El reclamo de los comerciantes de Pinamar: “Deberían controlar las fiestas, no acotarnos el horario a los que esperamos todo el año para trabajar”

Los dueños y los empleados de bares y restaurantes están disconformes con la posibilidad de que el Gobierno nacional decida cortar la circulación a las 23 ante el crecimiento de casos de COVID-19

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En Pinamar durante la última
En Pinamar durante la última semana uno de cada dos testeados dio positivo de COVID (Fotos: Diego Medina)

China Foglia nació hace 22 años en el hospital público de Pinamar y es desde hace varios veranos la encargada de una de las cervecerías que durante las noches de temporada se completa de jóvenes hasta entrada la madrugada. La plata que ganó el enero pasado le duró hasta la mitad del 2020. Por la pandemia, estuvo todo el resto del año sin trabajo y la pasó mal. “En julio empecé a bañarme con detergente porque no tenía más plata”, ríe detrás de su barbijo, y dice: “No quiero volver a eso, que nos dejen trabajar al menos hasta la 1″.

El universo de comerciantes de la rama de la gastronomía pero también los locales de ropa, los kioscos y los juegos para chicos quedó paralizado por la novedad que llegó desde Buenos Aires. El fin de semana podría activarse en todo el país la restricción a la circulación y cada ciudad -Pinamar incluida- paralizaría su vida desde un horario todavía incierto de la noche, que podría ser entre las 23 y las 6.

El Municipio local, que desde el primer rumor ante la crecida de casos de COVID-19 se opuso cualquier idea de restringir actividades, tiene la esperanza de que el Gobierno nacional deje espacio para que cada provincia defina la letra chica y que, en ese caso, el gobernador Axel Kicillof pueda definir una franja horaria más acotada para darle al menos una hora más a la actividad comercial. O también un sistema distinto, que evalúe municipio por municipio, relacionado a algunas estadísticas de contagio, incidencia, letalidad o camas de alta complejidad ocupadas.

Dos jóvenes sin barbijo caminan
Dos jóvenes sin barbijo caminan por la esquina de Libertador y Bunge, pleno centro de Pinamar

Desde que al mediodía del jueves el jefe de Gabinete nacional, Santiago Cafiero, admitió que el presidente Alberto Fernández planificaba firmar un decreto que intente bajar la propagación del coronavirus, en este balneario bonaerense comenzaron los miedos, las especulaciones y también brotó cierta resignación.

Mientras esperan la publicación del decreto, entre los comerciantes empiezan a pensar qué ofrecer para no perder tanta clientela. Los bares que trabajan de madrugada, como el de China Foglia, piensa en abrir más temprano y aspira a que los jóvenes se adapten al nuevo horario.

Nos quedamos sin laburo todos. Vamos a hacer todo lo posible para abrir más temprano y buscarle la vuelta. Pero de día la gente va a la playa, no viene a esta cuadra. Si el bar no abre el kiosco de la noche no labura”, detalla la cadena la encargada de este bar ubicado sobre avenida Bunge, a 200 metros del mar.

China Foglia, encargada de un
China Foglia, encargada de un bar: "Nosotros cuidamos a los turistas pero ellos no nos cuidan a los trabajadores"

El reclamo que hace la empleada del bar es el mismo de muchos otros pares. “El problema no es en este bar. Nosotros no somos el problema, no son los bares ni las rotiserías. El problema son las fiestas en las casas. ¿Fiscalización del Municipio qué hace? Acá vienen a ver que todos estemos con barbijo. Pero los controles que faltan son en la playa, en los bosques. Si todos sabemos dónde se hacen, si escuchás la música y ves los autos en las casas”, agregó Foglia.

“Los que vienen de vacaciones no piensan en nosotros, los trabajadores. Nosotros sí pensamos en ellos, pero acá veranean como si no pasara nada”

“Si el cierre es a las 23 nos mata porque ahí empieza nuestro horario fuerte”, comentó Emanuel Maxit, dueño de un bar ubicado en la esquina más transitada de Pinamar, Bunge y Libertador. “Nos mata porque el horario más fuerte es de 11 a 1. El decreto nos cae de lleno”, agrega y explica que adelantar las salidas de los turistas es complicado porque “un día lindo la gente se queda hasta tarde”.

El empresario, que también tiene bares en San Isidro, apunta a las reuniones ilegales en casas: “Las fiestas clandestinas expanden más el virus que nuestros bares. Acá hay más control, al menos nosotros, por estar en esta esquina, tuvimos muchos controles, nada que ver con años anteriores. Una buena medida sería que en lugar de cortar a las 23 sea a partir de la 1 y darle tiempo a la gente para que pueda comer e irse. Yo si tengo que cerrar cierro, pero los pibes en algún lugar se van a juntar. Todos sabemos que se hacen fiestas y se organizan”.

“Nos afecta mucho la economía una decisión así, pero ojalá que sirva para controlar la salud de la población”, fue el comentario al respecto que hizo Martín Yeza, intendente de esta ciudad, ante la consulta de Infobae. En el Municipio adelantaron ayer temprano desde la Gobernación que no habría excepciones para puntos turísticos y que Pinamar quedará incluida en las restricciones de circulación.

Cerca de Axel Kicillof explicaron a este medio que esperan el decreto para definir qué harán con lugares como Pinamar, Villa Gesell o Mar del Plata. “Lo que queremos es evitar que se afecte significativamente la actividad comercial, especialmente en las zonas turísticas”, dijeron fuentes del Gobierno bonaerense.

Hasta entrada la madrugada de este viernes se discutía si el horario iba a ser para el cierre de los comercios o para el cese de circulación. Tampoco sabían si se iba a aplicar algún criterio para definir por zonas o por fases. Una posibilidad era que se midiera de acuerdo a la tasa de incidencia del virus en cada municipio. Esto es una medición que representa la velocidad a la que salen nuevos casos de la enfermedad en la población expuesta. El caso de Pinamar es alto. Viene creciendo aceleradamente, hisopan a 100 personas por día y uno de cada dos testeados dio positivo esta semana que termina.

Desde la Asociación de Hoteleros y Gastronómicos de Pinamar también quisieron esperar el decreto para opinar. “Queremos esperar el texto porque depende de eso podemos presentar un recurso de amparo u otra cosa. Obviamente estamos en contra y esto afecta nuestro trabajo y el verano”, comentó Pedro Marinovich, presidente de la entidad.

Lautaro (no quiso dar su apellido) junto a un grupo de 10 amigos de entre 20 y 21 años llegó desde San Nicolás a Pinamar el jueves. La primera noche en la ciudad puede ser la única sin límites para la circulación. “Tenemos mucha buena suerte”, bromeó y luego opinó sobre la decisión del Gobierno: “El virus no tiene horario. Deberían cortar todo, todo el día. Tenés más probabilidad de infectarte en el supermercado que en el bar. Nos cuidamos todo el año y casi ninguno agarró, por eso decidimos venir, pero tampoco nos gustan las aglomeraciones de jóvenes en la plata, preferimos no ir ahí”.

Federico Llorens es dueño de uno de los dos bares más antiguos de Pinamar, que durante el verano abre las 24 horas. Este será el primero en dos décadas que, en caso de confirmarse la decisión presidencial, tenga que cerrar, al menos unas horas. “Si el horario es a las 23 para nosotros es un desastre. Sería lógico a la 1 ó las 12.30. Me parece bien que se haga algo para cortar los contagios, pero un poco más tarde. Yo pierdo el 30% o más del laburo. Un día de playa la gente no llega. Si es así, acataremos con disgusto porque aceptamos lo que dice la autoridad. Si nadie hace caso es un caos”, opinó.

China Foglia no sólo pretende que las autoridades municipales y provinciales controlen mejor las fiestas clandestinas. “Los pibes estuvieron encerrados un montón de tiempo y ahora no les importa nada, por eso se juntan en la playa y arman fiestas. Ahí deberían estar los controles”, comentó y apuntó, también, contra los veraneantes, como los responsables de la decisión del gobierno: “Los que vienen de vacaciones no piensan en nosotros, los trabajadores. Nosotros sí pensamos en ellos. La cajita de guantes de látex que usamos para no contagiar sale $ 2.800 y la cambiamos cada tres días. Nosotros tratamos de que ellos estén cómodos. Pero acá la gente viene como si no pasara nada. ‘Queremos sentarnos todos juntos 9 en una mesa si no nos vamos’, nos dicen. Se cagan en nosotros y en el personal de salud. Y después pasa lo que pasa”.

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