Son pareja, recorren la Costa en un taller ambulante y venden sus artesanías realizadas con caracoles, estrellas de mar y corales

Roberto Naón trabaja junto a Marina, su mujer, en el mismo vehículo con el cual recorren desde hace ocho años las ciudades balnearias: “La gente para y nos felicita”, explica a Infobae

Guardar
Roberto Naón junto a Marina, su mujer, y Gino, el hijo de su pareja.
Roberto Naón junto a Marina, su mujer, y Gino, el hijo de su pareja.

A Roberto le duele la espalda desde hace años y confiesa que desplegar la tela y descargar los caracoles del camión es todo un tema. Sin embargo rápido se olvida y encuentra la satisfacción al instante: “La gente para, se frena, mira lo que vendemos y, por más que no nos compren, nos felicitan. Y eso te llena más que cualquier otra cosa”.

En la zona de La Perla, sobre el tradicional Paseo Dávila de Mar del Plata, Roberto Naón se siente orgulloso de sus criaturas. A sus artesanías con caracoles les dedica mucho más tiempo del cual invierte en intentar venderlos: “Voy a Punta Médanos y recolecto muchos para confeccionar lo que luego exhibimos. Voy tres días, a veces una semana, y espero la sudestada para traer los mejores”, cuenta a Infobae.

Sus piezas más valiosas, sin embargo, las compra en un mayorista de Mar del Plata, “la única casa de Argentina”, explica. Allí busca las estrellas de mar, los corales, los caracoles de colección.

Ambos transportan toda la mercadería en el mismo camión en el que confeccionan las artesanías
Ambos transportan toda la mercadería en el mismo camión en el que confeccionan las artesanías

“Siempre se están renovando los caracoles, porque son infinitos: aún si sos coleccionista siempre te van a faltar caracoles”, dice Roberto, que comenzó en el negocio hace ocho años cuando Jaime González, a quien se refiere como “el maestro”, quien lo impulsó a continuar un legado que él había iniciado tiempo antes.

“Él estuvo muchos años acá y me pasó la posta de los caracoles a mi. Pasa que para vender necesitás un vehículo, porque es mucho peso de traslado, mucha cantidad. Yo empecé de a poquito y con mi señora (Marina) nos volvimos dos estudiosos; porque no se termina nunca el conocimiento, por eso tratamos de brindarle al turista un poquito de todo”, indica.

Habitualmente viven en Villa Gesell pero reparten su año entre la ciudad balnearia y Mar del Plata, su otro amor, en donde viven sus hermanos y su mamá. “Me hice amigo de una gente del balneario Alfonsina y vengo a trabajar todos los veranos. En realidad estoy casi todo el año, porque Gesell depende mucho de Mar del Plata”, sostiene.

Los precios van desde los $100 a los $4.000
Los precios van desde los $100 a los $4.000

Allí enseña su arte: “Nosotros nos dedicamos a hacer ‘llamadores de ángeles’ y ‘atrapa sueños’. También hacemos los espejos, una madera que la revertimos con arena, la laqueamos y le colocamos los adornos. Tratamos de tener mucha mercadería y vender en otros lados. Cuando no hay trabajo acá viajamos a otras ferias. Vamos a ciudades de la Costa Atlántica, incluso a ferias de la ciudad de Buenos Aires o del norte argentino. Hemos estado en Santiago del Estero”.

Sus precios son variados: la oferta puede pasar de tres caracoles básicos por $100 a otro de $1.900 o un coral de colección con un valor de $4.000. “Son todos naturales y lo bueno es que quienes los obtienen no los atrapan, sólo dejan que salgan del mar por su naturaleza. Los secan y así podemos venderlos”, aclara.

Roberto y Gino, su "hijo del corazón"
Roberto y Gino, su "hijo del corazón"

Y continúa: “Realmente es un verano atípico. La gente no sabe lo que va a pasar. Informan una cosa, después otra. Este verano es medio raro. Otros años ha habido mucho más movimiento, pero ahora, por ejemplo, que esta calle sea peatonal me perjudica. La hacen peatonal para que no haya amontonamiento de gente pero esa aglomeración está en otro lado”.

Mientras sostiene en sus brazos a Gino, su “hijo del corazón”, concluye: “Me gusta vender caracoles y trabajar cerca del mar. Es una fuerza, una energía, que no se puede explicar. Me gusta lo que hago. Lo hago con amor, dedicación, le pongo muchas ganas. Viene gente a decirme que le va bien con cosas que les vendí y eso me llena. Lo único que le pido a la vida es que me de salud para poder trabajar, para hacer mis creaciones”.

Seguí leyendo:

Guardar