El pasado lunes Estados Unidos vivió uno de sus días más esperados. Con más de 16 millones de contagios y una cifra que supera las 300 mil muertes registradas por COVID-19, se inició la campaña de vacunación contra esta enfermedad. Con el correr de la semana, tres millones las personas recibieron la primera dosis. Una de ellas fue el doctor Enrique Mesri, virólogo y oncólogo molecular, quien se convirtió en el primer argentino en aplicarse la Pfizer en el territorio norteamericano.
“Fue fascinante observar el nivel de organización que había para poder administrar la vacuna en forma segura y eficiente. Esta vacuna de Pfizer precisa dos dosis, el segundo refuerzo me lo aplicarán en tres semanas”, reveló a Infobae el científico recibido en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.
“Luego de vacunarme me hicieron esperar 15 minutos para ver si había alguna reacción adversa y nos explicaron cómo seguir. Tuvimos que reservar el turno para el refuerzo. Pregunté previamente si dolía y me dijeron que mucho menos que la de la gripe. Realmente no la sentí. Ahora tengo una hinchazón zonal, pero es deseable porque es un signo de inflamación que se asocia con las vacunas que sirve para estimular el sistema inmunológico y el proceso de inmunización”, explicó Mesri, quien también es profesor de Microbiología e Immunología de la Universidad de Miami y el Sylvester Comprehensive Cancer Center.
“En cuanto a la vacunación, en mi universidad -asociada a otro hospital universitario- se establecieron niveles de prioridad. Nosotros estamos en los primeros niveles porque mi laboratorio trabaja para desarrollar unos testeos rápidos que permitan llegar a un diagnóstico en menos de una hora. También porque estoy dentro de un grupo de riesgo. Nos comunicaron que si estábamos interesados nos registráramos para vacunarnos. Eso ocurrió hace dos o tres semanas, dándonos esta opción tan importante”, indicó Mesri, quien junto a los doctores argentinos Omar Coso, Pedro Cahn y Gabriel Rabinovich es parte de un consorcio de investigación de cánceres virales asociados con el SIDA.
“Si yo no hubiese tenido acceso a la vacuna Pfizer no hubiese dudado en darme la vacuna china o la rusa para protegerme. No imagino que el gobierno ruso o chino no quiera proteger a su gente. No tengo dudas al respecto. Todas las vacunas son seguras y absolutamente no infecciosas, fueron testeadas utilizando métodos científicos rigurosos”, especificó Mesri.
Y continuó: “Sé, por ejemplo, que la Fundación Huésped que dirige Pedro Cahn está entrando en los testeos finales de la vacuna del Beijing Institute of Biotechnology de China. Son vacunas con muy buena eficacia. La Pfizer la conozco porque sé cómo fue aprobada y porque conozco el proceso muy riguroso de aprobación de la FDA (Food and Drug Administration). Eso a mi, personalmente, me deja muy tranquilo. La otra razón es que todas estas son vacunas que utilizan tecnologías muy avanzadas, que incorporan un siglo de avances en inmunología, genética y virología”.
Mesri reside en Miami y allí encabeza un laboratorio en donde habitualmente trabajan seis investigadores (tres de ellos poseen postdoctorados en Argentina). “Luego de la interrupción general de marzo continuaron trabajando, siguiendo estrictas normas de turnos y distanciamiento social. Yo supervisé todas las actividades de mi laboratorio con comunicaciones virtuales. Desde esa época me quedé guardado en mi casa con mi familia trabajando desde casa, virtualmente, porque pertenezco a una población de riesgo de COVID-19: tengo más de 60 años, una historia de asma y gripes que se complican a neumonías”, especificó.
La distribución de la Pfizer-BioNTech se llevó a cabo bajo la campaña Operación Warp Speed. Allí se tomó como prioridad al personal sanitario y de emergencias, como así también las residencias de ancianos. Estos grupos fueron los primeros en recibir las primeras dosis para progresivamente ampliar a la población general la campaña de vacunación. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, en inglés) estiman que hay unas 21 millones de personas que trabajan como personal médico y unos 100 millones de adultos con antecedentes médicos de alto riesgo.
El científico remarcó que sigue muy de cerca el avance del coronavirus en Argentina: “Cuando me preguntan sobre el COVID-19 mi lema personal es como la vieja propaganda de vinos: este virus es como el sol, aunque no lo veamos siempre está. Y está al acecho de los que deciden ignorar las recomendaciones. La semana pasada en mi familia hubo una potencial exposición con gente que no se cuidó bien y por suerte el testeo dio negativo. En Estados Unidos cada día que pasa hay un récord de infectados y de muertes”.
“Aquí los científicos biomédicos hemos repudiado y visto con horror cómo a partir de la irracionalización, desde el gobierno del presidente saliente y la no alineación con los responsables del área de ciencia, no se actuó de una forma más clara y contundente. En Miami, el alcalde (Francis Suarez) se contagió y Miami tuvo una tendencia a tratar bastante bien este tema y controlar la pandemia”, contó Mesri.
Respecto al relajamiento que se percibe en Argentina, el virólogo profundizó su análisis: “La población se resignó a seguir viviendo y hacer lo que hacia antes asumiendo o ignorando el riesgo de contagio con el virus. No pueden dejar de hacer lo que quieren y seguir adelante con sus planes, ignorando el riesgo de que el virus sigue existiendo y contagiando. En Argentina es imposible tener un control del 100%. Mucha gente no tiene mas remedio que arriesgarse para poder trabajar y para que el país siga adelante. Este es un virus mucho más contagioso que la gripe y más mortal. No hay ninguna duda de esto”.
Y trazó uno de los grandes inconvenientes que a su criterio atraviesan los países dentro de la pandemia: “El gran problema es que durante este ultimo tiempo la ciencia se politizó. En Estados Unidos es muy difícil que nos apliquen la vacuna rusa o la china. La razón es, sobre todo, política. La ciencia es siempre ciencia. Y es factual, basada en hechos. La ciencia que respalda lo que sabemos del coronavirus es muy fuerte. Los hechos son contundentes: Casi 80 millones de infectados en un año, más de un millón y medio de muertes, se han cerrados países enteros en Europa durante semanas y meses”.
Mesri continuó: “El problema mas grande es politizar la ciencia utilizando la retórica del miedo, que es utilizada para generar dudas. Es muy indignante. ¿Cómo por miedo estimulado sin base científica me voy a perder la oportunidad de utilizar métodos probados científicamente para disminuir la chance de contagiarme y quizá morir de COVID-19?″.
“Hasta ahora solo sabemos que el testeo, el rastreo y el aislamiento sirven para disminuir los contagios. Cuando uno se contagia y luego se cura queda inmunizado. Cuando uno se vacuna con las dosis necesarias, quedás protegido y no podés contagiarte ni contagiar a otros. De esta forma se le empieza a ganar la guerra a la pandemia. Sin embargo creo que no debemos relajarnos y debemos seguir observando los protocolos; y la etiqueta del cuidarse, que refuerza el tejido social basado en la consideración con los demás”, dijo el científico.
“Yo estoy vacunado, pero no puedo ir por la calle sin barbijo, porque la gente creería que estoy faltándoles el respeto. La primera vacunación va a ser para quienes están en el frente de batalla: médicos, enfermeros y la gente que no puede dejar de trabajar sin exponerse. Luego, a quienes tienen alto nivel de riesgo. Pero todo eso es un proceso. Es importante seguir con el mismo nivel de acatamiento y entender que cuidar a los demás es cuidarnos a nosotros mismos y adelantar la victoria sobre esta pandemia que estamos empezando a derrotar”, concluyó Mesri.
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