Este 16 de febrero se conmemora un nuevo aniversario del asesinato del caudillo y político riojano Facundo Quiroga, ocurrido en 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba. Los homenajes se realizarán especialmente en su tumba en el cementerio de la Recoleta. Precisamente allí, el 9 de diciembre de 2004, se procedió a la apertura de la bóveda. La autorización para tal procedimiento fue dada por la familia Demarchi, con el objetivo de hallar el féretro del caudillo, debido a que no había ninguno identificado con su nombre entre los existentes. Se sabía por la guía turística del cementerio que había sido enterrado de pie y que habían emparedado la tumba por temor a una posible profanación.
El cuerpo inerte de Quiroga llegó a Buenos Aires en 1836 y tras ser sepultado en el templo de San Francisco se lo trasladó a la Recoleta. Su sepulcro, más sencillo que el actual, fue remodelado en 1870 y nuevamente en la primera mitad del siglo XX.
Un aspecto poco difundido es el estudio de los entornos físicos, urbanísticos y arquitectónicos que sirvieron de escenario a determinados hechos de nuestra historia. Estudios que nos permitan situarnos espacialmente en los mismos lugares que solemos recorrer a diario que, sumados al aporte de la genealogía, nos hacen comprender globalmente situaciones que de otra forma quedarían disociadas y son difíciles de recordar.
Por ello la pregunta es: ¿cómo se vincula al caudillo federal con el apellido que remite a la isla Demarchi?
Para responderla debemos revisar parte de la vida de Facundo, especialmente los años en que residió en la ciudad de Buenos Aires luego de la derrota de Oncativo.
Una cárcel de oro
Así llama el historiador Félix Luna al entorno que rodeó a Quiroga en Buenos Aires, hospedado en la casa de su amigo y socio Braulio Costa, socio también de los Anchorena, socios a su vez, y primos, de Juan Manuel de Rosas. El riojano fue atrapado con elogios, obsequios y distinciones sociales; lejos de su tierra natal y de su familia, que había emigrado a Chile.
En las tertulias que frecuentaba, Quiroga llamó la atención por su personalidad, su forma de vestir y su apariencia. Para muchos, era el famoso guerrero, temible, feroz y valeroso, de tupida barba y frondosa cabellera, de gruesas cejas y penetrantes ojos negros.
Sin embargo, su comportamiento resultó distinto al esperado, decidió afeitarse la barba y se dejó crecer los bigotes para unirlos con sus patillas. Guardó en el ropero su chaqueta de guerra y la reemplazó por trajes de los mejores sastres, los mismos de los ricos hacendados que frecuentaba en las reuniones en la casa del mencionado Braulio Costa. Allí mostró su gran debilidad que en Buenos Aires no pudo cambiar: los juegos de azar y las apuestas. Frecuente participante de las “timbas” con selectos apostadores, se jugaba oro en grandes sumas que ganó, perdió y hasta se endeudó en ocasiones.
De buenos modales, galante con las señoras, tuvo una conducta recatada, no conociéndosele aventura amorosa.
El año 31 marcó el regreso a la batalla en el interior. Luego de la campaña en diciembre de 1833, Facundo se radicó en Buenos Aires junto a sus hijos menores a quienes vestía de frac o levita. Cuenta Luna que, “cuando uno de ellos le propuso dejar los estudios para iniciar la carrera de las armas, lo destinó de tambor en un batallón hasta que se arrepintiera” .
Dedicado a la vida social, su interés radicó en relacionarse con las notables familias porteñas. Dice Sarmiento al respecto: “El poder educa, y Quiroga tenía todas las altas dotes de espíritu que permiten a un hombre corresponder siempre a su nueva posición, por encumbrada que sea”.
Su delicada salud, el juego y los negocios fueron los motivos de querer radicarse definitivamente en Buenos Aires.
Rosas necesitaba más que nunca la amistad del riojano, y por eso lo invitó a hospedarse en su propio hogar, su gran casa ubicada en las actuales Bolívar y Moreno. Quiroga rechazó el ofrecimiento con gentileza y prefirió comprar una casa frente al templo de Santo Domingo.
Sabemos por Pastor Obligado, aquel cronista y político que escribió Tradiciones Argentinas y nos dejó testimonio de muchas conversaciones y episodios de nuestra historia, lo que ocurrió una noche en casa de Braulio Costa donde la suerte había acompañado a Quiroga generosamente…
— ¿Por qué no compra esta casa de al lado? — le aconsejó el doctor Vélez, sabedor por Sarratea de que el dueño Lezica veíase obligado a vender para pagar las deudas del quebranto en sus negocios.
— Un buen consejo, General, anímese — insistió Vélez, parándose en la misma altísima puerta tachonada de grandes clavos — y dejará así una propiedad para sus hijos, que siempre ha de valer más que la plata de Güemes, riojana o boliviana.
— No echo en saco roto el consejo. Véame, mi doctor, los papeles, si no le ha quedado gravamen por quiebra, pues, estoy decidido a establecerme en este centro de ilustración, para que se eduquen mis hijos, y no queden tan ignorantes como yo.
¿Dónde se desarrollaban estos acontecimientos? El escenario es la actual calle Defensa, que algunos cronistas de antaño llamaron Reconquista (hoy su continuación cruzando Plaza de Mayo). En “La Defensa” frente a Santo Domingo, es decir entre Belgrano (llamada así desde 1822) y Venezuela. La casa de Braulio Costa se ubicada cercana a Venezuela. Lindera a esta casa, hacia Belgrano, se encontraba la propiedad de don Bernardino Rivadavia —por ese entonces en el exilio— y vecina también a la de Faustino Lezica que la había adquirido hacia 1833 para su casamiento con Florencia Thompson, hija mayor de la conocidísima dama patriota, Mariquita Sánchez de Mendeville, viuda de Thompson. Precisamente, esta propiedad, hoy Defensa 429 había sido el hogar de la familia de Martín de Sarratea en 1810 y también sede de la Compañía de Filipinas que el dueño de casa representaba en Buenos Aires, y que, según el mismo Obligado había pertenecido en el siglo XVIII a don Juan José de Lezica y Torrezuri, abuelo de Faustino y principal benefactor del templo de Santo Domingo.
Lo cierto es que hacia 1834 el negocio de operaciones financieras de los hermanos Lezica (Faustino, Sebastián y Manuel) había sido objeto de desfalco por un empleado desleal que les falsificó la firma en un gran abuso de confianza y falta de control por parte de la Casa Lezica Hnos. Las sumas fueron cuantiosas y la quiebra fue tema obligado de conversación en la sociedad porteña, pues casi toda ella se vio perjudicada económicamente.
El suicidio de uno de los hermanos, Manuel Lezica, al enterarse de la quiebra cuando llegaba de Corrientes, y la estancia de Sebastián en Chile, hicieron que toda la responsabilidad cayera en Faustino, quien debió vender la propiedad para hacer frente a las deudas e incluso pasar un tiempo en la cárcel mientras se establecía su culpa o inocencia.
Facundo Quiroga habitó poco tiempo su casa de Buenos Aires, si es que llegó realmente a hacerlo) pero ya en 1835 se instala allí el resto de su familia encabezada por su esposa Dolores Fernández quien llegada desde La Rioja junto al resto de sus hijos se radicará definitivamente en Buenos Aires como quería su marido.
Vecina a esta casa, hacia la calle Belgrano, se encontraba la farmacia o botica de la Estrella de Pablo Ferrari que hacia 1838 pasó a ser propiedad de Silvestre Demarchi.
Uno de sus hijos, Antonio, más tarde primer cónsul de Suiza en Argentina, contrajo matrimonio con una de sus vecinas Mercedes Quiroga Fernández, hija de Facundo y de Dolores, nacida en 1827. En 1857 nace Alfredo Silvestre, su único hijo. Es precisamente Antonio Demarchi quien en 1852 tras la caída de Rosas y ante la posibilidad que la tumba de su suegro fuera profanada hace construir un muro interno para ocultar el féretro al que colocan de forma vertical.
Con los años, la parcela de la casa de Quiroga pasa a ser, luego del fallecimiento de Dolores Fernández en 1868, propiedad de Droguería Demarchi Hnos. y además de sede del consulado suizo. Ya en el siglo XX serán empresarios de la industria química de la mano del ingeniero Alfredo Demarchi, y precursores del negocio del alumbrado y la energía eléctrica dando origen a la construcción de grandes usinas incluida la que hoy conocemos como La Usina del Arte en el barrio de La Boca. Socios fundadores de las principales compañías de gas e incluso de la Compañía Italo Argentina de Electricidad y hacedores de negocios inmobiliarios y emprendimientos urbanos en Avellaneda, Dock Sud y propietarios de la conocida Isla Demarchi que fue noticia en los últimos años.
Belgrano y Quiroga unidos por ladrillos
La propiedad de Facundo sufrió transformaciones a medida que llegaba el progreso familiar y el progreso urbano. Los Demarchi, dueños de varias propiedades sobre Defensa y Belgrano, serán los constructores de un edificio de varios pisos sobre lo que alguna vez fue la casa del general Manuel Belgrano, demolida en 1872. Este edificio tenía nueve grandes arcos en su planta baja, uno de los cuales con el número 422 mostraba en 1920 un cartel con la leyenda “Compañía Argentina de Alumbrado a Alcohol”, los mismos que lucían sobre la calle Defensa perteneciente a la sociedad Demarchi Parodi.
Allí, en Av. Belgrano 430, se construirá, años más tarde, el edificio Calmer con sus dos fachadas una sobre la parcela de la familia Belgrano y la otra sobre la parcela Quiroga, uniendo este edificio los terrenos que alguna vez habitaron estos bravos argentinos...
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