Quién es la misteriosa dama del rastrillo que dibuja mandalas gigantes en la arena de Villa Gesell

Cada mañana, quienes eligen ese momento del día para disfrutar la playa se encuentran con distintos diseños a orillas del mar, que poseen un fuerte simbolismo. Hasta hoy, su autora era una incógnita

Todas las mañanas, las playas se despiertas con un tatuaje hecho a rastrillo (Diego Medina)

En las arenas de Villa Gesell desde hace largos meses empezaron a divisarse extraños dibujos de los que nadie se adjudicaba públicamente su autoría. Algunas mañanas la playa despertaba estampada de mandalas y soles mayas; en otras ocasiones, lucía infinitos espirales, trazos con crucifijos y hasta la perfecta silueta de un serpenteante camino que se ahoga en lo más profundo del mar. Ese fenómeno de arte abstracto fue captado en plena cuarentena por las cámaras de la televisión local que muestra la playa a toda hora el día. Todo era un bonito misterio que fue incrementándose por la intriga de los vecinos y por la belleza del fenómeno. Los canales de noticias nacionales también posaron sus ojos en esos símbolos. Hasta que una mujer, rastrillo en mano, aceptó develar la incógnita de esos motivos.

En diálogo con Infobae, María Lazarte (48) acepta orgullosa contar su historia, justo cuando los últimos turistas de enero empiezan a bajar a la playa, a pegarse el primer chapuzón de la mañana. Esta artista, profesora de dibujo y tallerista oriunda de Lomas de Zamora, lleva casi dos décadas viviendo en la villa, y se despierta todos los días a las seis de mañana para esbozar distintos trazos en las arenas de la ciudad. “Yo vivo a dos cuadras de la playa, y cada vez que el tiempo me lo permite, salgo con el rastrillo en la mano a plasmar lo que le surge: dibujar hasta que el viento y el mar borren todo. Yo trabajo con el arte efímero, que tiene un concepto, no dura mas que un día y se va”, expresa María, quien arrancó hace cinco años con esta propuesta, pero que recién la pudo plasmar a fondo en el contexto de la cuarentena. Por su trabajo de docente, no tenía tiempo para realizar sus diseños a gran escala.

(Diego Medina)

Preocupada por el encierro y angustiada por la cuarentena, María sufrió como ninguna esos meses de playas clausuradas en la ciudad. Gesell prohibió poner un pie en la arena a cualquier vecino desde el 19 de marzo al 9 de junio. El municipio intentaba así desalentar la hipotética llegada de turistas. Apenas se levantó la medida, ella agarró un palo, un rastrillo y se puso a dibujar por amor al arte. “La idea de mis dibujos que se borran surge con esta circunstancia de la pandemia. Con esto que nos pasa a muchos de no poder tener un proyecto a largo tiempo, se disolvieron muchas cosas. Por el Coronavirus, no podemos hacer otra cosa que proyectarnos a veces solo por un día. Muchas familias piensan y viven el día a día. Por eso una de mis intervenciones se llama hoy”, agrega. Dichoso goce estético para aquellos transeúntes que se encuentran con estas figuras que hace María. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) creía que el arte metafísico era capaz de liberar al ser humano la voluntad del dolor. María sonríe y asiente porque lo que hace, le hace bien.

María empezó dibujando con palo de madera pero día a día fue “sofisticando” sus herramientas de trabajo. Ahora le sumó tres tipos distintos de rastrillos, dos de plástico y uno de metal. Con eso alcanza cuando sobra la inspiración. “Como verán yo trabajo con una playa chica. Tuve la suerte de ir al Faro Querandí el año pasado, y me encontré con un escenario fabuloso, mucho más grande. Por suerte, hago lo que me gusta y no pido ni quiero que me paguen. Solo me interesa que citen mi nombre para que no se pierda”, comenta. A raíz de sus recientes publicaciones en Facebook, en donde empezó a difundir fotos de sus trabajos, mucha gente empezó a pedirle que dibujara diversos motivos, pero ella se rehúsa a hacer cosas por encargo. “Me han pedido diseños especiales, palabras, letras. También que dibuje el Tótem que está en el acceso a la ciudad. Aunque no hago nada a pedido. Lo mío es lo abstracto”, pide disculpas, mientras saluda a la gente que pide permiso para tomarle foto a sus trazos.

Sobre la arena, María Lazarte imprime distintas formas

A propósito de las mandalas, María decidió investigar sobre estos sagrados símbolos concéntricos que resumen cuatro conceptos fundamentales para ella: “Unidad, armonía, elemento visual e infinito”. “Creo que cada uno de nosotros es la suma de varias cosas. Por eso, si me preguntás si las mandalas tienen una conexión espiritual, te digo que sí. Si me preguntás si es un homenaje a las líneas de Nazca, te digo que también, no sé. Uno cuando estudia tiene mucha información adentro y luego van surgiendo cosas. Me encantaría poder seguir volcando en la arena estas expresiones. Es muy bueno que otros chicos puedan sumarse. Mis alumnos me alientan a seguir adelante. Y está bueno que ellos se entusiasmen, porque se puede trabajar sin gastar en materiales. El lienzo es la arena, y se puede dibujar con un palito nada más”, comenta, mientras observa como el mar lava esas figuras que ella realiza. Por más que el viento y el mar se traguen sus trazos, ella todos los días ofrece un cuadro distinto. Es un eterno volver a empezar.

(Maria Lazart)

“A veces la arena no está compactada, y se torna difícil rastrillar, a veces la marea está alta y no se puede dibujar, es ahí cuando hay que tener dos cosas: perseverancia y paciencia, como en la vida”, agrega María, quien luce unos rulos enrevesados, llenos de ideas circulares. “Forman parte de mi naturaleza”, bromea, cuando trata de acomodarse la cabellera mientras posa para el lente del fotógrafo. Su trabajo ad-honorem le valió un reconocimiento del Concejo Deliberante de Villa Gesell, que en noviembre declaró de interés municipal sus obras sin galería. Por estos lares, se destaca la espontaneidad de esta iniciativa, sin esperar nada a cambio. Después de todo, en una temporada donde todos los vecinos están luchando para juntar el mango y sacar la cabeza a flote para arrancar el año, ella sigue haciendo arte por amor al arte. “Yo bajo temprano a la playa y si puedo dibujar, lo hago. No hay boceto, no hay borrador. Eso, no hay borrador, esa es la frase. Porque en realidad no hay sentido para borrar, no me interesa si salió mal o no. A veces me reto, a veces me felicito, disfruto de la soledad en el proceso creativo. Pero ojo que también me gusta pintar acompañada, con la mirada del “Otro”. Hemos hechos murales con Manuel (el papá de su única hija, Josefina), intervenciones hasta en las garitas del colectivo "

(Maria Lazart)

Un dibujo a gran escala, de esos que sólo se pueden fotografiar enteros subiendo un dron a 50 metros de altura, le puede llevar entre dos y tres horas de trabajo. María no borra, es cierto. Clava el rastrillo un punto fijo, como si fuera un compás y empieza a hacerlo girar. Su proceso constructivo es constante y prolijo, como el de las abejas a la hora de edificar los rombos de un panal de miel. “Me gustan que las cosas salgan bien, dibujar en soledad me conecta con el universo, con la naturaleza. Habitualmente no dejo que nadie me ayude ni nada. Es mi obra. Solo me permito trabajar en equipo con los chicos de la Asociación Arcoiris, con quienes realizamos unas hermosas actividades colectivas en la playa”, comenta, en referencia a las jornadas de arte inclusivo, que lidera con un Centro de día y Taller Protegido, que busca la inserción de jóvenes con discapacidad intelectual y motriz.

María es docente y hace 20 años se mudó desde Lomas de Zamora a Villa Gesell (Diego Medina)

El mar suele devolver lo que no le pertenece. Residuos, objetos perdidos, incluso la misma arena que se lleva, la trae con la fuerza de su oleaje. Sin embargo, los dibujos de María se van y no vuelven. Como si el Océano quisiera quedarse con esas figuras por siempre. “Yo acepto que así sea, la naturaleza es más sabía de lo que se cree. Hay que vivir en el hoy, esta experiencia es en el tiempo presente. Desde que me mudé a la ciudad, entendí la vida de otra forma. Cada salida del sol es tan única, cada rastro que encontrás en la playa pasa a ser un código develado. Aprender a leerlos es un trabajo que no se realiza sola, tenés que estar en comunión con el lugar. Lo extraño deja de ser extraño”, dice, mientras sigue raspando las arenas, con ese rastrillo trazo grueso. La magnitud de ese símbolo invita a pensar si esta señora en realidad no estará dibujando grande para el universo en lugar de para nosotros. Los turistas miran sorprendidos. Algunos toman fotos; otros, desatentos, cortan camino por encima de sus mandalas para elegirle un lugar a la reposera.

El arte de María es efímero: el mar se lo lleva (Diego Medina)

La charla podría continuar un rato más, sin embargo quedan preguntas en el tintero, que tal vez sólo el tiempo pueda contestar. Es que los artistas prefieren que su arte hable por ellos. Entonces, responden, pero también se toman su tiempo. “Disculpá que no te pude contestar antes, ahí te mando las respuestas a las preguntas que me mandaste”, dice María. Y comparte un correo electrónico con algunas reflexiones sobre las pasiones que la interpelan. Recuerda con emoción el día que limpió junto a vecinos un basural en el Barrio Industrial hasta transformarlo en una plaza con escenario y todo. Y muchas cosas más. A ciencia cierta, tampoco hay porqué saberlo todo de ella, ni porqué insistirle para que cuente más. El misterio que la rodea forma parte de la idiosincrasia de esta playa con bosque que alguna vez soñó Don Carlos Gesell, un sitio donde los artistas venían a buscar a las musas inspiradoras.

De regreso a casa, en las librerías de la Avenida 3 aparecen saldos de libros de mandalas para colorear. Pero la gente ya eligió los dibujos de la dama del rastrillo. Por lejos.

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