En su libro “Frondizi, el último estadista”, el periodista y diplomático Albino Gomez sostiene que el clima que se vivía desde el comienzo de la gestión era el del “reinado de la incertidumbre”. Casi todas las semanas había un problema castrense que conmovía al gobierno constitucional, que había asumido en mayo de 1958. Frondizi llego al poder tras un pacto con connotaciones políticas y económicas con el ex presidente constitucional, exiliado, Juan Domingo Perón que lo llevo a derrotar al radical Ricardo Balbín.
Al instalarse en la Casa Rosada, Frondizi comenzó a moverse observando los límites que le fueron marcando las fuerzas militares y políticas de la oposición. El clima que se respiraba era la imprevisibilidad. No se sabía que problema estallaría al día siguiente mientras trataba de gobernar un país fragmentado.
En las primeras semanas se cumplió con un punto del pacto al dictar una amnistía del que salió beneficiado un sector del peronismo. Luego vendría el cambio de los ministros de la Corte Suprema de la Nación y se declaró al Poder Judicial “en comisión”. El 24 de julio se anuncia un plan petrolero destinado a lograr el autoabastecimiento que se alcanzó en febrero de 1960. Entre 1958 y 1962 la producción de petróleo y gas aumento el 150% y el país se convirtió en exportador de energía. Se promulgó la Ley de Asociaciones Profesionales y se devolvió la personería a la Confederación General Económica, dirigida por José Ber Gelbard. En septiembre, el Presidente enfrenta durante doce días una crisis en la Fuerza Aérea.
Durante toda su gestión, Arturo Frondizi hubo de soportar innumerables planteos militares que fueron erosionando su poder y su gestión. La inestabilidad fue la marca de la época y el pacto con Perón era la cuestión o la excusa para frenar los cambios. Un ejemplo, de los tantos: cuando asumió intento crear la cartera de Ministro de Defensa pero los militares se negaron, hasta que finalmente lo logró el 13 de junio de 1958, poniendo a su frente a Gabriel del Mazo, un reconocido dirigente radical. Designó como comandante en jefe del Ejército al general de división Héctor Solanas Pacheco, tras superar la presión de los que querían imponer al general de división Carlos Severo Toranzo Montero, el militar que había sido embajador en Caracas cuando el atentado a Perón y declarado persona non grata por el gobierno venezolano. Toranzo Montero fue destinado a la Junta Interamericana de Defensa y un año más tarde sería comandante en Jefe del Ejército.
El peronismo también presionaba al gobierno buscando una “coparticipación” del poder y los colaboradores presidenciales, o los miembros de “la usina” de Frigerio (asesores en las sombras), convertido ya en Secretario de Asuntos Económicos y Sociales de la Presidencia, interpretaban que salvo la letra del pacto no existía ninguna promesa de “coparticipación” o “cogobierno”.
Para aclarar los malos entendidos que John William Cooke (el delegado de Perón) transmitía en Buenos Aires, Emilio Perina y Ramón Prieto volvieron a entrevistarse con Perón en Ciudad Trujillo. Frondizi tan solo llevaba menos de sesenta días en el poder. Durante los encuentros el ex presidente llegó a decir: “Se están portando con nosotros con una gran deslealtad. Yo no estoy dispuesto a que los políticos me manoseen ante el pueblo. No quiero que me tomen en joda.”
No satisfecho por los encuentros con los enviados de Frondizi y Frigerio, Perón le va a decir a su amigo Enrique Olmedo, el 23 de julio: “Creo que Frondizi a los que teme es a los peronistas, como también los temen los gorilas; el primero porque puede perder el Gobierno y los segundos porque pueden perder la cabeza. Ese miedo es el que los ha asociado. Nosotros tenemos un documento que establece los compromisos nuestros y los de Frondizi, del cual hemos cumplido todo nosotros y él nada. El plazo acordado vence el día 1° de agosto y creo que Frondizi para ese plazo no podrá cumplir nada de lo que se ha comprometido. En tal caso debe ajustarse la faja, porque se le empezará a mover el piso de una manera no muy agradable”.
El 11 de junio de 1959, Perón, desde República Dominicana, reveló la existencia del pacto y provocó un tembladeral en las filas militares y la oposición política. El presidente consiguió aplacar la tensión castrense y, en ese clima enrarecido, llega el ingeniero Álvaro Alsogaray al Ministerio de Economía.
En febrero de 1960, la Argentina es visitada por el presidente de los EE.UU. En el encuentro con Frondizi, Dwigth Eisenhower no le dedica mucho tiempo a la relación bilateral ni a los negocios. La cuestión central es el establecimiento deu n gobierno comunista en Cuba encabezado por Fidel Castro y su influencia en el continente.
En marzo de 1960 las elecciones para renovar el Poder Legislativo arrojaron un 25,18% de voto en blanco pero la UCRI, el partido de gobierno, conservó una valiosa mayoría. Nadie, en medio de las disputas de poder, parecía reconocer que había un amplio sector de la ciudadanía –representada por el peronismo-- que se mantenía al margen de la política. Si se tiene en cuenta la cifra del votoblanquismo, hay que recordar que dos años más tarde, cuando las disputas habían devorado a Frondizi y al circunstancial José María Guido, el radicalismo del Pueblo entronizó en la Casa Rosada a Arturo Umberto Illia con el 25,14% del electorado. El radicalismo mantuvo la proscripción del peronismo, mientras intentaba reincorporar a las filas del Ejército a los exponentes más refractarios al peronismo.
Con decisión, Frondizi llevaba adelante “la batalla del petróleo” mientras comienzan a realizarse inversiones extranjeras de peso para la época en las industrias de base y obras públicas. Por ejemplo, en el ramo automotriz Siam Di Tella inaugura una planta de 50 mil metros cubiertos para la fabricación de autos y la Pick Up “Argenta”, mientras se llega a un arreglo con el Fondo Monetario Internacional con la consabida política de ajuste salarial y el gasto público. Tras el acuerdo en Washington nacen los reclamos gremiales y los atentados terroristas, llega el Plan Conintes: Plan Conmoción Interna del Estado.
Con grandes tropiezos el país se iba poniendo en marcha tras una muy poco exitosa gestión de la presidencia de facto de Pedro Eugenio Aramburu. Sobre toda la sociedad sobrevolaba un problema y que los factores de poder no querían tratar o evitaban definir. Era qué hacer con la masa peronista cuyo partido fue disuelto por Decreto 3855/55 y el Decreto 4161 en el que se prohibía nombrar al ex presidente y todo aquello que lo representara.
Visto a la distancia ese “bache” constituía un tramado o sistema imperfecto al que el poder militar no deseaba tratar y, cuando lo hacía, lo analizaba con desdén: “Todavía hay inmensos sectores del pueblo argentino, a los que el totalitarismo engañó y hechizó en las retortas de la magia de su propaganda, extraída casi toda de los fondos irracionales de la experiencia humana que ignoran la terrible verdad de lo que les ha pasado”, observa un documento que surge del archivo del teniente general Carlos Severo Toranzo Montero, comandante en jefe del Ejército, fechado en enero de 1961. En el mismo, tras una larga serie de razones, consideraba el papel de contralor del Ejército:
Mientras los juegos de poder acrecentaban el desorden, la inestabilidad, en un país sediento de progreso, “desarrollo”, la sociedad canalizaba parte de sus angustias con la música, el cine y sus artistas. “Los cinco latinos” imponían “Eres diferente”, mientras “Los Chalchaleros” lanzaban al mercado “Agitando pañuelos” y competían con los “Huanca Huá”. El rock todavía estaba en pañales, a pesar de que “Bill Haley y sus cometas” habían pasado por Buenos Aires. Billy Cafaro era un exponente calificado con sus 300 mil copias de “Pity pity” pero no lograba oscurecer los sones que venían de México con “Los teen tops” y la gran voz de Enrique Guzmán y su “Anoche no dormí”. En cine “Quinto Año Nacional” con Santiago Gómez Cou, Javier Portales, Bárbara Mujica y Oscar Casco tuvo mucho éxito; la musicalizó Astor Piazzola. Sin olvidar a Luis Aguilé, en este 1961 se consolidaba “Tato” Bores en la televisión por la fina y certera ironía de sus comentarios sobre la actualidad. Fue considerado el Actor Cómico de la Nación. Describía con su sabia sutileza los hechos más complicados y dolorosos del poder. Sufrió la censura y el silencio pero siempre volvía, era inigualable.
En febrero de 1961, el dirigente socialista Alfredo Palacios gana la elección por una banca en el Senado de la Nación por la Capital Federal. Lo hace en nombre del Partido Socialista Argentino y la campaña del veterano dirigente liberal y antiperonista navega a favor de la incipiente dictadura castrista.
Diez días más tarde el gobierno devuelve la Confederación General del Trabajo a una dirección sindical, tras tres años de intervención. La maniobra estará en manos del Ministro de Trabajo, Guillermo “Cacho” Acuña Anzorena que un año más tarde será derrotado electoralmente por el peronismo en la provincia de Buenos Aires, provocando el derrumbe del gobierno de Frondizi.
A fines de marzo de 1961, tras un confusa y escasamente explicada crisis interna en el Ejército, Carlos Severo Toranzo Montero presenta su renuncia a la comandancia en Jefe pero luego intenta retroceder en la búsqueda de un golpe de Estado. Todo el andamiaje se derrumba gracias a decisión y firmeza del Secretario de Guerra, general Rosendo Fraga, quien por unas semanas también se hace cargo de la comandancia. Al despedirse de la comandancia, el 25 de marzo de 1961, Toranzo Montero sostiene, como si fuera un simple observador de los hechos, que “la República se ha visto, una vez más, conmovida por acontecimientos que bajo la apariencia de episodios castrenses reflejan en su fondo, la dramática crisis institucional que aqueja al país.”
En abril, asume el general Raúl Alejandro Poggi quien tras la caída de Frondizi intentará ocupar el poder constitucional en marzo de 1962. Lo más significativo de la crisis fue que, además de la partida de Toranzo Montero, el Presidente pudo desprenderse del Ministro de Economía, Ingeniero Álvaro Alsogaray. Su lugar fue cubierto por Roberto Alemann. También dejó el cargo de canciller Diógenes Taboada, siendo reemplazado por el dirigente conservador Adolfo Mugica.
La reforma de su gabinete ministerial y la solución temporaria de la cuestión castrense le dan al Presidente de la Nación el tiempo necesario para fijar su mirada a cuestiones internacionales. En este sentido hay dos prioridades para Frondizi. Su relación con Janio Quadros, mandatario brasileño, y la cuestión cubana de la que siempre se dijo –sin prueba documental alguna- que existía un pedido de “mediación” argentina entre los Estados Unidos y el régimen comunista de La Habana.
A fines de abril de 1961, Frondizi y Quadros se encuentran en Uruguayana, Brasil, y comparten una mirada similar sobre la cuestión cubana, alejada de la posición de la Casa Blanca. El encuentro se realizo días más tarde de la abortada invasión de Bahía Cochinos por exiliados cubanos entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La cumbre argentino-brasileña encrespa los ánimos de un amplio sector de las Fuerzas Armadas, críticas por la política independiente de “el lobo de Gubbio” como lo llamaban algunos a Frondizi y retornan los rumores de golpe de Estado, no solo en la Argentina sino también en Brasil. Quadros habrá de dejar el poder el 25 de agosto de 1961.
En su diario personal el embajador Albino Gómez deja asentado que el 14 de julio retornan los rumores sobre un eventual derrocamiento presidencial. Varios funcionarios de su gobierno son severamente criticados y su asesor y amigo Rogelio Frigerio debe encontrarse reservadamente, a escondidas, con el Presidente de la Nación, en Olivos, por las noches.
El 16 de julio de 1961, Gómez anota ciertas informaciones que el presidente recibe desde Santiago de Chile en las que su embajador Luis María de Pablo Pardo (más tarde canciller de los presidentes de facto Levingston y Lanusse) se refiere en términos críticos a su gestión. Se estaba sobre los prolegómenos de una reunión de consulta de la OEA y un proyecto norteamericano de expulsión de Cuba del sistema latinoamericano.
En medio de todo este berenjenal cayó de casualidad en Buenos Aires, Neil Sedaka, un llamativo compositor y cantante estadounidense, autor de innumerables éxitos para “la nueva ola”. En este año tenía 8 temas entre los Top 40 de los Estados Unidos. En realidad, Sedaka venía de Brasil en medio de una programada gira publicitaria. De Río de Janeiro viajó al aeropuerto de Ezeiza para dirigirse a Montevideo donde debía actuar en televisión y en un local nocturno. No tenía previsto actuar en la Argentina y durante la larga espera de dos horas dos empresarios argentinos lo convencieron a que diera dos conciertos en el cine-teatro “Opera” en horarios poco comunes, como aparece en el programa. En ese momento, Sedaka contaba con la vitalidad y el entusiasmo de sus 22 años y aceptó. Fue el fin de semana del 15 y 16 de julio.
Fue un gran éxito porque en esos años la Argentina no estaba incluida en el circuito musical de las grandes estrellas. Un año antes Paul Anka había visitado Buenos Aires como gran novedad y en el mercado musical Sedaka y Anka, en cierta manera, competían. Poco después, con escasa promoción, llegaría la maravillosa Brenda Lee que dio un concierto en el mismo lugar. Apenas tenía 17 años pero ya era conocida a los 12.
Cuando la “Nueva Ola” ya estaba en la cumbre del éxito, Sedaka volvería a la Argentina con un programa más preparado por “La Escala Musical”. Fue para los carnavales de 1968 y cobró 250.000 por actuación. En esos recitales no fue el mejor pagado: “Palito” Ortega cobro 800 mil en Rosario; Johnny Hallyday y Silvie Vartan recibieron un millón y medio y el español Raphael 3 millones. También fueron de la partida Armando Manzanero y Frank Sinatra Jr. Eran buenos cachets en tiempos de estabilidad cambiaria y buen nivel económico.
Todavía estaba Adalbert Krieger Vasena en el Ministerio de Economía. Guardé el programa de Sedaka, está en mi archivo desde esa época. La actuación de Neil Sedaka, en tiempos de incertidumbre como decía Albino Gómez, apenas fue un momento de reparo para unos pocos. Imagino que los generales Toranzo Montero o Poggi no sabían quién era y Arturo Frondizi tampoco, y Sedaka hasta hoy sigue actuando.
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