Entre gobiernos democráticos, golpes y nuevos próceres: cómo contaron la historia argentina los libros escolares durante el Siglo XX

Los textos escolares mantuvieron -con matices- los relatos míticos de la Revolución de Mayo y de otros hitos históricos. Sin embargo, cada gobierno les imprimió el sesgo que les convenía, eliminado palabras, ensalzando u ocultando próceres e, incluso, incorporando algunos “nuevos”

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Libro de lectura escolar durante
Libro de lectura escolar durante el gobierno de Perón

Si hay un lugar donde los profundos cambios políticos, económicos y sociales vividos -y sufridos- por el país durante el Siglo XX no parecen haber dejado casi huella es en las narraciones de la historia argentina -y más precisamente de la Revolución de Mayo- que habitan los textos escolares. Son de un bronce casi tan inalterable como el de los monumentos que recuerdan a quienes la historiografía cifra como sus protagonistas.

“El día 25, desde temprano y a pesar de la lluvia y el frío, el pueblo se reunió en la Plaza Mayor, hoy de Mayo, para imponer al Cabildo su voluntad con su presencia. Grupos numerosos llevando en el brazo un lazo de cintas celestes y blancas, dirigidos por French y Berutti, llegaron hasta las puertas del salón de sesiones y, dando fuertes golpes, decían a gritos: el pueblo quiere saber de qué se trata. El Cabildo hubo de atenderlos y formar nueva junta conforme al pedido que le hacían. El pueblo, que se encontraba en la plaza, aclamó los nombres de los elegidos, que desde ese instante constituyeron el primer gobierno patrio que tuvo esta República, como verdaderos representantes del pueblo”, relataba en 1910 J. Mariano Errotaberrea en sus Lecciones de Historia Nacional.

En los libros de texto,
En los libros de texto, la historia es de bronce

Más de ochenta años después, en su edición de 1992, el inefable Manual Estrada repite la historia, agregando apenas una pincelada de contexto: “Los criollos entendieron que estando destronado el rey de España, el virrey había perdido su autoridad y que el pueblo, sede de la soberanía, podía darse su propio gobierno. Con este pensamiento, un grupo de esclarecidos patriotas, en la agitada mañana del 25 de mayo de 1810 declaró caduco el mandato del virrey Cisneros y constituyó el primer gobierno patrio. Este acontecimiento se conoce en la historia con el nombre de Revolución de Mayo y señala el nacimiento de nuestra nación”.

La historia de la Organización Nacional

Igual que la Revolución de Mayo, esta forma de contar su historia tiene una fecha de nacimiento: data de la década de los ’80 del siglo XIX, cuando la Ley de Educación Común -la 1.420, impulsada por Domingo Sarmiento y sancionada por el presidente Julio A. Roca- incluyó la enseñanza de la historia patria en la escuela.

Pero se trataba de contarla de una manera precisa: “Había que estudiar el mito elaborado por la oligarquía argentina, constituido por los próceres y que conformaba una Historia de Bronce”, señala Adriana Puiggrós.

Se trata de un relato canónico apoyado en una serie de elementos que permanecerá inalterada: la Plaza, el Cabildo, el pueblo, los patriotas esclarecidos, el primer gobierno patrio (armónico: las disidencias entre Saavedra y Moreno se deben sólo a la prudencia del primero que contrasta con la juventud del segundo), el nacimiento de la Patria. Y que se desarrolla en un período acotado de tiempo: desde las invasiones inglesas como antecedente heroico que permite tomar a los criollos conciencia de sus propias fuerzas hasta el 25 de mayo de 1810 en su versión más amplia, o restringido al día a día de la famosa Semana de Mayo, una suerte de Semana Santa menos angustiante que la cristiana con que se machacará la cabecita de millones de escolares durante más de un siglo.

Día de la bandera
Día de la bandera

La Revolución mítica

Como todo mito, ese relato de la Revolución de Mayo (y, más ampliamente, el relato de toda la historia fundacional de la Argentina) requiere ser actuado en una serie de ritos: “El calendario de celebraciones cívicas va a incorporar progresivamente, además de las fechas tradicionales, los homenajes a los hombres célebres (que en ese relato se les llama próceres) y una normativa para el uso de los emblemas, todo esto en el marco de reglamentaciones sobre su uso. Esa nueva simbología que se hace presente en las celebraciones oficiales del 25 de mayo se articula con el relato histórico incorporado en ese mismo período en las escuelas, sobre el origen del estado (la patria), los nombres de los próceres, y los emblemas oficiales”, explica la investigadora Martha Amuchástegui.

Afros y mulatos ninguneados

Las ilustraciones de textos escolares mostraban mujeres africanas vendiendo empanadas o lavando ropa en el Río de la Plata. Imágenes bucólicas que evitaban la negra realidad.

En su famosa “Historia Argentina” para tercer año del secundario, José Ibáñez sostiene esa descripción bucólica de los esclavos y su situación: “Los esclavos carecían de derecho y tenían a su cargo las tareas más pesadas. Resignados con su destino, sometían su existencia a la voluntad de sus patronos. En el Río de la Plata recibieron un trato humanitario e integraron el núcleo familiar”, escribe.

El historiador Ezequiel Adamovsky brinda datos precisos sobre Buenos Aires como puerto de esclavos y con una elevada población proveniente de costas africanas. Entre 1850 y 1640, los 25 mil esclavos llegados a este puerto fueron destinados a Chile, Alto Perú y Tucumán.

Libros escolares del siglo XX
Libros escolares del siglo XX

En la propia Buenos Aires “donde no había otra fuente de mano de obra”, los esclavos eran destinados a labores urbanas, chacras, estancias y servicio doméstico. Entre 1680 y 1777 (un año después de la creación del Virreinato del Río de la Plata) ingresaron 40 mil y al menos –atención- otros 70 mil entre 1977 y 1812. Es decir, creció el tráfico de esclavos de manera exponencial cuando se creó el virreinato y en los dos años posteriores a la revolución. Adamovsky, en Historia de la Argentina – Biografía de un País (Ed. Crítica, 2020) añade que buena parte de ellos llegaban “como contrabando”.

Estos datos ayudan a pensar por qué en la Asamblea del año XIII un sector de los revolucionarios se plantó con establecer “la libertad de vientres”. Es decir, los esclavos seguían siendo esclavos, sus hijos no. El fin de la esclavitud llegó a estas latitudes recién 40 años después, cuando la mayoría de aquellos esclavos estaban muertos o ya “no servían” para trabajar.

Párrafo aparte merece la posibilidad que tenían los esclavos de lograr ventajas cívicas al sumarse a filas en el regimiento de Pardos y Morenos. Tenía que ser José de San Martín quien modificó ese sistema de castas al incorporar soldados de cualquier raza o color al regimiento de Granaderos a Caballo y continuar con ese criterio a lo largo de todas sus campañas.

Historia para imprimir identidad

Más allá de los mitos de origen -pero que marca a fuego todas las culturas- la Argentina se forjó con esa matriz al menos en el primer siglo después de los acontecimientos de mayo de 1810.

Sin embargo, al llegar el Centenario, las sucesivas oleadas inmigratorias amenazaban con desdibujar aquella primigenia identidad nacional que adjudicaba la ruptura con el reino de España a “los próceres”.

Los textos escolares, sumados a los símbolos patrios, el servicio militar obligatorio y sus correspondientes rituales imprimieron en los hijos de los recién llegados un sentido de identidad nacional, mientras los aparatos del Estado se ocupaban de disciplinar a sus padres. Por caso, la ley de Residencia (1902) se había anticipado a discriminar quiénes podían poblar estas tierras: la norma estableció que fueran expulsados aquellos “cuya conducta comprometiera la seguridad nacional o perturbara el orden público”.

Un libro escolar de la
Un libro escolar de la época de Perón

Adriana Puiggrós explica que la identidad nacional “se enfatizó, pero por el borramiento, por la negación de la identidad de los inmigrantes, así como de las identidades populares, para imponer la identidad de sectores de clase muy alta”.

Los mitos fundacionales se poblaron de nuevos sentidos, más o menos acomodados a las necesidades del poder político de turno. “A partir de los 30, el termino patriotismo comienza a identificarse con nacionalismo en contenidos, tras los que se observa una intención de llenar de contenido ‘nacional’ la política de control ideológico. El comunismo, el anarquismo, no ya la heterogeneidad cultural ni de lenguas, son los fantasmas que amenazan la identidad nacional (...). Este énfasis nacionalista impregna la predica oficial y se evidencia en el control normativo sobre los emblemas (reglamentación de la versión oficial del Himno, la creación del Día de la Escarapela y del Día de la bandera en 1938)”, dice Amuchástegui.

Los próceres en los gobiernos de Perón

En la primera y segunda presidencias peronistas, el relato de la Revolución de Mayo fue perdiendo espacio en los textos escolares frente a otras fechas que resultaban más funcionales al discurso gubernamental.

Un ejemplo elocuente es el libro de lectura de cuarto grado La Argentina de Perón (Editorial Lasserre, 1952), de Ángela C. de Palacio, donde no hay una sola página dedicada al 25 de mayo.

Centrado en exaltar los logros del gobierno y las personalidades de Perón y Evita, el libro de Palacio se posaba en tres fechas: el Día de la Bandera (en conmemoración a la muerte de Manuel Belgrano, ocurrida el 20 de junio de 1820), el de la Independencia (9 de julio de 1816) y en la marcha popular a la Plaza de Mayo para liberar a Perón (el 17 de octubre de 1945).

El libro de lectura durante
El libro de lectura durante la época del peronismo donde se menciona el pago de la deuda externa

Para el día de la bandera, en otro libro de lectura - “Evita”, de Graciela Albornoz de Videla, se refuerza la identificación entre los patriotas de Mayo y el líder justicialista. Bajo el título de “Manuel Belgrano puede leerse: “Yo admiro y venero al General Manuel Belgrano, creador de la bandera de la Patria”, y debajo en la misma página: “El General Perón en el momento de izar la Enseña Nacional, en la Plaza de Mayo al iniciarse los festejos del Día de la Bandera”. Las imágenes de Belgrano y Perón ilustran la breve lectura.

A su vez, el 9 de julio, en tanto fecha de la declaración de la independencia política, resultaba funcional a la Declaración de la Independencia Económica, proclamada por Perón en la histórica Casa de Tucumán el 9 de julio de 1947.

libro de lectura Evita primer
libro de lectura Evita primer grado 1953 6

Para reforzar la idea, a continuación de la lectura se reproducían las “copias facsimilares de la Independencia política (1816) y del Preámbulo de la Declaración de la Independencia Económica (1947)”.

El libro de lectura “Evita” aborda así el tema de la deuda argentina: “Debe ser muy triste deber y no poder pagar. Todos deben cumplir con sus acreedores (…) La República Argentina hace muchos años debía mucho dinero a muchas naciones. El General Perón fue el primer Presidente Argentino que pagó todo lo que se debía”.

libro de lectura Evita primer
libro de lectura Evita primer grado 1953 3

El retorno del bronce

Tras el derrocamiento de Perón, el 19 de septiembre de 1955 –mediante un violento golpe militar- el relato canónico de Mayo retornó en todo su esplendor a los textos escolares y así continuó reproduciéndose, a excepción de unos pocos y tibios intentos de introducirle un contexto en la década de los ’60 y principios de los ’70.

A su vez, el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu no solo prohibió los símbolos peronistas (decreto 4161/56), encarceló y fusiló opositores, sino que también borró de la currícula escolar todos los textos utilizados en la década peronista.

Pero dos décadas después todo sería exorbitante en materia educativa y, desde ya, en los otros campos de la vida argentina. Como ejemplo por demás elocuente, después del golpe de 1976, la palabra “revolución” desaparecerá sintomáticamente de los textos escolares alusivos al 25 de mayo, casi siempre se la reemplazará por “gesta”.

La escuela post dictadura tampoco tocará el núcleo mítico del relato de Mayo, aunque incluirá algunos antecedentes y pondrá mayor énfasis en el contexto que llevó a la formación de la Primera Junta.

Zamba con Belgrano
Zamba con Belgrano

Kirchnerismo y después

Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, ese broncíneo relato de la historia fue puesto en cuestión, fundamentalmente a partir de una lectura más política de los acontecimientos, promovida por las autoridades y con la participación activa de muchos docentes.

El uso de la televisión –a través de los canales Encuentro y Paka Paka- contribuyó a difundir estas otras miradas. Quizás, el personaje más emblemático lo constituyó la saga histórica de Zamba, el personaje de ficción que interpela la visión de las corrientes historiográficas conservadoras y liberales, promoviendo relatos asociados con la identidad latinoamericana, la de los pueblos originarios y, sobre todo, siendo controversial con las versiones canónicas de la historiografía vernácula.

Zamba era un chico de ocho años, nacido en la localidad de Clorinda, Formosa. Quizá una de las aristas más frágiles de este personaje tan atrapante haya sido el no abordar la propia realidad de su provincia de origen: Formosa tiene –junto con Corrientes- la tasa de mortalidad infantil más alta del país y sus comunidades originarias sufren la persecución de las autoridades provinciales, por mencionar dos temas sensibles.

En 2005, la Secretaría de Cultura de la Nación convocó a alumnos de todas las escuelas del país a que opinaran sobre el 25 de mayo de 1810.

El núcleo de las respuestas podría sintetizarse así: la patria fue creada - sin conflicto social, de manera armónica - gracias a los próceres, acompañados por el pueblo. Tanto la patria como los próceres merecen nuestro tributo.

Macri también adoctrina

En cuanto al macrismo quizá lo central no haya sido las controversiales incursiones en los “contenidos ideológicos” que le asignaban a textos y documentales surgidos entre 2003 y 2015. La incapacidad de Mauricio Macri de asumir las armonías y los conflictos en la Argentina se resuman en la necesidad de tener animalitos en los billetes. Sin embargo, mucho más delicado fue el desfinanciamiento educativo, la subejecución deliberada de las partidas presupuestarias y el destrato a los docentes y profesores.

En ese contexto, el gobierno de Cambiemos no dejó de adoctrinar. Por ejemplo, en el manual de Ciencias Sociales de sexto grado, donde al referirse a la llegada de Mauricio Macri a la presidencia, se refiere al cambio de humor social por el “Caso Nisman”, que “generó masivas protestas y la oposición ganó la calle”. El texto, está ilustrado con una foto de Macri con la banda presidencial y un epígrafe que dice: “Uno de los eslóganes que se convirtieron en una fuerza para el cambio fue el ‘sí, se puede’, que repetían los miembros del frente Cambiemos y sus simpatizantes”.

Un libro escolar argentino
Un libro escolar argentino

Repensar la educación y la historia

El mito de Mayo sigue habitando, feliz, en el relato escolar de la historia argentina. Quienes deben elaborar contenidos educativos y formas de impartir esos contenidos parecen desconocer que tapar los conflictos, querer mostrar una parte y no abrir las miradas a un pasado complejo y difícil de encasillar, no hace más que confundir a los alumnos y a los propios profesores. Cuando de lo que se trata con los aparatos pedagógicos es que colaboren en la formación de identidades. En plural, porque una de las claves en estos debates, es que intentar uniformar a los estudiantes es una manera de intoxicar a las sociedades.

En 1882, el gobierno de Roca llamó a un Congreso Pedagógico donde no faltaron los temas de debate. Desde ya, en aquel momento las claves del debate eran otras. Raúl Alfonsín tuvo la peregrina idea de convocar a un segundo Congreso Pedagógico. Suele decirse que segundas partes nunca fueron buenas. En este caso, fueron imposibles: las presiones clericales y conservadoras ahogaron a la criatura antes de nacer.

Siempre hay tiempo para un tercer intento. De lo contrario, una vez más conviene refugiarse en Borges cuando dijo que los argentinos tenemos un gran pasado por delante. Desde ya, vale aclarar que don Jorge Luis era un furibundo antiperonista y su punzante frase estaba dirigida a los peronistas. Hoy, esa frase puede leerse desde cualquier ángulo político o ideológico.

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