Son muchas las canciones que hablan de sexo, de sus prácticas. Que cuentan historias de affaires prohibidas, de noches repletas de lujuria, de encuentros secretos. Es una de los grandes temas de la música moderna. Pero hay una especie de sub género que es el de los temas con sonidos sexuales. En los que a la música y a la letra, los acompañan jadeos, respiraciones quebradas, gemidos. Y orgasmos, fingidos o reales. Y la grabación de esas canciones muchas veces genera grandes historias o, al menos, leyendas que merecen ser contadas. Los que siguen son algunos (pocos) ejemplos de ellos.
Hace 45 años la Música Disco llegaba para quedarse durante un buen tiempo y poner nerviosos a los rockeros. Fue casi un lustro de dominio de charts y de las pistas. El baile lo era todo. Terminó con tomatazos en la tapa de las revistas, rotura masiva de discos y desprestigio para quienes habían transitado el género. La reivindicación tardó varias décadas. Pero mientras duró fue muy divertido.
Uno de los primeros grandes éxitos globales fue un tema que llegó a tener casi 20 minutos y 23 orgasmos. Love to love you baby no estaba destinado a ser un suceso. Y mucho menos la plataforma de lanzamiento de dos de las personas que definieron el género. Donna Summer y su voz (y su actitud), y Giorgio Moroder con su producción futurista, el hombre de las neuronas danzarinas.
Donna había grabado algunos simples y actuaba en obras musicales en Alemania y Austria. Estaba lejos de ser una figura mundial. Cuando esta mujer nacida en Boston entró al estudio, estaba casada con un actor austríaco y tenía una hija de tres años. Su estilo era grandilocuente, imitaba a las divas de Broadway. Nunca pensó que esa sesión rutinaria le iba a cambiar la vida. Los productores Moroder y Pete Bellotte cortaron rápido el tema y lo hicieron circular entre los Djs europeos. Lo de siempre. La canción se pasaba en las discos y nadie sabía quién cantaba ni quién la había escrito. Pero con este tema pasó algo diferente.
El dueño de la compañía discográfica, Casablanca Records, quedó prendado de esta canción. En sus fiestas (muy habituales) pasaba el disco todo el tiempo. Apenas terminaba, volvía la púa al principio. Era una actividad algo desgastante. Para no tener que hacerlo le pidió a los productores que volvieran a entrar al estudio y lo extendieran. Debía durar lo mismo que una cara de un LP. Bellotte, Moroder y Donna Summer regresaron y la canción pasó a tener más de veinte minutos y 23 orgasmos. Una especie de orgía disco. El título incorporó, en este proceso, una palabra que haría todo más sugerente: el Baby final. Ahora era Love to Love You Baby.
Cuando la canción se convirtió en un hit global y disparó la carrera de Donna Summer hasta convertirla en la Reina de la Música Disco, todos se preguntaban cómo había hecho Donna. Y no se referían a su vocalización. En cada entrevista le preguntaban por sus gemidos y jadeos. Querían saber si había tenido sexo con alguien en el estudio o si se había masturbado. Ella, con picardía, respondía que se había tocado: que mientras cantaba con su mano derecha acaricia su rodilla, era un tic que tenía.
Lo cierto es que el día en que debían registrar la canción, el estudio estaba lleno de gente. Luego de dos tomas, ella se dio cuenta que no iba a poder hacerlo. Se sentía incómoda, ridícula y expuesta. Los sonidos sexuales le salían torpes, sin gracia. Giorgio Moroder desalojó el estudio. Pero aún así seguía sin funcionar. Apagaron las luces y la cosa iba mejorando. A Bellotte se le ocurrió prender velas y algún sahumerio para darle clima al estudio pero Donna continuaba algo tensa, no lograba soltarse. Hasta que se le ocurrió acostarse en el piso. Los productores acomodaron los micrófonos, volvieron a apagar las luces y salieron del estudio. En ese momento todo fluyó. Con los ojos cerrados, olvidando a la cantante de comedias musicales que vocalizaba fuerte, casi a los gritos, Donna Summer grabó Love to Love You Baby. Los expertos contaron 23 orgasmos (fingidos) a lo largo del tema. Un récord de clímax para una canción. Donna Summer empezaba a reinar.
Casi tres décadas después, Beyoncé la homenajeó. En Naughty Girl utilizó el tema de Summer. Hay respiraciones fuertes y entrecortadas, jadeos y el Love to Love You Baby escuchado de fondo, persistente, en toda la canción.
Cuando entraron a aquel estudio alemán, Moroder y Bellotte no sólo tenían un sonido en la cabeza. Querían remedar la atmósfera profundamente sexual de un tema que había sido hit unos años antes. Una canción orgásmica, que levantaba la temperatura de cualquier lugar en que sonara: Je T’aime... moi non plus de Sege Gainsbourg y Jane Birkin.
Gainsbourg había compuesto y grabado el tema en 1967. Su compañera había sido Brigitte Bardot, el mayor sex symbol de su tiempo (y tal vez de todos las épocas). La canción rebosa transpiración y sexo. Pero eso que para algunos puede ser una virtud, para otros es un problema grave. Por ejemplo, para Gunther Sachs, multimillonario marido en ese entonces de Bardot, que prohibió la difusión del tema (una confesión a los gritos de infidelidad) bajo el castigo de retirarle de por vida toda asistencia económica a la actriz.
Dos años después, Gainsbourg tuvo una nueva posibilidad de desempolvar la canción. Conoció a la actriz Jane Birkin, 18 años más joven que él en el set de la película Slogan. Ella poseía una belleza arrobadora y venía de filmar Blow Up.
La pareja se encerró en una diminuta cabina de grabación para cantar el tema. Se abrazaron y fijaron la pista vocal más caliente de la historia.
Con el tiempo, Jane Birkin contó que en medio de la grabación Serge se alejó de ella, la soltó y comenzó a dirigir sus entradas con leves movimientos de las manos como un director de orquesta. Esta declaración dinamitó fantasías, leyendas y versiones sobre lo que había ocurrido en esa estrecha cabina de grabación. Gainsbourg, una vez pasada la polémica, dijo: “Por supuesto que no hubo sexo en el estudio. De haberlo habido en vez de un simple, hubiera sido un disco doble”.
Je T’aime... moi non plus llegó a la cima de los charts de Inglaterra y de muchos otros países. Una canción caliente que disparaba las fantasías de los oyentes y que lo enloquecía con esos gruñidos, voces sugerentes, versos lúbricos (El amor físico es un callejón sin salida/ Voy y vengo/ Entre tus riñones/ Voy y vengo/ Te espero) y los gemidos finales de Jane Birkin. Para crear algo más de expectativa, en la portada de los simples aparecía la leyenda: Prohibido para menores de 21 años. En muchos países, la canción no fue resistida y la censura hizo su aparición.
Fleetwood Mac tiene una historia de tórridos amores internos, infidelidades cruzadas y escándalos sexuales. La grabación de Tusk en los años setenta con las dos parejas rompiéndose John y Christine McVie, Stevie Nicks y Lindsey Buckingham, sumada a la relación paralela entre Stevie y Mick Fleetwood, fueron el paisaje para las sesiones más turbulentas de la historia del pop y para un disco que en medio del caos logró transformarse en un obra maestra. Fleetwood Mac alcanzó el estrellato pero las tensiones terminaron por detonar el grupo. A mediados de los ochenta se volvieron a reunir: demasiados viejos éxitos todavía vivos como para desperdiciarlos. Pero también grabaron material nuevo. Tango in the Night no llegó a tener la estatura de sus trabajos anteriores pero es un disco más que digno. Everywhere, Seven Wonders y Little Lies están ahí para atestiguarlo. También Big Love, el primer corte.
La canción, compuesta por Lindsey Buckingham, estaba destinada a integrar el tercer álbum solista del músico. Pero la ofreció al grupo para esa nueva reunión. La segunda mitad del tema es una contienda de gemidos y jadeos. Uh Ah, Uh Ah. Un hombre y una mujer. La intensidad va aumentando. El clima toma altísima temperatura hasta que se produce el estallido a dúo. Muchos creyeron que la canción significaba un reencuentro entre Lindsey y Stevie que se habían separado en pésimos términos en la época de Tusk. Nada de eso. Una vez más la imaginación del público fue más frondosa que la realidad. Aunque sorprenda, ambas voces están hechas por Buckingham.
Prince fue un experto en calentar sus canciones. Desde la temática, la actitud escénica, la música y el juego de respiraciones agitadas y gemidos. Get Off, Cream, Come, Head. Relaciones, masturbaciones, felaciones, el sexo siempre estuvo presente en sus creaciones. Debe ser la estrella con mayor cantidad de canciones lúbricas. El tema final de su álbum Come brinda lo que su título promete. Orgasm es breve. Hay ruido de olas rompiendo, la voz sensual de Prince incitando a una mujer a acabar, alguna guitarra distorsionada que se apaga para que sólo quede esta chica alcanzando un orgasmo estruendoso. En el booklet del CD, Prince la agradece a la mujer que llama “She Knows” (Ella Sabe). Los fanáticos del de Minneapolis están convencidos que la chica del tema no estaba fingiendo y que Prince grabó la relación para poder usarla en su CD.
El otro ícono pop de los ochenta (y de las décadas posteriores) que siempre tuvo una relación desprejuiciada con el sexo fue Madonna. Provocadora y desafiante, no tuvo problema en hacer papeles cinematográficos con varias escenas eróticas, editar un libro con sus desnudos o realizar coreografías más que sugerentes. Naturalmente tiene su festival de gemidos grabados: Justify my Love.
Britney Spears, otra que reinó en el pop, y gustó de la controversia hasta que las tormentas personales, familiares y mediáticas la destrozaron, tuvo su certamen de respiraciones agitadas, percusivas, en I’m a Slave 4 You.
Rocket Queen de Guns & Roses esconde una buena historia. En la mitad del tema que cierra el disco con el que la banda se dio a conocer al mundo, aparecen unos gemidos femeninos que van ganando en intensidad. Cuando llegan a su pico se mezclan con un torbellino de guitarras y la demoledora batería de Steve Adler, uno de los baluartes de la canción.
La historia detrás de esos gemidos se conoció con el tiempo. Adriana Smith tenía 19 años y era novia del baterista de la banda. Pero en una interrupción de la grabación, la chica intercambió palabras (y fluidos) con Axl Rose. Los dos, tapados de sustancias y ahogados de alcohol, habrían creído que los refugiaba la oscuridad de la sala de grabación. El ingeniero de sonido tomó registro de la actividad sexual. Y un fragmento de eso es lo que se escucha en el tema. Adriana confirmó hace unos años la historia (no sabemos ya si porque era cierta o porque prefirió habitar la leyenda): “Lo hice por la banda y por una botella de Jack Daniels”, sostuvo. Tampoco se conoce si la energía con la que Adler acomete sus parches está relacionada con que estuviera enterado del affaire entre su novia y su amigo. Otra versión indica que la grabación del sexo estuvo planificada y que duró alrededor de media hora. Que Axl y Slash querían sonidos orgásmicos en media de su canción y no querían que fueran fingidos. Hasta se dice que en medio de la sesión, uno de los ingenieros de sonido entré al estudio para acomodar mejor los micrófonos.
La Rocket Queen que inspiró la letra, sin embargo, fue otro chica. Barbi von Greef tenía 18 años y era protagonista de la escena underground de Hollywood y fascinaba a Axl Rose, que le dedicó esta furiosa canción de amor.
En Double Fantasy, el último disco de John Lennon, lanzado pocas semanas antes de su asesinato, las canciones se alternan, a uno de John le sigue una de Yoko. La primera de ella fue un módico éxito. Siempre experimental, adelantada a sus días, Kiss Kiss Kiss es un tema incómodo pero pegadizo que figuraba en la cara B del primer single.
La canción finalizaba con un estridente orgasmo de ella. La grabación de esa sección del tema adquirió ribetes legendarios. En algunas de las entrevistas les preguntaron cómo lo hicieron ante la ola de rumores que sostenían que era fruto del registro de un acto sexual de la pareja o de una práctica masturbatoria de Yoko. John con su picardía habitual para responder las consultas contó que nadie sabía bien qué había sucedido ya que vaciaron el estudio y pusieron un biombo entre la cabina de grabación y la sala. Sólo quedaron él y el productor quienes nada más podían escuchar a Yoko, oculta detrás del biombo. Ella, por el contrario, decía que sólo se trató de una actuación, que para eso era una artista.
A fines de la década del 80, el DJ norteamericano Lil Louis tuvo un tremendo hit dance con un largo tema de casi diez minutos. Se llamó French Kiss. La primera mitad eran bases electrónicas, la cadencia típica del tecno. Pero en un momento se deja escuchar una mujer jadeante. Con sus gemidos, la base va cambiando, se acomoda al ritmo de la mujer jadeante. Se acelera, se ralentiza, entra en una meseta. la base se agita y la respiración ahogada femenina gana protagonismo y ya domina el tema hasta que alcanza el orgasmo.
En la música argentina el pionero puede haber sido Alejandro Lerner con Transitoriamente. Un tema que en los albores de la democracia (y cuando a Lerner todavía se lo ponía dentro del Rock Nacional) describe un albergue transitorio. Espejos, colchones, olores y “el serrucho percusivo de la pareja de al lado”. Detrás de esa línea llegan tres gemidos algo sobreactuados.
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