En la madrugada del 9 de agosto de 2018 una multitud del sector verde que esperaba expectante la votación en el Senado por el aborto legal, sintió la profunda pena de una nueva postegración en la lucha por el derecho a abortar de forma legal y segura.
Sin embargo, los cantos que se oyeron más fuertes ante el rechazo de la ley, anticiparon lo que hoy ratifican las calles: la pelea por el la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) no terminó.
Con cerca de ocho horas de debate encima, la “marea verde” que ocupa el sector norte del Congreso con puestos y pantallas gigante, no afloja ni disminuye pero sí se aquieta. Grupos de amigas, familias y agrupaciones ya comienzan a buscar un lugar cómodo para pasar la madrugada que promete ser larga y calurosa.
Muchas mujeres que ya decidieron pasar la noche compraron algo para comer o se sentaron a cenar en los comercios cercanos para encarar de mejor forma la madrugada y otras, las que viven más cerca o dentro de la Capital Federal, evalúan volver a sus casas a refrescarse y dormir un poco para luego regresar al momento de la votación.
“Ellos son mis papás”, dice Camila, de 27 años, con la cara llena de glitter y un barbijo color verde. “Siempre voy a acompañar las libertades y los derechos fundamentales de las personas, creo que nos lo merecemos. Hoy vamos a hacer historia”, dice a Infobae con la sonrisa y la mirada puesta en Silvana y Luis, sus padres, que llegaron hace algunas horas pero, a diferencia de ella, no pasarán la noche en la plaza.
Ellos toman la palabra y se hace más claro el origen de su convicción. “Yo estoy a favor de la legalización del aborto desde que tengo, no sé, 15 años. Me comí toda la dictadura y la falta de libertad, que es inimaginable para todos los jóvenes de esta época. Así que esto a mí me parece maravilloso”, dice él, de 62 años. “Estamos felices porque creemos hoy va a salir, yo tengo esperanza”, lo secunda ella, de 61.
“Estoy acá porque supongo que es lo menos que puedo hacer para participar de algo que tiene que salir cuanto antes. Está la posibilidad de que no salga pero por propia gravitación de derechos de la mujer tiene que salir”, remarca Luis.
La principal diferencia con la vigilia nocturna de agosto del 2018 es el clima: de una lluvia y un frío atroz que opacó aún más la noche de la sesión en que se rechazó a ley, a un calor sofocante, intensificado por el humo de las parrillas y la aglomeración de personas en algunas esquinas de Callao o de avenida Rivadavia. El análisis es contrafáctico pero, de no haber una pandemia, probablemente la convocatoria sería mucho mayor: muchos siguen el debate a través de sus casas para evitar contagiarse o exponer a familiares de riesgo en los festejos por Año Nuevo. Aún así, la concentración es masiva y por momentos caótica.
Por los parlantes, las representantes de la Campaña y encargadas de la logística, se encargan de recordar a cada instante las medidas de prevención por el COVID-19, la importancia de la distancia social y el uso de barbijo. En distintos puestos, además, voluntarios entregan de forma gratuita agua, barbijos y alcohol en gel.
Otra gran divergencia con la experiencia de hace dos años es el ánimo de todas las y los manifestantes: el discurso de Lucila Crexell, la senadora del Movimiento Popular Neuquino, que era una de las indecisas y ratificó con fuertes palabras su voto positivo, fue seguido con atención y en silencio por cientas de personas apostadas frente a las pantallas o conectadas con auriculares a sus teléfonos.
“No me es indiferente el drama del aborto clandestino. La ley no le cambia en nada a los que se oponen pero si a los que no la tienen. Negarse y negar la realidad de tantos abortos que existen en el país es un gran acto de hipocresía”, sentenció entre los aplausos de la calle. También los senadores Stella Maris Olalla (UCR) y Sergio Leavy (Frente de Todos) adelantaron su apoyo al proyecto y la balanza se inclinó aún más hacia la sanción.
En ese marco, la esperanza igual no cesa y el baile, la música y las performances artísticas sostienen el clima festivo. Sin embargo, con el mal recuerdo del último paso del proyecto por la Cámara Alta, pocas se animan a dar cerrado un triunfo y prefieren una postura de prudencia y aplomo.
“Ya nos pasó en el 2018 que llegamos hasta esta instancia y por muy pocos votos no pudo salir. Yo espero que esta oportunidad sea. Veo todo a nuestro favor pero queremos esperar. Nos vamos a quedar a pasar toda la noche, hasta el último voto”, dice Nicole, de 25 años, que llegó desde la localidad bonaerense de San Martín a las dos de la tarde junto a sus amigas. Creen que no van a dormir: hace calor, la columna verde es masiva y la ansiedad es demasiada.
“Venimos por todas las mujeres que no pudieron estar, se lo debemos a ellas”, dice.
Fotos: Nicolás Stulberg
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