-¿Va a hablar ahora? – le preguntó Rodolfo Walsh a Norberto Imbelloni.
-Sí, le voy a contar – respondió el sindicalista que hasta no hacía mucho había sido un incondicional del secretario general de la CGT, Augusto Timoteo Vandor, El Lobo.
Corrían las primeras horas de la noche del 25 de mayo de 1968 cuando Walsh encendió el grabador.
-Bueno, Imbelloni, mire: yo quisiera que usted me hiciera un relato de cómo pasaron las cosas esa noche en La Real – empezó.
-Exactamente.
La pregunta se refería al tiroteo ocurrido poco más de dos años antes, la noche del 13 de mayo de 1966 en la confitería La Real, ubicada en el centro de Avellaneda, con un saldo de tres muertos: Rosendo García, segundón de Vandor, y los militantes obreros de base Domingo Blajaquis y Juan Zalazar.
Tiroteo en La Real
El hecho había sido confuso. Había dos grupos rivales en el mismo salón. En una mesa estaban Francisco Granato, Domingo Blajaquis, los hermanos Raimundo y Rolando Villaflor, Miguel Gomar, Juan Zalazar y Francisco Alonso, todos ellos enfrentados con la burocracia sindical de la CGT, cuyo máximo representante era Vandor. En otro lugar de la confitería, luego de participar en un acto realizado en el Teatro Roma, estaban sentados el propio Vandor, Rosendo García, Norberto Beto Imbelloni, Armando Cabo, otros burócratas sindicales de apellidos Petracca, Valdez, Saffi y Gerardi, a los que sumaban varios más que nunca habían sido identificados.
Primero fue una pelea a puñetazos, que tuvo como protagonistas a Norberto Imbelloni y Rolando Villaflor, pero cuando estaban revolcándose por el piso empezaron los tiros, con el saldo de tres muertos. Uno de un bando, García, y los otros dos, Zalazar y Blajaquis, del otro.
Dos años después, la Justicia no había avanzado prácticamente nada en la investigación del caso y Rodolfo Walsh, por entonces periodista del diario de la flamante CGT de los Argentinos –liderada por Raimundo Ongaro y escindida de la CGT oficial-, tenía una hipótesis sobre lo ocurrido: que pese a haber muertos en ambos bandos, los tiros habían sido disparados todos por la gente de Vandor. En otras palabras, que a Rosendo García lo habían matado sus propios compañeros.
El Beto Imbelloni
En el tiempo transcurrido desde la noche del tiroteo en La Real, Norberto Imbelloni se había comportado de manera equívoca. En un primer momento cerró filas con Vandor, apoyando la versión de que hubo tiros de los dos lados, pero después se distanció de su jefe a raíz del cierre de la planta de Siam Automotores y el 30 de septiembre de 1967 lo atacó con una solicitada donde lo acusaba de ser “el único y verdadero culpable” de la muerte de García.
Vandor reaccionó presentándose ante la Justicia para exigir que se investigara la denuncia de Imbelloni “en aras de las posibilidades de esclarecimiento” de la muerte de García, “cuya memoria es sagrada e inviolable para el suscripto”.
En ¿Quién mató a Rosendo?, Walsh relata: “Le pregunté a Imbelloni por qué se había retractado. Respondió que falto de apoyo sindical y político, no tenía confianza en que se hiciera justicia”.
¿Por qué, entonces, la noche del 25 de mayo de 1968, frente al grabador encendido de Walsh, Imbelloni estuvo dispuesto a cambiar su versión nuevamente y a contar la verdad?
El periódico de la CGT de los Argentinos
Dos meses antes de la entrevista de Walsh a Imbelloni, la corriente combativa dentro de la CGT que encabezaba Vandor se había escindido del sector “conciliador” con la dictadura de Juan Carlos Onganía y había creado la Confederación General del Trabajo de los Argentinos (CGTA), liderada por el gráfico Raimundo Ongaro.
Alarmado por la movida de “un peronismo sin Perón” que Vandor venía tejiendo desde hacía tiempo, el general exiliado había recibido en Madrid a Ongaro y le había dado el visto bueno para confrontar con Vandor creando la CGTA.
Prácticamente al mismo tiempo de conformación de la nueva central sindical, salió su periódico, dirigido por Rodolfo Walsh –hay quienes dice que esa designación fue por sugerencia de Perón-, con un staff integrado entre otros por Rogelio García Lupo, Vicky Walsh y Horacio Verbitsky.
La elección de Walsh como director del periódico no había conformado a todos.
-Por ese tiempo había aparecido un cuento de Walsh y había circulado entre algunos de los muchachos. Era un cuento medio difícil, con una técnica literaria compleja, y algunos se preguntaron si era el tipo indicado para dirigir un periódico obrero combativo. Uno de ellos, el Indio Allende, me contó que medio lo apretó a Rodolfo y le dijo: “Mirá, o vos contás las cosas para que le sirvan al pueblo y a la pelea nuestra o te vas a escribir para los pequeño burgueses” – le cuenta a Infobae el periodista y escritor Enrique Arrosagaray, autor de Los Villaflor de Avellaneda y de Rodolfo Walsh. De dramaturgo a guerrillero.
Una de las primeras decisiones que tomó Walsh al hacerse cargo del periódico fue investigar el tiroteo de La Real y publicar, por entregas, lo que iba descubriendo.
La “trampa” de Walsh al Beto
Puesto en la tarea, el autor de Operación Masacre revisó expedientes judiciales y entrevistó a participantes y testigos. Se encontró con que los del grupo de sindicalistas combativos que habían estado en La Real no tenían inconveniente en contar los hechos mientras que los acólitos de Vandor levantaban un muro de silencio.
El punto débil podía ser Norberto Imbelloni, que se había distanciado de Vandor, lo había acusado pero luego se había retractado. Si alguien iba a hablar, era él.
Con los hermanos Raimundo y Rolando Villaflor –de una familia de obreros y luchadores sindicales de larguísima tradición en Avellaneda– idearon una estratagema: hacerle creer al Beto que Perón quería que lo acusara a Vandor.
La historia que armaron era creíble. Ya a principios de 1966, antes del golpe de Onganía, Perón había dicho que debían acabar con el Lobo Vandor. En una carta que le mandó a José Alonso, líder del sindicato textil, en enero de ese año, le había escrito que “el enemigo principal es Vandor y su trenza… hay que darles con todo y a la cabeza, sin tregua ni cuartel. En política, no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer… Deberá haber solución y definitiva, sin consultas, como ustedes resuelven allí. Esa es mi palabra y usted sabe que Perón cumple”.
Por otra parte, hacía poco tiempo que Walsh había viajado a Madrid y se había entrevistado con Perón. Entonces, bien podía ser un mensajero del general.
En una entrevista que le hizo la revista Siete días en 1969, poco después de la publicación de ¿Quién mató a Rosendo?, Walsh lo cuenta así:
“En el caso de Norberto Imbelloni (sindicalista que estuvo presente en el momento del asesinato de Rosendo), nos costó trabajo localizarlo. Yo había vuelto de España y había hablado con Perón; no del asunto sino de otras cosas, pero me sirvió para presionarlo. Le dije que Perón había dado orden de defenestrar a Vandor. Entonces Imbelloni habló”.
El relato de Rolando Villaflor
En las largas charlas que Enrique Alsogaray mantuvo con Rolando Villaflor para su libro Los Villaflor de Avellaneda, recogió el relato que éste le hizo sobre cómo lograron convencer a Imbelloni.
-La idea se les ocurrió mientras estaban conversando Rolando, Raimundo y el Negro Francisco Granato en la casa del viejo Aníbal Villaflor, en la calle Pasteur de Avellaneda. Uno de los Villaflor lo llamó por teléfono a Imbelloni para proponerle que hablara con Walsh, porque Perón le había pedido que lo fuera a ver porque había que hacerlo pelota a Vandor y que para eso estaba bueno que contará cómo habían sido de verdad los hechos de La Real. En la mentira de Walsh había una parte de verdad: Walsh había estado con Perón en España, pero en ningún momento dio esa orden. Aprovecharon esa parte de verdad, y de ahí vino esa mentira que le metieron a Imbelloni. El Beto dijo que sí y entonces Walsh y los dos Villaflor se fueron caminando hasta la casa – le cuenta Arrosagaray a Infobae.
En ¿Quién mató a Rosendo?, Walsh relata así el comienzo del encuentro: “El hombre rubio y atlético había salido vistiéndose del baño en la casa de Lanús. Cuando saludó sin animosidad a Rolando Villaflor, me sentí aliviado (…) Contrariamente a nuestras fantasías, Imbelloni no nos esperaba con una ametralladora, sino con un mate”.
La versión que Rolando Villaflor le relató a Arrosagaray difiere de la de Walsh, quizás porque el director del periódico de la CGTA no quiso cargar las tintas sobre la figura de Imbelloni para no quitarle fuerza a su testimonio.
-Rolando me contó que se abrió la puerta y la casa estaba llena de tipos enfierrados. Que tuvo la sensación de que se metían en la boca del lobo pero que, a fin de cuentas, cuando le plantearon cara a cara que había una orden, o por lo menos una sugerencia, de Perón, Imbelloni se sentó y charló con tranquilidad. Esa charla, desgravada casi textualmente, es la que Walsh publica en el libro – dice Arrosagaray.
Las revelaciones
A lo largo de la charla, Norberto Imbelloni le relató a Walsh su versión de lo ocurrido en La Real la noche del 13 de mayo de 1966. En la desgrabación se percibe que habló con soltura y sin reticencias.
Reveló también uno de los secretos mejor guardados por Vandor y los suyos sobre el episodio: la identidad de ocho miembros de su grupo que se habían borrado de la escena y que la justicia desconocía.
“Quería saber los nombres de los ocho protagonistas que se habían esfumado. El ‘misterio’ que resistió dos años se iba a develar ahora en cinco minutos”, escribiría después Walsh.
Pero lo más importante llegará justo al final de la entrevista. Cuando Imbelloni acusa inequívocamente a Vandor de haber matado a Rosendo García:
-Lo de Rosendo, me lo dice cuatro veces, que es una pistola 45 que lo mató. Ahí se deschavó solo Vandor, fue su arma la que lo mató. Si no, ¿por qué me insiste? Porque el hombre de la duda era yo, si la misma noche me llama para decirme cómo había, visto él la pelea, y para decirme, incluso, después cuando lo estábamos velando, que apareció con un croquis diciendo que todos los tiros estaban contra el lugar donde estábamos nosotros sentados - le cuenta Imbelloni.
-No hay ningún tiro contra ustedes. En la zona de ustedes, ni un solo tiro – insiste Walsh.
-Por eso. Y ahí me avivo yo. Porque Vandor sabe que yo sé que él lo mató – remata El Beto.
Los tiros habían salido de uno solo de los grupos, el de los burócratas. Y la muerte de Rosendo estaba firmada por el calibre del arma de Vandor.
El Beto se retracta de nuevo
La publicación de las revelaciones de Imbelloni en el periódico de la CGT de los Argentinos provocó un escándalo que incluyó declaraciones cruzadas, negativas y acusaciones de traición.
Poco después, Norberto Imbelloni volvió a retractarse de su acusación contra Vandor, incluso negando haberle dicho a Walsh lo que éste había publicado. Sin embargo, la grabación no metía: había dicho todas y cada una de las palabras que habían sido publicadas.
Un año más tarde, en la entrevista a Walsh publicada por Siete Días, Walsh dirá:
“(Imbelloni) Después se rectificó diciendo que no me conocía. Según versiones que me llegaron, esa rectificación le costó un millón de pesos a Vandor. A esta altura el asunto le va a costar cualquier cantidad de plata”.
Augusto Timoteo Vandor fue asesinado de cinco disparos el 30 de junio de 1969 en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica, en La Rioja al 1900 de la Ciudad de Buenos Aires.
Norberto Beto Imbelloni siguió siendo dirigente sindical y ocupó cargos en los gobiernos de Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón. En 1983 fue elegido diputado nacional. Acusado de la muerte de un custodio del gremialista Raúl Cuervo en 1985, se fugó al Paraguay, donde vivió hasta 1990. Al volver al país fue condenado y encarcelado. Recuperó la libertad en 1995. Murió en diciembre de 2015, a los 80 años. Hay quienes dicen que fue uno de los tantos luchadores que encarnó a “El Caballero Rojo” de la troupe de Martín Karadagian.
Pese a las revelaciones de la investigación de Rodolfo Walsh, la Justicia nunca esclareció los hechos de la confitería La Real. Los asesinatos de Domingo Blajaquis, Juan Zalazar y Rosendo García quedaron impunes.
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