Hugo Alberto Acuña tenía 19 años cuando izó por primera vez la bandera argentina en la Isla Laurie, la segunda más grande de las que componen las Orcadas del Sur. Él estaría a cargo de la Estafeta Postal, flamante y austral. Presenciaron el acto cuatro testigos: un argentino, un uruguayo nacionalizado y dos escoceses. Era el cuarto año del siglo XX. Aquella mañana fue 22 de febrero de 1904: desde entonces, los años y las generaciones recuerdan la fecha como el día cero de la población de la Antártida.
Acuña estuvo ahí ese día porque antes había estado William Speirs Bruce. Científico polar, naturalista y oceanógrafo escocés de 36 años, en marzo de 1903 comandó una expedición financiada por la Real Sociedad de Geografía de Escocia en la isla que respeta el nombre de su cartógrafo, Richard Holmes Laurie. Viajó a bordo de un barco ballenero noruego adaptado para navegar en las gélidas rutas marítimas del sur del mundo. Ancló en las Islas Malvinas y continuó rumbo sur por aguas congeladas hacia el misterioso continente blanco. Atracó en las Orcadas del Sur. Contempló las alternativas y se detuvo.
Adrián Pignatelli, periodista y divulgador histórico, buceó en los documentos de comienzos de siglo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina, recopiló información de la Revista Caras y Caretas y del libro Cuatro años en las Orcadas del Sud de José Manuel Moneta. Reconstruyó la historia de Bruce, comandante de la Expedición Antártica Nacional Escocesa. “Construyó una caseta, a la que bautizó el 1 de abril de 1903 como Omond House, en honor a Robert Omond, el director del Observatorio de Edimburgo y uno de los patrocinadores del viaje. La hizo de piedra, que sus hombres acarrearon en trineos desde un glaciar cercano, mientras que para el techo se las arregló con lona cubierta por brea. Además, levantó un depósito para guardar el instrumental. En ese lugar, instaló un observatorio, el primero que tendría la Antártida”.
La excursión carecía de carácter oficial: no podía declamar el territorio como jurisdicción escocesa. Su objetivo, de por sí, era otro: fundar la estación meteorológica más austral del mundo. Pasaron el invierno. Cuando el deshielo habilitó su travesía, en diciembre de 1903 anclaron en el puerto de Buenos Aires para reparar los daños sufridos en la aventura. Ahí desplegó su plan: venderle la estación meteorológica al gobierno argentino, presidido por entonces por Julio Argentino Roca. El costo, 5.000 pesos. El decreto 3.072 del 2 de enero de 1904 depuso al Observatorio Nacional Magnético y Meteorológico dependiente del Ministerio de Agricultura la “Omond House”, rebautizada “Base Orcadas”, la primera -la más antigua- de la Antártida.
Llegó Acuña. Llegaron también Edgard Smula, encargado de la oficina meteorológica; el uruguayo nacionalizado argentino Luciano Valette, empleado de la oficina de zoología; el meteorólogo Robert Mossman y el cocinero William Smith, escoceses provenientes del grupo primario del expedicionario Bruce. El 22 de febrero, la épica del izamiento de la bandera nacional y el funcionamiento de la primera oficina de correos antártica de la historia. Serían el primer grupo en toda la historia en vivir en forma permanente en la Antártida. Pero la epopeya no fue tarea fácil. “Durante un año vivirían aislados, en una casa de 9,50 por 5,50 metros, sin atención médica de ningún tipo y debiendo procurarse sus alimentos. Cazaban cormoranes a tiros de escopeta, mientras que a los pingüinos y focas los mataban a palazos. Solían preparar alas de pingüino en milanesa y huevos fritos en grasa animal”, detalló Pignatelli.
Relevaban datos sobre humedad, presión, temperatura, nubosidad, horas de luz, intensidad de los vientos, altura de la nieve. Cada cuatro horas registraban estos indicadores: estos estudios hidrográficos, meteorológicos y de magnetismo terrestre servirían años después de punto de comparación para investigaciones sobre el cambio climático.
En 1903 el primer entierro de un cementerio que alberga docena de tumbas. Al año siguiente, instalaron la primera estación telegráfica antártica. Recibieron en 1905 una extensión prefabricada: enviaron desde Buenos Aires una casa de madera que demoró dos semanas en levantarse. La nueva edificación se llamaría “Casa Moneta”, en honor a José Manuel Moneta, técnico del Servicio Meteorológico, quien realizó diversas expediciones a las Orcadas. En 1906, el nombramiento de funcionarios para distintos puntos de las islas con dependencia de la gobernación de la provincia de Tierra del Fuego. En 1927, fundaron una estación radiotelegráfica. Al año siguiente, tuvieron la compañía de la primera mascota: sería el perro Chichilo. En 1933, la base fue el primer punto de la Antártida en hospedar un contingente turístico. Hacia 1942, la oficina de correos fue reabierta para reforzar los reclamos de soberanía. En 1951, se fundó el Instituto Antártico Argentino, que permitió desplegar el destacado trabajo de sus investigadores. Y seis años después, la Antártida pasó a incluirse nominalmente dentro del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
En 1974, a siete décadas exactas de cuando el estafeta Hugo Alberto Acuña hizo flamear la bandera argentina, la ley Nº 20.827/74 publicada en Boletín Oficial 23.043 del 26 de noviembre instituyó al 22 de febrero de cada año como el Día de la Antártida Argentina. El artículo número 2 de la legislación dice que “ese día se izará al tope la bandera nacional en los edificios públicos de la Nación y se realizarán actos alusivos a nuestros irrenunciables derechos de soberanía sobre la Antártida Argentina en todos los establecimientos educacionales”.
El gobierno nacional, a través de un comunicado, expresa que Argentina fue el primer país del mundo en instalarse en el Continente Blanco y es el único con más de un siglo de presencia ininterrumpida. Argumenta que, en términos de avalar títulos de soberanía, durante los primeros cuarenta años fue la única nación ocupante permanente. Y que hoy es el país que más bases tiene en el continente: seis estaciones estables y siete temporarias que sólo abren en verano.
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