El 2020 fue durísimo para la familia Díaz y tanto Gustavo como su mujer, Noelia, se quedaron sin trabajo. Él se desempeñaba en una cooperativa de La Matanza limpiando zanjas y ella, en tres casas como empleada doméstica. Al igual que sucedió con muchos argentinos, la pandemia del coronavirus arrasó con su estabilidad económica y tuvieron que hacer hasta lo imposible para sobrevivir con un sueldo de $5.000 que ella cobraba por tener uno de esos empleos en blanco. Gustavo intentó con unas changas, pero con la cuarentena estricta fue prácticamente imposible. Luego, con la flexibilización de las medidas, decidió probar suerte con la jardinería pero no ganaba lo suficiente para subsistir.
“Salía todas las mañanas a caminar por el barrio de Gregorio de Laferrere a tocar timbre para ofrecer mis servicios. Pero como mucha de esa gente no me conocía, le daba miedo y ni siquiera me atendía. Me pasó de estar todo el día buscando trabajo y no poder traer ni un peso para darle de comer a mis hijas”, recordó Gustavo Díaz a Infobae, papá de Mailén (9) y Ambar (5), de su segundo matrimonio.
Incluso, contó que en un oportunidad se encontró con un hombre mayor que estaba en una peor situación que él y decidió regalarle los únicos $100 pesos que había ganado porque consideró que los necesitaba más. “Veo que la casa tenía el pasto de la vereda re contra largo. Golpeo la puerta y sale un viejito que me explica que ni siquiera tenía plata para comer. Me dio tanta tristeza que terminé haciéndole el trabajo igual y encima regalándole mi plata”, relató el hombre ya que es muy creyente y está convencido de que hay que ayudar al prójimo.
“Siempre hay que darle una mano al que más necesita. Por más pobre que sea uno siempre tenemos algo para dar; ya sea un abrazo, una palabra de aliento o una cortada de pasto, como fue mi caso. Todo sirve. Y si esos gestos se hacen con amor, siempre vuelven cuando uno menos lo espera”, señaló con conocimiento de causa a raíz de lo que sucedería una semana después.
Gustavo estaba preocupado: veía que la jardinería no había resultado tan rentable como esperaba y encima tenía una bordeadora que funcionaba mal y que a cada rato le impedía cumplir con los trabajos acordados.
“Escuché hablar a mi papá y a mi mamá y decían que tenían que juntar 500 pesos para comprarle una desmalezadora a nafta que vendía un vecino y se me ocurrió hacer un dibujo para promocionar el trabajo de mi papá, como se hace con esos panfletos que se reparten en la calle”, contó Mailén, la hija mayor de Gustavo y Noelia, a Infobae.
Al ver la desesperación de su papá por tratar de conseguir ese dinero lo más rápido posible creyó que podía resultar una buena idea y se puso manos a la obra. Con mucha prolijidad y originalidad ideó el dibujo como si fuera una especie de volante publicitario. Y como suelen hacer los profesionales del diseño en estos casos, destacó bien grande la profesión de su papá, hizo un retrato alusivo donde se lo observa con una bordeadora de césped en sus manos y escribió su teléfono celular para aquel que quisiera contratarlo.
Optó por utilizar una hoja de carpeta A4 apaisada, donde se lee “Corto pasto Gustavo” en imprenta mayúscula y con las letras bien coloridas y flores a su alrededor. Pero lo más sorprendente y emotivo fue la dedicatoria que le hizo al final. “Suerte Papi”, le deseó la nena esperanzada con la ilusión de que lo contactaran muchos clientes.
“Cuando me regaló el dibujo sentí una satisfacción enorme. Fue el 29 de diciembre al mediodía. Se me ocurrió compartirlo en mi Facebook y subirlo a otros grupos donde la gente del barrio ofrece su trabajo o vende productos sin saber todo lo que vendría después”, admitió el hombre, que pasó de estar casi desempleado a hacer hasta cinco jardines el día siguiente.
La publicación tuvo una repercusión enorme y hasta se compartió hasta en otras redes sociales, como Linkedin y Twitter. “Ese papá, ya ganó”, tuiteó @Wallyhoo. Su mensaje recibió más de 70 mil me gusta, casi 7.500 retuits y 400 comentarios.
“Me contactó hasta gente de Tucumán, Santa Fe y Santiago del Estero... fue una locura lo que pasó”, admitió Gustavo, quien no solo recibió llamados laborales sino ofrecimientos de todo tipo que al día de hoy no paran de sorprenderlo.
Uno de ellos fue el gesto de Gabriel, el dueño de un departamento de Palermo que a pesar de no tener pasto para cortar le dijo que quería ayudarlo porque lo conmovió el dibujo de su hija y le donó $1.200. Otros, en cambio, lo llamaban para ofrecerle comida o regalarle ropa.
El celular no paraba de sonar. Lo convocaron de Lomas de Zamora, Monte Grande, Cañuelas, Avellaneda, Quilmes, Ezpeleta, San Martín y Caseros. “Imaginate que ahora estoy enojado con mi nena porque estoy desbordado de trabajo y no llego a cumplir con todos”, bromeó Gustavo desbordado de felicidad.
Incluso, contó que cuando llegó a la casa de una señora se encontró con que el pasto estaba muy bien cortado y el jardín súper prolijo. “Pensé que me había pasado mal la dirección y cuando salió la mujer me dijo: ‘Te contraté porque quería conocerte y felicitarte en persona por la hija que tenés’ y me pagó igual sin haberle hecho el trabajo”, recordó el jardinero. Y agregó: “No pude contenerme y se me llenaron los ojos de lágrimas. No podía creer todo lo que me estaba pasando”.
Las tarifas que maneja Gustavo son muy accesibles. El corte de pasto en las veredas cotiza a $150 cuando sus competidores lo hacen por $350, según él mismo explica, y los jardines grandes los hace por $800 cuando su valor es de $2.000 aproximadamente.
“El jueves 31 hice tres jardines enormes, solo en la mañana. En un momento tuve que apagar el celular porque me seguían convocando y tenía que volver a mi casa para festejar el Año Nuevo”, se enorgulleció frente a la recaudación lograda en apenas medio día.
Y a pesar de haber tocado fondo y tener que sortear varios meses de incertidumbre laboral, Gustavo nunca perdió las esperanzas y la fe en Dios. Tanto él como su familia son evangelistas y en el último mes -junto a su mujer- logró montar con mucho esfuerzo una especie de templo en González Catán, sobre la calle Balboa 4630.
“Estamos a prueba para convertirnos en pastores evangélicos. Y justo nos llamaron de una congregación en Tucumán, que nos ofreció ordenarnos a mí y a mi esposa. Cuando nos dijeron que teníamos que juntar $56 mil pesos para poder hacer el viaje, lo dimos por descartado pero ahora todo se empezó a revertir y si sigo con este ritmo de trabajo vamos a poder cumplir nuestro sueño”, se esperanzó el hombre.
“Si pienso con la mente del hombre, va a ser imposible; pero si pienso con la mente del Señor va a ser posible. Tenemos fe y confiamos en que todo lo que me está pasando es por obra de Dios. Algo bueno va a terminar sucediendo porque él está haciendo su obra a través de mi esfuerzo”, reflexionó Gustavo, quien sin quererlo se convirtió en uno de los vecinos más populares de Laferrere.
Y concluyó: “Nunca en mi vida recibí tantos mensajes por las fiestas. Hasta me saludó gente que ni conozco. Cada vez que abro el Whatsapp me encuentro con decenas de mensajes. Gracias a mi hija me hice re famoso”.
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