Esto empieza el viernes durante el día cuando Paulina decidió escribir una historia de su padre y de su abuelo. Paulina tiene de apellido “Karadagian”, como el gran titán, y no es casualidad: es la hija del mítico Martín Karadagian. Tal vez por eso su historia, que comenzó como un hilo de twitter, se convirtió en un rescate emotivo para toda una generación.
Lo que hizo fue revelar un aspecto desconocido de su padre: cómo era Karadagian como hijo. La anécdota fue tan bien contada que vale la pena reproducirla tal cual: “Él fue mi abuelo (en relación a la foto que adjuntamos debajo). Solo conocí historias por lo que me contaba papá. Más allá de haber tenido una mala relación con él, papá siempre estuvo. El armenio Hamparzún (así se llamaba mi abuelo), era muy bravo, pero además, orgulloso. No quería recibir ayuda económica de papá, así que a mi viejo se le ocurrió hacerle una jubilación inventada. Mandó a hacerle una foto y le inventó un carnet de jubilación. Le dijo: ‘Usted no puede perder ésto, papá. Es muy importante. Y todos los meses tiene que venir a mi oficina con el carnet y yo mando a alguno de los muchachos a cobrársela, así no tiene que hacer fila’. Y ahí iba, Don Hamparzúm, todos los meses a la oficina de papá, conversaban y tomaban café, mientras otro empleado desaparecía de la oficina una horita y volvía con un sobre previamente preparado por papá con dinero adentro. La jubilación para mi abuelo no existía, pero existió, porque papá era mago. Cómo no iba a hacerle creer a mi abuelo éso, si nos hizo creer a todos que una Momia llegó de Egipto para ser luchadora?”.
Muy rápido, Paulina empezó a crecer en seguidores, pero lo más impresionante fueron los cientos de mensajes que le llegaron hablándole sobre el padre. Algunos le contaban de una donación que había hecho, otros de cómo alegró sus tardes… El furor fue tal que hasta los nietos de Karadagian (los hijos de Paulina, que no conocieron en vida a su abuelo), quedaron impresionados por lo que la gente decía de él.
¿Qué Martín Karadagian no conocimos? ¿Quién era, detrás del disfraz de Titanes en el Ring, ese gran luchador? En diálogo con Infobae, Paulina cuenta algunas otras historias conmovedoras que demuestran que si toda una generación lo amó, no fue solo por sus piruetas arriba del ring.
-¿Cómo se te ocurrió contar esta historia?
-Yo me topé con esa foto de mi abuelo y papá y me acordé de eso y lo conté en twitter. Los nenes se despertaron y me preguntaron qué hacía en la computadora, y yo les expliqué que se me había colgado twitter porque había contado esto. Y ellos empezaron a leer las reacciones y los comentarios y no podían creerlo, se emocionaron, se mataron de risa… fue muy fuerte.
-¿Esperabas esta reacción?
-No, y me di cuenta de que la gente está ávida por escuchar historias lindas, historias de valores, que generen cosas positivas. Y pasaron situaciones que no imaginé: una chica me escribió y me contó que en su casa se sigue viendo Titanes en el Ring via YouTube porque su tío tiene síndrome de down y disfruta mucho de ver el programa.
-Contame cómo era Martín como padre.
-Hay una anécdota que no conté aun pero que dije que iba a contar. Papá hizo solamente hasta primer grado de colegio, y cuando yo empecé a ir a la escuela íbamos todos los días de la mano con papá cantando. Él no se perdía ningún acto, iba a todos, pero solo sabía una canción, el himno. Se sentía mal por eso, sentía que tenía que saber todas las canciones patrias, las marchas: la de San Lorenzo, Aurora, la marcha de Malvinas… Entonces se compró un cassette con todas las canciones y se lo puso en el auto. No lo sacó de ahí hasta que se las aprendió todas. Entonces tenía siempre ese cassette y el de Raffaella Carrá, que le encantaba.
-Vos pudiste tener la educación que él no.
-Sí, y estaba orgulloso de que su hijia pudiera hacer la escuela. Cada día del maestro por ejemplo les mandaba a todo el personal del colegio -a todos, no solo a las maestras y maestros, sino a todos- una orquídea con unos bombones carísimos dentro.
-Era muy generoso, por las cosas que contás.
-Era generoso con quien merecía que fuera generoso, pero siempre callado, no le gustaba hacer alarde. Mi papá me enseñaba muchas cosas por medio de ejemplos. Yo iba a una colonia de vacaciones que me encantaba. Y me acuerdo que una vez mi papá me buscó antes de tiempo. Alrededor del predio había un barrio muy humilde, y cuando él llegó se llenó de chicos. Justo pasaba un heladero y él les compró helados a todos los chicos que estaban ahí, menos a mí. Yo estaba re enojada, re, y él me dijo que me iba a explicar algo en el auto. Y más tarde me dijo: ¿vos viste que algunos de esos chicos no tenían zapatillas? Bueno, para muchos de ellos este puede haber sido el único helado que tomen en el verano, mientras que a vos ahora te estoy llevando a almorzar.
-También a veces hacía entrar chicos al teatro por pedido tuyo, ¿no?
-Pasaba que yo me escapaba del vestuario antes de los shows y salía a dar vueltas por afuera, y a veces veía a algunos chicos que no podían entrar porque no tenían plata para el ticket entonces yo iba y le decía a mi papá. Él me preguntaba cuántos eran, y siempre mandaba a alguien a comprar entradas para todos. No es que los hacía pasar sin pagar, porque no quería complicar al productor, directamente daba su dinero para que compraran las entradas. Y a veces incluso en los intervalos mandaba a que les compraran una bebida y algo para comer.
-¿Y cómo era tu abuelo paterno, el de la historia que contaste?
-Mi abuelo murió con una indigestión terrible de pimientos. Empezó a comer ajíes y eso lo mató. Yo no había nacido todavía, no lo conocí. Todo lo que sé es por los relatos de mis padres. Mi mamá me contaba que no la dejaban moverse de la mesa, que la trataban como a una reina. Ella lo quería mucho a su suegro. Y mi papá me contó la parte más dura, me contó que el abuelo era muy violento. Eso al parecer en la época era normal, no sé, pero mi viejo lo sufrió mucho. Era un inmigrante muy duro y la infancia de mi papá fue muy difícil, nació en un conventillo y tuvieron muchas carencias. Me contó que a veces iba a pedirle un vaso de agua a la vecina y cuando se quedaba solo en la sala le daba un mordisco a una manzana que había siempre en el centro de la mesa, y la dejaban con la mordida para el lado de adentro, para que no se notara.
-¿De dónde vino tu abuelo?
-De un pueblo de Armenia llamado Hadjin. Paulina, su mujer -y mi abuela-, llegó de España alrededor de 1918, y al toque se casó con mi abuelo, Hamparzum. Fue muy transgresor porque los armenios en general se casaban con alguien de la misma comunidad.
-Y a pesar de esa infancia tan dura, ¿tu viejo te hablaba con amor de su padre?
-Papá tuvo mucho resentimiento por el tema de la infancia. Después fue aprendiendo a llevarlo. A mí me dijo: yo fui luchador para poder defender a mi madre. Eso creo que lo cuenta todo. Mi abuelo al parecer era muy orgulloso, por eso pasó lo de la plata que conté en el hilo. Pero más allá de lo enojos, la familia es la familia y tiene que estar por encima de todo: eso es lo que me enseñó mi padre toda la vida.
-Ser bueno, ser malo, ser luchador, sobreponerse a los golpes... Todos los elementos de Titanes en el Ring parecen salidos de su propia vida...
-Yo nací a mediados de los setenta, y hasta que nací mi papá era el malo en Titanes, pero me dijo que se pasó al lado de los buenos porque no se hubiera bancado mi mirada de decepción. Hizo el camino inverso de cualquier luchador en la Argentina: todos empiezan buenos -roles que requieren más agilidad y piruetas-, y se hacen malos con los años, por un tema de los requerimientos del cuerpo -los malos se mueven menos, digamos-. Pero él hizo el camino al revés para no decepcionarme a mí.
-¿Tu abuelo qué pensaba del show? ¿Lo entendía? Porque también contás que muchas veces quería defender a tu padre porque pensaba que era una pelea verdadera.
-Mi abuelo se comía todo el verso, no entendía que era un show, él creía que a su hijo lo estaban lastimando en serio, y quería salir a defenderlo. Así fue que una vez subió con un cuchillo al ring. Paulina lo quería detener, pero no pudo y se mandó. Fue un desastre, tuvieron que bajarlo de a muchos. “Espere papá, espere papá”, decía mi viejo. Un caos. Pero yo lo entiendo, porque era duro ver eso. Yo cuando empezaban sus peleas me iba, no me gustaba verlo sangrar. La sangre era real, los golpes eran reales más allá de que fuera un show.
-¿Cómo sigue el camino de los Titanes? En el 2019 volvieron pero después vino la pandemia.
-El 2020 nos mató, como a todo el mundo. Iba a ser nuestro año de despegue porque habíamos hecho 4 shows todos sold out, y el cierre nos mató. Estuvimos parados nueves meses hasta que dejaron que se abrieran los gimnasios y ahí volvimos a entrenar. Estamos en conversaciones para ver qué hacemos, pero entrenando tres veces por semana, en distintas burbujas, para respetar el protocolo. La idea es volver a través de una señal de TV.
-¿Tus hijos Kennedy y Khaled están interesados en la lucha?
-Sí, a los dos les fascina luchar y en los entrenamientos piden autorización y entran a entrenar un poco, pero por ahora es solo para divertirse, no están listos para sumarse a un espectáculo, son chicos aún, tiene 12 años.
-¿Cómo fue la reacción de ellos al ver la repercusión del hilo?
-Ellos crecieron con las historias de los abuelos presentes, por lo que les cuento yo, y por lo que les contaron otros. Kennedy por ejemplo imita la voz de papá, pero imita en realidad a los que imitaban a papá, porque la voz original casi no la escuchó nunca porque en las películas papá era siempre doblado, no era su voz la que salía. O a veces Keny, como le digo, te cuenta las historias como si él las hubiera vivido. Es muy lindo ver que, otra vez, la familia siempre es lo más importante.
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