Eran españoles, habían nacido y vivido en pueblos separados por escasos veinte kilómetros, pero se conocieron del otro lado del Atlántico, por 1770 en esa gran aldea que era Buenos Aires. Él, Juan, había nacido en Cervatos de la Cueza y ella, Gregoria Matorras, en Paredes de Nava, ambos de la provincia de Palencia, en el norte de España.
Juan de San Martín había nacido el 3 de febrero de 1728 y Gregoria Matorras el 12 de marzo de 1738. Él, un hombre bajo, robusto, pelo castaño, ojos azules, a los 18 años se enlistó como soldado voluntario en el Regimiento de Lisboa, con la esperanza de hacer carrera militar. Pero como los ascensos llegaban muy lentos, a los 36 años decidió probar suerte en el ejército español en América. “Soldado oscuro y valiente, de cortos alcances, aunque de noble alcurnia”, escribió Bartolomé Mitre en su historia sobre San Martín.
Fue instructor de tropas y logró que lo ascendieran a teniente. Y cuando expulsaron a los jesuitas, le ordenaron hacerse cargo de la administración de Las Caleras de Vacas, una estancia situada en el actual departamento de Colonia, Uruguay, de 140 mil hectáreas, en la que trabajaban entre 250 esclavos e indígenas.
Mientras tanto Gregoria, a sus 29 años, llegaba a Buenos Aires acompañada por su primo Jerónimo, quien terminaría siendo gobernador de Tucumán. Juan la conoció en los viajes que Juan hizo a Buenos Aires. Cuando ya habían puesto fecha para el casamiento, él debió regresar a su trabajo. Por eso, le encomendó a su amigo, el capitán de Dragones Juan Francisco de Somalo, que lo representase en lo que sería un casamiento por poder, que se celebró el 1 de octubre de 1770.
La pareja vivió en la estancia, donde Juan estaba haciendo un excelente trabajo, mejorando la producción y aumentando notoriamente las ganancias. Esa buena labor fue contraproducente, ya que le rechazaron sus pedidos de ser transferido a un puesto en el ejército.
En la estancia pasarían los primeros siete años de matrimonio. Y llegaron los hijos. Primero María Elena, nacida el 18 de agosto de 1771; luego Manuel Tadeo, el 28 de octubre de 1772; y Juan Fermín Rafael, el 25 de febrero de 1774.
Cuando las misiones jesuíticas fueron divididas en distritos, el gobernador Juan José Vértiz designó a San Martín a cargo de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú. Había sido una de las poblaciones muy próspera, aunque luego venida a menos, e incluía además los pueblos de San Borja, La Cruz y Santo Tomé. Vivían en esos dominios unos 160 mil indígenas.
En abril de 1775 se hizo cargo de su nuevo puesto como teniente gobernador. La familia vivía en el edificio que era el colegio, que además había sido residencia de los padres jesuitas. Estaba frente a la plaza, junto a la iglesia y a los almacenes donde se guardaba la producción de las misiones. Toda la plaza estaba rodeada por una doble galería formada con altos pilares de urunday.
En febrero de 1776 nació Justo Rufino y el 25 de febrero de 1778 José Francisco, “el que menos costo me ha tenido”, diría su madre años después. Al día siguiente, fue bautizado por el fraile dominico Francisco de la Pera.
La suerte cambiaría para Juan de San Martín. Si bien en 1779 obtuvo los despachos de capitán, una rebelión indígena mal manejada, lo sometió a un proceso del que salió airoso, pero terminó siendo relevado de su puesto.
En 1781 toda la familia se trasladó a Buenos Aires, donde tenía dos propiedades. Una casa pequeña, en el barrio de Monserrat, que se alquilaba, y una más grande, sobre la actual calle Piedras, entre Moreno y Belgrano, en el barrio de San Juan, donde vivieron. El papá enfermó gravemente, y estuvo al borde de la muerte. Dos años después, se le ordenó regresar a España. A fines de 1783 los San Martín embarcaron en la fragata de guerra “Santa Balbina” y arribaron a Cádiz en abril del año siguiente.
¿Qué pasó con los hermanos de San Martín?
María Elena se casó en Madrid en 1802. Tuvo una hija, Petronila, que el Libertador incluyó en su testamento. Su madre Gregoria vivió con ella cuando su papá falleció a los 68 años. María Elena murió en 1852.
Manuel Tadeo, robusto y bajo como su padre, siguió la carrera militar. Su hermano José lo consideraba como el mejor militar de todos sus hermanos. Falleció en Valencia en 1851.
Juan Fermín Rafael también se enroló en el ejército, y vivió mucho tiempo en Filipinas, donde formó familia y donde murió en 1822. Sus últimos descendientes llegaron a la década del 50 del siglo veinte.
Aseguran que Justo Rufino era el hermano predilecto de José. También militar, lo acompañó en su exilio en Bruselas. Murió en Madrid en 1832.
Cuando José tenía 18 años, falleció su padre. A los 11 años había ingresado como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia. Y al poco tiempo de su triunfo en el combate de San Lorenzo, en 1813, moría su madre Gregoria.
En la calle La Solana, en el pueblo natal de Juan de San Martín, aún está la casa donde nació, transformada en la “Casa Museo General San Martín”. En la entrada la inscripción “De azores castellanos nació el cóndor que sobrevoló los Andes”, homenajea al Libertador de América. Y en la plaza de San Juan, en pleno casco antiguo del pueblo de Paredes de Nava, hay una estatua de Gregoria.
En Yapeyú se conservan las ruinas de la casa natal, construida con ladrillos de argamasa, hechos en las misiones. En la plaza central, cuidan un retoño de higuera, donde el niño José Francisco solía jugar.
Quedaría en el misterio la leyenda alrededor de Rosa Guarú, también conocida como Juana Cristaldo que investigaciones históricas le atribuyen ser la madre de José Francisco. Son una de las tantas historias que cuentan al visitante de Yapeyú, donde 243 años atrás, nacía el mayor ícono de la historia argentina y latinoamericana.
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