Desde aquella primera vez en la que hizo su debut oficial, el 14 de noviembre de 1976, Diego Armando Maradona había vuelto a Mar del Plata en innumerables ocasiones. La mayoría de ellas fueron públicas, pero muchas otras en secreto. Algunas en verano y otras en invierno, pero siempre con marcado entusiasmo, ya que según dicen quienes lo conocieron, era una ciudad que el Diez quería especialmente.
Como en cada una de las anteriores visitas, su nuevo arribo el 18 de enero de 2011 -hace una década- auguraba, cuándo no, la sucesión de cualquier tipo de situaciones. Lo que no sabía Diego, ni nadie en ese momento, es que aquella sería su última temporada en La Feliz, y que en esos casi cinco días y cuatro noches en las que permaneció entre sus calles y sus playas, conocería a su último amor.
La razón de ese viaje fue la disputa de un partido de Indoor Show contra el combinado colombiano que lideraba Carlos “El Pibe Valderrama. El encuentro de esa especie de fútbol 7 que por cuestiones contractuales había reemplazado al llamado Showbol, iba a jugarse al día siguiente, el miércoles 19 de enero, en el Polideportivo Islas Malvinas. La comitiva, organizada por Alejandro Mancuso -”amigo entrañable” de turno del Diez-, llegó a Mar del Plata a través de la ruta 2 en un colectivo: a bordo iban, entre otros, jugadores como Nacho González, Calderón, Ruggeri, Trotta, Ibarra y El Negro Enrique. Todos se hospedaron en el Hermitage Hotel, incluso el propio Diego que, a pesar del desconocimiento de muchos, tenía un departamento en la zona de Constitución que muy pocas veces había habitado.
La primera actividad del grupo fue en el estadio ese mismo martes: entrenamiento por la tarde y posterior conferencia de prensa de Maradona, junto a las autoridades del Gobierno y la Lotería provincial, organismo que auspiciaba el evento. En ese contacto con el periodismo, el capitán del equipo argentino habló del año electoral que había comenzado, del futuro “imposible” descenso de River, de las heridas sanadas después del Mundial de Sudáfrica y su intempestiva salida del banco de la Selección Nacional, y de la AFA y de la FIFA, como siempre.
Dicen quienes estuvieron con Diego aquel día que el estado de la cancha lo puso de mal humor. La superficie sobre la que se jugaba el Indoor Show era una especie de alfombra de 45 por 23 metros que cubría el piso de parqué y, al parecer, en el Polideportivo estaba algo arrugada en determinados sectores, lo cual no favorecía el perfecto rodado de la pelota. Además, el Diez no estaba del todo a gusto con hablar ante la prensa aquella tarde, pero tuvo que hacerlo de todas formas porque se trataba de una de las varias obligaciones que se habían pautado por contrato.
La mañana siguiente Maradona se llevó una sorpresa al descubrir que en la habitación ubicada frente a la suya estaba hospedada nada más y nada menos que Lucía Galán, la cantante del Grupo Pimpinela. Ambos habían tenido una relación sentimental durante la década del ´80, en medio de una crisis circunstancial en su pareja con Claudia Villafañe, y hacía muchos años que no se veían. Al encontrarse se saludaron afectuosamente y ella lo invitó a participar del show que esa noche daría junto a su hermano Joaquín en el paseo Las Toscas, evento también auspiciado por el gobierno de Daniel Scioli.
Maradona tenía ganas de ir, pero sus colaboradores le dijeron que iba a ser imposible y le recordaron que el recital y el partido de fútbol por el cual habían viajado a Mar del Plata, eran a la misma hora. “No nos daban los tiempos, pero él quería ir”, cuenta una fuente que acompañó a la delegación de jugadores en Mar del Plata. Después ya no se volvieron a cruzar.
El inicio del encuentro ante Colombia se demoró 70 minutos: estaba previsto para las 21.30 y comenzó a las 22.40. Eso molestó a Diego, pero no tanto como otras dos situaciones que ocurrieron luego y que directamente lo desencajaron.
La primera de ellas, según uno de sus íntimos, fue la sorpresiva aparición de Verónica Ojeda en el palco del Polideportivo, junto al gobernador Scioli y el médico de ambos, Alfredo Cahe. Al parecer, en ese momento el vínculo amoroso tambaleaba y el Diez había decidido visitar Mar del Plata solo. Tal es así que Fernando, hermano de Ojeda y eventual colaborador de Diego, tampoco había viajado con la delegación como solía hacerlo normalmente. “Casi ni se vieron. La saludó después del partido y quedaron en hablar de vuelta en Buenos Aires. No la invitó ni siquiera al hotel a cenar”, agrega la fuente consultada que estuvo siempre muy cerca del Diez.
Esa misma noche Maradona conoció al último amor de su vida.
El arito y otra rubia tentación
“Me robaron el arito”, gritó en el medio del vestuario Diego. Obviamente, lanzó decenas de insultos contra la organización del partido, que había terminado en empate 5 a 5. Es que al culminar el encuentro, mucha gente se había metido en el campo de juego, mientras Maradona -micrófono en mano- agradecía a la multitud que lo vivaba y pedía que ayudara “a la presidenta” para que los argentinos tuvieran “un gran 2011”. A pesar del cordón de seguridad que se había montado, varias personas alcanzaron a tocar y abrazar al Diez, y fue en ese momento que la joya desapareció.
“Me lo robaron, era una regalo de Dalmita”, despotricaba ante sus compañeros, cuando un colaborador de otro jugador del equipo fue a ver si lo encontraba mientras se realizaban los preparativos para quitar la alfombra del parqué. Pero el hombre halló el prendedor, pero no la alhaja, valuada en alrededor de 2 mil dólares.
Al día de hoy, quienes estuvieron junto a Diego esa noche sostienen que el arito lo perdió entre la multitud y que no se trató de un robo. Pero lo cierto es que la joya que le había regalado su hija mayor nunca apareció.
Los futbolistas volvieron al hotel tras el empate y, como lo hicieron durante toda la estadía, comieron en uno de los salones principales. Maradona, que amaba la gastronomía marplatense, seguía enojado y por se había quedado en su habitación sin participar de la cena. Fue entonces cuando uno de sus secretarios intentó consolarlo y le dijo que en el lobby había dos chicas que querían conocerlo. El Diez primero se negó, pero luego, ante la insistencia de su ayudante, accedió.
Las jóvenes, que eran hinchas de River y estaban en la ciudad porque el sábado siguiente asistirían al Superclásico del verano, fueron hasta el ascensor y subieron al piso en el que se alojaba el ex capitán de la Selección Argentina. Una de ellas era Rocío Oliva, una rubia de tan sólo 21 años y marcada iniciativa para cumplir el objetivo que perseguía en ese lugar: conocer al mejor jugador de todos los tiempos.
Los detalles de ese encuentro son absolutamente íntimos porque, luego de los saludos circunstanciales, fue el propio Diego quien la invitó a ella sola a cenar con él en la habitación, y recién volvió a aparecer frente a sus compañeros de equipo -y ya de buen humor- al día siguiente.
Según cuenta la propia Oliva, desde ese entonces mantuvo frecuentes contactos con Maradona, pero recién dos temporadas después, ya bien entrado el 2013, fue presentada de manera formal como su nueva novia.
Coqueteo con políticos y artistas
Con el año electoral en marcha, el gobierno de Daniel Scioli había acelerado la promoción de su primera gestión por toda la Costa Atlántica. También los funcionarios nacionales pujaban, como siempre, por la presencia en los medios. Un ejemplo fue, cuándo no, la búsqueda de tener la imagen de Diego.
Florencio Randazzo, entonces ministro del Interior de Cristina Fernández de Kirchner, consiguió entregarle al Diez su nuevo documento de identidad, una tarjeta moderna que tenía un de chip en el que se almacenaban sus datos biométricos. Lo hizo el día de la conferencia de prensa en el Polideportivo y logró tomarse una fotografía con el astro.
Pero el que más jugo le sacó a su trato con Maradona fue el mandatario provincial. Ambos eran viejos amigos y solían encontrarse esporádicamente en distintas partes del mundo desde que eran jóvenes. En base a esa relación se había efectuado el convenio de la Provincia con la organización del partido de Indoor Show, que también incluía la presencia de Diego en la inauguración de una sala de primeros auxilios en Chapadmalal.
El acto político fue el jueves 20 de enero al mediodía. También se realizó un encuentro con chicos que integraban las “Escuelas de Verano”, un programa de turismo social con numerosos participantes. “Mar del Plata está que explota. Está más hermosa que nunca”, dijo el Diez ante la prensa.
Al finalizar, a Scioli, Diego y compañía los esperaba un asado en la residencia del gobernador, ubicada sobre la ruta 11. La espectacular parrillada, de la que también disfrutaron los ministros bonaerenses, se extendió hasta la tarde.
Por la noche, la agenda de Diego continuó con una visita a la mansión que Ricardo Fort había alquilado en la esquina de Saavedra y Alsina, pleno barrio Los Troncos. Los detalles de esa cumbre los reveló Infobae hace tiempo y, según se sabe, la invitación nació de la amistad de Diego con Adriana Salgueiro y su marido, quienes trabajaban con el mediático millonario.
“A Diego le encantaban dos vedettes que trabajaban con Fort: Paola Miranda y Gaby Figueroa. Las quería conocer y fuimos a la casa por eso, además de la buena onda que él tenía con Adriana y el esposo”, explica otro de los colaboradores de Diego que participó del encuentro en el que intercambiaron elogios y el empresario invitó al Diez a ver su obra teatral en Tío Curzio.
Esa fue la última actividad pública de Diego en Mar del Plata: el viernes 21 de enero asistió a la segunda función de la obra y cerca de la 1 de la mañana se retiró, tras hacer breves declaraciones periodísticas en las que felicitó al elenco por su trabajo. Pocos meses después Maradona y Fort se pelearon a través de los programas de televisión. Los amores y odios de Diego a full.
La mañana siguiente, el sábado 22 de enero, el Diez y su entorno abandonaron Mar del Plata en un auto que recorrió la ruta 11 hasta recalar en Pinamar, donde Claudia Villafañe iba a junto a Dalma y a Gianinna su cumpleaños número 49, en la casa alquilada por la familia de Sergio Goycochea. Con esa fiesta en familia terminó el último verano de Diego en la Costa Atlántica.
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