La ronda de exposiciones avanza en el recinto según el cronograma previsto. El poroteo de votos deja incierta todavía la meta. Y el único pronóstico seguro anuncia lluvias por la madrugada. Así y todo, en el sector verde las calles siguen de fiesta, con una emoción que se siente en el aire.
Aunque el calorón de la tarde parece dispuesto a empezar a aflojar, el aire igual está denso. La densidad de la masa, de muchos cuerpos juntos apropiándose de los espacios. Pero también se carga el aire de emociones, de una sensibilidad superior cada vez que los gritos afirman fuerte y claro: “Hoy nos vamos con ley”.
A las 19 horas, referentas “históricas” y “modernas” de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito subieron al escenario. Por las pantallas gigantes se las podía ver desde cualquier recoveco. Seguir sus pasos al ritmo: las inclinaciones suavecitas hacia abajo de las luchadoras de siempre, los saltos efusivos de las más novatas. Hasta que fue el momento del “pañuelazo”, y todas ─grandes/pequeñas/mayores/menores─ con las mismas energías levantaron sus trapos verdes hacia el cielo, como una ofrenda divina. “Hoy nos vamos con ley”.
Con la noche circulan los menúes vegetarianos, mientras sin inmutarse en cada vereda tiran humo los carritos con carne a la parrilla. Cervezas y jugos marcianitos helados son la gran atracción de la jornada. Y desde las paredes los carteles ornamentan el espectáculo: “Nuestro deseo es urgente”, “Esta marea está hecha de las ancestras y nuestras pibas”, “El triunfo será para todas y todes”, “Somos marea, somos revolución”.
Vigilia caliente
Ayelén vive en Tierra del Fuego, en la ciudad de Ushuaia. No concibe tanto calor. Le transpiran las manos y su vincha verde se resbala por el pelo. Se abanica con la remera. Sigue sin concebir tanto calor.
“Como fueguina principalmente siento calor, pero también mucha adrenalina por estar acá en esta multitud. Es muy emocionante. Yo creo que hoy la ley sale o sale. Estoy con esa sensación, que no la tuve en 2018. Y es una alegría inmensa. He luchado en otras causas pero nunca con estas satisfacciones”.
Ayelén es la mamá de Vera, de 15 meses. Con su pareja viajaron desde el punto más austral del continente. A la vigilia en el Congreso decidieron traer también a la abuela y a la bisabuela de la pequeña, conurbanas.
“Decidimos venir las cuatro generaciones a vivir este momento en la plaza porque es tiempo de avanzar en nuestro derecho a la autonomía de nuestros cuerpos. Eso estamos disputando, nuestra libertad. Yo decidí maternar hace un año y fue sumamente consciente, pero cuando decidí abortar lo hice acompañada de organizaciones feministas. El eje es el deseo o no que tengamos las mujeres y personas con capacidad de gestar. La idea no es obligar a nadie sino que exista la libertad plena de decisión”.
Ayelén se quiebra. Ve a su hija acomodarse una hebillita con lentejuelas verdes que le acaban de comprar. “Les vamos a dejar a nuestras descendencias el derecho a decidir, como las abuelas nos dejaron el derecho al voto y las madres al divorcio. Ella luchará por otros derechos. Pero me parece sumamente interesante poder inculcarle de chiquita que siempre pero siempre tenemos que luchar”.
Cecilia es la abuela de Vera y no puede (ni parece querer tampoco) ocultar una enorme sonrisa. Ni siquiera por debajo del barbijo. “Estoy inmensamente feliz. Venir todas juntas era un hito para la familia. Es algo por lo que venimos peleando, por lo que creemos fervientemente. Y desde mi mamá hacia abajo queremos lo mejor para Vera… entonces ¿cómo no íbamos a estar acá en este día? Se lo estamos haciendo más fácil. Mi nieta y las demás van a poder ser más libres, que es lo importante”.
Marta es la bisabuela de Vera. Habla bajito. “Vivo bien estar acá hoy porque evidentemente le vamos a dejar a mi bisnieta algo mejor. No sé si un país más lindo, pero seguro una herramienta más para defenderse. En mi época no se hablaba de aborto. Los abortos se ocultaban. Tengo fe de que hoy nos vamos con ley”.
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