El impactante antes y después de la histórica Confitería del Molino luego de su restauración

Es un emblema del Art Nouveau en la Argentina. Terminado en 1916 para la celebración del Centenario de la Independencia, por los salones de la confitería pasaron grandes personalidades del arte y la política argentinas. Cerró en 1997, se deterioró y hasta fue intrusado. Hoy, luego de una formidable puesta en valor, el edificio está cerca de reabrir sus puertas con el mismo esplendor del siglo pasado

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El antes y después de la Confitería del Molino

“Un gran rompecabezas estético”. Así define a la Confitería del Molino el arquitecto Guillermo García. Hoy, que la puesta en valor del edificio está en su recta final, se puede volver a admirar todo el esplendor que supo tener por casi un siglo y que, en los últimos 35 años, se transformó en un vergonzante fantasma. “Se salvó porque en 1997, cuando cerró o quebró en su actividad comercial, fue declarado Patrimonio Histórico Nacional, la más alta catalogación de nuestro país”, explica García, asesor de Patrimonio Cultural del Congreso de la Nación, que está a cargo del Área Técnica de la Comisión Administradora Edificio del Molino.

Las aspas de la confitería, su emblema. Así estaban...
Las aspas de la confitería, su emblema. Así estaban...
... así estan ahora
... así estan ahora

Sin embargo, a pesar de esa declaración, el edificio quedó abandonado y llegó hasta ser intrusado. El deterioro progresivo fue ensombreciendo la tradicional esquina de 6.900 m2. Recién se tomó una acción concreta en el año 2014, cuando se expropió mediante la Ley 27.009, y se lo transfirió al Congreso de la Nación. La Comisión Administradora del Edificio del Molino, que fue creada por dicha ley, tomó posesión en julio del 2018 y allí comenzaron las tareas de restauración a través del Plan de Restauración Integral del Edificio del Molino (RIEM).

Los vitrales del interior de la cúpula eran inexistentes
Los vitrales del interior de la cúpula eran inexistentes
Los vitrales, restaurados
Los vitrales, restaurados

La historia de la confitería se remonta a finales del 1800, cuando los pasteleros Constantino Rossi y Cayetano Brenna crearon la Confitería del Molino, en homenaje al Lorea, primer molino harinero de la ciudad de Buenos Aires. En 1904 compraron el predio de Rivadavia y Callao, y años más tarde, para homenajear al centenario de la Independencia nacional, convocaron al arquitecto italiano Francesco Terenzio Gianotti para aplicarle el inconfundible estilo que quedó al descubierto.

La cupula, abandonada, y detrás, la del Congreso
La cupula, abandonada, y detrás, la del Congreso
Hoy, la cúpula iluminada y con sus vitrales
Hoy, la cúpula iluminada y con sus vitrales

“Hablamos de uno de los edificios más emblemáticos del Art Nouveau -señala García-. Gianotti, luego de recibirse en Italia se formó en Bélgica, donde nació ese estilo arquitectónico. Llegó muy joven, con 28 años, a Buenos Aires. Cuando Brenna lo contrató ya estaba haciendo la Galería Güemes, que en ese momento era el edificio más alto de la ciudad. Tardó muy poco en terminar, algo más de un año. A nosotros nos llevó más tiempo restaurar todo lo envolvente, que a Gianotti construirla. Trajo una mirada de la vanguardia. Además, tenía un hermano que importaba productos de ornamentación prefabricados, con lo cual buena parte de los elementos ornamentales del Molino son italianos o de otros países europeos”.

El salón principal, antes de la restauración
El salón principal, antes de la restauración
El salón, ahora. Será destinado a eventos culturales
El salón, ahora. Será destinado a eventos culturales

“En realidad -continúa García-, la Confitería fueron dos edificios históricos, el primero materializado en la última década del siglo XIX, que da sobre Callao 22, que tiene una estructura tipo escuela de Chicago, metálica hasta el 5to piso y recubierto en ladrillos. Brenna, cuando llegó en 1903, hizo la esquina, también con una estructura metálica pero con perfiles distintos al del otro edificio. Y finalmente, cuando lo convoca a Gianotti, toma una lonja de terreno que da sobre Rivadavia 1915, sumados a estos dos edificios preexistentes, los unifica en un solo edificio. Con lo cual nos encontramos con un edificio antiguo sobre Callao 22, que tiene 3 subsuelos, otro en la esquina que tiene un subsuelo y la torre, que se calza ya con una estructura de hormigón, uno de los primeros edificios hechos así”.

El salón de la confitería, antes
El salón de la confitería, antes
El mismo sector de planta baja, en el último tramo de su puesta en valor
El mismo sector de planta baja, en el último tramo de su puesta en valor

Para el arquitecto, el edificio contiene algo insólito: “El hormigón aparece por sobre la estructura metálica, cuando en nuestras construcciones tradicionales es al revés. El hormigón está en la parte inferior y luego se va alivianando el edificio. Por otro lado, la torre está tirada hacia la esquina, con lo cual el baricentro no está cargado sobre la estructura, y tiene unos tensores diagonales muy interesantes, también que la compensan. Fue un desafío, incluso de gran riesgo, usar esa técnica del hormigón, que se había puesto en práctica en Europa una década antes. La empresa que hace la construcción para el año ’16 tiene el antecedente del viejo Hotel de Inmigrantes, que fue el primer edificio significativo de hormigón armado en la Argentina. Y ahí observamos escaso recubrimiento, gran porosidad, una cantidad de hierro importante, que generó patologías que tuvimos que resolver una vez que se generó una plataforma autoportante para trabajar en la torre cúpula”.

El reloj y los vitrales de la confitería, abandonados
El reloj y los vitrales de la confitería, abandonados
Ahora, reloj y vitrales a nuevo
Ahora, reloj y vitrales a nuevo

Durante el aislamiento por la pandemia de COVID-19, las obras continuaron. En forma domiciliaria se hicieron tareas de fichaje, planos, catalogación del material arqueológico que se halló en el edificio y se preparó documentación para licitaciones de obras que están actualmente en curso.

Son 40 los especialistas que contrató el Congreso de la Nación para los distintos talleres: vitrales, maderas, estucados, terminaciones superficiales, moldería, electricidad y otros… “También dividimos las obras por complejidades, lo que permitió convocar a especialistas de cada soporte, lo que nos permite un ahorro importante”, señaló García. El costo estimado de la restauración, hasta el momento, es de unos 100 millones de pesos.

Fachada y balcones del quinto piso deteriorados
Fachada y balcones del quinto piso deteriorados
El quinto piso por fuera, impecable ahora
El quinto piso por fuera, impecable ahora

A través de una convocatoria por redes sociales, además, se buscó información respecto de los colores y el diseño de los vitrales, ya que cuando el equipo que restauró el edificio llegó para hacerse cargo de la obra, no quedaban rastros. Con material que donó la gente, el equipo técnico del Molino reconstruyó las trazas originales, sus colores y sus texturas.

La intervención de las fachadas incluyó la reposición de piezas faltantes y un proceso denominado nebulización para la limpieza del símil piedra. En la fachada de planta baja que se trabajó en las vidrieras, los ornatos de bronce, las cortinas de enrollar y el revestimiento pétreo. También se ejecutó el refuerzo estructural del balcón más importante del quinto piso, ubicado sobre la avenida Callao. Por otro lado, los restauradores propios de la Comisión Administradora Edificio del Molino, hicieron limpieza de bronces y columnas de estuco (símil mármol) de la confitería. Y parte del equipo se dedicó a la limpieza, remasillado y réplica de algunos faltantes de los paños del vitral de la guarda perimetral de la confitería. También se pusieron en valor los departamentos del edificio (los dos últimos pisos se alquilaban como viviendas de lujo), la restauración de carpinterías de madera y las molduras en yeso.

Los vitrales, opacos antes de la restauración
Los vitrales, opacos antes de la restauración
Ahora, a nuevo e iluminados con una lámpara
Ahora, a nuevo e iluminados con una lámpara

Los últimos trabajos que se concluyeron fueron los de restauración de la azotea y la Torre cúpula: se recuperaron las teselas, se pintó a la cal su interior, se accionaron las inconfundibles aspas que muestra la cúpula, se replicaron las figuras y ornatos de bronce y se izaron los históricos leones alados, replicados mediante modelización 3D. Al mismo tiempo, se colocaron y retroiluminaron los 8 gajos de vitrales de la torre cúpula. Cada gajo tiene 5m2 y posee 655 teselas, lo que hace un total de 5240 teselas. En ellos se utilizaron 25 tipos de vidrios diferentes, con variedad de verdes, azules, amarillos, rojos, rosados, celestes, ambarinos, violetas, y morados.

El estuco de las paredes había desaparecido bajo capas de pintura
El estuco de las paredes había desaparecido bajo capas de pintura
Tras un paciente trabajo, el estuco volvió a aparecer
Tras un paciente trabajo, el estuco volvió a aparecer

“Las técnicas de intervención están basadas en los principios de conservación preventiva. Es decir, conocer al edificio, en la medida que uno va accediendo al mismo a través de técnicas de cateos, estratigrafía, arqueología urbana y otras técnicas no invasivas de estudios, gamagrafía, etcétera, para conocer el estado de los elemento ocultos e intervenir con tecnología de gestión sobre el edificio. Estos edificios como Del Molino también tienen una carga de patrimonio inmaterial significativa, que está vinculada a las historias de buena parte de los argentinos que pasaron durante el último siglo por la esquina de Callao y Rivadavia”, explica García.

La lámpara de la confitería, sin brillo
La lámpara de la confitería, sin brillo
La misma lámpara, restaurada
La misma lámpara, restaurada

En efecto, los 5 pisos de la histórica confitería tienen una rica historia. En primer lugar, porque se lo llamó “la Tercera Cámara”, ya que diputados y senadores se daban cita allí para debatir cuestiones partidarias y comer bien. Además, eran habitués figuras como Niní Marshall y Libertad Lamarque, autores como Oliverio Girondo y Roberto Arlt, quienes escribieron en sus obras sobre el inmueble. Y hasta Carlos Gardel dejó su sello al pedirle al pastelero Brenna que hiciera un postre en homenaje a su amigo, el jockey Irineo Leguisamo. que tomó el nombre de su apellido. Un año antes de que la confitería cerrara sus puertas -lo que sucedió en febrero de 1997- Madonna (que filmaba Evita en ese momento), grabó en el salón del primer piso el videoclip de una versión de su tema Love don’t live here anymore, que había sido incluido en el disco Like a Virgin, pero que volvió a registrar para una recopilación de baladas. En la otra mano, quizás el momento más lamentable de la vasta historia del Molino ocurrió en 1930, cuando en medio del levantamiento militar contra Hipólito Yrigoyen se incendió.

Uno de los ascensores del edificio, antes de la puesta en valor
Uno de los ascensores del edificio, antes de la puesta en valor
El mismo ascensor, hoy
El mismo ascensor, hoy

“El destino del edificio, según la ley, es recuperar la confitería histórica, que se va a concesionar y destinar distintos espacios a cuestiones culturales, como el Museo de las Aspas y promocionar artistas jóvenes. También establecer un Museo de Sitio, que cuente la historia del edificio y su propio proceso restaurativo, tipo cápsula de tiempo. Según los principios de los nuevos documentos internacionales, como la Carta de Madrid de noviembre de 2011, cada edificio, de alguna manera, debe estudiarse a sí mismo y analizar qué puede ser, cuáles son sus posibilidades. Esto permite que no haya que esperar que se arruine una obra para comenzar con la siguiente”, concluye García.

Galería de fotos:

Detalle de la fachada del quinto piso, previa a la restauración
Detalle de la fachada del quinto piso, previa a la restauración
La misma fachada, ahora
La misma fachada, ahora
Un departamento del tercer piso, abandonado
Un departamento del tercer piso, abandonado
El mismo departamento, puesto en valor
El mismo departamento, puesto en valor
Las aspas y la fachada de Rivadavia y Callao, antes
Las aspas y la fachada de Rivadavia y Callao, antes
La misma imagen, ahora
La misma imagen, ahora
Caras y teselas de la fachada antes de la restauración
Caras y teselas de la fachada antes de la restauración
La misma imagen, hoy
La misma imagen, hoy
El ingreso del edificio por Rivadavia, previo a su puesta en valor
El ingreso del edificio por Rivadavia, previo a su puesta en valor
La hermosa lámpara del ingreso por Rivadavia
La hermosa lámpara del ingreso por Rivadavia
Fachada del 4to piso, antes
Fachada del 4to piso, antes
Los balcones y la fachada del 4to piso, impecables hoy
Los balcones y la fachada del 4to piso, impecables hoy
Las teselas de la cúpula, cubiertas de suciedad
Las teselas de la cúpula, cubiertas de suciedad
La misma imagen, ahora
La misma imagen, ahora

Fotos: Guadalupe Alonso

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