Pocas clases por Zoom y dudas sobre la presencialidad: crece la preocupación de las familias en el Colegio Nacional Buenos Aires

Desde las redes sociales, grupos de padres y madres criticaron el desarrollo del ciclo lectivo durante la pandemia

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Vista del frente del Colegio
Vista del frente del Colegio Nacional Buenos Aires de esta capital. (FOTO: JUAN VARGAS)

La opinión es compartida entre las familias de los estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires. Desde que se declaró la pandemia y las medidas de aislamiento, el ciclo lectivo 2020 estuvo marcado por el “voluntarismo” de los docentes, quejas por la desorganización y la ausencia de criterios compartidos sobre la educación a distancia, como la frecuencia de las clases por Zoom o los modos de evaluación. Y mientras el Gobierno y las provincias ultiman detalles sobre las condiciones de regreso a las clases presenciales en 2021, en la renombrada institución de la Universidad de Buenos Aires (UBA) persisten la incertidumbre sobre la futura modalidad de la cursada y el malestar por un año de enseñanza “accidentado”.

Desde las redes sociales, la escritora y periodista Josefina Licitra puso en palabras su disconformidad con la gestión académica. “Mi hijo tuvo 4 horas de Zoom en todo el año. El resto fueron links, pdf’s y referencias a videos de YouTube que tenían más o menos filo según las ganas –desparejas– que pusiera cada docente. Mi queja no es hacia ellos sino hacia la institución que los aloja”, expuso en un hilo de Twitter. Rápidamente, su mensaje disparó decenas de comentarios de padres y madres que coincidieron con la percepción de “abandono” que tuvieron sus hijos durante el aprendizaje escolar.

“Por fin hay un cierto criterio compartido entre el Gobierno nacional y la Ciudad para buscar clases presenciales o semipresenciales y todavía el Nacional Buenos Aires sigue sin pronunciarse. Nos tienen a las familias ciegas, sin saber cuándo inscribir a nuestros hijos y anotarlos. Me generó una especie de déjà vu sobre el año pasado, tengo temor de que los desmanejos se repitan”, comentó a Infobae la autora del libro 38 Estrellas: La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia.

Según Licitra, la educación de su hijo quedó en manos de “voluntades individuales de los docentes que tuvo” y que los esfuerzos fueron “desparejos”. “Lo noté muy solo, sobre todo porque, comparando, en otras escuelas públicas se trabajó mejor. Es algo que me preocupa y me enoja, porque el esfuerzo que hacen los alumnos y alumnas no tiene un correlato por parte de las autoridades, que no hablan”, agregó la autora.

Los problemas pedagógicos se repitieron en varios cursos. “La cursada fue pobre, muchos profesores solo enviaron archivos y luego un cuestionario para completar, sin explicar nada. Hubo docentes que se esforzaron, en Francés hubo Zooms, o el de Latín, que al menos hacía chats una vez por semana para conversar sobre las tareas”, describió Gladys Villosada, madre de un hijo que cursa tercer año del secundario. “Es un colegio que depende de la UBA, debería tener un poco más de organización para estos temas”, agregó.

Jessica Bragadini cumple con una doble condición: es madre de Santina, una estudiante que cursó su primer año en el CNBA durante 2020, y además se desempeña como capacitadora docente en la Escuela de Maestros. Desde su conocimiento pedagógico, Bragadini comentó de manera crítica el método de trabajo del colegio. “Se manejaron mucho por mail y chats, y desde un campus virtual que no tenían clases sincrónicas. Hubo muy poquitas materias aisladas con Zoom o Meet. Otros mandaban todo el programa en algunas materias, sin ninguna explicación. Hubo de todo, también profes que subían videos a YouTube con explicaciones. Esto dejaba un poco que desear, sobre todo con lo que estaban haciendo otras escuelas secundarias”, consideró.

La sensación de disconformidad de las familias no es reciente al interior del histórico colegio. Desde grupos de WhatsApp, padres y madres dirigieron petitorios a la rectora Valeria Bergman y su equipo de conducción durante 2020 donde expresaron sus inquietudes por la baja frecuencia de clases a través de la plataforma Zoom. Según testimonios de la comunidad educativa, hubo una bajada institucional para que los docentes no dieran contenidos por videollamada durante la primera etapa del ciclo lectivo, aunque hubo una minoría de profesores que desoyó la orden.

“Hasta mediados de año los zooms eran “ilegales” por lo que teníamos muy pocos, pero a partir de una carta del secretario de Educación Media de la UBA, Oscar García, empezaron a aumentar”, apuntó Lara Taborda, estudiante de tercer año e integrante del centro de estudiantes.

En una de las cartas fechada el 5 de septiembre a la rectoría, las familias resaltaron que las herramientas y dinámicas virtuales adoptadas desde abril fueron “todas asincrónicas, sin que estudiantes y docentes pudieran verse la cara ni escucharse las voces”, por lo que exigieron una modificación en la modalidad pedagógica.

“La interacción con sus docentes ha sido escasa y por canales muy impersonales (chats, preguntas asincrónicas y documentos escritos), han recibido materiales pedagógicos y consignas muy dispares, ha habido devolución desigual de las actividades, y con frecuencia debieron resolver actividades en soledad, con poquísima guía y compañía de docentes y pares, frente a contenidos complejos. Tenemos la impresión de que el equipo docente ha estado solo también, con poca coordinación y supervisión, dado que fue llamativa la gran disparidad de metodologías y acercamientos de diferentes profesores dentro de la misma materia en distintas divisiones”, señala el escrito impulsado por un grupo de padres.

La falta de precisiones fue desde el comienzo. En abril y mayo hubo tareas de adaptación, siempre con la misma dinámica y dependía de cada docente, no hubo algo homogéneo y unificado. De diez materias que cursó, mi hija solo tuvo Zoom desde agosto en dos: Historia y Castellano, el resto fueron chats con clases sincrónicas”, comentó Sebastián Cicuta, padre de un hijo que pasó a tercer año. “Había dos tareas mensuales en Matemática, ahí tuvimos que buscar refuerzos por afuera con clases particulares”, puntualizó.

El caso de Licitra fue similar, ya que hubo un importante esfuerzo familiar para complementar la enseñanza de la cursada. “Me vi a mí misma como en la época victoriana, cuando había que pagar por institutrices por afuera de los espacios de aprendizaje para que mi hijo no quedara tan aplanado en términos de conocimiento”, comentó la escritora.

A fines de año, la rectora Valeria Bregman envió una carta a los padres y el conjunto de la comunidad académica, donde destacó “el compromiso manifestado”. “Fue un aprendizaje colectivo y una búsqueda permanente de las mejores estrategias de adaptación. Virtualizar el Colegio, lo pedagógico, lo académico, lo administrativo, fue una tarea muy compleja y que sigue presentando desafíos constantes”, apuntó en su mensaje institucional.

“El mensaje de la rectora de cierre expone un subregistro de las dificultades que tuvo el aprendizaje en 2020. Parece que fue un año fantástico y que se superaron todos los obstáculos, como si fuera una especie de realidad paralela”, lamentó Licitra. “Quiero centralizar mi crítica en el colegio como institución, no quiero entrar en confrontación con los docentes, no es con ellos el problema. Cuando no tenés una institución que responda y te baje pautas claras es un poco anárquico”, reflexionó.

(Foto: NA)
(Foto: NA)

La presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires (CENBA), Tatiana Fernández, sostuvo que para los alumnos se trató de un “año accidentado” y puntualizó sobre la “desaparición de las autoridades” para dar respuestas ante las dificultades del nuevo escenario.

Hubo pocas clases virtuales en la UBA en su conjunto porque no se ejecutó el presupuesto para garantizarla. Esto afectó fuertemente a un grupo de estudiantes que no tenía dispositivos tecnológicos y a docentes que estaban en la misma situación. Gracias a la colaboración de la cooperadora del colegio y colectas de ex alumnos pudimos revertirlo”, sostuvo la dirigente estudiantil. “No hubo una política general de cursada, sino que cada docente lo hizo desde su esfuerzo, y si contaba con los recursos propios o el tiempo necesario. Es una realidad que muchos dan clases en otros colegios”, agregó Fernández. La estudiante Lara Taborda identificó como problemas durante el ciclo lectivo “la escasa comunicación con las autoridades”, donde el Consejo de Escuela Resolutivo (CER) “no sesionó en todo el año”; “la excesiva carga de material” para la virtualidad y “mucha incertidumbre en los meses de septiembre y octubre”.

Bragadini tiene otro balance. Según la docente, uno de los problemas que tuvo el colegio fue que les costó organizarse desde el principio ante la novedad de la pandemia. “Creo que ellos estaban esperando volver a la presencialidad, porque es la forma de trabajar que conocen y se sienten seguros. Se suponía que se volvía en junio”, comentó. Mencionó como complejidad adicional la libertad de cátedra, que es una prerrogativa que tienen los profesores de los colegios preuniversitarios de la UBA para organizar la cursada según su visión pedagógica. En un contexto inédito que requiere coordinación y creatividad entre los actores, las discrepancias sobre los métodos de la virtualidad pueden producir profundos desbalances al interior del alumnado.

“Fue un año muy particular en el que se hizo lo que se pudo, con ensayo y error, no había precedentes. No se suspendían las clases desde el año 1955 con la polio”, matizó Bragadini. “En algún momento se recuperarán los aprendizajes, era un año para pensar sobre todo que los pibes estén bien y que no tengan cuatro o cinco Zoom por día, porque les hubiese estallado la cabeza”, completó la capacitadora.

Desde el Rectorado de la UBA aseguraron a Infobae que en las próximas horas estarán definiendo la modalidad de cursada para el ciclo lectivo 2021 en sus instituciones preuniversitarias. Las definiciones de la casa de altos estudios están atadas al ritmo de las universidades nacionales, que recién comienzan las clases entre la tercera y la cuarta semana de marzo. En la UBA dan por descontado que en los colegios como el CNBA y la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini -donde también hubo quejas de familias por problemas similares- habrá instancias de presencialidad como ocurre en otras escuelas del país.

Por el momento, persisten algunas dificultades administrativas de corto plazo, como la inscripción a los cursos de grado –anualmente las familias deben cumplir con ese requisito para anotar a los chicos– y el llamado a exámenes de mesas libres y regulares de febrero y marzo. Los métodos de evaluación también fueron blanco de dudas de la comunidad educativa en los últimos meses. En un primer momento, se definió adoptar notas generales no numéricas (los criterios eran “suficiente”, “en proceso” o “desaprobado”) hasta que sobre el final del ciclo lectivo se resolvió continuar con el sistema tradicional.

“La rectora no dio explicaciones de nada, ni a padres ni a profesores. Primero, nadie se llevaba materias pero sobre octubre empezaron a decir que sí. Es correcto que se lleven materias si no alcanzan, pero hay que establecer reglas claras”, comentó Gladys Villosada. “Hubo mucho conflicto con las evaluaciones. Era una cuestión organizativa que les excedía a los propios docentes”, puntualizó la presidenta del CENBA, que sigue reclamando precisiones a la rectora Bregman. “Hace dos semanas que estamos en una gran incertidumbre sobre la finalización de nuestros estudios. Es una muestra más del abandono”, concluyó Fernández.

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