Basta, dice el cartel. A su lado, 12 cuerpos desnudos tirados en el piso, enfundados en bolsas de plástico. Junto a ellos, otro cartel, más pequeño, enumera: 298 femicidios desde el 1 de enero del 2020 al 30 de diciembre del 2020. 54 hicieron denuncias previas. 19 tenían medidas judiciales. 15 femicidas pertenecen a la fuerza.
La escena sucede rodeada de personas en la Plaza Lavalle, frente al Palacio de Justicia de la Nación (Tribunales). Es una intervención de un colectivo feminista para despertar conciencia por los asesinatos de mujeres que suceden en nuestro país. Y es, sobre todo, una de las imágenes más fuerte de la marcha que convoca a miles de personas en el centro porteño.
“Hay algunos asesinatos de compañeras que condensan visiblemente algo que se viene gestando. Úrsula es lamentablemente una piba más a la que le arrebataron la vida, los sueños, los deseos, y que intentó acudir a las herramientas del sistema y no obtuvo respuesta. No solo eso sino que las respuestas que obtuvo fueron iatrogénicas: antes que ayudarla le hicieron más daño. Entonces creo que condensa un montón de esas violencias que nosotras venimos denunciando. Úrsula somos todas, somos todes, porque nos están matando a todas y a todes por los mismos motivos, porque a ella la mataron por ser mujer”, dice una de las convocadas que se acercó a protestar.
La marcha lleva un nombre: “Por Úrsula, por todes”. Es el título con que el colectivo Ni Una Menos convocó frente a los tribunales de cada provincia del país para pedir, primero, justicia por Úrsula; segundo, por todas las víctimas; tercero: para que la situación de desprotección de la mujeres por parte del Estado se modifique de una vez y haya una reforma en la justicia.
El reclamo no se sostiene solamente en la convicción de quienes marchan sino en los datos: en lo que va de este año, es decir, en los 48 días que lleva el 2021, ya hubo 49 femicidios. El de Úrsula Bahillo, acaso porque sucedió después de que ella misma agotara todas las instancias posibles de denuncia que ofrece el Estado, fue el que desencadenó la furia una vez más. Tenía 18 años. La asesinó su ex pareja, Matías Ezequiel Martínez, el 8 de febrero de este año, y la dejó tirada en un descampado cercano a Rojas, en la Provincia de Buenos Aires.
En compañía de su madre, Úrsula había denunciado dos veces a su ex pareja: por violencia de género y por romper el límite perimetral que se le impuso tras la primera denuncia. No fue suficiente: Martínez -oficial de policía- la asesinó con 15 puñalas. De nada sirvió la Comisaría de la Mujer en Rojas, ni los repetidos mensajes de alerta que la propia Úrsula le dio a sus amigas. Pese a todo, fue asesinada. Y es por eso que se escucha otra vez el grito desgarrador de miles de mujeres en la plaza, bajo un cielo despejado, entre caluroso y triste. Aquí, frente a las columnas de la ley, las mujeres piden justicia.
“Venimos por todos los femicidios que hay y porque no hay respuesta del Estado. Existe un Ministerio que no funciona por ahora para nada. No hay políticas que estén solucionando la cuestión ni que nos dé respuesta a nosotras como mujeres, que vivimos… sobrevivimos más bien... en esta sociedad”, dice Aylen, de 22 años.
Junto a ella, su amiga Danila, de 25 años, agrega: “Es terrible ir a las comisarías -en nuestro caso en provincia de Buenos Aires- y ver que la policía no está capacitada para nada. Te tratan como si fuera un robo, hay que despertar a las policías porque están durmiendo cuando entrás y no tienen ni siquiera la computadora prendida. Te mandan a que esperes treinta días, a que te fijes, a que veas qué pasa en una semana… Y hablo de situaciones en las que fuimos a denunciar abusos”.
Para ellas, denunciar un abuso en la comisaría es la puerta de entrada de muchos más maltratos. Sin embargo, creen que las cosas están cambiando de a poco, y agradecen la existencia de la lucha de las mujeres. “El feminismo nos ayudó a todas. Antes, las mismas mujeres de la familia por ahí te ignoraban cuando contabas un abuso. Tenías una situación violenta y era algo normal, estaba normalizado. Creo que era todo un reflejo de la sociedad, y por algo las instituciones están como están. Pero el feminismo viene a eso, a denunciar que las instituciones no pueden seguir funcionando así porque no hay vida digna para nosotras ni para les niñes que vendrán”, dice Aylén.
Antes de la charla, la convocatoria del Ni Una Menos fue clara. En un comunicado que publicaron en Facebook, escribieron: “¿Qué pasa cuando una mujer, lesbiana, travesti o trans denuncia violencia de género? Espera horas que la atiendan en la línea 144, y cuando sucede le dicen que vaya a la comisaría a hacer la denuncia o a la Oficina de Violencia Doméstica si está en CABA. Otra vez la espera de horas, y la revictimización. Con suerte, consigue que se dicten medidas de protección: para todas las mismas”.
El proceso que describen es el mismo que mencionan muchas mujeres en la marcha cuando se les pregunta si tuvieron que apelar a alguna de esas instancias. La dificultad y lentitud burocrática para establecer medidas eficaces de protección es de los reclamos más urgentes.
Sigue la publicación de Facebook: “La víctima está sola frente a la policía -que nos toma por locas- y a una Justicia que no escucha. Sola, salvo por el acompañamiento de amigas o de organizaciones feministas en el mejor de los casos. Solas, encerradas por ese sistema de medidas de restricción que nadie hace cumplir. Existen los refugios pero son pocos y siguen sosteniendo el paradigma de perderlo todo en un encierro obligado y privado de los afectos cercanos mientras los agresores siguen con su vida. En el caso de Úrsula, le dieron vía libre institucional al femicida. LA JUSTICIA ES RESPONSABLE”, dice el texto.
Ornella también está en la plaza. Forma parte hace 12 años de la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito; y de la campaña Ni Una Mujer Más Víctima de las Redes de Trata y Prostitución. Para ella el sistema funciona mal, pero ese no es el único problema sino la sociedad en sí. “Todas y cada una de nosotras de alguna manera padecemos las consecuencias del sistema patriarcal, que no es solamente un sistema que no tiene sujeto que lo ejerce sino que los sujetos son ni más ni menos que los varones que nos rodean. Entonces si bien el sistema está fallando, lo que está fallando antes es que tenemos vecinos, hermanos, amigos que nos están matando. Entonces, vamos a laburar como siempre para deconstruir y generar un sistema que esté a la altura de nuestras necesidades y que lo construyamos desde nosotras y para nosotras, pero también necesitamos que los sujetos políticos privilegiados de este sistema se hagan cargo del rol de privilegio que tienen y empiecen a cuestionarse entre ellos y dejen de violentarnos”, dice, en referencia al lugar de los hombres.
Luego, ante la pregunta de si el sistema es o no eficaz, responde con contundencia: “Eficaz claramente no porque sino no estaríamos acá. No tendríamos más femicidios que días del año transitados. Existen herramientas, son herramientas por las que hemos peleado, y las generamos dentro del sistema y por fuera del sistema, porque la mayoría de nosotras sostenemos esos espacios de cuidado. Es decir, si esos espacios existen, son nuestras redes, el cuidarnos entre nosotras. Y mientras tanto vamos tratando de exigirle al sistema esas herramientas que necesitamos”, dice.
A su lado de prontos aparece una mujer acomañada de una multitud. En las manos tiene una cartel que dice: “Justicia por Úrsula”. Muchas de las personas que la acompañan tienen lágrimas en los ojos. Se trata de Patricia Nasutti, la madre de Úrsula, que esta misma tarde se reunió en la casa Rosada con el presidente Alberto Fernández. En la reunión participaron también las ministras de Justicia y Derechos Humanos, Marcela Losardo; de Seguridad, Sabrina Frederic; y de Mujeres, Elizabeth Gómez Alcorta. “En dos semanas el Presidente va a estar en mi casa de Rojas”, contó Patricia trás el encuentro.
En la plaza, mientras, sigue el movimiento. Por Tucumán llegan columnas de movimientos feministas, mientras otras dejan el lugar por Lavalle. La venta de pañuelos violetas -representativos del Ni Una Menos- prolifera por cada rincón de la protesta. Se escuchan bombos y cánticos. “El violador sos vos”, dice una de las cancionas más emblemáticas del movimiento. Desde abajo de las columnas del Palacio de Justicia llega una sola voz, aunque los oradores se turnan. Todas las voces dicen lo mismo. Todas las voces piden justicia.
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