El escritor y militante anarquista Elías Castelnuovo, a quien el autor de esta nota tuvo el enorme gusto de conocer en su casa del barrio de Liniers, nos introduce en el tema, con el vigor de su pluma y la honestidad intelectual que lo caracterizó:
̈ La ola de maximalismo continuaba avanzando. Por doquier, imperaba un clima de gran exaltación popular. Sobre todo en aquellos países que habían padecido los efectos desastrosos de la hecatombe europea y donde las tropas desmovilizadas venidas de las trincheras daban la impresión de querer cobrarse los veinte millones de muertos que fue el saldo de la contienda. ̈
Cita a continuación los hechos revolucionarios de Baviera, Hungría y de Berlín y naturalmente el triunfo comunista en Rusia. Y continúa:
¨El torbellino de Europa que apunta a todas partes y a ninguna, se traslada a la Argentina.¨ (E. Castelnuovo. Memorias)
Sin ser historiador captó el espíritu de una época, la atmósfera revolucionaria que recorría al mundo y sin saberlo quizás se puso a la altura de los grandes pensadores argentinos que han comprendido la historia nacional como un desgajo de la historia mundial. Y es precisamente este punto el que motiva mi aproximación al tema.
Otros historiadores, economistas o ensayistas observaron como causa fundante la crisis económica generada en la Argentina por la Primera Guerra Mundial. Citar a todos sería una tarea que no hace a una nota de difusión por lo tanto elijo una: ¨el período de 1913 a 1917 fue una de las peores recesiones que sufrió jamás Argentina.¨ (P. Lewis. La Crisis del capitalismo argentino)
Sin embargo la crisis se hizo sentir sólo en algunos sectores industriales, los dependientes de materia prima e insumos para la producción nacional, por caso: Ferrocarriles, empresas de energía o metalúrgicas, que requerían de carbón y hierro cuyo valor había trepado sideralmente. Sin embargo, hay datos brindados por el célebre economista Alejandro Bunge que evidencian el crecimiento exponencial de industrias pequeñas, sustitutivas, generadoras de fuentes de empleo. Una de cal y una de arena.
El general Juan Perón al inaugurar el Congreso Nacional de Post Guerra observaba el asunto de la misma manera: ¨Al terminar la Primera Guerra Mundial la Argentina se encontró con gran diversidad de industrias establecidas para suplir las carencias de productos manufacturados que antes se importaban. El proceso industrial se había iniciado, y progresivamente se fue acentuando. ̈ (6/9/1944)
Otros autores aseguran que el clima de efervescencia gremial se debió a las expectativas generadas por el gobierno radical surgido de la primera elección sin fraude, en la esperanza que Yrigoyen se pondría del lado de los trabajadores. Ciertamente en muchos casos fue así. Pero no en el trágico enero.
La Semana fatídica comenzó con un conflicto en los Talleres Vasena, empresa metalúrgica que fabricaba columnas y caños de hierro, muy afectada por la guerra. La inflación y los salarios congelados determinaron que los trabajadores declararan el paro. Los sucesos se fueron agravando. Un oficial de la policía, asesinado de una puñalada y una trampa tendida por esa fuerza, en represalia a los huelguistas, el día 7 de enero. Resultado, cuarenta muertos. La tragedia se puso en movimiento.
Los hechos fueron narrados por infinidad de autores de modo que no me detendré en ellos. La ciudad se transformó en un hervidero de pasiones descontroladas. Tranvías incendiados, volteados a los costados de las vías, montañas de adoquines arrancados de las calles y arrojados a las fuerzas de seguridad que fueron ampliamente superadas, iglesias quemadas. Barrios enteros como Nueva Pompeya y Mataderos tomados por sus habitantes sin que la policía pudiera ingresar, de modo que baleaban a mansalva desde lejos ocasionando la muerte de vecinos que estaban dentro de sus casas, muchas de ellas con paredes de chapas. Nunca se supo la cantidad de muertos, las cifras van desde los doscientos a los setecientos, sin embargo hay autores que afirman que fueron más de mil. ¡Jamás visto!
El movimiento obrero
En aquel fatídico año, el movimiento obrero estaba organizado bajo la conducción de la FORA del IX Congreso y la del V Congreso. No eran lo mismo.
La FORA del IX conformada por socialistas y sindicalistas, más propensos a la negociación, guardaban, no obstante, diferencias entre ellos ¿Cuál era? Los socialistas, en control de algunos gremios, iban a la huelga para ganar espacio en ámbitos parlamentarios y cambiar desde ahí la realidad sufriente, mientras que los sindicalistas iban a la huelga para derrotar, con prudencia y negociación, al sistema capitalista. Los anarquistas del V Congreso iban a la huelga general revolucionaria para que todo volara por los aires. En 1919, estos últimos, habían perdido fuerza.
Lo que pasó sorprendió a todos. La situación se desmadró y la ciudad se transformó en un infierno. El lector inquieto puede, si lo desea, observar las fotos, de aquellos años, existentes en el Archivo General de la Nación. Allí se ven niños y adolescentes, muchos con delantales escolares, captados por la cámara, en actos de insurgencia urbana. Las organizaciones gremiales se sentaron a negociar pero la insurrección continuó. Todo se fue de control. Algo en la profundidad de la sociedad marcó el ritmo. ¨Un grupo de alborotadores había detenido un ómnibus y obligaba a descender al pasaje, al conductor y al guarda. El interior del vehículo era rociado con un líquido e inmediatamente envuelto en llamas. El espectáculo resultaba indignante por la loca alegría de los bailes, los saltos de danza salvaje y los gritos desenfrenados.¨(A. Carrasco. Lo que yo vi desde el 80)
Mientras tanto, el gobierno...
El Presidente Hipólito Yrigoyen, al llegar al año 19, ya estaba enemistado con los socialistas, los conservadores, el sector azul de su partido y el gobernador radical de la Provincia de Buenos Aires. La situación no podía ser peor. Las Cámaras Empresarias, asustadas por la marea roja, habían creado la Asociación del Trabajo para enfrentar a los huelguistas y al mismo tiempo nacía la Liga Patriótica Argentina para combatir en las calles y en el territorio de las ideas al anarco-sindicalismo. En Buenos Aires se vivía, entonces, un clima parecido al que Elias Castelnuovo observaba en Europa. Yrigoyen, renuente al comienzo, debió recurrir al Ejército para poner orden en las calles porque si no el Ejército lo corría a él. Ganas no le faltaba. Y en este punto quiero detenerme. La impresión que aquellas jornadas de Buenos Aires, la Forestal en el norte santafesino y la Patagonia Trágica, dejó en los cuadros de oficiales jóvenes fue decisiva para los años por venir.
Al frente de las fuerzas militares que operaron en la Patagonia marchó el Teniente Coronel Benigno Varela, su ayudante fue el Capitán Elbio Anaya, responsable fundamental del golpe del 43, en la medida que era el jefe de Campo de Mayo y muy allegado a Perón. El anticomunismo de estos oficiales, incluido Perón, venía de aquellas jornadas. En su tercera presidencia, Perón nombró a Leandro Anaya, hijo de su viejo conocido, al frente del Ejército al desplazar al General Carcagno, torcido al tercermundismo.
Por su parte, Perón no sólo vivió las jornadas de Buenos Aires sino, también, los conflictos en La Forestal, llevado allí por su gran amigo y compañero el Capitan Bartolomé Descalzo. El historiador Jorge Crespo, con información que no cita pero que es fidedigna, afirma: ¨Al conocer a Descalzo, Perón maduró un antianarquismo que, con el correr del tiempo, se convertiría en rechazo de todo lo que fuera comunista. Así era la época, así el ejército. ̈ (J. Crespo. El Coronel.)
El mismo autor cita una carta de Perón a su padre, imperdible: ¨Para que te formes una idea de cuán grande es el mal que este hombre ha hecho al Ejército…(por H. Yrigoyen) y orando a Dios que termine este gobierno de latrocinio y de vergüenza.¨ Nada extraño en Perón, que en carta de 1931 al Coronel Sarobe, diez años después, le advertía del peligro rojo en caso de perder el general Justo las elecciones de 1931. Nada diferente al Perón que en las elecciones de 1946 cortó el avance de la izquierda y del progresismo sobre la Casa Rosada.
Desconozco y en tal caso será causa de otra nota, si Hipólito Yrigoyen se propuso argentinizar al movimiento obrero anarquista como sí procuró Perón y lo logró.
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