El folklore argentino cruza fronteras y une culturas lejanas. Eso le ocurrió a Maxi Ojeda, rosarino de 30 años, profesor de ritmos nacionales como la chacarera y la zamba. Su pasión por la música lo llevó a viajar más de 13.000 kilómetros y vivir en Moscú, Rusia.
“Los rusos aman el folklore argentino y a los argentinos”, le cuenta a Infobae desde la casa, donde reside desde 2019. “Es muy loco pero hay una mini ciudad argentina aquí, donde la gente se reúne para las milongas, toma mate, fernet e incluso habla español”, agrega.
Sin embargo, según datos oficiales de la Embajada Argentina en ese país, sólo hay unos 300 argentinos residiendo allá. “Debe ser por la barrera idiomática, o el clima”, saca conclusiones el rosarino. Si bien esos dos factores le costaron a Maxi, ya está instalado en Moscú.
La polémica vacuna rusa
Desde el 26 de diciembre, El Ministerio de Sanidad de Rusia autorizó la vacunación contra el Covid-19 para los mayores de 60 años con el preparado ruso Sputnik V. Hasta ahora la vacuna, que empezó a utilizarse masivamente en el país el pasado 15 de diciembre, sólo se estaba aplicando a personas de entre 18 y 60 años.
“Acá no hay controversia al respecto de la aplicación”, admite Maxi. “La gran mayoría de la población confía en los científicos. Los médicos están vacunados desde agosto de 2020. Nosotros vamos a recibir la primera dosis en estas semanas, no lo hicimos aun porque no enfermamos y después vinieron las vacaciones”, reconoce.
En cuanto a la exportación a la Argentina y otros países del mundo, cuenta que se hace mención en los medios de comunicación locales. “En las redes sociales, muchos rusos se quejaron de que Moscú venda masivamente la vacuna a otros países antes de dársela a todos sus ciudadanos”, reconoce.
El sistema de salud es público. “Es muy bueno, en todos estos años reciben mejor atención cada vez que necesite. Así que me voy a dar la vacuna tranquilo”.
Los sonidos del Norte
El amor de Maxi por la percusión, y los ritmos nacionales data de mucho tiempo atrás. “En mi familia no hay músicos ni artistas, pero mi tía amaba a Peteco Carabajal y decía que cada vez que ponía una canción de él yo me calmaba y paraba de hacer lío”, recuerda con una sonrisa. Así que en su casa lo usaron de estrategia para entretenerlo.
Cuando terminó el colegio secundario se inclinó por el arte y viajó por todo el país. En una estadía en Santiago del Estero en 2017 conoció a turistas rusos que habían visitado la provincia para adentrarse en el universo de la chacarera. “Les di un par de clases, los llevé a comprarse un bombo, y quedamos en contacto. Ese fue el inicio de mi vínculo con Rusia”, dice.
En 2019 decidió dar el salto tras la propuesta laboral de una escuela de producción. “Hay una movida cultural argentina que crece todos los años”, revela.
En su estadía no solo creció profesionalmente y viajó por todo el país llevando su arte, sino que además conoció a Natali (30) , una escritora de la ciudad Komsomolsk-na-amure (en la remota región del krai de Jabárovks, sobre el mar de Ojotsk, al norte de Japón) que hoy es su mujer. “Casualmente nos encontramos en un evento argentino que tuvo lugar en Moscú”, dice. “Ella conocía mucho sobre Argentina porque había hecho una larga travesía por Latinoamérica. Tenemos planes de volver y radicarnos en Rosario”.
Una vida distinta
Desde la llegada de la pandemia, Maxi brinda clases virtuales. “Aquí hay mucho trabajo. El suelo rinde, se vive bien, la calidad de vida se puede decir que es mejor, pero no dejo de extrañar la calidez de la gente y la pizza”, admite.
“Los rusos son más bien fríos y distantes en comparación a nosotros, necesitan pasar la barrera y recién ahí, cuando se rompe la distancia, son muy buenos amigos. Me di cuenta que nosotros somos bastantes invasivos”, reconoce frente a su adaptación al nuevo país.
Esta Navidad, junto a Natali, viajaron hasta Teriberka, en el Círculo Polar Ártico, para disfrutar de las auroras boreales. Es uno de los mejores destinos para ver este espectáculo de colores y sonidos. “Estuvimos varios días y pudimos ver tres consecutivas. Es increíble lo ofrece la naturaleza. Además los rusos tienen la costumbre de festejar en la calle la Navidad, cada uno llevando su comida y bebida, eso era bien distinto a lo que hacíamos en casa”.
-¿A que no te acostumbraste nunca?
-Al frío extremo, ahora por ejemplo hacen -16 grados pero cada lugar está súper acondicionado para las temperaturas extremas: todas las casas tienen calefactor y vidrio doble. El idioma también es algo difícil. Por mi trabajo no tuve que aprender demasiado, aunque ahora tomo clases y me cuesta bastante.
-¿Qué extrañas?
-Con Natali queremos vivir en Argentina. Estoy esperando que se calme la situación de la pandemia para poder regresar a casa. Tengo mucha gente que ver porque durante la cuarentena mantuve clases de bombo online, y me reclaman...
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