, pues los viajes con amigos volvieron a ser clásicos del fin de semana, casi siempre con destino a Chascomús”, reconoció Carlessi sobre aquel tiempo en que también volvía a ver las carreras de motos, esa vez en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires. Allí cosechó amistades que mantuvo por años, algunas incluso hasta el final de sus días.
Con algunos de esos amigos, ya en las décadas del ’70 y ’80, recorrió distintos lugares del país. Luego abrió su propio taller y volvió a su marca favorita, la Jawa, con la que hizo viajes por el nordeste argentino. A esas excursiones se sumó Noemí, su segunda esposa. Juntos realizaron una larga travesía: recorrieron alrededor de 5.000 kilómetros, uniendo San Rafael, en Mendoza, Bariloche, Neuquén y Bahía Blanca.
Su ultima moto, un poco más chica y menos pesada para su ya cansado cuerpo, fue una Honda CX 500. La compró siendo jubilado mientras continuaba realizando “algunos trabajitos” que lo ayudaban a ganar el dinero necesario para que la máquina siguiera funcionando.
Para 2001, Carlessi con 73 años, expresó su anhelo a la revista que jamás lo olvida y de cuyos miembros era muy amigo: “Lo único que deseo es que Dios me permita seguir disfrutando de mis nietos, ‘vagar por la pradera’ por mucho tiempo más, para seguir en contacto con la linda gente”.
“Era muy buen tipo. Se hacía conocer, no pasaba inadvertido en lugar alguno, ya fuera en Rafaela, en Rosario, en Córdoba, en La Pampa, en Azul... Tampoco pasaba inadvertido cuando recorría con sus ‘evita soldaduras’ los comercios del ramo, visitando amigos con la excusa de la venta. Claro, ya estaba jubilado, y le encantaba que lo reconocieran”, lo recuerda Jorge Monasterio.
Su trabajo y su homenaje
“Los veteranos de la revista lo conocemos desde hace más de 50 años, desde muy chicos. Cuando lo conocí, yo tenía 12 años”, rememora Monasterio y revela cómo fue la elección de la fecha para homenajear a su entrañable amigo. “Fue por el amor que tenía a las motos y por seguir siendo centro de cuanta reunión de dos ruedas que se precie como tal, un día tiramos la idea del Día del Motociclista, por la necesidad de tener también un día nuestro, y se propuso esa fecha. Y recogió el guante del festejo Oscar ‘El Vasco’ Haitzaguerre, de Tapalqué, que era amigo del ‘primo del campo’ de ‘El Conde’”.
El primer festejo del Día del Motociclista en Argentina se realizó el 8 de marzo de 2008 en Tapalqué y poco después esos eventos, que cada año sumaban más gente, se convirtieron en solidarios. ”En 2011 fue a beneficio de las escuelitas rurales. Hubo donaciones de libros, cuadernos, lápices, cosas que necesitaban los chicos. Todos los años se hace con fines benéficos”, asegura.
Cada año sus hijas encabezan la celebración en Tapalqué, el pueblo materno, lugar al que le gustaba llegar con su moto para descansar. Los motociclistas lo hacen con una extensa caravana a la que se unen moteros de distintas ciudades del país, de países limítrofes y también de Suiza, Canadá y Estados Unidos.
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