Rosalía acerca una silla a la mesa de la cocina, se sienta y saluda a través de la cámara con una sonrisa a medias. Suena el timbre, vienen a traer agua, pero ella no puede salir a la calle. La casa en la que ahora vive, en Zárate, es la casa en la que está cumpliendo una condena por lo que le pasó hace 15 años, cuando parió sola en el baño de su casa, se desmayó en un charco de sangre y terminó con la beba muerta.
Va a llorar Rosalía Reyes, va a llorar de corrido a lo largo de la entrevista con Infobae, pero si elige contar su historia es para mostrar que sí existen en Argentina mujeres perseguidas penalmente y criminalizadas por abortos u otros eventos obstétricos, como el que le ocurrió a ella en 2005.
Su historia es parte del libro “Dicen que tuve un bebé (siete historias en las que el sistema encarcela mujeres y a casi nadie le importa)”, una investigación publicada justo antes de que comenzara una nueva edición del debate por la legalización y despenalización del aborto y volviera a escucharse, como en 2018, que en el país no hay mujeres criminalizadas por estos temas.
Más allá de las condenas por abortos, María Lina Carrera, Natalia Saralegui Ferrante y Gloria Orrego-Hoyos -abogadas y autoras del libro- buscaron identificar a otras mujeres que fueron criminalizadas “tras haber transitado abortos espontáneos, partos prematuros, en avalancha, en los que los bebés nacieron sin vida, algunas de las cuales ni siquiera sabían que estaban embarazadas”.
El contexto
En aquel entonces, Rosalía no vivía en Zárate sino en Bahía Blanca y trabajaba faenando y envasando pollos en un frigorífico. “Entraba a las cuatro menos cuarto de la mañana y volvía a mi casa a las 23.20, a veces a la medianoche. Era un trabajo muy brusco, de mucha fuerza, con mala alimentación, no teníamos obra social, no gozábamos de vacaciones, de licencias, de nada. Pero yo tenía a mis cuatro hijos y estaba sola, lo importante en ese tiempo era que nos alcance para comer y para pagar el alquiler”, comienza.
La mayor tenía 12 años, después venía una nena de 8, otra de 7 y un varón de 4 años. Sólo el padre del más chico aportaba algo de dinero a modo de cuota alimentaria. Dice Rosalía que cuando supo que estaba embarazada nuevamente, la idea de un aborto no se le pasó por la cabeza y hay una razón por la que no se hizo controles durante la gestación.
“Si no trabajaba un día, si pedía el día, no me lo pagaban, y de eso comían mis hijos. Si yo decía que estaba embarazada iba a ser despedida, entonces por miedo no dije nada. No por miedo a que me reprochen, por miedo a quedarme sin trabajo, ya que yo era el sostén de mis hijos”, cuenta ahora ella, que tiene 48 años.
El 18 de mayo de 2005, cuando calcula que llevaba siete meses y medio de gestación, Rosalía llegó a su casa agotada, casi a la medianoche. “Ni siquiera comí, me dormía sentada en la mesa, entonces me acosté. No recuerdo la hora, sé que me desperté con unos dolores muy inmensos, muy fuertes, y me levanto corriendo, voy al baño y cuando me siento en el inodoro nace mi bebé. En eso que nace mi bebé, yo me desmayo”, relata, un poco en pasado y otro poco en presente, y la angustia de aquel momento vuelve.
“No sé el tiempo que yo estuve desmayada, no sé si una hora, media hora, no sé. Cuando recupero el conocimiento, me levanto. Estaba tirada en el piso yo, y era un balde de sangre, el cordón umbilical o la tripa, todo tirado alrededor. No estaba bien consciente de lo que me había pasado. ‘¿Qué pasó?’, dije yo. ‘Qué me pasó?’. Con una tijera creo que teníamos en el baño o un cuchillo corto el cordón como más pude, porque no estaba bien yo. Cuando corto el cordón y alzo a mi bebé, mi bebé estaba fría, sin vida”.
Dice Rosalía que la envolvió en un toallón, se puso a la beba en el pecho y llamó a los gritos a su hija mayor, de 12 años. “Le digo ‘hija, mi bebé murió'. ‘¡Mamá!’, me dice, la cama llena de sangre estaba. Y ella me dice ‘¡Mamá, estás llena de sangre!’, ¡no te mueras, por favor mamá!”.
Según consta en el libro y en la causa, la nena llamó a su psicóloga para pedirle ayuda y la psicóloga llamó a la policía (según declaró, lo hizo porque había menores en la escena). Rosalía cuenta que se asustó mucho, que puso la placenta y el cuerpo en una bolsa y lo colocó en un pozo que había en su casa, todo lo que rápidamente la policía encontró.
En el Hospital Penna de Bahía Blanca, donde estuvo tres días internada, una doctora le dijo “bueno, esto es judicial”. “Está bien doctora, le digo, pero yo sé lo que me pasó, sólo yo sé lo que me pasó”. Rosalía no volvió a su casa: pasó los siguientes 10 meses entre una comisaría y el penal de Bahía Blanca. Sus cuatro hijos quedaron al cuidado de su hermana.
Rosalía fue acusada del delito de “homicidio calificado por el vínculo”. “Decían que yo maté a mi bebé, que una mamá de cuatro hijos tendría que haber sabido cómo cortar el cordón. Que yo no quise atenderla, darle los cuidados necesarios a mi bebé... pero si yo me desmayé”, repite, sumida en un llanto histórico.
La que ahora habla es la misma mujer señalada por el estereotipo de “mala madre” que, cuando le dijeron que iban a sacar a sus cuatro hijos de la casa de su hermana para mandarlos a un hogar para chicos huérfanos, juró que si les hacían eso se iba a quitar la vida.
Prófuga
La dejaron en libertad a la espera del juicio y Rosalía volvió con sus hijos y consiguió trabajo. Pero enseguida le informaron que el juicio ya tenía fecha. Mi abogada me dice ‘bueno Rosalía, mirá, te tengo que decir lo que te espera: podés quedar libre de culpa y cargo, me dice, como también pueden darte prisión perpetua”.
Se desesperó cuando le explicaron qué era la prisión perpetua “pero igual confié en que yo no había hecho nada, nunca había golpeado a mi bebé, lastimado, nada”. Fue a la primera audiencia del juicio y a la segunda y fue ahí que su abogada le advirtió “está bravo, Rosalía, te soy sincera, el fiscal te quiere condenar”, sigue.
“Llego a mi casa y estaban todos mis hermanos. Y les digo ‘¿qué hago, hermanos?’, ‘¿qué hago si me condenan?’, ‘¿quién va a quedar con mis hijos?’. Y les digo ‘¿y si yo me voy con mis hijos para que nadie me los quite?’. No sé, me voy lejos, me voy, me voy. Y bueno, así que tomé la decisión: tomé a mis cuatro hijos y nos fuimos”.
Se escaparon a Zárate, pidieron ayuda a una familia amiga, y Rosalía pasó varios meses encerrada hasta que, a pesar del miedo, tuvo que salir a trabajar para darles de comer. Pasó los siguientes 12 años prófuga y en ese tiempo consiguió trabajo, se puso en pareja con el hombre que sigue siendo su marido y tuvo a otra hija.
“Usted tiene pedido de captura”
El 13 de junio del año pasado -14 años después de lo que le había pasado aquella noche en el baño- Rosalía estaba en la estación del subte C, en Retiro, junto a su marido y su hija de 4 años. La misma madre acusada de omitir la asistencia a aquella beba para dejarla morir iba al Hospital Garrahan porque su hija menor tenía un problema en el corazón y necesitaba controles mensuales.
“Y ahí, entre medio la gente, vienen los de seguridad y nos dicen ‘paren acá’. Me pidieron el documento y me dijeron ‘señora, le salta un pedido captura’”. Las cámaras de reconocimiento facial habían detectado sus datos biométricos. Lloraba su marido, lloraba la nena.
Estuvo una semana detenida en una comisaría y fue trasladada al penal de Azul a la espera del segundo juicio. Cuentan las autoras en el libro que en los alegatos la fiscalía planteó “que una mujer que ya tuvo cuatro hijos no puede ignorar que el corte umbilical debe atarse antes de cortarse”, algo que probablemente pocas madres sepan cómo hacer.
“La acusación del fiscal estaba llena de estereotipos. Desde que había ideado un plan criminal con el ocultamiento del embarazo hasta que había omitido dar los cuidados necesarios a la recién nacida y le había ocasionado intencionalmente su muerte”, interpreta Fabiana Vanini, la abogada de Rosalía en “Dicen que tuve un bebé”.
El 19 de febrero de 2020, poco antes del comienzo del aislamiento obligatorio, Rosalía salió de los Tribunales esposada. Había sido condenada a 8 años de prisión por “homicidio calificado por el vínculo bajo circunstancias extraordinarias de atenuación“. Fue directo al penal de Bahía Blanca pero la construcción de redes y alianzas de los feminismos hicieron la fuerza necesaria para que pudiera cumplir su condena con arresto domiciliario.
“¿De dónde proviene ese afán punitivo que transforma estos sucesos en investigaciones penales?”, preguntan en el libro. “De un sistema patriarcal en el que los cuerpos gestantes se encuentran instrumentalizados al servicio de la reproducción”, sostienen.
Una investigación publicada la semana pasada se propuso, precisamente, delinear un mapa federal de la persecución penal sobre las mujeres que atraviesan abortos o eventos obstétricos. Para el relevamiento -hecho en conjunto entre las autoras del libro junto a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito; el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y el Centro Universitario San Martín (CUSAM)- hicieron pedidos de acceso a la información por todo el país, aunque hasta ahora lograron obtener datos de 14 jurisdicciones.
La información oficial de esas 14 jurisdicciones suma 1.388 causas, entre abortos y eventos obstétricos en los últimos 8 años.
El “apoyo incondicional” de los feminismos permitieron a Rosalía comprender que su historia no es era un caso aislado. “Hay muchas mujeres que están pasando quizás una situación igual a la mía. O peor, mujeres solas, sufriendo a una justicia que es muy machista”, se despide. “¿Por qué apoyo hoy en día que se está discutiendo esta ley (de legalización y despenalización del aborto)? Para que las mujeres dejen de ser criminalizadas. Y también, para que si necesitan hacer un aborto lo hagan a través de un hospital y no corran riesgos por ser pobres o no tener plata. Yo quiero que se avale esta ley, la verdad, para apoyar a muchas mujeres, tanto a las mujeres como a las niñas”.
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