Los últimos años de la década del 70 fueron tiempos demasiado violentos y desconcertantes para todos en Buenos Aires. Así es como alrededor del 76/77, gran parte de los jóvenes artistas argentinos se vieron en la imperiosa necesidad de tomárselas lo mas lejos posible de acá, lamentablemente. New York, Londres, Madrid, Río de Janeiro y el DF mexicano parecían ser los destinos mas saludables para empezar otra historia. Lejos del barrio o pensando en la vuelta, lo importante era revertir el estado dictatorial que nos aplastaba la paz y el respeto por las libertades individuales.
Una dictadura es ese estado donde lo que no está prohibido es obligatorio.
Y eso para un rocker es inadmisible.
Spinetta, Pappo, Pino Marrone, Aníbal Kerpel, Santaolalla, Gustavo Montesano, todos ellos -entre muchos otros- probaron salir del país aunque sea para respirar aire de libertad un tiempo. Algunos jamás volvieron. Otros si.
Componiendo de alguna manera tiempo y espacio, estaban difíciles los días para los jóvenes, eran perseguidos, vigilados y siempre jugando el rol de Presunto Implicado en cuanto pequeño conato de insurrección surgía en las cercanías. El rock, a esta altura era el panal de miel para el oso militarista. Sumado a la poca libertad de expresión existente y a los impedimentos para hacer shows, tipos como Pappo -que con Pappo´s Blues ya llevaba como 7 discos editados y era de los showmans favoritos para la parroquia-, se rajan. Para hacerlo, él vende unas cuantas guitarras y algunos amplificadores y se toma el piróscafo vía Londres.
Es que Pappo´s Blues ya sonaba fuera de contexto para un público cautivo de adoctrinadores mediáticos. Un público que estaba más para cantantes de saco y camisa abierta hasta las tetillas, cantándole a la novia que los engañaba, que para un pelilargo de campera de cuero y botas preguntándose en sus canciones Adónde está la libertad. O como Charly Gracia en Hipercandombe afirmando “cubres tu cara y tu pelo también, como si tuvieras frío. La paranoia es quizás nuestro peor enemigo...”.
Los jóvenes modernos por el mundo estaban con el rock sinfónico, la música disco y los más avanzados empezaban a escuchar los primeros alaridos punks. Acá hacíamos lo que se podía, que no era mucho por cierto.
Pappo entonces se va a Londres a ver la escena de allá. Y, según me contó Botafogo una noche, él mismo estaba dando vueltas por Europa tocando la guitarra para quien cuadrara, cuando se entera de la presencia del Carpo en las inmediaciones. Entonces, se acerca y le pasa un dato que sería fundamental para el futuro. Botafogo le cuenta de una banda australiana que había visto en el Marquee una semanas atrás, que eran todo lo que Pappo quería lograr musicalmente en esa actualidad. Bota había sido testigo de uno de los shows de AC/DC en su primera gira europea. Con Bon Scott y Angus Young en su gran momento, cuando mirarlos era tomar TNT y fumar dinamita.
Pappo andaba con Michel Peyronel -que estaba radicado en Europa con su hermano Dany hacía muchos años-, ya pergeñando la posibilidad de una banda nueva. Había desarmado momentáneamente Pappo´s Blues, y Michel ya había tocado en escenarios importantes en París con la banda punk Estraballe. Esas experiencias animaron la unión, hasta que un par de años después, ambos en Buenos Aires, deciden probar fortuna con una agrupación de heavy metal tamizado con un toque glam rock y algo de punk, todo lo que habían mamado en esos años en Londres. Así es como nace Riff.
En un concierto a finales de 1980 donde se anunciaba “Adiós Pappo´s Blues, Bienvenido Riff” debutan Pappo, Michel, Boff Serafine -recomendado por el Conejo Jolivet, que había sido la opción 1 de Pappo-, y el ya mítico Vitico Bereciartua en el bajo. Vitico también llegaba de Europa, donde había ensayado algunas semanas con los Who y con Paul Rodgers de Bad Company. Era otro que se había ido tentado por la efervescente escena londinense de la época, después de haber tocado acá en la Pesada del Rock´n Roll y en La Joven Guardia, los de El extraño del pelo largo, aunque solo por un rato.
Pues bien, el cuarteto tomó de sorpresa a la muchachada y desde el vamos sacudieron a todos como un tsunami que te agarraba de las solapas y te tiraba contra una pared. Nunca se había visto por acá algo semejante.
La situación afuera de los reductos bastante canutos donde se escuchaba rock era la misma. El gobierno había cambiado de gorra militar, pero el que estaba en el 80 no era peor que el anterior, básicamente porque no se podía ser peor que Videla y cía.
Ahí es cuando este país dejó de ser un mal ejemplo para convertirse en una advertencia espantosa.
Como me dijo hace mil años Stuka en un barco en el puerto cerca de la Boca donde tocaban Los Violadores y Sumo:
“Acá hay que tener huevos de verdad para ser punk. En Londres o en Nueva York sos punk, andás por donde querés a la hora que se te antoje haciendo lo que te parece y si te llevan en cana te leen los derechos. Acá si te sorprenden haciéndote el punk en el lugar equivocado te bajan y encima les dan la razón a los que te bajan y los ascienden”.
Era todo demasiado engorroso para encarar una aventura como la que encaraba Riff.
Todo estaba en contra y encima los shows -que eran cada vez más numerosos- eran más violentos. Obvio que sin intentar hacer un análisis sociológico de la circunstancia, es de suponer que miles de jóvenes oprimidos por un sistema perverso de poder, todos de acuerdo en disfrutar de un espectáculo como el que ofrecía Riff, estimulados por la velocidad de la música, más el vértigo de caer en cana en cualquier momento -que así irrumpía en los shows la autoridad-, sumado a la ilusión de libertad del momento y la noche que se prestaba, hacía que inevitablemente todos terminaran en un pogo explosivo donde el límite entre el desenfreno y la violencia tenia el grosor de una baba del diablo.
No obstante eso, en 1981 aparece el primer disco de Riff, curiosamente grabado gracias a los oficios de Bernardo Bergeret, brillante productor de la época, en los estudios de televisión del estado, en ATC, que también editaba discos de culto como el primero de UB40 o algunos de Eddy Grant. Un día le pregunte a Bernardo cómo lograban editar esos discos acá y levantando las cejas me dijo que los que mandaban nunca entendieron nada de lo que hacían ahí adentro del canal. Ruedas de Metal fue un fracaso para la crítica de la revista Pelo, que obviamente los tildó de músicos cuadrados y no lograban difusión radial, más por paranoia de los musicalizadores que por algún arrebato de autoritarismo. Más allá de esas estupideces, la audiencia de Riff no paraba de crecer y sus shows eran cada vez mas demandados y demoledores.
Al año siguiente llegan a hacer un show en el estadio de Obras con Plus. Les dijeron que lo permitían si ponían sillas en el césped cosa de tener a las hordas del metal quietas. Obviamente al final del show el campo de juego era un cementerio de sillas. Después presentan su segundo disco Macadam 3.2.1.0, ahí sin sillas y no pasó nada.
Lo demás es historia conocida. Con idas y vueltas, Pappo matizó durante años entre Pappo´s Blues -ya con la popularidad bien ganada-, Riff siempre atrayendo multitudes y un papel en la novela de la tarde Carola Cassini de Polka. Michel produciría muchas bandas nuevas, como hizo en el principio de Virus y de Los Violadores. Vitico y Boff tendrían sus propios grupos. Y acá hago un pequeño apéndice con algunos que fueron Riff también, como JAF y el inolvidable baterista Oscar Moro.
Pero a quien más recuerdo es a Dany Peyronel, tecladista que fundó Heavy Metal kids y fue parte de UFO en Londres, fundo a los glam metal Tarzen en España y vino a la Argentina para hacer unos shows con Riff en Obras. Produjo y compuso para Meat Loaf, con Nick Mason de Pink Floyd y con la bellísima nigeriana Sade, que una tarde confesó que su canción Matador fue compuesta para Dany, y no hago chismes. Para terminar, Dany Peyronel fue quien escribió las partes en castellano que cantan los Clash en Should I stay or should I go, el mayor éxito de ventas de The Clash: la constancia está en los créditos del sobre interno del vinilo de Combat Rock.
Para el final de la historia, después de una cuantas idas y vueltas, reuniones y lejanías, en 1996 el Riff original -Pappo, Michel, Boff y Vitico- se juntan por ultima vez para abrir el show de AC/DC en el Estadio Monumental. La gente deliraba y no paraba de agitarse y bailar a los gritos. Angus Young se asoma desde uno de los pasillos de camarines y después de observar detenidamente la escena, se da vuelta sacudiendo la mano mientras soplaba diciendo algo así como " Wow!!, that´s rock!!”.
PD: Riff no aparece en el documental de Netflix Rompan todo
PD2; Riff cada vez se escucha más.
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