La recuperación de las islas Malvinas, el 2 de abril de 1982, no fue una decisión impensada o sorpresiva. Como toda decisión política-militar trascendental estuvo sujeta a una serie de considerandos que confluyeron sobre el día que marcó el acontecimiento. A casi cuarenta años del hecho existen varios acontecimientos que dieron pie a la decisión de enviar una fuerza armada a recuperarlas. El primer paso fue remover “por razones de Estado” al presidente de facto general Roberto Eduardo Viola, el 11 de diciembre de 1981, y la designación del general Leopoldo Fortunato Galtieri. El sucesor asumiría el 22 de diciembre con retención del cargo de comandante en jefe del Ejército, poniendo fin al “esquema” de poder largamente debatido entre las Fuerzas Armadas que derivó en la figura del “cuarto hombre”.
Pocos lo dicen pero el desplazamiento de Viola fue el resultado de un acuerdo entre Galtieri y el jefe de la Armada, Jorge Anaya, que se dio alrededor de julio de 1981. Más allá de la notable inquina que Anaya tenía por Viola, el poder castrense mostraba signos de descomposición. El clima era tan irrespirable que la Junta Militar autorizó la salida del país de la ex presidenta constitucional María Estela “Isabel” Martínez de Perón, como una manera de abrir una válvula de escape para aflojar la tensión. El 7 de julio, la agencia UPI trazó un breve panorama de la situación argentina que dio vuelta el mundo: “El fracaso de los cinco años de gobierno militar, entendido como la imposibilidad de que la Argentina crezca económicamente y encuentre un sistema político estable, ha devuelto a Isabel Martínez parte de su prestigio perdido. [...] La situación económica y política del país, signada por una crisis definida como la peor en los últimos 50 años, no parece ser hoy mejor que en 1976, y algunos la definen como peor.” El 9 de julio, tras cinco años, tres meses y ocho días de prisión, la ex mandataria partió a Madrid, España.
El 22 de diciembre de 1981, asumió Galtieri durante una ceremonia que se realizó en el edificio del Congreso de la Nación, con la presencia de sus dos colegas de la Junta Militar, Anaya y el jefe aeronáutico brigadier Basilio Lami Dozo. También en la misma jornada el nuevo mandatario tomo el juramento de estilo a su gabinete de ministros, hecho que marcaba el retorno de Nicanor Costa Méndez a la jefatura del Palacio San Martín.
El mismo 22, manifestando acuerdos previos con el nuevo mandatario, Anaya escribió con su letra diminuta una directiva a su jefe del Estado Mayor poniendo en movimiento la planificación naval para la recuperación de las islas del Atlántico Sur. Entre otras órdenes, el vicealmirante Alberto Gabriel Vigo debía:
“1. MALVINAS
1.1.- El CON (Comandante de Operaciones Navales) presentarme un plan actualizado.
1.2- Enviar personal seleccionado para reconocimiento.
1.3.- Plan después ocupación.
1.3.1. - Efectivos para permanecer en STANLEY.
1.3.2. - Apoyo a dichos efectivos.
1.3.3. – Logística para STANLEY.
1.3.4. – Defensa de STANLEY.”
Tras recibir la directiva, Vigo le envió al vicealmirante Juan José Lombardo, comandante de Operaciones Navales, el documento “Secreto” N° 326/81 con la instrucción de que “deberá elaborar personalmente y entregarme a la mano, el Plan actualizado para la recuperación de Malvinas”. Los diarios del martes 5 de enero de 1982 informaron que los tres comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas se reunirían para analizar entre otras cuestiones, “la recomposición del cuadro de gobernadores” y los nombramientos de algunos embajadores políticos. La reunión se llevó a cabo en el edificio “Libertador”, sede del Ejército, a partir de las 9 de la mañana. En esa reunión se analizó la cuestión Malvinas en el contexto de la política exterior y se concluyó que debía adoptarse una política “agresiva”. Según el informe de la Junta Militar, “en esa reunión el caso Malvinas fue tratado fuera del temario de la Junta Militar” y se decidió encargar un estudio de Estado Mayor “abreviado” con la participación de un representante por cada fuerza armada. También “se conversó que no solamente había que obtener una reestructuración de las negociaciones con GRAN BRETAÑA con miras a la nueva ronda de negociaciones, sino que además se deberían comenzar los estudios para analizar la factibilidad y conveniencia de una ocupación de las islas”.
Como surge de la documentación expuesta, la fecha determinante fue el 5 de enero de 1982. Ese día se consideró dar un paso militar en el caso de no progresar la vía diplomática. La decisión fue tomada con la participaron formal de los tres comandantes en jefe. Sin embargo, la cuestión había sido analizada y planificada por la Armada, primero, y tratada entre Anaya y Galtieri después.
El paso siguiente fueron las instrucciones secretas del canciller Nicanor Costa Méndez a los diplomáticos de la delegación argentina en las reuniones con los británicos, del 25 al 27 de febrero, en Nueva York: “La delegación argentina tendrá permanentemente presente el hecho que es objetivo nacional y permanente de la República, el reconocimiento por parte de Gran Bretaña de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y que por lo tanto es crucial para el desarrollo exitoso del proceso negociador que las tratativas versen de manera esencial sobre dicho tema”.
También la delegación argentina “dejará bien en claro que esa voluntad no puede mantenerse indefinidamente y sin que se concreten progresos sustanciales en la negociación y en su caso transmitirá a la delegación británica que se aproxima un momento de seria crisis en el proceso, precisamente por esa falta de progresos, que puede provocar la quiebra de dicha voluntad política. [...] La delegación argentina tratará durante la reunión de lograr de la contraparte una definición respecto a su voluntad política de negociar seria y profundamente sobre el tema de la soberanía y respecto a la iniciativa argentina adelantada al embajador británico el 27 de enero”. Este día se le entregó al embajador británico en Buenos Aires, Anthony Williams, un ‘Bout de papier’ (un documento sin membrete ni firma) que fuera oportunamente entregado al embajador británico el 27 de enero de 1982, con la propuesta argentina sobre el establecimiento de un nuevo mecanismo de negociación.”
Por último, el punto 5º sostiene que “finalmente. Vuestra Excelencia, informará a su regreso de la misión respecto a lo acontecido en la reunión de dos días en Nueva York, a efectos de determinar el curso de acción a seguir respecto de la cuestión Malvinas.”
La delegación argentina que concurrió a Nueva York estuvo integrada por los embajadores Enrique Juan Ros, Carlos Ortiz de Rozas y Carlos Lucas Blanco. La británica fue presidida por el ministro de Estado, Richard Napier Luce; el embajador británico en Buenos Aires, Anthony y el jefe del Departamento América del Sur, Robert Fearn. Las sesiones formales se realizaron los días 26 y 27 de febrero en las sedes de ambos países ante las Naciones Unidas y dos almuerzos de trabajo. El primero, pagado por los argentinos, fue en el restó “Le Perigord” de la calle 52 y el segundo en “La Cote Basque” de la Tercera Avenida. Las conversaciones demandaron horas y fueron volcadas en un informe secreto de 36 carillas. Los temas reiteraban reuniones de otros tiempos y volverían a tratarse en todas esas horas. Para los argentinos la cuestión de la soberanía de las islas debía ser el corazón del encuentro diplomático.
En un momento (26 de febrero a las 10 horas), Luce dijo que “los deseos de los isleños tiene prioridad absoluta”. Una condición inaceptable para los argentinos, ya que sólo deberían tenerse en cuenta “los intereses” de los isleños. Tal la letra escrita de la resolución 2065 de Naciones Unidas que dio origen a las negociaciones en la década del sesenta (presidencia de Arturo Illia).
ROS: La Argentina no tiene duda alguna sobre sus derechos de soberanía. En el futuro debemos llegar a un “común entendimiento”. [...] Es esencial el elemento del reconocimiento de nuestra soberanía. Debemos tener en cuenta que dicho problema subsistirá mientras no se alcance una solución. En Argentina existe una presión cada vez mayor al respecto.
LUCE: No creo que no nos estemos comprendiendo. Entiendo la sensibilidad especial pero también existe en nuestro Parlamento. Nuestro objetivo común es trabajar hacia la solución.
ORTIZ DE ROZAS: Tenemos una posición básica. La vuestra es diferente…nada debe interpretarse en Buenos Aires que pueda llevar a inferir que se deja de lado la disputa de soberanía.
También se habló de otros puntos contenidos del “bout de papier” presentado por la Argentina un mes atrás, sobre los que la delegación británica presentó dudas: lugar de reunión (de las próximas negociaciones), nivel (de las delegaciones), periodicidad de los encuentros (la Argentina proponía citas mensuales) y el plazo para alcanzar una solución dentro de las negociaciones (un año pretendía la Argentina). Además consideraba muy especialmente la cuestión de “confidencialidad” de los temas tratados. “¿Cuánto les tomará una respuesta?”, preguntó Enrique Ros.
LUCE: Yo volveré a Londres y recomendaré a mi gobierno, al señor secretario de Estado y a mis colegas ministeriales. Nos gustaría hacerlo lo antes posible.
ROS: ¿Cuál es vuestra idea sobre un período de duración de un año?
LUCE: La primera impresión es que si nos fijamos un tiempo preciso podría ser contraproducente.
El viernes 26, a las 16.10, el embajador Enrique Ros dijo: “El canciller Costa Méndez desearía el 1° de abril para su inicio” (de la comisión). Y el ministro Richard Napier Luce respondió: “1° de abril es ‘April Fool’s Day’ (Día de los Inocentes). De todas maneras debo consultar con lord Carrington y a mis colegas. Contestaremos lo antes posible.”
El lunes 1° de marzo las delegaciones emitieron un comunicado conjunto en el que admiten que “las dos partes reafirmaron su decisión de hallar una solución a la disputa de soberanía y consideraron en detalle una propuesta argentina sobre procedimientos para lograr mayores progresos en este sentido”. El embajador Enrique Ros, jefe de la delegación negociadora, informó al canciller Costa Méndez, después de las negociaciones: “La importancia de esta rueda de negociaciones está dada por el hecho de que por primera vez la delegación británica aceptó a su nivel el establecimiento de una Comisión Permanente Negociadora propuesta por nuestro país. [...] Las razones que habrían llevado a los británicos a aceptar el nuevo procedimiento de negociación propuesto se relacionan con el aumento de la presión diplomática argentina, su interés de que el conflicto no se agrave por la interrupción de los contactos entre ambos gobiernos”. Del informe se desprende que Juan Enrique Ros se sentía satisfecho por los avances alcanzados en las reuniones de Nueva York, pero no era esa la sensación que reinaba en la mente de Nicanor Costa Méndez.
El 2 de marzo, el canciller Costa Méndez, después de consultar a la Junta Militar, emitió un comunicado unilateral sosteniendo que se había considerado en Nueva York un sistema de negociaciones y reveló los puntos analizados, a pesar de haberse acordado la confidencialidad de lo tratado, hasta que el embajador Luce informara a su gobierno. El párrafo final del comunicado más que una advertencia era una amenaza: “El nuevo sistema constituye un paso eficaz para la pronta solución de esa disputa (soberanía). Por lo demás, si eso no ocurriera, la Argentina mantiene el derecho de poner término al funcionamiento de ese mecanismo y de elegir libremente el procedimiento que mejor consulte a sus intereses”.
Sin solución a la vista, a las 23 horas del viernes 26 de marzo, la Junta Militar decidió ocupar militarmente las Islas Malvinas. La Memoria de la Junta Militar dirá que “el 26 de marzo se reunió el Comité Militar a las 19.15 horas en el edificio Libertador” y teniendo en cuenta las diferentes circunstancias que se presentaban (y que las enumeró) se tomó “la decisión de ocupar las islas tendría por objeto afirmar y defender la posición argentina en Georgias; impedir que Gran Bretaña militarizara las islas y estableciera un sistema de defensa naval y aéreo de ellas; impedir el esfuerzo de la posición británica en la zona ya que ello incidiría en forma negativa sobre los derechos, estrategia, posiciones y objetivos de la Argentina en el Atlántico Sur y en la Antártica. También activaría la negociación y mejoraría la posición negociadora argentina. La ocupación de las islas no tenía como propósito iniciar una escalada bélica ni dar por terminadas las negociaciones o sustituirse a ellas (…) bien por el contrario, se intentaba conseguir el inicio de una negociación seria y de fondo, no obstante la decisión tomada, y se adoptaron las previsiones para suspender la ocupación de haber signos positivos al respecto. Por lo mismo se enfatizó que la operación debía ser incruenta y que debía prever el mantenimiento de una reducida guarnición en Malvinas una vez realizada la recuperación.”
(…) Se resolvió por lo tanto tomar las medidas para ejecutar la Operación Azul el jueves 01 de abril en horas nocturnas con flexibilización al viernes 02 ó sábado 03 de abril. Al resolverse la entrada en la Fase Preliminar de la Operación Azul, el Comité Militar indicó la posibilidad de suspender la operación y su disposición para hacerlo hasta el miércoles 31 de marzo a las 1800 (Acta Nº 4 “M”/82″).”
La medida se adoptó sin la participación del canciller, pero fue notificado poco más tarde. En su libro de memorias, Costa Méndez también va sostener lo mismo. Pero el canciller no va a contar un detalle no menos importante: el equipo de funcionarios que comandaba (el Grupo Especial Malvinas) no tenía terminadas todas las medidas necesarias para acompañar en el campo diplomático la acción castrense de ocupar las Malvinas. El domingo 28 de marzo va a pedir una postergación del Operativo Azul/Rosario. Tras más de treinta años de silencio, un diplomático de la intimidad del canciller Costa Méndez relató: “Me mando a Campo de Mayo con una carta personal a Galtieri en donde le solicitaba unos días de postergación a la invasión. Me hicieron pasar a su despacho, entregué la carta que leyó adelante mío. Luego de terminar de leer, el Presidente me afirmó ‘dígale al canciller que absolutamente no’, y como si esto fuera poco, me devolvió la carta luego de escribir ‘absolutamente no’”. El embajador Gustavo Figueroa sería más preciso con respecto al memorando de una carilla y media que recibió Galtieri en ese momento, que “contemplaba 3 puntos: 1) Si se estimaba necesario levantar la ocupación, ésta decisión puede aún realizarse; 2) Comunica que la posición de los EE.UU. es poco clara. No hay seguridad de que apoye (juegue bien) con la Argentina; 3) Con los No Alineados, si bien partimos de una situación no favorable, podemos en un corto tiempo recomponerla y lograr su solidaridad en virtud de nuestra lucha antiimperialista”.
Al margen de todos estos acontecimientos, en 2011, el empresario Carlos Bulgheroni, presidente de BRIDAS, me hizo el siguiente relato, que ahora puedo desclasificar: En septiembre de 1981, el almirante (RE) Héctor Vernengo Lima era el oficial más antiguo de la Armada. Había egresado como primero de su promoción con medalla de oro en 1911. El 11 de septiembre de 1981 asumió como comandante en jefe de la Armada el almirante Jorge Isaac Anaya. En la última semana de este mes, Vernengo Lima –ya con 92 años—era el decano de la Armada Argentina. Siguiendo una tradición, un alto oficial de la Armada solicitó ser recibido en su casa para informarlo de algo “trascendental”. Luego de los saludos, el alto oficial le dijo que por expresa instrucción del almirante Jorge Isaac Anaya venía a explicarle los planes de la Fuerza para una “eventual” invasión de las Islas Malvinas. Tras las explicaciones, Vernengo Lima se dio por enterado. Se limitó a escuchar, no dijo nada. El viejo almirante tenía como pariente político a un hombre de empresa tan movedizo como exitoso. Era Carlos Alberto Bulgheroni y el viejo almirante habló con él en la intimidad. El empresario petrolero desconocía el plan, pero el relato le cayó justo en el agujero de su rompecabezas: sabía que había una conspiración contra el presidente Roberto Eduardo Viola. Que la trama se completaba con una “condición” que debía aceptar su sucesor, Leopoldo Fortunato Galtieri, para ser apoyado por la Armada. La exigencia era apoyar la operación militar en las islas. El comandante en jefe del Ejército ya conocía el requisito y, en esa dirección, cuando visitó los Estados Unidos de Norteamérica en agosto de 1981, explicó, planteó, tímidamente los derechos argentinos sobre las Malvinas. Galtieri volvió convencido del apoyo norteamericano porque “los norteamericanos no tienen problema”. En ese viaje, de la mano del Agregado Militar, general Miguel Mallea Gil, llegó a sentarse con Richard Allen, asesor presidencial en cuestiones de Seguridad Nacional. Luego, en noviembre del mismo año, volvió a Washington para asistir a una cumbre de comandantes en jefe de América Latina. En agosto, el inquieto pariente de Vernengo Lima le contó a Viola en la residencia de Olivos que, según su información, había un plan en gestación para desalojarlo del poder. “No puede ser ¿quiénes?” fue la respuesta de Viola, y comenzó a pasar lista en voz alta de los generales de división. Es cierto que él no quería a Galtieri, que hubiera preferido a Vaquero, pero un pedido de Jorge Rafael Videla le dobló el brazo. En septiembre, Bulgheroni logró hablar con Mallea Gil, ya con un panorama completo de la situación: eventual caída de Viola, Galtieri más la “condición” de Malvinas (una obsesión de Anaya).
-¿Te volviste loco? Le dijo a Mallea Gil.
-Galtieri dice que vos estuviste en las reuniones en las que los americanos dieron el visto bueno para una operación Militar en Malvinas.
-No, los americanos no dijeron eso, dijo el Agregado Militar en Washington, Galtieri solo explicó que las Malvinas debían ser argentinas.
En esos días, el empresario volvió a ver a Viola y le pidió que, por favor, tomara en serio lo que le venía relatando. Fue, esta vez, más preciso: “a finales de octubre lo van a querer sacar y mi preocupación es que no se va a poder parar el plan de Malvinas”. Finalmente, Viola no cayó en octubre sino en noviembre aunque oficialmente se lo depuso en diciembre y el 22 asumió Galtieri como presidente de la Nación. La misma “condición” que se le exigió a Galtieri en secreto se le impuso a Nicanor Costa Méndez.
Bulgheroni habría de hablar con Galtieri sobre la cuestión. Fue el sábado 27 de marzo de 1982 cuando los dados ya estaban en el aire. Nunca olvidará que fue uno de los tantos asistentes a la fiesta de casamiento de un hijo del brigadier Lami Dozo que se realizó cerca de Ezeiza. Durante un momento se formó una rueda en la que estaban Leopoldo Galtieri, el brigadier José Miret, Nicanor Costa Méndez y un diplomático cercano al canciller del que prefiere olvidarse y se desarrollo un diálogo para la historia:
-Con esta última carta que acabo de entregar al Reino Unido seguro que hay guerra, palabras más, palabras menos, es lo que dijo el canciller.
-Galtieri, ¿usted se da cuenta lo que puede pasar? Fue la pregunta angustiada de Carlos Bulgheroni, siempre bien informado.
-Galtieri: ¿Vos siempre llevando la contra?
-Respuesta: No es llevar la contra, estoy pidiendo que reflexionen lo que van a hacer.
Cuando todo terminó, cuando el Proceso de Reorganización Nacional se hallaba en el fango, cuando los integrantes de las primeras juntas militares se encontraban detenidos, el testigo de todo esto fue a visitar a Roberto Eduardo Viola. En ese encuentro, el jefe militar le recordó sus advertencias y le planteó “la condición” que fue coadyuvante para su derrocamiento. “Usted tenía razón”, le dijo. Ya era tarde.
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