La delatora, la amante y la silenciosa: quiénes fueron las mujeres detrás del Robo del Siglo

Los ladrones que se llevaron 20 millones de dólares del banco Río, hace 15 años, no estaban solos. El juramento “machista” del ideólogo y quiénes lo rompieron

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La banda: Luis Mario Vitette
La banda: Luis Mario Vitette Sellanes el negociador, lo llamaron El hombre del traje gris), Fernando Araujo (el ideólogo), Sebastián García Bolster (el ingeniero), Beto de la Torre (el primero en entrar) y Julián Zalloechevarría (el chofer de la banda)

Una tarde, mientras sus compañeros pasaron horas adentro del túnel mojado y sucio que los conduciría a los 20 millones de dólares del banco Río de Acassuso, Rubén Alberto de la Torre -una leyenda del hampa- les dijo que no podía ir porque tenía gota.

Eso era verdad.

Pero en vez de hacer reposo y dieta, se encerró en el cuarto de un hotel con dos mujeres y varias cervezas. Terminó exhausto. Unas cuadras antes de llegar a su casa, de noche, se sacó los pantalones, los manchó con agua y barro del cordón de la vereda, y se los volvió a poner.

Cuando entró, a su esposa Alicia di Tullio le dijo:

-Hubo mucho laburo, pero vamos bien.

Y metió el pantalón entre la ropa sucia.

Beto, como le dicen, nunca imaginó que esa mujer terminaría por delatarlo a él y a cuatro de sus compañeros de banda.

Es más, confiaba tanto en ella que ofreció el garage de su casa para que refaccionaran la combi en la que iban a fugar con el botín. De pronto, entre sus secuaces, apareció Alicia, con una bandeja llena de platos de fideos.

-Buen día, muchachos, es para que no pasen hambre.

Alicia Di Tullio delató a
Alicia Di Tullio delató a la banda (Facebook)

Los saludó uno por uno y la cara de Luis Mario Vitette Sellanes lo decía todo. Miró fijo a Beto y a Fernando Araujo, el ideólogo.

Fue el primero en reprochar a su cómplice en privado. Y en aclararle a Araujo que se iba a bajar del robo porque esa mujer los iba “a mandar en cana”.

De la Torre trató de tranquilizarlos. “Es del palo”, les dijo. Pero la Di Tullio que robaba a mano armada no era Alicia, sino su hermana Margarita, la mítica Pepita la Pistolera que regenteaba cabarets en Mar del Plata y fue quien presentó a Alicia a Beto.

Araujo pensó que había sido claro con su banda. Aunque sean tildados de machistas (ni hablar de la participación femenina en la serie La casa de papel), los rufianes tenían tres ideas:

Una: no existe el plan perfecto. Dos: es más fácil robar un banco que guardar un secreto. Tres: no hay que confiar en las mujeres.

Estaba convencido de que un ladrón que estaba detrás de un pez gordo no podía enamorarse o perder la cabeza por una mujer porque todo podía fracasar. “Las femme fatales no sólo existen en la novela negra: en la vida real delatan a sus maridos y hasta al chofer de la banda”, les decía a sus compañeros.

Los dos apuntados eran, por entonces -hace 15 años- Beto y Marito. Los dos solían ser mujeriegos.

Marito estaba divorciado y prometió no mezclarse con mujeres durante la preparación del robo. Había sido el elegido para negociar con la Policía durante la toma de rehenes. “Es más fácil engañar a un policía que a una mujer”, solía decir.

Antes del golpe, trataba de no enamorarse de las mujeres. Les gustaba exuberantes. Con tacos altos. Escote generoso y labios rojo carmesí. Les prometía el oro y el moro. Era el rey del chamuyo.

No les daba dinero pero les hacía vivir veladas románticas en restaurantes de Puerto Madero o Palermo. Todo completo: teatro, cena, postre y sexo. Siempre soñó con entrar en el Teatro Colón, aunque su especialidad eran las comedias musicales. Vio la mayoría de las creaciones de Pepito Cibrián. Y reconocía, sin ningún tipo de pudor (hasta se golpeaba el pecho cuando lo decía) que se emocionó cuando vio El fantasma de Canterville. Porque los tipos duros también lloran.

Luis Mario Vitette Sellanes disfruta
Luis Mario Vitette Sellanes disfruta del sauna de su hotel, está casado y tiene un hijo de cinco años. Hace 15 años se confesaba "mujeriego"

“A muchas les jugaba al tesoro escondido, pero no tenía un mango”, dijo una vez El hombre del traje gris y autor del libro, años después del asalto, El ladrón del siglo. En su obra revela que durante la preparación del robo no podía sacarse de la cabeza a una mujer cuadripléjica que encontró cuando robaba como escruchante. Fue una historia de amor, pero no tuvo injerencia en el plan de Acassuso.

Por esos años, su frase de cabecera venía de un tango: “Gasté la plata en mujeres rápidas y caballos lentos”.

Pero en la actualidad es un hombre fiel, casado y enamorado de su esposa Elicet, con quien tiene un hijo de cinco años.

El más difícil era Beto.

“No se preocupen muchachos, pero Alicia ya sabe de tantos planes y choreos, que no va a pasar nada”, les dijo.

El “Ingeniero” Sebastián García Bolster estaba en pareja, pero los demás estaban despreocupados porque nunca iba a decir una palabra a su familia. “Ni siquiera se hizo cargo del robo. Además sus padres y su pareja no lo hubiesen perdonado”, contó un ex miembro de la banda.

El “Ingeniero” Sebastián García Bolster
El “Ingeniero” Sebastián García Bolster estaba en pareja, y no se hizo cargo del robo

El “Ladrón fantasma”, entrevistado en exclusiva por Infobae tiempo atrás, estaba casado y aprovechó el golpe para decirle a su mujer que necesitaba tomar distancia. Pero el tema real no era una cuestión amorosa: necesitaba tiempo y otro lugar para estar alejado de su esposa. Sabía que no lo iba a traicionar, pero no quería mezclarla en ningún asunto delictivo.

Uno de los misterios del robo es quién es la mujer que aparece en una cámara de seguridad como una supuesta “campana” de la banda. Fue investigada, pero desvinculada de la causa.

“Por ahí andaba dando vueltas la ex mujer de un preso, se acercaba a uno de nosotros, pero la sacábamos. Entre nosotros la llamábamos ‘La impenetrable’ porque era la mujer de un colega y además no podíamos vincularnos con mujeres por si se nos escapaba algo del robo y porque además nos desconcentraba o quitaba energía”, dijo otro ex ladrón de la banda.

Beto de la Torre: su
Beto de la Torre: su esposa traicionó a la banda cuando creyó que él iba a huir con el botín y una amante

“Cuando llegué del hecho, mi ex (Di Tullio) empezó a manotear joyas. Le dije que eso no correspondía. Empezó a poner la plata arriba del colchón. Enloqueció. Por eso nos separamos. Después me acusó de tener una amante y de andar con mujeres a las que le faltan los dientes. ¿Eso qué tiene que ver? La plata la mareó”, dijo De la Torre después del robo del siglo.

Di Tullio delató a la banda.

Y se señaló a una joven mujer de ser la detonante. Según ella, su ex pensaba llevársela a Paraguay con parte del botín y una camioneta cuatro por cuatro recién comprada.

“Siempre me pudieron las mujeres. De hecho en una vieja banda que integré nos delató una mujer, pero en este caso no hice las cosas mal”, se defiende Beto.

Pero hasta Araujo, el padre de la criatura, tuvo su “desliz” la noche anterior al Robo del Siglo. Si bien pregonó que nadie estuviera con una mujer, él lo estuvo.

Durmió con María José, una amiga con la que tenía sexo ocasional. Confiaba en ella y se sentía contenido. Podía estar tranquilo porque jamás iba a ser traicionado por esa mujer capaz de guardar sus secretos más oscuros.

Esa noche, en la casa de ella, preparó los últimos detalles y repasó la lista con cada paso del plan y las cosas que debía llevar.

En un momento, los dos quedaron frente al amplio espejo de la habitación, ajenos uno del otro, como si estuviesen en dos lugares diferentes. Él se probó varias gorras, se puso un chaleco con bolsillos y la peluca rubia que iba a usar.

Al mismo tiempo –aunque pudieron haber sido tiempos paralelos– ella se desnudaba y se ponía un vestido blanco porque iba a salir con sus amigas. Estuvieron en silencio: no les hacía falta hablar. Sin mirarse ni tocarse. Ella no le pidió detalles de lo que iba a hacer al otro día. Sabía que era algo grande, pero tenía claro que no podía preguntar más de la cuenta.

Fernando Araujo pasó la noche
Fernando Araujo pasó la noche previa al robo con una bella mujer aunque le había dicho a la banda que solo pusieran su cabeza en el atraco

Cualquiera que se hubiese asomado del otro lado del espejo hubiese visto a una bella mujer y a un hombre que miraba como nunca había mirado en su vida. Una mirada que no era de ambición, ni de miedo, ni de concentración. Era la mirada de un hombre que en doce horas iba a iniciar un camino del que no iba a poder volver.

Cuando al fin cruzaron sus miradas, ella olvidó a sus amigas y él olvidó su plan. Se besaron contra el espejo con tanta pasión que sintieron que podrían haberlo atravesado. Él la levantó con sus brazos y ella lo envolvió en la cintura con sus largas piernas. Cayeron en la cama. De un manotazo, Araujo tiró el anotador y la ropa que pensaba ponerse el Día D.

El vestido blanco también fue a parar al piso. El aquí y ahora, ese momento que se va y nunca vuelve, era la desnudez de esa mujer. Esas manos que al otro día iban a contar dinero ahora acariciaban un cuerpo. Luego ella se puso sobre él e hicieron el amor.

Después de unos minutos de sexo, ella se levantó y fue al baño para arreglarse porque no iba a suspender la salida con amigas. Araujo se quedó pensativo, fumando un porro y pensando que ahora sí había llegado la hora de poner la cabeza en una sola cosa. Habían pasado las doce y era el 13 de enero de 2006. El día del Robo del Siglo.

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