El 1° de diciembre de 1988 el gobierno de Raúl Alfonsín tuvo que enfrentar una nueva sublevación militar, esta vez encabezada por el coronel Mohamed Alí Seineldín. El motivo primario del alzamiento fue nuevamente la cuestión de los Derechos Humanos y los militares implicados en la última dictadura castrense. Se exigía que solo fueran juzgados los miembros de las juntas del Proceso de Reorganización Nacional, se amnistiaran a los oficiales sublevados en anteriores conatos y que el jefe del Estado Mayor General del Ejército pasara a retiro. Tras largos conciliábulos, el teniente general José Segundo Dante Caridi presentó su retiro el 21 de diciembre de 1988 y el día 26 de diciembre el general Francisco Gassino tomó la posta durante una ceremonia realizada en la sede del Primer Cuerpo.
Gassino, a quien le decían “Colorado” por el color de su cabellera, venía de ser Director de Institutos Militares con sede en Campo de Mayo y en su foja de servicios figuraba que había sido jefe de Inteligencia del Ejército. Por lo tanto, nada de lo que ocurría en la Argentina le era desconocido. Le tocó enfrentar, el lunes 23 de enero de 1989, durante casi cuarenta y ocho horas el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 y al Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada, ambos localizados en La Tablada, provincia de Buenos Aires.
Cuando ocurrió el hecho, el Ejército informó al Poder Ejecutivo alrededor de las 08 de la mañana. Gassino se encontró con una mala noticia: Horacio Jaunarena, el Ministro de Defensa, un funcionario valorado por as FF.AA., no se encontraba en su despacho porque había viajado el fin de semana a Pinamar y no había vuelto por una indisposición intestinal.
Según contó Gassino a Julio Ruarte, autor de “La Tablada, un ataque para recordar”, a las 10.30 del mismo 23 de enero recibió una llamada del Edecán presidencial:
-General, le va a hablar el Presidente de la Nación.- Con su inconfundible voz, Alfonsín, tras saludarlo, le dice si le puede decir cuál es la situación.
-Gassino: Mire, Señor Presidente, el Regimiento 3 de Infantería Mecanizado ha sido tomado por elementos subversivos, hay enfrentamientos muy serios, hay muertos y estamos tratando de recuperar el cuartel.
-Alfonsín: Usted qué opina? De dónde son esos grupos, de derecha o de izquierda?
-Gassino: Por la forma de actuar no hay ninguna duda que es un grupo subversivo de izquierda.
-Alfonsín: No general, no se equivoque. Esos son grupos de derecha. Yo tengo que sacar un comunicado, tengo la obligación de informar al pueblo y no puedo decir nada hasta no tener la seguridad de dónde son.
-Gassino: Mire Señor Presidente, si usted no quiere decir que son de izquierda, tampoco diga que son de derecha porque se va a equivocar.
-Alfonsín: Bueno general, yo voy a redactar un comunicado y dentro de un rato lo voy a llamar para leérselo, a ver si usted está de acuerdo.
-Gassino: Bueno, le agradezco mucho Señor Presidente pero yo no tengo por qué aprobar lo que usted va a decir.
-Alfonsín: Yo quiero que usted lo sepa.
El relato grabado por Gassino revela que una media hora más tarde recibió un llamado directo de Alfonsín, sin la intervención de su Edecán, que es atendido por el propio jefe del Estado Mayor del Ejército: “Hola, le habla el doctor Alfonsín. Le voy a leer el mensaje para ver si está de acuerdo”. Tras la lectura el jefe militar no agregó nada. Más tarde diría que el Presidente “no dijo nada que eran de izquierda ni que eran de derecha”. El poder político todavía no tenía para decir respecto a quiénes estaban asaltando La Tablada y matando oficiales, soldados y miembros de la policía bonaerense.
¿Cómo podía el Presidente, a esa hora del día, ignorar lo que realmente estaba sucediendo dentro de la unidad militar? ¿Quién lo informaba? ¿Qué tenía para decir la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)? ¿Ignoraba el presidente los informes que la Secretaría había elaborado con bastante anticipación sobre el Movimiento Todos por la Patria y que fueron publicados por la prensa?
A veces es necesario repetir las viejas historias: El lunes 23 de enero de 1989, Carlos Saúl Menem, candidato presidencial del peronismo, estaba en Mar del Plata y yo formaba parte de su equipo de campaña. Era uno de los más conocidos, simplemente, porque hasta poco antes trabajaba como jefe de política del matutino Ámbito Financiero. De allí que entre las siete y media y ocho de la mañana recibí un llamado del secretario de redacción de Crónica, Mario “Manzanita” Fernández, a quien había conocido por mi amiga Alicia Barrios.
-¿Qué piensan ustedes de lo que está sucediendo en La Tablada? -me preguntaron.
-No sé nada. ¿Qué pasa?
-Hay un ataque a un cuartel militar y el gobierno dice que es la gente del coronel (Mohamed) Seineldin. El vocero presidencial José Ignacio López lo dice repetidamente.
-¿Tenés gente del diario allí?
-Sí, tengo dos móviles.
-¿Y qué te dicen?
-Dicen que los atacantes son muchachos de pelo largo y hay también mujeres.
-No es Seineldín. Es el ERP.
-¿Cómo lo sabés?
-Muy simple, fui cadete de Seineldín en el Colegio Militar (1965) y Seineldín no ataca con mujeres y muchachos de pelo largo.
Tras cortar el teléfono bajé al comedor del Hotel Hermitage, donde el candidato presidencial estaba rodeado por una multitud de personajes que se disputaban quiénes serían los que jugarían un doble de tenis con Menem en Torres de Manantiales. Le dije a Menem en voz alta que “el ERP está atacando un cuartel en La Tablada” y varios de los que lo rodeaban lo menos que hicieron fue esbozar una sonrisa.
Casi a la misma hora que Menem se enteraba de lo que estaba ocurriendo, Gassino le dice a su amigo al general Alfredo Arrillaga: “Vasco, hacete cargo y hacelos mierda”. Hasta ese momento, Arrillaga era el Inspector General del Ejército. Tenía que enfrentase con “El Pelado” Gorriarán Merlo, nicoleño como él, a quien conocía de su juventud.
Era cuestión de seguir atentamente las actividades del Movimiento Todos por la Patria (MTP) los días previos y analizar -por lo menos ligeramente- la feroz campaña que realizaban contra Menem.
El periodista Américo Rial habrá de contar posteriormente que unos días antes del ataque una alta autoridad del vespertino “La Razón” le ordenó: “Ubique al doctor Jorge Baños y mande un cronista y un fotógrafo. Va a hacer unas denuncias. Es un pedido del Gobierno.” Horas más tarde Jorge Baños realizó una denuncia sobre una conspiración para derrocar a Alfonsín encabezada por el complot de “los tres turcos”: Menem, Seineldín y el dirigente metalúrgico Lorenzo Miguel. Las declaraciones a todos los medios se extendieron entre el 12 y 16 de enero.
Como dirían días más tarde los abogados del candidato peronista, las denuncias alcanzaron “un alto voltaje de verdadero escándalo o, siendo precisos, una grave y claramente situación comprometedora de la tranquilidad pública. Una elemental sensatez indica que colocar todos los medios de información pública en manos de quien se sabe que está directamente ligado a la subversión armada equivale a otorgarle coche oficial, con chofer y guardia.”
Con el paso de las horas el candidato presidencial comenzó a recibir todo tipo de informes que contenían nombres y apellidos de funcionarios oficiales, medios de prensa (El Ciudadano, Página 12 y El Periodista) y periodistas afines al partido de gobierno y militantes de ultraizquierda con relaciones privilegiadas con el gobierno radical. ¿Cómo ponderar una información sobre la otra? ¿Qué decir, por ejemplo, de lo publicado por el Cronista Comercial, el 14 de diciembre de 1988, sobre la formación de “Comités de Defensa de la Democracia” propugnados por la “Coordinadora” bonaerense que regentaba el diputado nacional Federico Storani? Si parecían un calco de los “Comités de Defensa de la Revolución” creados por el castrismo en Cuba. El funcionario más señalado en las denuncias que llegaban era Enrique Nosiglia, nada menos que el Ministro del Interior. Días antes del asalto a La Tablada, un artículo del Informador Público titulaba: “Nosiglia pidió a dirigentes de MTP que denunciaran la existencia de un complot contra el gobierno”.
El 25 de enero, Menem vinculó públicamente al gobierno con los terroristas. Los acusó de ser los “autores intelectuales” de un plan destinado a impedir el triunfo del peronismo en las elecciones del 14 de mayo de 1989. Exigió: “Ya no sólo pide el justicialismo sino que el pueblo clama por una investigación a fondo de estos hechos, para que se determine fehacientemente quién es quién en la Argentina” y aconsejó al periodismo “leer los diarios a partir del 9 de septiembre” cuando la policía dispersó con gases y bastonazos una concentración multitudinaria de la CGT en la Plaza de Mayo. También, sin nombrar al teniente coronel Emilio Nani, puntualizó: “Cuando en este momento uno de los militares está pasando por un grave momento en el Hospital Militar, uno de esos supuestos periodistas hace referencia a ese militar en forma despectiva, sin reparar que él jugó su vida para que él siga lucrando en la democracia con los dineros que da el Estado, que son del pueblo.” Al hablar de Fernández Cutielos, el subjefe de la unidad, informó que “le cortaron la lengua y le pusieron una pistola en la boca y lo ultimaron”. La respuesta del diputado radical César Jaroslavsky fue calificar de “roñosos” a los denunciantes.
Días más tarde, Carlos Menem formó una comisión de abogados presidida por César Arias, el apoderado del peronismo, integrada por León Arslanian, Pedro Narvaiz, Héctor Masnatta, Oscar Igounet, Antonio Benítez, Hugo Anzorreguy y Miguel Bertcaiz.
Con todos los materiales informativos a su disposición, César Arias formulo una primera denuncia en la que apunta al Secretario de Justicia, Enrique Paixao, basándose en los artículos periodísticos del momento y en los propios dichos del alto funcionario. Además llama la atención a un trabajo de prensa que sostiene que “Nosiglia y Caputo, sin el aval de Angeloz, buscan reinventar el pacto militar–sindical, acusando a Menem, Seineldín y Miguel de golpistas, intentando reiterar la denuncia usada con éxito en 1983 y la de complot que se agitó en 1985.” También pone la lupa en el terrorista atacante “Pancho” Provenzano, ex miembro del ERP, y sus relaciones con altos funcionarios del gobierno. Estos y otros argumentos están contenidos en los informes que recibía el candidato presidencial.
Simultáneamente, Carlos Menem le dijo al periodista Ernesto Lucero, de Radio Splendid: “Si nosotros leemos las informaciones de prensa de estos últimos días, el ritmo espectacular que se le da a la noticia del complot que habríamos encabezado el compañero Lorenzo Miguel y el suscripto, llegamos a la conclusión de que esta maniobra está perfectamente urdida para tratar de destruir al justicialismo y posibilitar que siga ganando el radicalismo”.
Luego observó que en los conatos militares anteriores el gobierno llamo a movilizarse a la ciudadanía y que en esta oportunidad, ante el ataque armado, el Poder Ejecutivo, no hizo nada… “Estoy pidiendo al señor Presidente de la Nación la investigación a fondo de estos acontecimientos y los nombres de los autores intelectuales”. De manera también sorprendente algunos medios intentaron involucrar en el complot al Vicepresidente de la Nación, el cordobés Víctor Martínez.
Los abogados del candidato justicialista -Pedro Narvaiz, Oscar Igounet y Honorio Leguizamón Pondal- pusieron la atención sobre “el silencio respecto de las verdaderas actividades del abogado Jorge Baños y del MTP que el Gobierno conocía.” Ese silencio de la Casa Rosada era notable.
Al margen de lo que afirmaban los miembros del equipo de abogados del candidato presidencial, un informe que recibe Menem en esos días (con fecha 6 de febrero de 1989) advierte que “el grueso de los oficiales está convencido que el ataque a La Tablada ha sido responsabilidad del gobierno”. Y además aconseja “resaltar la necesidad de combatir a la subversión dentro de la ley, pero con todos los medios del Estado y sin retacearlos, como está diciendo ahora el gobierno en la discusión que se plantea en el seno del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA).”
Una vez que el fuego de las armas cesó se comprobó que el Ejército había perdido 9 integrantes, con el Teniente Coronel Horacio Fernández Cutiellos a la cabeza, y el Teniente Coronel Emilio Nani gravemente herido. La Policía Bonaerense ofrendo 2 integrantes y el subcomisario Re quedo mutilado. La guerrilla perdió a 33 miembros.
Los asaltantes que quedaron vivos fueron juzgados y tras unos pocos años fueron liberados con argucias legales. Y el jefe terrorista, Enrique “El Pelado” Gorriarán Merlo, tras ser capturado en México en 1995 y ser condenado a prisión perpetua, a los 4 años fue indultado. Mientras tanto los que defendieron la unidad del Ejército fueron sancionados y cumplen severas sentencias.
Si todo lo que intentó la izquierda radicalizada fue desgastar y perjudicar al candidato presidencial opositor, el resultado fue un llamativo fracaso que agravó aún más las posibilidades de vencer del candidato radical, gobernador cordobés Eduardo César Angelóz. Todo se dirigía hacia un previsible final: el presidente Raúl Alfonsín abandonó el poder seis meses antes.
Hoy, nada queda del Regimiento de La Tablada porque la unidad ha sido trasladada al interior de la provincia. Sus infraestructuras se encuentran en decadencia y la maleza va cubriendo no solo lo que era una cuidada unidad castrense y sus calles interiores, también la maleza pareciera intentar tapar o esconder la verdadera historia de lo sucedido. El general Arrillaga tras un largo juicio, con clima popular, fue condenado a cadena perpetua por la muerte del terrorista entrenado en Nicaragua José Alejandro “Maradona” Díaz.
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