Suena hasta cliché: “Empezaron a cocinar en el garage de sus casas”. Pero fue ese fue el incio de todo para estas dos compañeras de facultad, amigas, y ahora socias, Domique Ohaco (34) y Belén Belvedere (34). “Invitamos amigos a probar nuestras recetas caseras”, le dicen a Infobae. Cinco años más tarde, son madres, tienen el título de ingenieras en alimentos de la Universidad Católica Argentina y además crearon su propia marca Nutree.
El nombre de su pyme viene del juego de palabras entre nutrición y árbol en inglés, y hoy emplea desde cocineros hasta personal para calidad, ventas, compras, marketing y logística. Su éxito radica en haber logrado la combinación justa de sabor con un superalimento como base, la quinoa. Sus hamburguesas son 100% naturales, tiene alto valor nutricional, sin gluten y son veganas. “Empezamos vendiendo 20 paquetes (con cuatro unidades) por mes, y hoy superamos los 80.000 paquetes”, le cuenta a Infobae Dominique.
“Desde que vendíamos 20 paquetes nos enfocamos en los procesos, en la calidad del producto y en aplicar las herramientas de gestión que adquirimos en el mundo corporativo”, completa Belén. El secreto además está en que no tratan de imitar el sabor a la carne, cada medallón estaba bien definido: brócoli, criolla, lentil, espinaca e indian.
Si bien durante la cuarentena la demanda aumentó -ya que se trata de un producto congelado, fácil de preparar se puede hacer al horno, sartén e incluso la tostadora-las emprendedoras sufrieron la inflación y la devaluación económica a lo largo del 2020. Sin embargo, eso jamás la limitó porque más que un negocio lo definen como “un proyecto transformador”. Saben que son afortunadas de haber podido seguir trabajando en este contexto.
El inicio de todo, un viaje con demasiadas ideas
Domi y Bel, como le dicen sus conocidos, se conocieron en plena cursada universitaria y se hicieron amigas rápidamente, aunque nunca se imaginaron que algún día serían socias.
Una vez recibidas de la facultad, ambas siguieron el camino corporativo, cada una en la industria de alimentos. “Aprendí mucho durante esos años en la empresa multinacional, pero siempre tenía un dilema existencial sobre el trabajo como herramienta de cambio social”, recuerda Domi.
La inquietud y la ganas de más la llevaron a dejar su trabajo estable y salir a recorrer el mundo. Estuvo siete meses fuera de la Argentina descubriendo Brasil, Perú, Estados Unidos, Nepal, India. Se alejó de la rutina, se dejó sorprender por otras culturas. Algo similar le pasó a Belén pero su travesía fue por Nueva Zelanda y Asia... “En pleno viaje me hice una lista de actividades para experimentar, cosas que me podrían gustar: curso de guitarra, de Kite Surf, de Yoga... Probé todo. En cierto punto sentí que había vuelto más confundida que antes. La única certeza que tenía era que quería seguir teniendo tiempo para dedicarle a estas actividades y hacer algo con un propósito”, revela.
Un tiempo antes, Bel, también había regresado de su aventura, y fue quien propuso anotarse en un curso llamado Emprending en la Universidad de Buenos Aires. “Sentíamos que eso nos daría el norte, íbamos a poder vivir más de cerca el camino de un emprendedor. Tuvimos muchas ideas que no llegamos nunca a concretar”, recuerdan. Entre la lista de proyectos, estaban las hamburguesas.
El jurado de amigos
“Invitamos a los conocidos a casa para probar las recetas de nuestras hamburguesas. Les entregamos un papelito donde podían ponerle puntuación. La devolución de los amigos es peligrosa porque te alientan sin parar y no son del todo sinceros”, admiten.
Y así fue, allá por 2014, como salió la primera vez que cocinaron en la casa de los padres de Domi en Hurlingham. Las jornadas de trabajo eran largas: iban al mercado central a comprar la materia prima, luego volvían a preparar los medallones, y a la tarde hacían la entrega. “Comprábamos de a 2 kilos de quinoa por día porque no nos alcanzaba para más, teníamos que volver varias veces a la semana. Recuerdo con emoción el día que pudimos encargar 10 kilos ”, dice Domi.
Ambas estaban motivadas con el proyecto autosustentable, porque habían invertido poco dinero y casi no había riesgos. Pero llegó el momento del salto, un poco por necesidad, otro poco por empuje familiar. ”Ya no podíamos seguir en la cocina de mi casa, necesitábamos un espacio propio y así fue que alquilamos una fábrica que compartimos con un grupo de amigos emprendedores. “Un día mi mamá me limitó los horarios de cocina y me pidió que no cocinara en casa, porque ya no podía ir a trabajar con olor a cebolla en la ropa... y tenía razón. Por otra parte, no teníamos dónde guardar ni lugar para preparar, así que nos arriesgamos y nos mudamos a un galpón compartido”.
Remadoras, lo hicieron todo desde cero. “Era una caja de zapatos, y con ayuda de amigos y conocidos, lo pintamos, hicimos la conexión eléctrica... todo eso fue laborioso pero también la clave para entender el emprendimiento desde su alma mater”.
La gran mudanza a villa Martelli donde se encuentran hoy ocurrió en 2017. Disponen de 400 metros cubiertos con cinco máquinas para cocinar, mezclar, formar y envasar los medallones. El producto llega a dietéticas, cadenas de supermercados, autoservicios, almacenes, algunas carnicerías y granjas.
“Nuestro sueño es generar impactos ambientales y sociales”, dicen entusiasmadas. “Hay muchos que ya lo están haciendo y nos inspiran. Este año medimos nuestra huella de carbono, tomamos acciones para reducirla y plantamos árboles para compensar lo que queda, aliándonos con Seamos Bosques. Sabemos que hay mucho trabajo por hacer, las ganas están y cuando hay ganas todo se puede”.
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