La vigilia de los “celestes”: entre alabanzas, carpas y reposeras no pierden la fe

Algunos llegaron del interior del país, otros vinieron en grupo y acamparon desde temprano en la Plaza del Congreso y planean quedarse allí hasta que termine la votación

Mercedes Recondo (a la izquierda) vino desde Tigre con sus siete hijos

Sara Betsabé tiene el pelo rubio y está envuelta en una bandera Argentina. Del lado derecho de su rostro, como un distintivo, cuelga un mechón color celeste. Sara tiene 31 años y es de Ezeiza. Al Congreso de la Nación, cuenta a Infobae, llegó el lunes 28 a las 20.30 horas, después de una marcha “por la vida” desde la Plaza Mayo.

Mientras conversa con este medio, a sus pies, sobre una lona tendida en el pasto, descansa su hijo Tante, de cinco años. Sara pasó la noche del lunes cantándole a Dios y, por segunda noche consecutiva, este martes 29 planea hacer lo mismo. Su canción favorita se llama “Derrama tu gloria” y también la canta en la iglesia “Jesucristo es la Respuesta” de la que forma parte.

Sara Betsabé, envuelta en una bandera Argentina, acampó frente al Congreso la noche del lunes 28 de diciembre. Además de peluquera y depiladora es cantante y, durante la vigilia, planea cantarle a Dios

Sara es peluquera y depiladora. Como trabaja a domicilio, explica, este 29 diciembre no tomó turnos. “Sé que perdí dinero. Sobre todo a esta altura del año, que muchas mujeres quieren hacerse un peinado o un corte para las fiestas o depilarse para las vacaciones. Pero bueno, yo sentí que tenía que estar acá. Si no es ahora, ¿cuándo? La economía se puede levantar, en cambio, cuando una vida se pierde no hay nada más que hacer”, dice.

Como Sara, hay cientos de militantes “pro vida” que tienen planeado quedarse a esperar el resultado de la votación que se realizará en el Senado y que definirá si se legaliza el aborto en Argentina.

María Sol Srebot, por ejemplo, es una de las tantas que vino “a ponerle el cuerpo a la causa”. Junto a su pareja, Andrés, y su bebé Santiago, de cinco meses, hicieron 300 kilómetros en auto desde Rosario para presenciar lo que considera “una jornada histórica”.

“Aunque la idea es quedarnos acá toda la noche, dependemos un poco del humor del niño. Nos iremos turnando con el padre”, apunta la militante del Frente Joven que trabaja como becaria en el CONICET y está cursando un doctorado en Ciencias Biológicas.

María Sol Srebot, llegó de Rosario junto a su pareja, Andrés, y su bebé Santiago, de cinco meses. "No podíamos no ser parte de este momento", dice

María Sol tiene 32 años y otra hija más de dos que quedó a cuidado de los abuelos. Como le da de amamantar a su bebé, cada tanto, se mueve a uno de los puntos de descanso para sentarse y alimentar a su hijo. A pesar de los bombos, los cantos y los rezos, el bebé permanece quieto en el cochecito, como si entendiera que este es un momento importante para sus padres.

Al Congreso de la Nación, cuenta a este medio, llegó a eso de las 19 horas del martes 29 (“Salí del trabajo y nos vinimos”). “No podíamos no ser parte de este momento. Yo tuve suerte porque me dejaron arrancar un día antes las vacaciones y entonces mañana no trabajo. Igual, tampoco lo pensamos demasiado. Agarramos el auto y vinimos. Había que estar acá. Hay algo que te mueve, no te querés quedar callada en tu casa”, agrega.

Soledad Moreno (de negro) junto a sus compañeras de militancia de la Agrupación Grávida

Soledad Moreno tiene 45 años, es ama de casa y madre de tres. Vino, cuenta en charla con Infobae, desde Cardales. “Puse en alquiler mi casa y mañana tengo que entregar la llave a primera hora. Lo haré con cara de dormida, pero no podía no estar acá”, dice la militante de la Agrupación Grávida, que acompaña a mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad.

No es la primera vez que Soledad viene a una vigilia. El pasado jueves 10 de diciembre, cuando el proyecto de ley de interrupción legal del embarazo (IVE) se debatió en Diputados, también pasó la noche en la plaza. “Esta vez nos vinimos preparados”, dice, mientras señala el gazebo, la reposera, la heladerita, una bolsa con frutos secos y el bidón de agua.

Acerca del resultado, Soledad dice que espera no terminar como hace veinte días. “Después de la media sanción en Diputados me agarró una tristeza. Me acuerdo que llegué a casa, cerré todas las ventanas y me acosté. Estuve unos días como de duelo”, sostiene.

Durante toda la vigilia hubo curas dando misas

De cara a una de las pantallas que transmiten en vivo el debate que se está llevando a cabo en el Senado, Mercedes Recondo se come una hamburguesa con lechuga y tomate. Sentada en una silla plegable, la mujer de 53 años, ama de casa y emprendedora, cuenta que vino desde Tigre con sus 7 hijos.

“El mayor tiene 27 y la menor 13. Vinimos todos juntos con la convicción de saber que estamos luchando por lo más importante que es la vida. Sería muy triste no jugarse por esto”, dice.

María Mayer (71 años, madre de 11 y abuela de 20), Araceli Pittaro (64 años, madre de 11 y abuela de 11) y Aymara Sylvester (67 años, madre de 3 y abuela de 2) son integrantes de la agrupación “Abuelas por la vida”.

Aymara Sylvester (67), Araceli Pittaro (64) y María Mayer (71) son integrantes de la agrupación “Abuelas por la vida”

Sentadas en unas sillas blancas de plástico, sobre la Avenida Entre Ríos, se van turnando para sostener un cartel con baberos rosas y celestes que les demoró una tarde de preparación.

“Cada uno lleva un nombre. Son los nombres de los niños por nacer. De los niños que claman y piden por favor: ‘Déjennos vivir’”, explica María a Infobae. A su lado, Aymara y Araceli asienten. “No nos queda otra que salir a defender la vida. No importa el calor, no importa la pandemia, no podíamos quedarnos en casa”, coinciden las mujeres que, entre las tres, suman 25 hijos y 33 nietos.

Desde que comenzó a debatirse el proyecto de ley, María, Araceli y Aymara vienen militando para que el aborto no se legalice. Tan es así que, junto con otras abuelas, enviaron cartas a los Diputados y a los Senadores de la Nación. “Déjennos honrar nuestro propio compromiso, no aprobando este proyecto que truncará la vida de tantos nietos suyos, nuestros y de tantas abuelas como nosotras”, pedían a los legisladores.

Al cierre de esta nota el Senado lleva casi diez horas de debate. Como en 2018 se espera otra sesión maratónica. El resultado todavía está por verse y, del lado celeste, la esperanza es lo último que se pierde.

Fotos: Gustavo Gavotti y Roberto Almeida Aveledo

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