Rock and roll y pizzas sin orégano: el desopilante audio del programa pirata de radio que hice con Luca Prodan y no escuchó nadie

Fueron dos sábados en la primavera democrática de Alfonsín en Radio Belgrano. Un mediodía el locutor se fue a comer, y como no había ningún programa planificado en ese horario salimos al aire con Luca para poner la música que nos gustaba y opinar de Sting, la comida italiana y la situación planetaria. Las anécdotas de un delirio que marcó unas horas inolvidables en la vida de dos rockers desclasados pero que duró muy poco pero

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Fueron dos sábados en la primavera democrática de Alfonsín en Radio Belgrano. Un mediodía el locutor se fue a comer, y como no había ningún programa planificado en ese horario salimos al aire con Luca para poner la música que nos gustaba y opinar de Sting, la comida italiana y la situación planetaria. Las anécdotas de un delirio que marcó unas horas inolvidables en la vida de dos rockers desclasados pero que duró muy poco pero

Estábamos en Enero de 1984, la democracia llevaba un mes de vida y nosotros también. Me encontraba trabajando en Radio Belgrano, que fue la primera radio que entregaron los militares. Se la dieron al hermoso Daniel Divinsky, editor argentino que había tenido que escapar con su familia a Venezuela y estaba de vuelta, como todos ahí. Era una radio que los militaristas que quedaban llamaban “Radio Belgrado”, imaginen por qué. Allí Carlos Abrevaya, Adolfo Castelo, Jorge Dorio y Martín Caparrós hacían el genial “Sueños de una noche de Belgrano”, Horacio Salas, Dolina, Aliverti, Pasquini Duran y Enrique Vázquez entre otros. En lo que a mi respecta musicalizaba programas del fin de semana, que estaban destinados a gremios y colectividades en esos comienzos.

Me acuerdo vagamente de un espacio que era del Sindicato de Pasteleros donde me pedían siempre un par de canciones que linkearan con la pastelería, así que ponía Honey Pie (Pastelito de Miel) de los Beatles, Porky pie hat de Mingus, Wild honey pie o algo de Los Pasteles Verdes... imagínense cómo sonaba esa mezcla. Duró poco...

Honey Pie - Los Beatles

También musicalizaba programas para la colectividad armenia y hasta un programa que apoyaba de lejos la revolución sandinista que pasaba música nicaragüense, así que de esa manera me acerqué a la obra de los hermanos Mejía Godoy que hacían una especie de salsa combativa muy impresionante. También había algo algo que estaba los domingos a la mañana creo, que pasaba música folklórica fortinera. La música de los fortines antiguos, marchas paramilitares. En fin, era lo que había.

Eran tiempos de cambios a los que nadie escapaba. Estábamos estrenando una vida con derechos y probábamos acercarnos a los limites con pocas referencias.

Por otro lado...

Conocí a Luca Prodan en el 81, en la vieja Galería del Este en Marcelo T. de Alvear y Maipú o Florida (se entraba por los dos lados). Era en esos años el centro de atracción de los jóvenes más por historia abortada que por atracciones de momento. Estaba a la vuelta de lo que había sido el Di Tella. Y los militares mucho no se metían por ahí, básicamente porque no entendían bien lo que pasaba con ese lugar que se llenaba tarde a tarde de personas famosas e intelectuales que abarrotaban el Bar Budos estratégicamente ubicado entre la Librería de la Ciudad, donde Jorge Luis Borges algunas tardes firmaba algunos ejemplares, y El Agujerito, la mítica disquería de Dany Nijensohn que era la tierra prometida de todos los disc jockeys de Buenos aires.

Mario Salcedo y su esposa Lily, dueños del bar, me habían conseguido un lugar arriba así que estaba gran parte de mi vida por ahí. Una tarde en El Agujerito coincidimos Luca y yo en un disco de Ian Dury & the Blockheads. Hablando de Sex & drugs & rock’n roll, que era el hit de la placa, nos quedamos un rato disertando acerca de los punks londinenses que el conocía muy bien. Después nos cruzábamos en redacciones de revistas o en la casa de Jorge Crespo, que era el manager de Sumo, en algunos antros o en la pizzería Corleone enfrente a Palladium.

Sex & drugs & rock'n roll - Ian Dury and The Blockheads

Luca era para todos un querible exiliado europeo de modales extravagantes y un talento musical desmesurado. Había tenido problemas en Europa y llegó a la Argentina guiado por su viejo camarada Timmy McKern que vivía en Córdoba. Cuando llegó a la capital con German Daffunchio y armaron Sumo, para toda la cofradía era parte de la religión ir a los shows y después seguirla en alguna casa o mismo en el boliche after cierre. Teníamos 20 años y éramos parte de la zona de caza de la milicia del poder así que todo era con mucha discreción. Todo siguió de esta manera hasta diciembre del 83, cuando Raúl Alfonsín juntó las manos sobre uno de sus hombros y dio comienzo a una existencia con derechos y respeto para todos.

La democracia era la bendición, pero todo estaba patas para arriba... Entre otras cosas las radios, que tras el paso brutal de las fuerzas armadas durante 7 larguísimos años -en que trataron de dirigirlas- las habían dejado hechas una mierda. Así fue como la primera radio que entregaron fue la AM 950 Radio Belgrano donde muchos que jamás habían hecho aire dieron sus primeros pasos.

Luca Prodan acompañó a Bobby
Luca Prodan acompañó a Bobby Flores hasta la radio, un sábado de mucho calor. Allí, como una travesura, tomaron los micrófonos y salieron al aire con un programa pirata

Llegamos entonces a esa calurosa tarde de primer verano democrático que les mencioné arriba.

En la Galería del Este, un sábado apenas pasado el mediodía, encuentro a Luca caminando en campera de cuero y ojotas. Al verme se acercó y me miró los discos que tenía en mis manos. Le expliqué que los llevaba a la radio para grabarlos en cassettes en la discoteca y de paso iba a ver como habían salido los temas que había programado para salir al aire. Hacia allí fuimos. La radio quedaba en la calle Uruguay y había un espacio, para el que a veces colaboraba, que era de Tom Lupo con Miguel Abuelo y otros más. Curiosamente ese día estaba en el estudio Jorge Crespo, así que Luca la tomó como una casa nueva de los sábados y volvió a la radio un par de veces más.

Resulta que un sábado nos encontramos otra vez em la radio, pero el programa que seguía no iba a salir más al aire. Así que el Chino Chinen, legendario operador de Rock&Pop que en Belgrano también estaba debutando, le pidió a Aníbal García -que hacia el Tren Fantasma en Rivadavia y no sé qué estaba haciendo esa tarde- que le prepare unos discos para poner al aire. El locutor de turno se fue a comer, de manera que allí quedamos en el estudio Luca y yo. Y de pronto el Chino me dijo “¿probamos...?”. Medio como una travesura aparecimos nosotros como una ráfaga diciendo cualquier cosa al aire.

Sumo
Sumo

El espacio quedó vacío por un par de semanas lo que fue más que suficiente para Luca y para mí en plan de usurparlo. Al sábado siguiente llamé a mi hermano a casa para avisarle que iba a poner el nuevo disco de los Clash en la radio. Se fueron todos los que hacían el programa previo y quedamos como el anterior fin de semana solos en el estudio con el Chino. Yo saqué unos discos de la bolsa de los mandados donde los llevaba y con Luca empezamos a opinar de Sting y de las pizzas porteñas, me acuerdo que el tano Luca detestaba que en la Argentina le poníamos orégano. También opinamos de la situación planetaria hasta que llegó el locutor de turno que miró como huíamos con una mueca que mixeaba fastidio y asombro.

La avivada nos duró un sábado más y antes de que la cosa pasara a mayores se esfumó todo. Nos rajamos. Con Luca siempre nos quedó el recuerdo de “nuestro programa que no escuchó nadie” y el entusiasmo de mi querido amigo Jorge Crespo que insistía en que debíamos probar hacer algo al aire.

Luca no le dio mucha pelota, pero yo sí.

Unos años más tarde Luca se murió. Y un tiempo después se fue mi papá. Una pálida todo, pero curiosamente entre una pila de cassettes grabados que tenía mi viejo en el taller apareció un TDK rotulado con marcador como “Bobby/Tano”. Mi hermano con los ojos desmesuradamente abiertos me dijo: “¿A que no sabés qué hay acá?”.

Desde el armatoste Ken Brown que ya estaba para el basurero empezó a sonar el programa pirata de dos sábados que intentamos Luca y yo, que ni nombre llegó a tener.

Mi viejo -o alguien, quién sabe- llegó a grabar un pedazo, tal vez vislumbrando que en el futuro, algún milagro mediante, a alguien le resultaría interesante escuchar a esos dos rockers desclasados que vaya a saber uno dónde terminarían.

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