Era peluquero en Mar del Plata y la inseguridad lo empujó a irse a España: “No te hacés millonario, pero vivís tranquilo”

Ricardo Luengo emigró a Europa en 2014 con su familia después de sufrir nueve robos a mano armada y ser víctima de extorsión. En España consiguió comprar su propio local, construir su casa, ser feliz y hasta sumar medio millón de seguidores en su canal de YouTube

La joven entró a la peluquería de la calle Belgrano, en Mar del Plata, y pidió que le hicieran una tintura. Era una veinteañera, una clienta como tantas, en un día más en la vida del peluquero Ricardo Luengo (en ese entonces 38 años). Pero nada de eso. No sería ni un día más ni una clienta más. La inseguridad ya estaba escribiendo la historia bisagra que culminaría con el traslado de toda una familia hacia el continente europeo.

Una historia de clase media trabajadora

Ricardo Luengo (44) relata desde España: “Soy peluquero desde los 18 años. Nací en Lomas de Zamora, pero viví y nos criamos, con mi hermano, en General Belgrano. Mis padres querían que creciéramos en la tranquilidad de un pueblo o de una ciudad pequeña. Pero mi papá era comerciante y, cuando yo tenía 11 años, nos tuvimos que trasladar a Mar del Plata. Cuando terminé el secundario empecé a estudiar ingeniería y terminé dejando porque me gustaba más la peluquería. ¡Vengo de una familia de peluqueros, mis abuelos ya tenían este oficio! A los 19 puse mi primer local en Mar del Plata, en la avenida Luro al 8400. Me fue bien, me casé y nacieron mis hijos mayores Bruno e Ignacio. El primero cuando yo tenía solo 20 años. Estuve mucho tiempo trabajando en el barrio, pero quería crecer, trabajar con artistas y hacer desfiles de moda. Lograr eso desde un barrio, lejos del centro, no iba a ser posible. Entonces, decidí poner un salón en el centro, en la calle Belgrano. Admiraba mucho a Llongueras y a mi profesor Humberto Mejías, quien peinaba a Mirtha Legrand en las temporadas de verano. De a poco, me fui metiendo en el ambiente del espectáculo. Empecé peinando a Rocío Marengo, en 2009, y también a Carmen Barbieri y a Daniela Cardone. Nos iba muy bien y hacíamos los desfiles Mar del Plata se viste a la moda”.

En el mientras tanto, Ricardo se separó y volvió a formar pareja con Mercedes. En 2014, nació su tercer hijo: Donato. La idea fija que tenía Ricardo era crecer y convertirse en un empresario como Llongueras, generar productos y tener franquicias con su marca. Estaba muy bien encaminado. Hasta que tuvo la mala suerte de toparse con un grupo de delincuentes mafiosos que se dedicaban a montar estafas.

Ricardo Luengo junto a su esposa Mercedes y dos de sus hijos. Viven en Alcobendas, a unos 24 kilómetros de Madrid, donde montaron la peluquería

Asaltos a mano armada y chantaje

Durante sus años de progreso laboral sufrió nueve robos a mano armada en su local. El colmo llegó a finales de 2014. “Un día vino una chica para que le hiciera una tintura. ¡Un par de días después cayeron dos tipos a decirme que a esa chica se le había caído el pelo! No entendía nada. Me pedían una indemnización, un montón de plata. La chica vino, me di cuenta de que todo era mentira y que se había rapado la cabeza, y me amenazó con hacerme juicio. Al día siguiente, aparecieron cinco tipos que me tocaron la puerta y otros cuatro más en una camioneta que me dijeron: ‘Somos de Buenos Aires, recién salimos de la cárcel y queremos la plata’”.

Ricardo asustado les prometió que les pagaría, pero una abogada que consultó le aconsejó denunciar el hecho y no pagar. Le explicó que era un chantaje y que si les daba dinero lo iban a seguir extorsionando. Los hombres no desistieron. Volvieron y lo amenazaron con matar a sus hijos. El susto les quitó el sueño. Fueron cuatro días de terror donde los Luengo no podían pensar con claridad. Tenían programadas unas vacaciones soñadas en Miami y Disney, pero esos sueños quedaron petrificados ante lo que les estaba sucediendo. Hacia el fin del cuarto día, lo decidieron en segundos. Ricardo llamó a su agente de viajes y le encomendó: “Cambiame los pasajes. No nos vamos a Estados Unidos, nos vamos a Madrid... nos vamos a vivir a España”.

Ricardo tenía pasaporte español y su padre ya vivía en Madrid desde 2002, a donde había partido después de la crisis y el corralito. “Junté a los empleados, les ofrecí la peluquería y les dije que me iba por miedo. Tenía tanta ansiedad que estaba muy mal. Sentía opresión en el pecho. Estábamos aterrados. Un amigo médico me quiso dar unas pastillas para que me calmara. Le dije: ‘Nunca fumé, nunca me drogué, nunca tomé pastillas… ¿voy a tener que tomarlas para enfrentar esta situación tan espantosa?’. Era un absurdo. Me di cuenta de que no quería vivir más en este sistema, no quería vivir más en la Argentina. Asaltos a mano armada, chantaje… Era la gota que rebalsó el vaso. No me iba a quedar, ¿qué futuro había para mis hijos? Mi mujer, por su madre, no estaba tan decidida a irse, pero el miedo pudo más. Eso fue lo más duro: decirle a mi suegra que nos íbamos para siempre”, recuerda aún con angustia en su voz.

Una semana después, el sábado 19 de diciembre de 2014, Ricardo y Mercedes subieron a un avión de Iberia con su hijo Donato de ocho meses (hoy tiene 6 años). Atrás quedaban los sueños y las pesadillas. Unos meses más tarde, llegaron a España los hijos de su primer matrimonio: Bruno (hoy, 23 años) e Ignacio (19 años en la actualidad). En España, hace siete meses, nació el menor: Rodrigo.

"Los primeros cinco meses con el local fueron muy duros. Pero, poco a poco, fuimos generando clientela. Nunca pensé en bajar los brazos porque soy muy positivo. Sabíamos que iba a ser duro", reconoció

El capítulo español

Llegaron a Madrid con 10 mil euros. Ricardo no conocía Europa; su mujer había estado una vez visitando familiares en Girona. Esta vez no eran turistas, habían llegado para quedarse. Debían empezar de cero. “Lo primero que sentí, al llegar, fue alivio. ¡Respiré aliviado! El frío pelaba y justo empezó a nevar, pero me sentía libre”, asegura. Se instalaron en un pequeño departamento, que el padre de Ricardo les había alquilado, en un pueblito llamado San Sebastián de los Reyes, a unos 30 kilómetros de Madrid. La nueva vida había comenzado.

Ricardo arrancó trabajando de empleado en una peluquería. Cuidaban mucho los euros, la plata tenía que durar hasta que pudieran despegar económicamente. A los cuatro meses, se dio la primera oportunidad: apareció un local muy accesible. Ricardo se lanzó a la aventura y lo alquiló.

“Los primeros cinco meses con el local fueron muy duros. Pero, poco a poco, fuimos generando clientela. Nunca pensé en bajar los brazos porque soy muy positivo. Sabíamos que iba a ser duro… ¡veníamos a un lugar donde no conocíamos a nadie! De a poquito fuimos sumando clientes. Mi señora hace manicuría, depilación y pedicuría; mi hijo mayor es barbero. Juntos avanzamos”, explica Ricardo. Al principio, apenas teníamos para comer. El alquiler del local eran 1300 euros, a eso había que sumar los servicios e impuestos. El IVA acá se paga sí o sí, sino vas preso”. Pero Ricardo aclara que en España la comida y el crédito son muy accesibles: “Si trabajás y te esforzás, podés vivir bien. No es que te vas a hacer millonario, pero vivís tranquilo”.

Éxito en la web y en la vida cotidiana

“Lo que evolucionamos fue a fuerza de mucho sacrificio. Hoy por hoy nadie se llena de plata. Sacamos un sueldo, no es que nos sobra. Pero la diferencia es que acá hay acceso al crédito. Pasaron los años y me compré primero el local y luego, en el 2020, la casa. Todo con préstamos a treinta años”, resume. Por Europa no han viajado, pero sí por España porque es barato. “Por trabajo, conocí también Gran Bretaña, Italia y Turquía”, cuenta.

El éxito en la web es otro de sus logros. Su canal Ricardo Luengo Pelukeros, en YouTube, supera el medio millón de seguidores: “En el canal muestro todo lo que hago en la peluquería. Empecé jugando y se convirtió en algo serio. Damos cursos totalmente gratuitos y, también, cursos de pago para gente que quiere trabajar con nuestro sistema. Además, en YouTube, cuando tenés cierta cantidad de seguidores y permanencia, el canal se puede monetizar. En el local tengo clientela de todos lados del mundo. No me puedo quejar, logré todo lo que me propuse”. En España, también se casó formalmente con Mercedes y es el país donde nació su último hijo.

En su peluquería propia en Alcobendas, a unos 24 kilómetros de Madrid, un corte pelo cuesta entre 12 y 15 euros, una tintura 20 y los alisados, que son sin formol, entre 150 y 200. Los dos hijos más chicos tuvieron coronavirus a fin del 2020. Eso los hizo cerrar el local justo para las fiestas, cuando más movimiento había. Pasaron confinados Año Nuevo, pero no se quejan. Ricardo y Bruno trabajan hoy ocho horas por día; Mercedes, por ahora, se dedica al bebé.

Dijo que cada vez que pisa suelo argentino vuelve a sentir aquel miedo que lo expulsó: "A mí me iba fenomenal, pero no quise vivir más de esa manera. El sistema te expulsa"

La búsqueda de una sociedad mejor

A la hora de hacer un balance sobre qué ganó y qué perdió con el cambio de país para echar nuevas raíces en Europa, él está convencido de que su decisión fue acertada: “Lo peor es que yo no puedo decir que me fue mal en Argentina. Me iba muy bien, había logrado todos mis objetivos. Pero no soporté más la delincuencia y la inseguridad. En España mucha gente nos abrió las puertas. Nunca me sentí extranjero, nadie me hizo sentir extranjero, ni mal. Aunque no todos los argentinos dicen lo mismo. Eso puede tener que ver con cómo es uno con la gente. A veces, los argentinos creemos que nos las sabemos todas y decimos que acá son cuadrados… Eso no es así. Si sos humilde y no sos arrogante, te tratan bien. Esta es una sociedad donde han evolucionado, la mayoría de la gente que te cruzás ha estudiado. En Argentina, como sociedad, hemos involucionado. Si les contás a los españoles algunas cosas que pasan en nuestro país no lo pueden creer. En la sociedad española hay respeto por las normas. Las reglas se cumplen. Desorejados hay, como en todo el mundo, pero en general se respeta mucho la ley. Si tenés un 80% de la población que cumple con las normas todo funciona; si es al revés, no. La verdad es que en Argentina me sentía sapo de otro pozo porque quería hacer las cosas bien. Acá me siento cómodo al salir a la calle y me gusta que la gente sea civilizada. No salís a una jungla. Nadie se baja de un coche a los golpes. Acá chocan y la gente se baja con el papelito, no a agarrarse a piñas. Si le llegás a pegar a alguien son 600 euros de multa. Una vez me hicieron una multa por mal estacionamiento y me olvidé de pagarla. Cuando llegó la declaración de la renta, que se hace una vez al año, saltó que tenía esta multa impaga. Me cobraron 300 euros más por no haber pagado. No se salva nadie ¡y está bien que sea así! Pero hay algunos argentinos que no se acostumbran a esto. Cuando se quejan, les digo: ‘Lo que pasa es que vos querés vivir como en Argentina’”. Y sigue poniendo ejemplos sobre la importancia de que las reglas se cumplan: “No te puede no importar tu vecino… Si hacés ruido de noche, después de las diez, te multan. No te podés cagar, perdón por la palabra, en los vecinos”.

Los Luengo son felices porque sienten que han ganado una vida mejor, más agradable y sin sobresaltos. Esta tranquilidad obtenida, dice Ricardo, no tiene precio. En la cuenta de lo que perdió va lo emocional: “Extraño mucho los afectos. Por eso me encanta que vengan argentinos a visitarme. Tengo muchos amigos argentinos que me hice acá y, también, tengo amigos españoles. Soy muy amiguero”.

"En Argentina me iba muy bien, había logrado todos mis objetivos. Pero no soporté más la delincuencia y la inseguridad", aseguró Ricardo Luengo

Consejos y redes de contención

Cuando Infobae le pregunta qué les diría a los argentinos que sueñan con emigrar, Ricardo desde su experiencia, aconseja: “Hoy por hoy, les diría que no es el momento. Si tienen todos los papeles y están bien organizados pueden hacerlo... pero cómo está España por la pandemia, les diría que se queden en su lugar esperando un poco a que se resuelva el tema. El mundo está globalizado y los sueldos también están globalizados. Si ganan mil euros, van a gastar mil euros. Una pareja con dos sueldos mínimos vive. Les diría, también, que no vengan con la idea de hacerse millonarios. Tienen que venir pensando en que están eligiendo una forma de vida más tranquila y más civilizada”.

Ricardo y muchos otros argentinos desparramados por el mundo están contactados por una red llamada Argentinos en el Exterior, un proyecto armado por el periodista argentino Nicolás Gómez. Gómez, que reside en España desde hace cinco años y trabaja para Radio Nacional España, ayuda a los argentinos que viven fuera del país, o que pretenden emigrar, generando contenido, entrevistas y brindando información que pudieran necesitar. Cualquiera que esté en esa situación puede contactarse con él por Instagram @argentinosenexterior.

Ricardo Luengo, todos los años, se las rebusca con pasajes baratos para volver de visita a su país. Pero cada vez que pisa suelo argentino vuelve a sentir aquel miedo que lo expulsó. La semilla del temor quedó sembrada como un recordatorio de por qué escogió irse. “A mí me iba fenomenal, pero no quise vivir más de esa manera. No es criticar al país, no me gusta hablar mal de mi país, pero el sistema te expulsa. Yo llegaba a mi casa en Mar del Plata y tenía que dar dos vueltas de manzana para ver si podíamos bajar sin que nos asaltaran. Se bajaba mi mujer, la miraba entrar y después iba a estacionar. Dejaba el auto y corría hasta mi casa. ¿Eso es normal? No. Los asaltos, los chantajes, tampoco. ¡Eso no es normal! No hice nada para merecer lo que me pasó. Solo quería trabajar y tener un futuro para mis hijos. Pero para conseguirlo me tuve que ir”.

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