El enigmático “Pájaro” Villalón: cómo engañó a los jóvenes peronistas con el aval de Perón y los delató ante la Policía

Héctor Villalón fue funcionario de segunda línea en Santa Fe durante la segunda presidencia de Perón. Pero cuando el líder se instaló en Madrid, tuvo una influencia decisiva. Se acercó a Fidel Castro y se presentó como el impulsor del accionar armado en la Juventud Peronista a principios de los 60 aportando dinero. Estafó al gobierno cubano. Cuando el general volvió a la Argentina fue figura clave. Esos primeros años fueron su trampolín

El Pájaro Villalón

Los jóvenes dirigentes peronistas Envar “Cacho” El Kadri, Luis Sansoulet y Héctor Spina no se sentían del todo cómodos en la suite del Hotel Victoria de Montevideo donde habían sido convocados para reunirse con un hombre al que no conocían pero que traía las credenciales de representante de Juan Domingo Perón.

Corría agosto de 1963. Recién liberados por la amnistía dictada antes de que asumiera el radical Arturo Umberto Illia con el peronismo proscripto. El Kadri había pasado casi tres años en las cárceles de Caseros, Neuquén y Santa Rosa. Lo habían agarrado por una acción comando y cuando recuperó la libertad ya estaba organizando los próximos pasos para continuar con la resistencia.

Héctor Spina también había pasado un tiempo en las sombras. Sansoulet era otro de los dirigentes de la remozada Juventud Peronista. Pocos días antes de aquel viaje, junto a otros tres jóvenes peronistas habían entrado en secreto al Museo Histórico Nacional ubicado en Parque Lezama y se llevaron el famoso sable de hoja de acero de Damasco que San Martín había comprado en Londres y lo había acompañado durante toda su campaña en América del Sur.

El contraste entre las oscuras y austeras celdas o la clandestinidad de la resistencia y el lujo del mejor hotel de la capital uruguaya era demasiado. No sólo eso los hacía sentirse incómodos: no les cuadraban los modales y la elegancia del hombre que tenían enfrente.

El hombre atildado tenía 33 años y se presentó como Héctor Orlando Villalón. Unas credenciales firmadas por el General le franqueaban el paso para la reorganización de la Juventud Peronista. Con un agregado explosivo: les dijo también que, en realidad, su verdadera misión era organizar la guerra de guerrillas en todo el continente.

Durante un rato lo escucharon en silencio. Villalón les hablaba no solo de su cercanía con Perón sino de su amistad con Fidel Castro, a quién llamaba “El Caballo”, y de Manuel Piñeiro, “Barbarroja”, comandante del Ejército Rebelde cubano que había tomado el poder el 1 de enero de 1959. Barbarroja era incondicional de Fidel y encargado de entrenar guerrilleros latinoamericanos en la isla.

El hombre terminó su presentación con un gesto teatral. Empujo suavemente sobre la mesa una cajita hacia El Kadri y le dijo:

-Esta pistola me la dio el general Perón para que se la entregue a usted.

Cacho abrió la caja y empuñó la pistola 7.65 que había en su interior como quien acaricia un regalo de Dios.

El Kadri había ido a Montevideo con metas más terrenales: recibir el apoyo de Perón para el primer congreso de la Juventud Peronista convocado en Huerta Grande, Córdoba, para el 27 de octubre, apenas dos semanas después de la asunción de Illia.

Villalón les dio también 150.000 pesos. Mientras miraban el dinero, sonó en sus oídos una frase que nada tenía que ver con el Congreso:

-Además, quiero que de ahora en más todos los explosivos que hay en Buenos Aires los manejen ustedes...

Eso era otra cosa.

El doble juego

A los pocos días, de regreso en Buenos Aires, El Kadri y sus compañeros descubrieron que Villalón tenía un juego propio en el que ellos eran apenas unas piezas. Cacho buscó una reunión con Julio Troxler –un histórico de la Resistencia Peronista y sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez en 1956– para coordinar la entrega de los explosivos que, según Villalón, le iba a entregar.

Cuando se encontraron, Cacho se adelantó para saludarlo con alegría, pero Troxler lo paró en seco. El diálogo que mantuvieron El Kadri se lo contó con detalle muchos años después a uno de los autores de esta nota:

-¿Así que ustedes me quieren matar a mí? – lo atajó Troxler cuando Cacho quiso saludarlo.

-Pero Julio, cómo se te ocurre – atinó a responder El Kadri, sorprendido.

-No, porque me dijeron que ustedes nos quieren sacar los explosivos – retrucó Troxler.

-¿Quién te dijo eso?

-Villalón.

-Ah, Villalón. Flor de hijo de puta. A nosotros Villalón nos dijo que vos querías darnos “las cosas”.

Envar El Kadri

Se quedaron en silencio, mirándose. Ninguno le creía del todo al otro.

Unos días después, Spina y Sansoulet viajaron a Montevideo. Esta vez querían secuestrar a Villalón para que aclarara las cosas. El apodo de Villalón era “el Pájaro”, y lo no tenía en vano.

El Pájaro Villalón ya había volado a Buenos Aires. Aunque zafó de los jóvenes peronistas combativos, no pudo evitar que los federales lo capturaran en el bar La Paz de Corrientes y Monte. Pasó unos pocos días detenido en el Departamento Central de Policía.

En aquel momento muchos dijeron que cuando Villalón fue interrogado no escatimó detalles. Sin embargo, los autores de esta nota no encontraron documentación que acreditara esas acusaciones. En cambio, sí resultó posible dar con archivos muy comprometedores fechados tres años después, cuando la policía lo detuvo nuevamente en plena dictadura de Juan Carlos Onganía. Esta vez no se trató de trascendidos. El Pájaro había cantado. Muchos detalles: nombres, direcciones, planes y contactos de militantes peronistas que se manejaban en semiclandestinidad.

Peronista desde los 16 años

Héctor Villalón había nacido el 23 de octubre de 1930, en Tucumán. Siempre dijo, a quien quisiera escucharlo, que era peronista desde los 16 años y que, si bien no era afiliado al Partido Justicialista, nunca había dejado de militar en el peronismo.

En 1952, cuando cursaba a carrera de Derecho en la Universidad del Litoral, participó de los debates y hasta habría integrado una comisión promotora de una “Universidad Justicialista”. Por entonces Villalón presidía la Asociación Gremial de Estudiantes de Derecho e integraba la dirección de la Federación de Estudiantes Universitarios del Litoral.

Un año después fue funcionario del Ministerio de Coordinación de la Provincia de Santa Fe y también desempeñó tareas en la Secretaría de Prensa. En 1955, cuando se produjo el golpe que derrocó a Perón, Villalón tenía un cargo público menor: era Director General de Planificación provincial. Fue cesanteado, detenido e investigado por corrupción. Sin embargo, no le probaron ninguna irregularidad y fue liberado al poco tiempo.

Los siguientes cuatro años de su vida, los que van de 1956 a 1960, son un misterio.

Con Perón en Madrid

Poco después de que Juan Domingo Perón iniciara su exilio en Madrid en enero de 1960, Villalón -a quien se empezaba a conocer como El Pájaro- reapareció en escena como uno de sus colaboradores. Ya no era un simple militante, sino que había iniciado algunos negocios, con sede en España y en Suiza, y tenía fuertes vínculos con el mundo árabe.

Villalón en una cena en Madrid junto al general Perón, Isabelita y José López Rega

Prueba de ello es que, en enero de 1964, cuando Joe Baxter –un ex integrante de Tacuara que por entonces viraba del nacionalismo de derecha a la resistencia peronista – visitó a Perón en Madrid con la intención de viajar después a la República Árabe Unida, como se llamaba por entonces el Egipto presidido por Gamal Abdel Nasser, un líder con muchas coincidencias doctrinarias con Perón, fue Villalón quien le gestionó los permisos y le hizo contactos en las más altas esferas del gobierno egipcio a Baxter.

El Pájaro, por entonces, no era un dirigente pero sí un imprescindible en el entorno de Perón. Sus vínculos eran un misterio que le permitía llevar a cabo misiones delicadas en nombre del ex presidente.

Misión en Cuba

Hacia 1962, el combativo ex delegado de Perón John William Cooke coordinaba el entrenamiento de varios grupos de militantes peronistas y marxistas en Cuba. En el juego de Perón, el “Bebe” Cooke era la figura natural para vincular a Perón con los “barbudos”. Para El Bebe, marxismo y peronismo debían ir de la mano. Cooke le transmitió a su jefe un mensaje de Fidel Castro: que trasladara su residencia de la España franquista a la Cuba comunista. Pero el General sabía que eso era terminar con “el juego pendular”.

Fue allí que Perón hizo una movida que Castro debía interpretar sin doble discurso. Mandó a Villalón a La Habana con una doble misión: destruir el trabajo de Cooke con la militancia peronista que estaba en la isla y conseguir la concesión de la comercialización de habanos cubanos en Europa, otro de los ofrecimientos que le había hecho Castro a instancias de Cooke.

John William Cooke y Juan Domingo Perón

-El que apareció en la Habana fue Villalón, que lo primero que hizo fue reunirse con el grupo de derecha del peronismo, que estaba ahí junto con nosotros. Habían participado de la Resistencia pero eran furibundamente anticomunistas. A estos compañeros, Villalón en una cena en un restaurante llamado 1830, en La Habana, muy elegante, les dijo que Perón no estaba de acuerdo con lo que proponía Cooke sobre la guerrilla en la Argentina, y que tampoco tenía coincidencias con el régimen cubano. Eso quebró el grupo del Frente y finalmente el proyecto quedó en la nada – les relató a los cronistas el abogado y periodista Manuel Gaggero, que por entonces formaba parte del entorno de Cooke en Cuba.

Esto explica la venenosa maniobra narrada al principio de esta crónica: un año después de correr a Cooke de Cuba, en agosto de 1963, con Perón como respaldo, El Pájaro sienta en Montevideo a El Kadri, Sanssoulet y Spina en un lujoso hotel de Montevideo para decirles que él estaba a cargo de organizar la guerra de guerrillas en todo el continente. La pistola enviada por Perón y los 150 mil pesos eran una jugada cuyo origen era Madrid, más precisamente la Quinta 17 de Octubre.

Explosión en Buenos Aires

Exactamente a las 15.23 del 22 de julio de 1964, una violenta explosión hizo temblar al barrio porteño de Retiro. Originada en un departamento de la calle Posadas 1168, derribó la cara posterior de siete pisos de ese edificio y su onda expansiva no dejó un vidrio sano en quince cuadras a la redonda.

Las investigaciones revelaron que la explosión se había producido en el departamento 108, que desde hacía cuatro meses ocupaban cuatro hombres jóvenes que poco y nada se relacionaban con los vecinos. Primero se pensó en un escape de gas, pero pronto se descubrió que había sido una bomba de alto poder mal manipulada. Además, entre los escombros los bomberos encontraron un verdadero arsenal.

Estallido de edificio en el edificio de Retiro

La explosión causó cinco víctimas fatales, pero sólo una de ellas vivía en el departamento. Su nombre ya era conocido por la policía: Ángel Bengoechea, un militante trotskista entrenado en Cuba que lideraba un incipiente grupo guerrillero, las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN).

El departamento era propiedad de Isaac Tesler, un comerciante platense insospechado de actividades políticas, y había sido alquilado por un hombre que esgrimió documentos falsos a nombre de Perfecto Bustamante.

Lo que sí llamó poderosamente la atención de la policía fue el nombre del garante: Héctor Orlando Villalón, a quien no se pudo encontrar porque en el momento del hecho estaba en Madrid, junto a Perón.

Era imposible descubrir cuál era su juego.

Un tal Pedro Núñez

En octubre de 1965, María Estela Martínez de Perón, acompañada por una pequeña comitiva, inició una gira por la Argentina en representación de su marido. Su misión era recomponer el alineamiento del movimiento peronista con su líder en el exilio para abortar la estrategia de “un peronismo sin Perón” que, un poco en las sombras y otro poco manifiestamente, llevaba adelante el poderoso líder de la UOM, Augusto Timoteo Vandor.

Casi al mismo tiempo que Isabelita desembarcaba en el aeropuerto internacional de Ezeiza, desde Paraguay entró al país y se dirigió directamente a Buenos Aires un individuo de 35 años que exhibió en el control fronterizo un pasaporte argentino a nombre de Pedro Núñez.

En octubre de 1965, María Estela Martínez de Perón, acompañada por una pequeña comitiva, inició una gira por la Argentina en representación de su marido

Núñez no era otro que El Pájaro Villalón y venía al país con una misión tan secreta como precisa: conversar con altos funcionarios del gobierno de Arturo Illia sobre las elecciones que se debían realizar en 1967, en las cuales el peronismo tenía planeado presentar listas propias autorizadas por Perón desde su exilio madrileño.

Tanto a Isabelita como a Villalón (a) Pedro Núñez, el golpe de Estado que derrocó a Illia y sentó en la Casa Rosada a Juan Carlos Onganía los encontró en la Argentina. La esposa de Perón partió pocos días después, sin que nadie le pusiera reparos. En cambio, Villalón, que había sido identificado por la División de Asuntos Políticos de la Policía Federal, fue rápidamente detenido.

Tres declaraciones

Los autores de esta nota tuvieron acceso a copias fotográficas de las tres declaraciones que hizo Villalón –dos en el Departamento de Policía y una ante el juez federal Miguel Inchausti– poco después de su detención.

Sentado frente al jefe de la División de Asuntos Políticos de la Federal, comisario inspector Alejandro Virasoro, Villalón reconoció su vínculo cercano con Juan Domingo Perón e hizo un repaso de toda su trayectoria en las filas del movimiento peronista. En esa declaración, además, no se privó de denunciar a John William Cooke como un agente marxista que intentaba infiltrar al peronismo y que recibía órdenes de los partidos comunistas cubano y argentino. Denunció también la participación de argentinos peronistas y no peronistas en actividades de entrenamiento militar y adoctrinamiento político en Cuba.

En cuanto a sus medios de vida, declaró ser dueño de empresas en Madrid y en Ginebra, donde también tenía un domicilio fijo que compartía con su mujer y sus hijos.

Carta manuscrita de Villalón, quien tras la muerte de Perón ideó y llevó a cabo el secuestro de un alto directivo de la Fiat en Francia, negoció para los Estados Unidos la liberación de los rehenes de la embajada en Irán, armó y desarmó compañías en Madrid y Ginebra, creó siete compañías offshore y, buscado por Interpol, desapareció sin dejar rastros

Al juez Miguel Inchausti le dijo que si bien su pasaporte era falso, le habís sido otorgado por el embajador argentino en España, Octavio Gauna, para facilitar su misión en Buenos Aires con funcionarios de la gestión Arturo Illia, y que el ministro del Interior del gobierno depuesto estaba al tanto de su presencia, de su identidad falsa y de su domicilio.

Por razones desconocidas, fue liberado a los pocos días, con autorización para salir del país. Una vez más, gestiones de origen misterioso hicieron que El Pájaro Villalón volviera a volar.

Desde entonces y hasta 1973 –cuando Perón volvió definitivamente al país– no se despegaría del líder del Justicialismo. Tras su muerte, ideó y llevó a cabo el secuestro de un alto directivo de la Fiat en Francia, negoció para los Estados Unidos la liberación de los rehenes de la embajada en Irán, armó y desarmó compañías en Madrid y Ginebra, creó siete compañías offshore y, buscado por Interpol, desapareció sin dejar rastros.

Pero eso es otra historia.

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