Los Lanatta y Schillaci están convencidos que el 27 de diciembre -el día de la triple fuga- de 2015 iban a encapucharlos y ejecutarlos en un quinta alejada. Como ocurrió a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, las víctimas del triple crimen mafioso de la efedrina, asesinatos por los que fueron condenados, justamente, Martín y Cristian Lanatta y su amigo Víctor Schillaci.
Ese fue el principio que no fue. Porque lograron fugarse durante dos semanas. El plan final era tomar una comisaría, quizá liberar a algún preso pesado que quisiera acompañarlos y llevarse un arsenal para huir a la Triple Frontera. Pero ese fue el final que no fue.
Fueron detenidos por su cansancio. No los venció la persecución ni las balas. Fue la sed y el hambre, sus enemigos invencibles.
“Había cuatro opciones: morir, matar, fugar o caer”, dice Martín Lanatta desde la cárcel de Ezeiza.
Lo que ocurrió es la cuarta posibilidad: la detención. Eran buscados por más de mil policías.
A cinco años de la famosa triple fuga de la cárcel de General Alvear, ocurrida el 27 de diciembre de 2015, los hermanos Martín y Cristian Lanatta y su amigo Víctor Schillaci siguen luchando por su libertar pese a que fueron condenados en cinco juicios diferentes. Y la peor condena fue la perpetua. Desde el día de la huida, durante dos semanas estuvieron a la deriva, pero armados. Desde Buenos Aires y hasta Santa Fe, robaron autos, camionetas, tomaron rehenes y se tirotearon con gendarmes y policías. Los detuvieron el 11 de enero de 2016, después de una cacería de la que participaron mil policías.
Los canales de noticias transmitieron el escape como si fuera una película del género western.
Crónica TV fue un desfile de placas insólitas: “Ni se le ocurra ir al baño”, “Pida más pochoclo que sigue la película”, “Los prófugos tiran más tiros que Vicuña”, “Juegan a las escondidas”, “Son más duros que Bruce Willis”, “Preparen, apunten”, “Empezaron los tiros”, “Té para tres”, “Confirmado, los tres mañana no almorzarán con Mirtha Legrand”, “De Rambo a Cayastá”, “El trío más mentado”.
El trío tenía tres planes que no pudieron cumplir. El primero: disfrazarse de médicos para que Schillaci, que acababa de ser padre, pudiera ver a su hija. El segundo: llegaron a pensar en ir a buscar y vengarse de un poderoso hombre al que acusaron de planificar una “masacre” contra ellos. El tercero: si no eran detenidos, pensaban tomar una comisaría, reunir más armas y llegar hasta Buenos Aires o fugar a Paraguay.
“Todo fue improvisado. Nos hicieron huir de la cárcel, lo que quedó probado en uno de los juicios, y antes de que nos tendieran una emboscada a una reunión a la que debíamos ir, nos fugamos. Fue una fuga de una fuga. No seguimos escapando porque primero chocamos, nos fuimos quedando sin fuerzas y la sed te vence”, dice Schillacci.
Los tres fueron condenados a perpetua por los asesinatos mafiosos de Forza, Ferrón y Bina, ocurrido el 7 de agosto de 2008. Se los acusa de formar parte de la etapa final del hecho: la ejecución de los tres empresarios de la efedrina que habían comenzado a hacer negocios sin pensar en que los esperaba un destino siniestro.
En la cárcel, Lanatta recibió carta de admiradores y admiradoras. “Fue todo muy raro, como si hubiese actuado en una película o ganado un torneo”, recuerda.
“La fuga fue armada. Los guardias y superiores nos equiparon para poder escapar. Hasta fabricamos armas de juguete. Otra no nos quedaba. Pero lo peor es que había un plan para llevarnos a un lugar alejado y boletearnos. Fugamos y anduvimos sin rumbo. Llegamos estar ocultos en un monte de Santa Fe, adentro de una camioneta. Dormíamos abrazados a nuestros fusiles”, dice a Infobae Martín Lanatta.
Schillaci iba al volante, su hermano Cristian en el asiento de acompañante y él atrás, con más armas que ellos.
Estaba tan compenetrado en la ferocidad de la supervivencia, que por esos días si hubiese podido mirar en el espejo habría sentido el impulso de disparar.
Su hermano piensa lo mismo: “Nos sacaron de la cárcel para eliminarnos. Era una venganza por nuestras denuncias. Está claro que nos dejaron salir. Hay penitenciarios imputados. Y no lo hicieron por generosidad”.
El hecho más grave cometido por los tres fue cuando dispararon a Fernando Pengsawath y a Lucrecia Yudati, en ese entonces de 24 y 35 años, los dos policías bonaerenses que el 31 de diciembre de 2015 estaban apostados en un puesto policial a tres kilómetros de Ranchos.
Ella fue operada más de 70 veces. El estuvo un mes en coma. A los dos, los Lanatta se le aparecen en pesadillas.
Yudatti volvió a ver a los tres ex fugados el 17 de febrero de 2020, en una audiencia en el Tribunal Oral N°1 de La Plata, integrado por los jueces Hernán Decastelli, Cecilia Salucchi, ante quienes los Lanatta y Schillacci aceptaron la culpabilidad.
Aquel 31 de diciembre de 2015, Martín Lanatta se bajó de la Renault Kangoo y les disparó a dos policías según la acusación en su contra. Subió al vehículo y huyeron a toda velocidad con su hermano Cristian y su amigo Víctor Schillaci. Por esos días, contó a Infobae una vez, andaba con el dedo en el gatillo. “No tiré a matar, si lo hubiese hecho estarían muertos porque soy un experto tirador”, se defendió. Pero para los policías Fernando Pengsawath y Lucrecia Yudati, atacados a balazos y vivos de milagro, no piensan lo mismo. “Tiraron a matar”, coinciden.
“Vine a verlos a la cara, es durísimo. A medida que pasan los minutos aumenta el miedo, estoy temblando”, había dicho Yudatti a Infobae antes del juicio. Luego se sentó a sólo diez pasos de los acusados.
Los tres condenados hablaban al oído con su defensa, a cargo del doctor Pedro Martino. Martín Lanatta, calvo, con barba, remera de Tommy Hilfiger, le esquivaba la mirada a Yudati.
“No me miran”, le decía la víctima a su abogado. “No me miran”. Los acusados bajaban la mirada, hablaban entre ellos antes de que comience la audiencia.
Los hermanos Lanatta pactaron 13 años de cárcel cada uno por la doble tentativa de homicidio. Víctor Schillacci, como conductor de la Kangoo, 7.
Martín Lanatta le dijo a este medio: “Que quede claro que nos hicimos cargo técnicamente, pero no disparamos. Ni estuvimos en Ranchos. Lo importante es que se unifiquen las causas. Y se caiga la perpetua”.
La triple fuga no quedó en el olvido. Esa huida que también incluyó un tiroteo con gendarmes, se convirtió en un hecho emblemático de la historia criminal argentina.
Está por salir un libro por editorial Planeta y tres productores cinematográficos está interesado en llevar la historia al cine o convertirla en un documental. Para la Justicia está claro que a los tres delincuentes los dejaron escapar. Ignoran el móvil. No les cierra la versión de Lanatta: “Nos dijeron: ‘te quieren muerto, pero si te vas, te van a conseguir un helicóptero y un millón de pesos’”.
Según Lanatta, su acusación al poder político por el triple crimen de la efedrina originó lo que él y sus dos compañeros llamaron cacería.
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