En las vidas actuales de los siete ladrones del robo del siglo pareciera no quedar rastros de ese gran golpe al banco Río de Acassuso, del que el 13 de enero se cumplirán 15 años.
Es como si después de ejecutar ese plan perfecto se hubiesen transformado en otros hombres. Una especie de cirugía interior. Como esos soldados que vuelven del combate sin memoria o experiencia.
El símbolo de esa transformación inesperada es Luis Mario Vitette Sellanes: pasó de ser el hombre clave del robo, que engañó a más de 300 policías, a convertirse en un padre de familia tranquilo que atiende su joyería de lunes a viernes. Hace los mandados, lleva a su pequeños hijo a la escuela, lleva cinco años de casado con Elicete Rodríguez y le dijo a Infobae que prefiere no recordar el asalto más importante de la historia criminal argentina.
“Algo que debería ser hermoso terminó por convertirse en algo sucio. Me duele decir que tengo un feo recuerdo. No por el hecho en sí, sino por algunas cosas que ocurrieron con ciertos compañeros, lo dejo ahí porque no tengo ganas de hablar de traiciones, delaciones, falta de códigos. Respeto lo que dice el mensaje: ‘Sin armas ni rencores’”, revela Vitette desde San José Uruguay, donde en todos estos años dio notas para medios de Francia, Estados Unidos, Alemania, China, Japón, Italia, entre otros países.
Escribió un libro “El ladrón del siglo”, participa en videoclips, recibe ofrecimientos audiovisuales y este año se dio el lujo de debutar como presentador de Rubén Rada y Peke, un rapero, en un teatro de Uruguay.
Hace 15 años ocurrían dos hechos que nunca se repetirán: una banda robaba unos 15 millones de dólares del banco Río de Acassuso y los siete miembros de la banda del robo del siglo iban a verse por última vez.
El robo
El 13 de enero de 2006, los delincuentes lograron lo que parecía imposible: escapar de una manzana blindada por la Policía. Ese día fue la zona más custodiada del país. Cuando los policías entraron al banco, los ladrones no estaban. Sólo los rehenes.
En la bóveda, los efectivos hallaron un aparato que podría ser un explosivo. Pero los expertos lo analizaron y es era un simple objeto de plástico tan inofensivo como una cáscara de nuez.
¿Estos hombres son invisibles como los átomos? ¿Conocen un pasaje a la cuarta dimensión? ¿El banco tiene una puerta trampa como algunos escenarios de teatro?
La mayoría de las cajas de seguridad estaban vacías.
Los policías en la bóveda encontraron una frase escrita por Araujo en un cartel: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
Al día siguiente, los investigadores resolvieron el misterio que los desvelaba: la banda se había ido por un boquete que luego de huir taparon con un mueble. Cargaron el botín en dos gomones y navegaron por el túnel de un desagüe fluvial y salieron por una alcantarilla, donde los esperaba una camioneta que tenía un agujeron en el piso. Tardaron varias horas en repartir los 19 millones de dólares y los 80 kilos de joyas que robaron sin disparar un tiro. En rigor, no lo hubiesen podido hacer: tenían armas de juguete.
Estuvieron presos (De la Torre es el que más años pasó detenido: 8) y ahora están todos libres.
El ideólogo
Fernando Araujo, el padre de la criatura, también se alejó de ese hombre que ideó el plan dos años fumando porro y pintando cuadros. “Un robo filosófico”, como lo llamó. Fue uno de los guionistas de la taquillera película El robo del siglo, vista por más de dos millones de personas, y su camino seguirá por esa senda: escribir, pintar, viajar (cuando se pueda), enseñar artes marciales y dejar atrás el asalto que imaginó una noche en solitario.
Araujo nunca perteneció al ambiente del hampa. De hecho vivía cerca del banco que robó. Pero una posibilidad era que después del golpe quisiera seguir en el rubro, como ocurre con robabancos que no pueden parar porque es como un tónico vigorizante.
El “ingeniero”
Sebastián García Bolster, que nunca se hizo cargo de haber participado, volvió a arreglar autos, motos y jet ski. Sus compañeros resaltaron siempre su inteligencia para revolver la logística o cualquier problema técnico. Al igual que Araujo, le dieron ganas de probar en el cine. Tiene ideas que no piensa ejecutar en el delito, sino en la ficción. “Además los ladrones dicen que con la tecnología que hay es imposible robar. Creo que tienen razón: te filman todo el tiempo”, analiza.
De la cárcel a la tevé
Rubén Alberto de la Torre, contra todos los pronósticos, no volvió al delito. Al menos que se sepa. Cambió su entorno. Si antes se reunía con malandras a hablar de “hazañas” delictivas, ahora se rodea de jóvenes cineastas. “Beto”, cuya esposa Alicia di Tullio delató a la banda porque estaba convencida de que él se iba a fugar con la plata y su joven amante, actuó en la serie Un Gallo para esculapio, dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Peter Lanzani y Luis Brandoni. Y aparece en el Robo del Siglo, con Guillermo Francella y Diego Peretti. Además participa de otro rodaje donde aparece con armas de juguete, como las que usó en el robo.
En sus apariciones encarnó a un prefecto y a un policía. Sus ex compañeros lo cargan. “En la actuación uno acepta cualquier papel”, dice quien hasta tiene el carnet de actor.
Es sorpresivo porque desde los 13 años De la Torre dedicó su vida al delito. Integró las tres bandas más míticas de los últimos 35 años. La banda de las corbatas, la superbanda y la banda del robo del siglo. “Soy el Calamaro del delito: soy leyenda vigente, me renuevo y toqué con los más grandes, aunque los instrumentos eran otros y las bandas también”, bromea Beto.
En el robo fue el primero en entrar, pero le pasa lo mismo que sus compañeros. “Ya dijimos todos. Salió la película, ahora un documental. Ya dije todo. Hay que dar vuelta la página, no podemos seguir robando con lo mismo”, se sincera.
El Paisano
“Si no estaba herido, yo entraba con ellos”, dice Julián Zalloechevarría. Y tiene razón. Fue el chofer de la banda y además robó dos autos para la logística. Viejo hampón respetado, se retiró y se recibió de abogado. Dice que el robo fue una gran experiencia, pero que participó en otros asaltos. “Si los contara, salen dos libros, pero mejor callar por códigos”, dice.
El Fantasma
El ladrón “fantasma”, que hace un año habló en exclusiva con Infobae, sigue su vida. No se puede decir mucho, salvo que trabaja y hasta la pandemia llevaba a sus hijas a la escuela y al cine. En ese período de peste, les ayudó con las clases virtuales. Casi no salió de su casa porque es un paciente de riesgo. Tiene 70 años. “Del robo tiene que hablar Marito, que sabe contar. Es la voz ideal. Yo tuve una vida con muchos robos notables, pero eso nunca lo contaré”, dice misterioso.
El séptimo
Nunca habló ni apareció. Es más, hasta que Infobae lo reveló, no se sabía de su existencia. Es uruguayo y al parecer siguió en el delito hasta que lo detuvieron en otro país. Le prometió a su hija que no volverá a robar. Tiene setenta años. Y una vida delictiva que tuvo su auge cuando robó en Italia. “No puedo salir a la luz. Quizá algún día hable”, le dijo a Infobae.
Si es verdad que están retirados, los siete ex miembros de la banda rompieron ese axioma según el cual el delincuente de raza nunca se retira. Y que su destino es la cárcel o morir a balazos policiales. Todos ellos se juramentaron vivir como hombres decentes. Hasta ahora, estos 15 años les dieron la razón. Pero no todo está dicho.
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